Por algún motivo la pelirroja sintió que el contrario precisó de un instante para recopilar información, seguramente porque había algo que no le convencía y probablemente ese algo tenga nombre y apellido. Por suerte, recordó lo ocurrido y sin rodeos consultó.
—Mi capa —respondió rápidamente.
¿Ni siquiera se iban a saludar? Ni que hubiesen dormido juntos…
—No sé dónde la has dejado —le aseguró en lo que se esperaba pacientemente a que hiciera algo, así sea una indicación vaga.
—Ah sí, perdona... —confirmó, incorporándose con dificultades— Está ahí, con el resto de la ropa que llevaba anoche...
Señaló el desordenado montón de prendas que yacían sobre el suelo, frente al armario. Necesitaba quitarse de encima las telarañas del sueño. La presencia de la pelirroja le ayudaba a hacerlo. Después de todo, no le resultaba agraciado mostrar tal aspecto frente a su huésped.
—Dame un momento que me levanto...
—Sigue durmiendo si quieres —respondió en lo que se levantaba.
Lo único que tendría que hacer era revisar un poco entre prendas, tampoco podía ser muy difícil aunque claro, el pudor… entre su capa probablemente estarían aquellas prendas sudadas que el chico había estado vistiendo el día anterior…
…pero no tenía que tocar nada, ¿verdad?
Además, la capa era un trozo considerable de tela, gruesa para colmo, no podías ocultarla fácilmente con un pantalón y una playera.
Ritsuko sencillamente buscó con la mirada, una cosa por aquí, otra por allí, y finalmente, la capa, podría haberla encontrado sin necesidad de despertar al Uchiha y ahora comenzaba a sentirse estúpida. «Tendría que haber revisado un poco más »pensó en lo que se agachaba a tomar la capa ignorando al chico que estaba a escasa distancia de su posición.
Una vez con la capa en sus manos, se enderezó para amarrar la prenda en torno a su cuello y volteó.
—Gracias por todo, ya me iré —indicó dedicando una reverencia justo antes de marchar con rumbo a la salida.
Ladeó el rostro repetidas veces a modo de negativa. En lo que la muchacha trataba de dar con su capa, el moreno comenzó a levantarse. Andaba parcialmente enderezado cuando su campo visual captó un buen primer plano del trasero de la pelirroja que se agachó para recuperar su rasgada posesión.
Ello sumado al ambiente matutino llevó al Uchiha a sentir la llamada de la naturaleza, una distinta a la que urgía una visita al baño. Al fin y al cabo era normal en hombres sanos, especialmente los jóvenes. Para él, sin embargo, se trató de una reacción horripilantemente inoportuna que le hizo pararse en seco. Menos mal que la mitad inferior de su figura todavía se mantenía oculta bajo la manta del futón.
—E-Escucha, Ritsuko-san, ¿no sabes volver a tu casa desde aquí, cierto? Dame un momento, me visto y te ayudo a buscarla, ¿ok? —le dijo así, esperando que la fémina se retirara de su habitáculo.
No era consciente de la vista que le había regalado al contrario, así que simplemente siguió a lo suyo envolviéndose en su capa hasta que le dejaron cierta indicación.
—No te preocupes, no hace falta —respondió volteándose.
Sí, no iba a salir de la habitación tan fácilmente.
—Aprovecha y duerme otro rato más, ¿sí? —añadió, en lo que esperaba una respuesta afirmativa del contrario.
Y ese es el poder de la ignorancia, capaz de torturar personas sin transmitir ningún mensaje explícito.
«Mantén la calma, no te apures, no pasa nada...», se repetía una y otra vez como si de un mantra se tratase. Podría decirle que sí y quedarse en cama hasta que ella se marcharse, pero ello equivaldría a no cumplir con sus intenciones de ayudarla a encontrar el camino de vuelta a su hogar...
—No no, no me parece buena idea dejarte vagar sola hasta que des con el lugar, entre los dos será más sencillo encontrarlo —replicó, concentrándose muy, MUY fuerte en pos de no sonrojarse.
¿Por qué, maldita sea, no se le iba aquella imagen de la mente y ese ardor de la cintura? Maldita la biología que le había hecho nacer hombre. Maldita su falta de sentido y preocaución al estar recién despertado.
—Pero ya es de día.
No, no iba a irse, no le convencía lo que le decían.
—Además, así me acompañes seguiríamos vagando por la aldea hasta encontrar la casa —añadió muy segura de sí misma, pues no tenía nada en mente como para pedir indicaciones adecuadas—. No recuerdo la dirección ni tampoco cerca de qué está, y casi nadie me conoce.
La idea de la kunoichi era la de desalentar al Uchiha de llevar a cabo aquella tediosa tarea, es decir, básicamente la estaría llevando de vuelta a casa como una niña perdida. Aunque técnicamente eso es lo que Ritsuko es actualmente, una niña perdida.
Se sintió profundamente irritado, pero lo interiorizó. No había quién demonios negociara con aquella fémina, no importaba la validez de los argumentos. Era un milagro que hubiera accedido a pasar la noche allí, ahora que lo reflexionaba mejor.
—¡¿Y cómo vas a volver si no sabes nada de eso?! Te resultaría más sencillo quedarte a vivir aquí, visto lo visto —le regañó— A malas podemos ir al edificio del Morikage y preguntarles qué dirección está registrada en tu expediente, así podría guiarme.
Por fin iba bajando ese molesto bulto. La conversación le estaba despejando la mente sin que fuera consciente de ello.
De nuevo el Uchiha alzó la voz, asustando a la pobre pelirroja que retrocedió un paso.
—Perdón —murmuró antes de cruzar la puerta y cerrar tras de sí.
Acto seguido, la joven se sentó allí mismo, apoyándose en la puerta recién cerrada mientras esperaba a que el dueño de la casa hiciera lo que tuviese que hacer antes de que ambos se fueran a buscar la casa de la chica. «No es mi culpa »protestaba en su cabeza.
Por fin la tan anhelada privacidad que buscaba. Preferiría no haber tenido que expresarse así de cortante, pero al menos parecía que Ritsuko le haría caso, al fin. Pensó que quizás se marcharía por su cuenta, pero aún era capaz de observar su silueta sin problemas a través de la puerta. Por una vez no tendría que salir corriendo detrás de ella, lo que hizo que suspirara de alivio.
Ya bastante despejado se alzó y se atavió con su indumentaria habitual. Tomó sus armas y objetos de profesión, así como el hitai-ate de Kusagakure, de tela verdosa, que ató a su frente. Abrió la puerta a velocidad moderada, dándole suficiente tiempo a Ritsuko como para que se apartase y no cayera hacia atrás al verse desprovista de aquello donde se apoyaba.
—Si estás lista, vamos —afirmó con tono neutral, pero todavía sosteniendo una mirada que irradiaba descontento.
Estaba volviéndose una costumbre que la estuviesen regañando, primero Rika y ahora también Ralexion, y probablemente el instructor también se pasaría la vida regañándola así que o bien, cambiaba su actitud, o comenzaba a ignorar a todos… aunque esa segunda opción probablemente le traiga muchos más problemas de los necesarios, después de todo, eso implicaba ignorar órdenes de sus superiores y eso no estaba bien…
«Bah, qué se yo »se dijo a sí misma, en lo que abrazaba sus piernas y enfocaba su vista al techo. Estaba planteándose el escapar nuevamente a su mundo feliz, ese que solo ella conocía y absolutamente nadie podría ver de ninguna manera posible, pero algo detrás suyo se movió.
El moreno finalmente terminó con lo suyo dentro de la habitación, y a pesar de haber tenido la delicadeza de abrir lentamente la puerta, Ritsuko no se dio por enterada y no reaccionó hasta que se cayó de espalda al piso, quedando recostada o debajo del chico, o usándole las piernas como soporte, a saber.
Aunque como le habían indicado, la chica se vio obligada a levantarse, cosa para la cual se tomó todo el tiempo del mundo, primero girándose para quedarse boca abajo y luego lentamente ir levantándose, tenía demasiada pereza esa mañana y probablemente el shinobi estuviese igual que ella.
—Vamos —respondió cabizbaja y en un murmullo casi inadubile.
Era consciente de que el chico no estaba para nada feliz con todo lo ocurrido, aunque vaya uno a saber qué había sido lo que más le molestó.
Sus precauciones cayeron en saco roto cuando la pelirroja cayó, literalmente, de espaldas frente a él, entre sus piernas abiertas. Echó a reír, encontrando gracioso que alguien fuera incapaz de reaccionar a tiempo y caer de una forma tan ridícula en sus narices.
—Oh, Ritsuko-san... ¿sigues durmiendo? —se mofó.
Retrocedió un solo paso y se agachó frente a la muchacha, tomándola de las axilas con la intención de auxiliar sus mociones de incorporación. Sin embargo, cuando ella ya se había alzado a medias, el contacto físico lo llevó a abrazarla de nuevo por la espalda, apresándola en el sitio. No sabía muy bien porqué lo había hecho, simplemente se dejó llevar y le pareció lo adecuado.
—Eres un poco idiota... pero eso solo me da más ganas de echarte una mano —murmuró.
Entonces la dejaría ir, libre de levantarse si la genin lo deseaba. Él mismo se puso en pie y cruzó los brazos.
—¿Vamos?
La joven kunoichi había caído, pero no con violencia como para no poder levantarse y aun así, el contrario prefirió ayudarla a dejarla por sus propios medios. ¿Significaba eso que no confiaba en lo más mínimo? Si es así, que problema que tendrían cuando empiecen a tomar misiones.
A pesar de todo, no dijo nada, simplemente infló las mejillas y se dejó ayudar aunque a medio camino un abrazó la hizo soltar el aire que tenía acumulado en la boca. No se lo esperaba y por un instante no supo lo que hacer, salvo sacar ciertas conclusiones.
—¿Soy yo o te gusta abrazar a la gente por detrás? —preguntó inocentemente en lo que terminaba de levantarse ya que por lo visto, solo la había ayudado para darle un abrazo y ya. Era raro.
—Vamos si quieres, o si prefieres desayuna, yo espero fuera —afirmó adelantándose hasta la puerta de salida.
No sabía cómo terminaría la cosa por soltar tal propuesta, probablemente con otra discusión en la que ella tendría que dar el brazo a torcer.
Dejó escapar una risilla nerviosa.
—Es... posible —concedió tras planteárselo durante unos instantes.
Y así con todas las minucias dispuestas y los dos listos, podrían ponerse en marcha. Ritsuko le dijo que podía desayunar si lo deseaba, pero al Uchiha le resultaba indiferente, prefería no tener esperando a su huésped en la entrada de aquella manera. Ya comería y pondría en orden su hogar más tarde.
—No, vamos ya.
Antes de abandonar el domicilio el muchacho se calzó y tomó la llave de la puerta. Cuando se encontraron en el exterior, cerró a la referida a cal y canto.
—Bueno, si de verdad no recuerdas nada, podemos ir al edificio del Morikage, como ya dije. Lo que tú prefieras —aseguró, cordial.
Posible, claro, y ella se iba a creer aquello. Tenía en claro que le gustaba hacerlo, eso o le había cogido el gusto apenas ahora, en cualquier caso, no le desagradaba a la pelirroja pero solía preferir los abrazos frontales en los que pudiera al menos corresponder y no estarse quieta sin mucho más. Pero no importaba, al menos ella creía eso.
—Bueno —respondió vagamente saliendo casi apurada.
El chico estaba comenzando a mostrarse algo más severo que la noche anterior y… definitivamente hacía sentir a la chica intimidada, no le agradaba cuando la gente se ponía seria de tal manera, ni tampoco cuando comenzaban a soltar órdenes a montones.
—No mentí —contestó levemente ofendida por el comentario—. Tengo pésima memoria para estas cosas —añadió antes de comenzar a marchar en dirección al portón principal del edificio.
—Si entiendes de esas cosas vamos al edificio del Morikage, yo no voy porque no me ayuda en nada —añadió ignorando si la estaban siguiendo o no.
|