El shinobi accedió y acudió al instante, ingresó en la vivienda y lo que podría apreciar era una sala de estar de lo más normal, con un recibidor donde dejar el calzado, una mesa en el centro de la habitación con sillas como para seis personas, algunos muebles y una mesada estableciendo una separación entre lo que sería la cocina y el resto de la sala. El resto de la casa se ocultaba detrás de cuatro puertas corredizas, todas y cada una de ellas cerradas.
Lo más llamativo probablemente sería un mueble en la esquina opuesta de dónde se hallaba la puerta de entrada. En dicho mueble habían unas cuantas fotos y también infinidad de velas, algunas ya consumidas, otras nuevas y alguna que otra a medias.
—¿Qué quieres comer? —consultó la pelirroja en lo que tomaba asiento en el suelo para poder quitarse las botas sin inconveniente.
Sin siquiera esperar una respuesta clara por parte del contrario, la pelirroja volvió a levantarse ahora descalza y se dirigió a la primera puerta, la abrió y desde allí lanzó la capa al interior de la habitación, luego volvió a cerrar.
Curiosamente, a pesar de las dimensiones de la vivienda, todo estaba perfectamente limpio, a pesar de que ella viviese sola allí y que fuese un lugar construido para que vivieran varias personas.
Pero poco importaba, ¿verdad? La chica tenía un invitado y tenía que atenderle bien.
El kusajin dedicó unos momentos a observar lo que alcanzaba a ver desde el recibidor. Le llamó la atención en especial la mesa con tantas sillas y las fotos, así como la notable cantidad de velas que yacían junto a los recuerdos capturados en imágenes. «Es cierto, nunca le pregunté si vivía sola o con alguien. ¿Su familia, quizás?», se preguntaba, observando las fotos más de cerca, tratando de distinguir lo que contenían.
Entonces Ritsuko le preguntó qué deseaba desayunar. Ello le llevó a retirar la mirada y redirigirla a la figura de la muchacha.
—Con un poco de sopa de miso me conformo. O lo que sea que suelas desayunar, no me importa —le aseguró cordialmente.
Siguió el ejemplo ajeno y se quitó las sandalias, puestas a reposar juntas y ordenadas a un lado del pasillo para que nadie tropezara con ellas.
Entonces esperó a que Ritsuko le indicara a dónde ir.
—Bueno, siéntate donde quieras —dijo mientras se encaminaba a la cocina.
Con eso claramente se refería a cualquier silla, las puertas daban solamente con dormitorios y solo una conectaba con el baño, así que muchas otras opciones no habían, a no ser que a Ralexion le gustase desayunar sentado en el retrete, a saber.
De todas formas, la pelirroja tenía algo para hacer, la sopa que el chico había pedido y por suerte los ingredientes necesarios eran bastante habituales y jamás faltaban en la nevera de la de ojos blancos.
Lo malo era que si él no sacaba algún tema de conversación, probablemente se pasen bastante rato en absoluto silencio mientras ella terminaba de cocinar. No iba a tomarle demasiado tiempo, es cierto, pero la espera sería muy aburrida.
Parcialmente nervioso, hizo como se le había indicado y tomó asiento en una de las sillas que estaba orientada de manera directa a la cocina, pudiendo así observar a Ritsuko sin necesidad de girar el cuello. Entre tanto, echó otro rápido vistazo a los alrededores, haciendo lo que podía para dar con un tema de conversación.
Tal y como se temía, si él no abría la boca la pelirroja se limitaría a mantenerse en silencio. Incluso cuando Ralexion se aseguraba de decirle algo la fémina había demostrado ser fan de las respuestas a medias y/o depresivas.
—Entonces... Ritsuko-san... ¿supongo que no vives sola? Esta casa es demasiado grande para una sola persona —dedujo como si se tratara del detective más avispado del planeta.
La kunoichi estaba troceando una cebolla para cuando su invitado se decidió a sacar un tema de conversación, uno delicado si vamos al caso pero no tenía sentido mentir en algo así.
—Vivo sola, mis hermanos se fueron hace unos años y aún no regresan —respondió sin descuidar su pequeña tarea—. Aunque solo hay tres habitaciones —alzó la cuchilla y señaló a una de las puertas, la de al lado de la habitación en la que ella había entrado—. Ese es el baño —solo lo dijo por si le interesaba o hacía falta.
Luego de una pequeña pausa en que la pelirroja tiró la cebolla dentro de una olla con agua hirviendo, alzó la vista para mirar al chico aunque no dijo nada, al menos por un momento.
—¿Y tú? ¿Vives solo con Samanosuke? —un pequeño destello de curiosidad iluminó la mirada de la chica por un breve instante.
Ritsuko le explicó que sus hermanos "se habían ido hacía años" y todavía no habían vuelto. Ralexion se preguntó a qué se refería exactamente: ¿Habían muerto y esa era su manera de expresarlo? ¿Habían desaparecido? ¿Se habían ido por su propio pie para no volver? En cualquiera de los casos era más que probable que se tratara de un tema delicado —él lo podía comprender a la perfección— y no sería de buen gusto indagar más, al menos por el momento. También cayó en la cuenta que la fémina no había dicho nada respecto a sus progenitores.
De paso, le indicó la localización del baño. Información útil, desde luego.
Acto seguido la pelirroja le devolvió la pregunta. Era justo, al fin y al cabo. El moreno se aclaró la voz.
—Sí, los dos solos —aseguró, omitiendo mención a su única pariente viva.
Y con eso la conversación había terminado mientras que Ritsuko seguía cocinando, no le llevaría mucho tiempo la verdad.
—Entiendo —fue lo único que respondió al momento de tirar lo último en la olla y dejar que todo se cocine por un momento.
Después de poner la tapa, la joven rodeó la mesada y tomó asiento enfrentada a Ralexion. Se inclinó hacia adelante, apoyó los brazos cruzados sobre la mesa y luego depositó el mentón sobre sus propias extremidades. Como si fuese a dormirse en medio de una clase.
—Es aburrido, ¿no?
Claro que se refería a eso de vivir solos, aunque podía interpretarse de otra forma.
Ritsuko no indagó más en su pasado y vida personal. Interiorizó un suspiro de alivio, ya que él NO tenía una sola pizca de predisposición para hablar de ello. Con la efímera conversación condenada y enterrada, ambos se mantuvieron en silencio a lo largo del corto espacio de tiempo que la fémina necesitó para rematar la sopa.
Algo más tarde Ritsuko se sentó frente a él, haciendo uso de un lenguaje corporal que indicaba a gritos que se aburría. Ralexion se limitó a observarla con curiosidad, barajando la posibilidad de poner sobre la mesa un nuevo tema de conversación, mas su acompañante se le adelantó.
—¿El qué es aburrido? —preguntó con genuina curiosidad.
No había hilado el anterior objeto de charla con la pregunta de la pelirroja, lo que le llevó a no tener ni idea de porqué le preguntaba eso.
La pregunta no fue interpretada como la pelirroja esperaba y no podía culparle, había sido muy espontánea y el tiempo que había pasado entre un tema y otro había logrado desconectar completamente la mente del Uchiha. De cualquier manera, alzó levemente la cabeza para poder hablar cómoda.
—Vivir solo —respondió antes de volver a acomodarse.
Podría extenderse un poco más, podría hablar de algo más, podrían buscarse algún juego idiota para pasar el rato, incluso Ritsuko tenía en algún lugar de la casa un tablero de shōgi, pero por algún momento dichos conocimientos se borraron de su memoria en ese preciso instante.
—Llegas a casa, no hay nadie con quién hablar, nadie que pudiera esperarte, no hay nada —añadió sin molestarse en moverse.
El moreno depositó los dedos de su mano diestra sobre su mentón, adquiriendo un aspecto más pensativo. Las palabras de su colocutora llevaban peso y eran ciertas. Todo ello lo llevó a reflexionar sobre algo en lo que no había pensado desde que se instaló a la fuerza en Kusagakure: la soledad de un hogar para uno. Sí, él solía hablar con Samanosuke pero como cabía esperar el bonsai no le respondía. Ahora que se fijaba... sí, era aburrido y un poco deprimente.
—Tienes razón. Aunque yo más que aburrido lo llamaría desalentador —afirmó, sonriente—. Tener un poco de espacio solitario para uno está muy bien, pero estar siempre solo no es bueno. Y ahora que lo mencionas, saber que no hay nadie esperando por mí en casa es deprimente... aparte de Samanosuke, claro, pero él es un bonsai muy independiente.
Hizo en pos de bromear, deseoso de quitarle hierro al asunto y quizás arrancar una sonrija ajena.
Probablemente las palabras del Uchiha hayan sido las más adecuadas a la hora de describir aquella sensación de soledad a la que Ritsuko hacía referencia. Por lo menos, había utilizado unos términos más precisos a diferencia del simple y ambiguo que ella empleó. De cualquier manera, en el fondo ambos estaban de acuerdo que creía que no sería necesario aclarárselo de ninguna manera, podría equivocarse, claro, pero no lo descubriría si él no se lo hacía saber.
—¿Y tus vecinos? —consultó alzando levemente la vista.
Lentamente deslizó su cabeza entre sus brazos hasta que su boca quedó completamente oculta, dando así la sensación de que por primera vez en mucho rato la chica estaba de buen humor, casi que feliz por verse obligada a abrir bastante más los ojos para poder mantener el contacto visual con el contrario. Aunque claro, detrás de sus brazos no podía notarse la ligera inclinación de la comisura de sus labios que dejaba en claro que seguía exactamente igual.
Ralexion se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa.
—No sé mucho sobre ellos, y apenas nos cruzamos —comentó—. A juzgar por lo poco que les he visto, son ninjas como tú o como yo. Precisamente por eso siempre suelen andar ocupados.
La sopa que andaba cocinándose en la cazuela ya empezaba a dejar escapar un aroma de lo más seductor. Los sentidos del muchacho lo captaron, recordándole que él también se iba viendo hambriento. Su estómago rugió, plenamente audible. Avergonzado, dejó escapar una sonrisilla nerviosa y miró a otra parte, indeseoso de toparse con los ojos de Ritsuko.
—Hmm... —fue el único sonido que emitió la kunoichi.
No parecía necesario indagar demasiado en el tema, si no conocía a sus parientes porque eran shinobis no se podía hacer mucho al respecto, además, si vamos al caso, para ella ocurría algo muy parecido, después de todo sus hermanos se fueron y jamás regresaron aunque ella misma se niega a aceptar que estén muertos.
Pero aqullos dos en ese momento tenían una prioridad, la sopa que ya estaba lista a juzgar por el aroma.
Sin decir nada, la kunoichi se levantó y se dirigió a la olla, la destapó y con un cucharón revolvió un poco el contenido para comprobar que todo estuviese bien, al ser así, fue a buscar un par de tazones en los que servirla y justo después de eso regresó hasta la mesa dejándole un recipiente delante al Uchiha.
—¿La acompañas con algo? —preguntó en lo que se devolvía a la cocina en busca de palillos, y tal vez de algo extra si él lo solicitaba.
Otro tema de conversación mordía el polvo y se pasaba al siguiente. En esta ocasión, se trataba de la sopa, ya lista. La nariz del moreno no le estaba engañando, al fin y al cabo. La susodicha estaba casi lista y él no podía esperar, necesitaba degustarla cuanto antes, su estómago así lo exigía.
—¿La acompañas con algo? —le consultó Ritsuko, sopa ya frente a sí.
—No, muchas gracias, así está bien —ratificó con una cálida sonrisa en sus labios.
Ahora solo necesitaba aguardar a que su retraída anfitriona retornarse con cubiertos adecuados para darle un muy merecido pistoletazo de salida al desayuno.
Con dos pares de palillos en mano, la kunoichi regresó hasta su lugar en la mesa y le ofreció un par a su invitado. Luego de ello tomaría asiento y comenzaría a beberse la sopa. No había ningún tipo de apuro para ella considerando que estaba en su casa así que se tomaría todo el tiempo del mundo.
Luego de un par de tragos, se le ocurrió que tal vez al Uchiha le gustaría algo más que solo la sopa, el asunto era que la bebida que sabía que le gustaba ella no la tenía en casa.
—¿Algo para beber? —alcanzó a preguntar luego de dejar el tazón sobre la mesa.
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