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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Fue nada más realizar el contacto con la pared gélida y salir bombeado en forma de rebote hacia atrás, esa fue la respuesta de la fortaleza, retrocedí varios metros, tenía la sensación de que una fuerza igual a la mía había hecho frente a mi ofensiva. —Auch... ¿Se rompió?— Pregunté mientras me incorporaba y miraba a Koutetsu, quien se encontraba en ese instante observando el estado de cristal.

Ni un rasguño… —Aseguró.

Ni un misero rasguño había dejado mi ataque, maldije por lo bajo y me acerqué para verificar por mi mismo lo que me decía el moreno. No pude hacer nada más que voltear a ver hacia la princesa, no esperaba que consiguiera mucho por las palabras que nos había revelado Sarutobi, pero no por ello podía matar toda la esperanza, no obstante, mi positivismo duró poco cuando vi como uno de esos guerreros abofeteó, la fémina cayó de llenó al suelo y era acosada por aquellas miradas llena de odio. —La van a matar.— Musité previendo lo que aseveró el guardián.

¡Al suelo! —Vociferó Sarutobi, a la par que se tiraba a la alfombra nevada.

Fue nada más escuchar su voz para sentir el calor y la iluminación, rápidamente acaté la orden del viejo y mi cuerpo abrazó rápidamente la escarcha blanca, más el impacto de la bola flamígera contra la pared de cristal creó una onda expansiva de energía que logró sacudirme, y no fui el único, varias de las personas que no habían logrado agacharse terminaron por caerse de lleno, incluyendo a unos cuantos cadáveres. Cuando me aseguré de que no venía una segunda bola ígnea, me levanté y miré directamente hacia donde había colisionado, ya no había muralla de hielo, tampoco había puerta, el hotel había quedado abierto para nosotros y para los aldeanos.

Me acerqué rápidamente a Koutetsu. —¿Viste quien fue?— No obstante, él le preguntaría directamente al único portador del elemento fuego que conocíamos a estas alturas en ese lugar.

¿Que fue lo que sucedió? ¿Acaso fue usted Shinda?... Pensé que no podía utilizar ninjutsu.

No he sido yo… Ha sido… Ese solo puedo haber sido… Ryūnosuke. — Admitió con cierto tono de confusión.

Los guerreros de la tribu levantaron su guardia cuando percibieron la presencia del creador de la esfera de llamas, fue inevitable ver aquella figura que salía de entre la neblina, de entre los aldeanos, un hombre alto y joven, de buena contextura física, con orbes ámbar, cabello corto y negro.

Adelante, refúgiense en el edificio. Yo me encargare del resto aseguró, con voz confiada y fervorosa.

¡Adelante, vamos! — Koutetsu comenzó a apoyar a esta nueva figura y por mi parte hice lo mismo, le imité y ayudé a que todos se refugiaran en el interior del nido. —No sé quién sea ese sujeto, pero creo que ni siquiera un Jōnin tendría el poder suficiente como enfrentar a esos tres y a su horda de no muertos.

—Bueno, tendremos que apoyarle, ¿no?— Pregunté sabiendo la respuesta. —Además tenemos que poner a la princesa a salvo... Por lo menos hasta que pase este peligro.— Agregué.

"Aunque debería asegurarme de que no haya ningún herido que requiera mi asistencia"

—Sería bueno saber sí hay gente dentro del hotel, pero creo que eso deberá hacerlo alguien más...—
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Kōtetsu estaba en acuerdo con la propuesta de ayudar al recién llegado refuerzo; pero lo cierto era que, con todo el desgaste que ya tenía acumulado, terminaría estorbando más de lo que pudiese ayudar. Y, además de aquello, tenían que rescatar a Sepayauitl.

Ya no tenemos más participación en esta batalla —dijo, dando a entender que se sentía obligadamente relevado—. Lo único que necesitamos es una oportunidad para extraer a Sepayauitl y retirarnos.

El joven se quedó atento a los acontecimientos que se desarrollaban frente a ellos; mientras que Shinda, movido por algún estado de ánimo indeterminado, se adentró en el edificio, tras los pasos de los supervivientes.

El recién llegado, Ryūnosuke, dio unos cuantos pasos hacia el hotel; los nativos que se interponían en su camino hicieron algunos movimientos nerviosos, pero parecían determinados a mantenerse en aquel sitio. El joven esbozo una amplia sonrisa, de aquellas en donde se combinan el disfrute y lo desafiante. Quizás fuese algo en su forma de ser, pero su presencia hacia que la tensión en el ambiente aumentara dramáticamente; no como los Seltkalt, de forma fría y ominosa; sino de una manera ardiente y avasalladora.

Así que lo prefieren del modo difícil… Bien, yo también lo prefiero de esa forma —aseguro, abriendo su mano para mostrar una pequeña llama que se extinguiría mientras invitaba a sus enemigos a hacer el primer movimiento.

Aquello despertó de sobremanera la furia helada de los nativos, quienes con unas simples gesticulaciones arrojaron sobre el toda la fuerza de su impío ejército. Los no muertos corrieron a su encuentro con órdenes sencillas: destrozar, desgarrar, desmembrar. El joven tomo de su cinto una espada de aspecto extraño: poseía un filo doble y una punta cuadrada; además era negra como el carbón, y sus bordes emitían un fulgor naranja candente, como si acabase de salir de la forja. El arma se movió en una sencilla y rápida serie de cortes que dieron alcance a los cadáveres, cortándolos, para que un segundo más tarde se encendieran en llamas y quedaran reducidos a cenizas.

¡Mira eso! —dijo a Keisuke, señalando un punto en donde el aire parecía comportarse como el agua—. El filo de esa espada debe estar tan caliente que provoca la distorsión del aire de alrededor, pero debería ser imposible sostenerla si está a tan alta temperatura.

Los nativos ya habían comprendido aquello al notar la forma extraña en que fluía el aire alrededor de todo el espacio vital del enemigo. También se dieron cuenta de lo inútil de seguir enviando a sus tropas, que hacían ignición en cuanto eran alcanzadas por el aquel filo ardiente.

Algunos no muertos fueron enviados, encontrando el mismo final que quienes les antecedieron; pero resultaron ser solo una cortina, pues tras ellos se había escabullido uno de los nativos. Este esquivo un tajo flojo y, penetrando las defensas enemigas, coloco su fría mano alrededor del frágil cuello. Kōtetsu recordó la fuerza abominable de su agarre helado, y por un segundo pensó que vería como la cabeza se separaba del cuerpo mientras el puente cárnico que las unía era reducido a escarcha. El chakra comenzó a fluir hacia la mano, provocando una ola helada que incluso los jóvenes podrían sentir… Sin embargo, Ryūnosuke se mantenía indiferente… de pronto un aura ardiente envolvió su cuerpo, para luego concentrarse en su mano. Arrojo un certero golpe al pálido rostro de su boquiabierto enemigo, que saldría disparado en medio de una llamarada, cuyo estruendo fue acompañado por el inconfundible sonido de huesos y dientes rotos.

Aquel instante fue aprovechado, y uno de los nativos arrojo sobre el un aliento helado que pronto se convertiría en una violenta ventisca. Sin sentirse amenazado por la tempestad, el joven realizo una secuencia de sellos y de su boca emergió un chorro de llamas cuya magnitud envolvió y consumió por completo la técnica del enemigo, provocando que a este le alcanzaran buena parte de las flamas.

El Seltkalt restante llamo a varios de sus sirvientes muertos. Esto fueron cubiertos por una leve capa de hielo, cual armadura, y fueron a arrojados con la orden de matar. De nuevo, la espada fue esgrimida, mientras la cubría un velo de llamas; llamas que se desprendieron de ella para formar una barrera ardiente que lo calcino todo en unos ocho metros a la redonda. Un corte en el aire fue realizado, y un arco de llamas fue a chocar contra un improvisado escudo de hielo, haciéndolo estallar y golpeando con fuerza al nativo que lo creo.

Que poder tan abrumador… —Fue lo único que alcanzo a pronunciar el peliblanco, que comenzaba a notar como el frio disminuía en intensidad, alejado por la avasalladora fuerza de aquellas técnicas flamígeras.

El joven de cabellos negro envaino su espada, y espero pacientemente a que sus oponentes se reincorporaran, deseoso de que le presentaran un verdadero desafío. El combate siguió desarrollándose como venía haciendo hasta entonces: los guerreros se veían completamente superados, sin importar que treta o técnica utilizasen. No importaba que intentaran, todo se veía reducido a estrategias fútiles ante el poder rugiente de aquel muchacho.

En la cúspide de la desesperación, el trio de nativos intercambio gritos y palabra rudas e ininteligibles. Se acercaron los unos a los otros y entrecruzaron sus brazos formando un triángulo profano. Acompañaron aquello con temibles canticos mientras sus manos transcurrían a través de numerosos sellos manuales.

Hubo una honda de choque causada por la conjunción de sus tres chakras, y la presión fue tan fuerte ninjas novatos como Keisuke y Kōtetsu serían incapaces de mover un dedo. La presión causaba que la respiración fuese dificultosa y que los músculos se agarrotasen de forma agonizante.

Parece que planean jugarse el todo por el todo. ¡Bien, así es como debe ser!

Los no muertos comenzaron a correr hacia donde estaba el trio, formándose a su alrededor, creando una especie de jaula que crecía en dimensiones con la añadidura de cada nuevo cadáver. Con el pasar de los segundos, una figura inmensa e inconcebiblemente siniestra comenzó a tomar forma. Los cuerpos de sus cientos de esbirros se habían aglutinado para forma una especie de coloso de muerte. Y los ojos habían abandonado todas las cuencas, para unirse en dos enormes y aterradoras antorchas que ardían en lo que debía de ser la cabeza del gigante. Sobre la misma, y como si se tratase de una blanca corona de hielo, yacía la trinidad de nativos; manteniendose en un frio trance que les permitía mantener el control de aquella mole cuya altura no podía ser inferior a unos quince metros.

Espera —musito el Hakagurē, aun paralizado—. Esa cosa se dirige hacia el hotel. Creo que planea embestirlo.

Ser ignorado de semejante manera mello un poco el orgullo de Ryūnosuke, quien con un parpadeo se interpuso en el camino del coloso, quedándose de pie justo en donde yacía, inconsciente por la onda de chakra, la pobre Sepayauitl.

La bestia trato de pisarles, pero él tomo a la muchacha en brazos y retrocedió hasta colocarse justo frente a los genins. El enemigo abrió una demencial boca en donde los dientes eran extremidades pútridas y emitió un bajo gélido tan frio que parecía absorber la luz del aire circundante. El joven acumulo un aura ardiente en su mano y enfrento el ataque. La ventisca se dividió y disperso hacia los lados, congelando el suelo, las rocas y hasta el hielo mismo, provocando que se desintegrasen hasta quedar reducidos a nada. Para cuando finalizo el joven yacía con la palma en carne viva y con algunas zonas ennegrecidas, una quemadura causada por el frio y la congelación… Pero no había retrocedido ni un centímetro.

La bestia aún estaba a unos veinte metros, pero su avance parecía inexorable e indetenible.

Y al final, ¿eso es todo lo que tienen? —El rostro de Ryūnosuke se tornó un tanto serio, y sus ojos impiadosos—. Que decepción.

Junto sus manos y dejo que el chakra fluyera por su ser antes de realizar su primer ataque serio —al menos en cuanto a intenciones asesinas— en toda la pelea.

Elemento Fuego: Técnica de la Llama Majestuosa.

Alzo el rostro hacia el cielo y escupió una llama que se asemejaba al sol. El impulso fe tan vigoroso que sus pies se clavaron a la tierra, y los niños que yacían a su espalda cayeron hacia atrás con violencia. La bala de fuego se elevó como la estrella madre al amanecer, y luego comenzó a descender como si fuese el ocaso, incinerando el aire mientras caía desde las nubes. Como si fuese una coronación, beso la cúspide del gigante de muertos. Después anido en el suelo, causando un temblor y una conflagración que lo consumió todo. La fuerte presencia del chakra tripartito desapareció poco antes de la ráfaga de viento que todo lo sacudió y estremeció. Los instantes pasaron, y la nieve se volvió gris y ligera; pues había sido remplazada por las cenizas al viento de un centenar de no muertos.

El joven giro hacia los agotados genin.

Yo soy Sarutobi Ryūnosuke, guardián de Hakushi, y ustedes deben ser extranjeros —dijo con seguridad y cierto grado de marcialidad—. Aunque eso no es importante ahora mismo, lo importante es que me respondan ¿Quién es esta Seltkalt?
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Ya no tenemos más participación en esta batalla —dijo demostrando el cansancio que tenía acumulado en su cuerpo—. Lo único que necesitamos es una oportunidad para extraer a Sepayauitl y retirarnos.

—Entiendo.— Respondí sin replicar, después de todo el moreno era quien había llevado las riendas del asunto desde hacía un buen rato ya, no había porque contradecirle o crear polémica, después de todo yo también me encontraba agotado y aún tenía que encontrar a Hazegawa.

No había mucho más que hacer, nuestro protagonismo había pasado a un segundo plano y ahora toda la atención la tenía aquella persona que abrió las puertas del hotel; el hecho de ser el espectador me quitaba el peso de los hombros, no podíamos dejarle toda la carga a él, no sin antes saber sí podría hacer frente sin dificultad. Ryuunosuke apareció con cierto aire de grandeza, se interpuso entre los nativos y los aldeanos y se podía percibir aquella sonrisa de superioridad a leguas, como sí estuviese disfrutando de la situación, no obstante, no me sentía más tranquilo, sí ciertamente me sentía libre de la responsabilidad, mi cuerpo sentía aún más tensión.

Así que lo prefieren del modo difícil… Bien, yo también lo prefiero de esa forma — Aseguró para luego abrir la palma de su mano y demostrar como una diminuta llama se apagaba, incitaba a los nativos a empezar la ofensiva.

Aquella acción fue más que suficiente como para que los Seltkalt se dejaran llevar por la furia, con un par de movimientos el ejercito de cadáveres se abalanzó contra Ryuunosuke, fue cuestión de segundos para que éste se viese prácticamente rodeado, no obstante, éste no se inmutó, se hizo con una espada con morfología y aspecto un tanto peculiar, era de un metal negro y la hoja tenía doble filo, con un resplandor parecido al ocaso; él esgrimió el arma un par de veces y la horda se vio reducida, aquella espada había emitido una ondas de energía elemental, y el ataque era efectivamente con fuego, por lo que deshabilitó a los muertos vivientes, reduciéndolos a cenizas.

¡Mira eso! — Me dijo el moreno, señaló un punto en donde el aire parecía comportarse como el agua—. El filo de esa espada debe estar tan caliente que provoca la distorsión del aire de alrededor, pero debería ser imposible sostenerla si está a tan alta temperatura.

—Pues esa espada debe ser bastante especial, no había visto nada así antes...— Admití mientras intentaba entender como era que funcionaba. —Sí evapora el agua a su alrededor efectivamente debe estar bastante caliente, el mango debe estar aislado o algo por el estilo, y debe estar forjada para trasmitir chakra o debe tener algún sello.— Comenté sin certeza.

El segundo round dió inicio con una segunda hordas de cadáveres, no obstante, el resultado fue el mismo, pero eso los guerreros ya lo sabían, aunque debía darseles un poco de crédito. "Falta uno!" Me dije al percatarme de la presencia del tercero, éste se había ocultado y logró llegar hasta el protagonista, capturandolo por el cuello, más éste no llegó a congelarse, no se desquebrajó como sí se tratase de un trozo de hielo o algo similar, sino que más bien el que terminó herido fue el nativo, Sarutobi arremetió contra él de una forma violenta y potente que terminó con el guerrero a varios metros y envuelto en llamas.

"Creo que no fue buena idea perder mi abrigo..." Abracé mis brazos, la onda fría del nativo había hecho mella en mi. "Ese ataque le fracturó por completo, espero que no no dé más sorpresas ese sujeto..."

Una nueva ráfaga gélida se acercaba amenazadoramente hacia nuestra posición, afortunadamente él logró hacer una pared de fuego que hizo frente a la ventiscas y terminó por vencerla, las llamas llegaron hasta el otro nativo y fue cuestión de tiempo para que estas terminaran por consumirlo. Ahora sólo quedaba uno de ellos, quién al ver su desventaja se ocultó tras una avalancha de guerrero podridos, sabiendo cual sería su resultado; Ryuunosuke esgrimió nuevamente su espada luego lanzó una onda de fuego directa hacia el Seltkalt, venció su defensa de hielo y lo derribó.

Que poder tan abrumador…

El combate no terminó tan fácil como parecía, los tres guerreros hicieron gala de su voluntad y resistencia y se levantaron nuevamente y siguieron las ofensivas hacia Ryuunosuke, no obstante, por más veces lo que intentasen, por más que cambiasen las estrategias, terminaban vencidos, una y otra vez. Los nativos estarían hartos y cansados, su orgullo debía estar por el piso por lo que recurrieron a su último ataque, o eso pensé, empezaron a cantar y a hacer un triangulo, unos sellos manuales más tarde y la energía de los tres se había concentrado; la energía era tanta que me sentía ahogado, intimidado, paralizado.

Parece que planean jugarse el todo por el todo. ¡Bien, así es como debe ser!— Comentó con cierta satifacción.

Repentinamente los cadáveres que no habían sido eliminados, se concentraron alrededor del triángulo formado por los Seltkalt, se arremolinaron y formaron una figura gigantesca, tenía cierta similitud con la anatomía humana, pero el olor a putrefacción demostraba a leguas que no tenía ningún ápice de vida, incluso la imagen era aterrorizante, lo más peculiar fue aquella corona de hielo que se creó justo en su cabeza, lugar en donde estaban los nativos, a unos 15 metros de altura, porque de ese tamaño era su monstruo.

Espera musito el Hakagurē, aun paralizado—. Esa cosa se dirige hacia el hotel. Creo que planea embestirlo.

—Esperemos que él tenga algo para hacerle frente, sino adiós al hotel.— Porque claro estaba que ninguno de nosotros podía hacer nada al respecto.

El titan se dirigía directamente hacia el hotel, y en su camino estaba le cuerpo de la princesa, de no ser por Ryuunosuke, ella hubiera aplastada sin piedad, él la salvó y la puso a nuestro cuidado. El monstruo se preparaba para su ataque, abrió su boca y el panorama se volvió bastante más oscuro, la luz disminuía considerablemente a su alrededor y entonces una ventisca surgió desde sus fauces, el pelinegro era él único que podía hacer algo, y así lo hizo, se enfrentó de lleno al ataque y logró dispersarlo, haciendo que surgieran ráfagas que tomaron diferentes rumbos, pero el resultado fue el mismo todo terminó con una capa de hielo que se resquebrajo posteriormente, volviendo polvo aquello que se había congelado, incluyendo el mismísimo hielo.

Y al final, ¿eso es todo lo que tienen? Que decepción.— Se mofó de ellos, invitándole a que subieran el nivel de dificultad. Se notaba un poco más serio y entonces juntó sus manos rápidamente. —Elemento Fuego: Técnica de la Llama Majestuosa.

Una flama tan fuerte como el sol fue expulsada desde la boca del pelinegro, la onda de energía fue tan potente que a pesar de no estar de frente a la técnica, logró derribarme como sí nada, pero desde ahí pude ver como las llamas trazaron una trayectoria en parábola, alcanzó un punto tan alto que parecía rozar el cielo y terminó descendiendo peligrosamente en la corona del titan, para luego seguir de largo su trayecto al suelo y emitir aquel fuerte temblor que sentí luego de su colisión con el piso; el monstruo se derrumbó segundos después.

Esperé un par de segundos hasta incorporarme, todo había terminado, aparentemente. "Es demasiado fuerte... Los derrotó con una sola técnica" Me acerqué al peliblando. —¿Estás bien?—

Y entonces Sarutobi Ryuunosuke se viró a vernos y se presentó, aunque yo ya sabía quien era. —Yo soy Sarutobi Ryūnosuke, guardián de Hakushi, y ustedes deben ser extranjeros. Aunque eso no es importante ahora mismo, lo importante es que me respondan ¿Quién es esta Seltkalt?

—Yo soy Inoue Keisuke.— Comenté primeramente, luego miré a la princesa. —¿Va a matarla?— Pregunté, su respuesta me daba cierto temor, y sentiría pena sí la respuesta era afirmativa.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

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Yo soy Hakagurē Kōtetsu —respondió con tono cansado—. Y esa Seltkalt que llevas en brazos es quien evito nuestro desmembramiento a manos de la horda de no muertos.

El Sarutobi guardo silencio y observo con expresión inescrutable a los jóvenes.

Ya veo… —dijo, como si aquello no significara nada para él—. Lo cierto es que por el solo hecho de ser una habitante de las nieves debería de ajusticiarla aquí mismo, pero la situación es extraña: no parece una guerrera y antes de llegar parecía estar tratando de defender al grupo de sobrevivientes… Incluso me atrevería a decir —pese a que no comprendo bien su lenguaje— que por la forma que tenían de comunicarse aquellos tres con ella, se trata de alguien importante.

¿Entonces no le hará daño? —pregunto el peliblanco.

No, no mientras me pueda ser de alguna utilidad; bien podría resultar una buena rehén —aseguro, y luego su rostro se tornó frio y un tanto hostil—. Pero si decidiera darle muerte, ¿tratarían un par de extranjeros como ustedes de interferir?

La forma de hacer aquella pregunta provoco que se le helara la sangre, aquel sujeto no se andaba con juegos.

De ser así, ¿acaso crees que podríamos detenerte? —dijo Kōtetsu.

No, no podrían…, si quisiera hacerlo, nadie podría.

Aquella situación era un hielo delgado sobre el cual debían desplazarse cuidadosamente. Si era cierto que aquel sujeto era un Sarutobi, entonces se trataba de nada más y nada menos que del nieto de Shinda y el heredero de Kazushiro. Hasta donde sabían se trataba de alguien con una crianza “difícil” y de una personalidad muy propensa al odio. También sabían, a modo de testigos, que era indiscutiblemente poderoso; por lo que no resultaba una buena idea llevarle la contraria o provocar su ira.

Esto aún no ha terminado. Entremos al hotel —dijo, mas como orden que como sugerencia.

Ryūnosuke se encamino por el agujero que daba entrada al hotel, observando con cautela sus alrededores mientras sostenía con firmeza a la inconsciente muchachita. Al llegar al vestíbulo se encontraría con una situación inesperada. Había mucha gente, turistas mesclados con pobladores locales. Había algunos que yacían heridos y otros que aun parecían dominados por el estado de pánico en general.

Hasta Kōtetsu se acercó Shinda, quien presuroso le informo de la situación:

El edificio fue tomado por los Seltkalt —aclaro primeramente—. Con lo que ocurrió allá fuera parece que se dispersaron y solo dejaron a su líder…

¿Y dónde está su líder? —pregunto el Hakagurē, ante la imposibilidad de ver enemigo alguno en el recinto.

Ha tomado por rehenes a quienes le opusieron resistencia, entre ellos mi hermano, y se ha acuartelado en el último piso del hotel.

¿Qué ha sucedido con los guardias del edificio? —pregunto el joven pelinegro, quien hasta entonces había estado ignorando al anciano.

Todos murieron en el asalto inicial —respondió Shinda, sin atreverse a mirarle al rostro.

El de ojos grises se dedicó a buscar el característico rostro de su acompañante entre la multitud, pero sus esfuerzos resultaban en vano. De manera similar, Keisuke se vería en la misma dificultad, incapaz de encontrar a su hermano.

Señor Shinda, ¿acaso hay gente que aún permanece en sus habitaciones? —se atrevió a preguntar.

No… Todos fueron desalojados y traídos hasta aquí; los que no, sin duda han de estar como rehenes en el último piso.
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Poco después de mi se presentó Koutetsu, y defendió la imagen de la princesa Seltkalt, con eso fue más que suficiente para calmar las ansias de ajusticiarla por parte de Sarutobi, dejando claro que sería una rehén y no dudaría en hacer correr la sangre de ser necesario, incluso nos lanzó una advertencia, asegurando que no eramos lo suficientemente fuertes para hacer frente contra él, un punto a su favor.

Exigió que camináramos al interior del hotel, la tensión del ambiente en vez de ir disipándose se mantenía, ahora era Sarutobi quien podría plantarse como un problema mucho mayor que los mismos guerreros Seltkalt, era arrogante, era muy fuerte y lo sabía, por lo que le daba pie a presumir de ello. Una vez comenzamos a movernos en dirección al edificio, me acerqué al peliblanco. —Será mejor seguirle la corriente, me parece peligroso e incluso podría matarnos sin rechistar.— Murmuré para que solo él me escuchase.

Cuando ingresé al nido de cristal noté la gran cantidad de personas que se encontraban en el interior, tanto turistas como pueblerinos se encontraban en el interior, mezclados, llenos de temor y ansias por que todo terminase, todo parecía una extraña y mala pesadilla de la cual podrían despertar en cualquier momento. Algo que no pudo pasar de largo fue aquellos que se encontraban heridos, alguien debía atenderles, no obstante, preferí acercarme a donde el guardián, quien parecía tener conocimiento de la situación.

El edificio fue tomado por los Seltkalt — Escuché decir cuando estaba llegando—. Con lo que ocurrió allá fuera parece que se dispersaron y solo dejaron a su líder…[/sub] Simplemente me mantuve en silencio y escuchaba el reporte, y las incógnitas que surgieran a partir de ellas.

¿Y dónde está su líder? pregunto el Hakagurē

Ha tomado por rehenes a quienes le opusieron resistencia, entre ellos mi hermano, y se ha acuartelado en el último piso del hotel.

"Así que lo más probable es que Hazegawa esté de rehén..."

¿Qué ha sucedido con los guardias del edificio?

Todos murieron en el asalto inicial

Noté como el moreno empezaba a buscar a Naomi, su protectora, pero algo me decía que ella, como mi hermano, se encontraban juntos en las garras del líder Seltkalt.

Señor Shinda, ¿acaso hay gente que aún permanece en sus habitaciones?

No… Todos fueron desalojados y traídos hasta aquí; los que no, sin duda han de estar como rehenes en el último piso.

[color=limegreen]—Seguro está con ellos, incluso Haze debe estar ahí también, no lo he visto desde que llegué.—
Comenté directamente al moreno. Luego me volteé a ver al anciano. —¿Sabe sí el médico del hotel está atendiendo a los heridos? ¿O sí hay algún herido de gravedad que requiera atención inmediata?— Primero el objetivo salvar todas las vidas posibles, después descansar un poco.

Una vez hubiera respondido aquellas interrogantes, miré a Sarutobi, el joven. —¿Tienes algún plan en mente?— Me atreví a preguntar, no tenía en mente que él nos considerara para realizar sus acciones, pero quería saberlo.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

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La mayoría de quienes lo requerían ya han recibido primeros auxilios, por lo que de momento la situación está controlada.

Sin duda el anciano Sarutobi se refería a como estaban las cosas en el vestíbulo: entre los que estaban allí refugiados no había quienes requiriesen atención urgente, puede que debido a que quienes sufrieron heridas graves ya habían pasado a otra vida, acaso menos fría. En el hotel no había más enemigos por los cuales preocuparse, excepto por aquellos que permanecían refugiados en uno de los últimos pisos, con una dotación nada despreciable de rehenes.

¿Tienes algún plan en mente? —se atrevió a preguntar Keisuke.

¡Mi “modus operandi” es el de irrumpir rápida y violentamente y dar muerte a todo aquel que sea enemigo!

El joven de ojos grises no pudo evitar sentirse perturbado ante aquella declaración; pues distaba de sonar como solo una fanfarronada, y sin duda alguna parecía la receta perfecta para una masacre innecesaria.

Sin embargo… —continuo—. En esta ocasión las condiciones no están dadas para ello, el que tengan a mi tío-abuelo de rehén complica mucho las cosas.

Entonces, ¿considerarías un intercambio de rehenes? —sugirió el Hakagurē; pues creía que si Sepayauitl de verdad era una princesa, entonces su líder estaría dispuesto a negociar con ellos.

Supongo, no es como si me quedara otra opción —admitió, mostrando cierta frustración—. Ya veré si funciona.

“Ya veremos” —corrigió Kōtetsu—. Te acompañare; tengo a alguien cercano entre los rehenes y no creo que puedas socorrerle si las negociaciones llegan a fallar.

Ryūnosuke dejó escapar una áspera risa y le contesto:

Pues haces bien: mi prioridad es la cabecilla de mi clan, los demás me importan poco, sobre todo si son extranjeros —aclaro con firmeza y de manera impersonal—. Solo debo advertirte que no me estorbes y que ni se te ocurra meterte en mi camino. ¿Has entendido?

Entendido —dijo con calma.

Con aquello acordado, no habría problema alguno si Keisuke también decidía unirse a aquella misión de rescate en donde tendrían que hacer de negociadores. La chiquilla nativa aun yacía inconsciente, sin saber todo el drama que se desarrollaba a su alrededor. Los jóvenes podrían atender un poco sus heridas, mientras que el guerrero de cabello negro se encargaba de dar órdenes y de organizar la situación. Al final decidió que utilizarían el elevador manual, pues creía poco probable que a aquellas alturas decidieran poner una trampa allí.

En cierto momento pudieron estar los cuatro a bordo de la maquina: la muchachita, el Sarutobi, el Inoue y el Hakagurē. Pero este último advertiría que algo les faltaba, pues lo que siempre se necesitaba entre personas que han de comunicarse: un mismo lenguaje. Con aquello en mente le hizo señales a Shinda para que abordara junto con ellos.

¿Qué crees que haces? —le pregunto indignado el pelinegro.

Si vamos a negociar, necesitamos de alguien que conozca su lenguaje y sus costumbres… Y no te ofendas, pero me pareces más del tipo guerrero que del tipo erudito.

Antes de que pudiera replicar a aquella lógica, ya eran cinco los que abordaban el elevador de madera, que ya comenzaba a ponerse en movimiento, gracias a los mecanismos manuales que los empleados del hotel se encargaban de operar.

Luego, la tensión y el silencio que anteceden a un gran evento.
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El anciano aseguró que nadie necesitaba atención médica, todo estaba bajo control, noticia que me cayó como anillo al dedo porque podría preocuparme en otras cosas, podría asistir en la siguiente confrontación. El joven Sarutobi explicó que su plan era acabar con la vida de todo y cada uno de los enemigos, lo dijo sin titubear, lo dijo con convicción, fue entonces cuando supe que hablaba en serio; no obstante, la situación cambió un familiar suyo también era rehén, por lo que todo se complicaba, no sabía sí era mejor o peor, lo único que sabía era que mi hermano también era uno de esos rehenes.

—Ambo tenemos familiares capturados por los Seltkalt.— Me atreví a decir, refiriendome a Koutetsu y a mi, era crucial que Sarutobi supiera que teníamos personas importantes allá.

Entonces, ¿considerarías un intercambio de rehenes?sugirió el Hakagurē.

Fue entonces cuando caí en cuenta que la princesa podría servir de algo más, me llegó un sabor amargo a la boca por considerar aquel cambio, pero era una de las mejores opciones y probablemente ella accediera a ser parte del trueque. Él tuvo que admitir que la idea del moreno era buena, aunque no quiso demostrarlo en su totalidad, cosa que el peliblanco resaltó, e incluso aseguró que iría también, sobre todo para socorrer a su guardián.

Ryūnosuke dejó escapar una áspera risa y le contesto: Pues haces bien: mi prioridad es la cabecilla de mi clan, los demás me importan poco, sobre todo si son extranjeros. Solo debo advertirte que no me estorbes y que ni se te ocurra meterte en mi camino. ¿Has entendido?

"Este tipo... Podría llegar a odiarle..." Pensé malhumorado por la reciente declaración.

Koutetsu accedió sin rechistar, solamente faltaba decir que yo también iba, cosa que no tardó en llegar. —Tampoco molestaré.— "A menos que sea necesario claro está."

Una vez dicho lo necesario busqué entre mis pertenencias, aseguré tener todo a la mano, revisé mi cuerpo en busca de alguna lesión que pudiera a llegar a complicarse o volverse algún punto débil de interés, pero nada apareció. La princesa seguía inconsciente y, aparentemente, ajena a todo lo que sucedía. Poco después Ryuunosuke aseguro que utilizaríamos el elevador por la poca probabilidad de que hubieran implantado alguna trampa en su sistema.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que nos vimos todos en el interior de aquella caja levadiza, fue entonces cuando el peliblanco sugirió la presencia del guardián del conocimiento por su conocimiento en el lenguaje Seltkalt, era evidente que la princesa no lograba comunicarse con fluidez con nosotros, incluso tuvo la valía para mofarse de Ryuunosuke por ello. Shinda terminó subiendo al elevador y comenzamos a subir, nadie decía nada, solamente reinada le silencio.

Tragué grueso, podía sentir el nerviosismo en mi interior, cada latido de mi corazón, incluso podría decir que estaba a punto de sudar.
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En aquel elegante artefacto que ascendía hasta las alturas, la tensión era densa y fría. Y si algo se atrevía a cortar lo profundo del silencio era el iracundo rechinar de dientes de Ryūnosuke.

¿Qué sucede? —pregunto el Hakagurē.

Hay algo que apesta respecto a todo este asunto —declaro, con visible frustración—: Los Seltkalt no son de tomar prisioneros…

Aquella parecía una duda razonable, aunque parecía un tanto sorprendente al provenir de aquel sujeto; después de todo, su forma de ser denotaba a alguien que luchaba sin pensar demasiado en las implicaciones del contexto en que se desarrollaba la acción. En otras palabras, era y aparentaba ser la clase de ninja que solo comprendía el lenguaje de la fuerza y el poder.

¿Qué opina usted Shinda-san? —Resultaba muy necesaria la opinión de un experto en la materia.

Que es extraño, muy extraño: ellos no suelen tomar prisioneros, y más fácil hubiese sido darle muerte a mi hermano y luego retirarse, si es que sus intenciones eran un ataque masivo y contundente. También está el asunto del líder… ¿Por qué quedarse el solo, a merced de sus enemigos? Puede que sea una trampa, y que lo que realmente quieran es acabar con el último guerrero Sarutobi.

»Eso, me parece, deja solo dos posibilidades —continuo, mientras la irritación crecía en el pelinegro—: la primera, que su líder sea lo suficientemente fuerte como para creer que puede vencer el solo a Ryūnosuke y a cualquier refuerzo; la segunda, que su objetivo sea otro más allá de nuestra compresión y que esto sea solo una distracción o una engañifa.

De pronto el ascensor se detuvo. Habían llegado a su destino.

Dejen de perder el tiempo con razonamientos y teorías inútiles, y despierten a esa niña, la voy a necesitar.

El anciano Sarutobi masajeo algunos puntos de presión en la nuca de la nativa y esta despertó suavemente. Se le veía un tanto confundida y aletargada.

¡He, tu, niña! —exclamo el joven Sarutobi cuando estuvo de pie—. Necesito que respondas mis preguntas.

¡Bruto, salvaje, no respuestas! —exclamo, mostrándole la lengua.

El Hakagurē pudo intuir que aquello terminaría mal; con las malcriadeces de la muchachita y la irascibilidad del joven, a quien ya se le marcaba una vena de ira en la sien.

¿Sabes quién soy cierto? —pregunto arrogante—. De seguro atacaron el pueblo aprovechando mi ausencia… ¿Que me puedes decir del líder de tu clan? ¿Qué tan fuerte es?

En vista de que la chica comenzaba a asustarse, pero mantenía su negativa a responder, el Sarutobi mayor decidió interferir:

Ella es la hermana menor de la actual líder de los Seltkalt —confeso—. Su líder…, desconozco que tan fuerte pueda ser. Pero… teniendo en cuenta la edad que tenía el último jefe al morir y la de esta chica, ha de ser joven. Y si es capaz de mantener su puesto en una sociedad tribal, patriarcal y guerrera, pues ha de ser muy fuerte.

¡Ya veremos! —dijo Ryūnosuke.

Sugiero evitar un enfrentamiento —comento Kōtetsu.

¡Ya veremos, dije! —se limitó a contestar, mientras se encaminaba con cierta llama en los ojos.

Este sujeto es un problema, va a terminar haciendo algo impulsivo e innecesario —le comento el ojos grises a Keisuke.

¡Vamos, caminen! —exigió.

Anduvieron por un suntuoso corredor hasta que llegaron a una enorme puerta, en cuya cima había unas palabras que decían “Sala de conferencias”. Un sitio curiosamente adecuado para una negociación. El Sarutobi menor derritió con su palma una capa de hielo que cubría la entrada y se preparó para empujar la puerta… Aunque por un instante se le pudo notar un afloramiento de duda; pues de seguro no era casualidad, que desde adentro pudiese sentirse un chakra particularmente fuerte, uno que hacía las veces de comité de bienvenida.

¿Están preparados? —pregunto.

En eso, con expresión fatidica, el Sarutobi mayor les hablo a los dos jóvenes.

Lo más probable es que sus acompañantes estén incapacitados. Si la situación se tuerce, rescátenlos y retírense, no es necesario que mueran aquí.
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El elevador comenzó a ascender, todos nos manteníamos en un silencio sepulcral, solo se escuchaba el ruido del mecanismo que nos impulsaba hacia arriba, hasta cierto punto en el cual Ryuunosuke comenzó a chirriar sus dientes entre sí, haciendo que todo el ambiente se volviera más incómodo, no pude evitar observar al joven Sarutobi para ver sí notaba la presión y cesaba, pero fue hasta que Koutetsu se manifestó que él expuso los motivos de su inquietud.

Hay algo que apesta respecto a todo este asunto — Manifestó con seguridad, incluso se podía sentir cierta rabia en sus palabras—: Los Seltkalt no son de tomar prisioneros…

—Quizá están cambiando su modus operandi.— Dije buscando alguna solución lógica, era la más fácil de pensar desde mi punto de vista. No obstante, el peliblanco fue más directo, ¿para que dar chance a la duda sí teníamos a un experto del tema con nosotros? Desafortunadamente, Shinda confirmó las palabras de su sobrino, explicó que su manera de actuar era más violenta y sanguinaria, asesinando y marchandose; en un par de segundos el guardián empezó a darse cuenta de los detalles de la situación y a desenredar el asunto con cierta facilidad, hasta tal punto de llegar a una conclusión factible:

»Eso, me parece, deja solo dos posibilidades, la primera, que su líder sea lo suficientemente fuerte como para creer que puede vencer el solo a Ryūnosuke y a cualquier refuerzo; la segunda, que su objetivo sea otro más allá de nuestra compresión y que esto sea solo una distracción o una engañifa.

Con aquella declaración quedaron muchos más dudas en mi interior de las que tenía al ingresar, con el final de las palabras del anciano el ascensor se detuvo en seco, la tensión creció aún más; una vez las puertas se abrieron sentí una corriente helada, frío que se acrecentó más en el interior del elevador.

Dejen de perder el tiempo con razonamientos y teorías inútiles, y despierten a esa niña, la voy a necesitar. Mandó de mala manera, como sí nosotros fuésemos sus súbditos y él nuestro rey.

El anciano se acercó a la princesa y aplicó un poco de presión en la nuca de la misma, ésta salió de su estado y abrió lentamente los ojos, se encontraba somnolienta y demostraba cierto estado de confusión también.

¡He, tu, niña! Necesito que respondas mis preguntas.

"Que pesado es..." Suspiré por como se estaba tornando aquel interrogatorio.

¡Bruto, salvaje, no respuestas! — respondió de la manera más infantil que se le ocurrió, mostrandole la lengua al joven Sarutobi

Más, la situación seguía su curso, por peor que fuera Ryuunosuke no se mantendría en silencio, tampoco buscaría una mejor forma de comunicarse con la pálida. —¿Sabes quién soy cierto? —preguntó con arrogancia—. De seguro atacaron el pueblo aprovechando mi ausencia… ¿Que me puedes decir del líder de tu clan? ¿Qué tan fuerte es?

La princesa Seltkalt no dijo nada más, aunque en su rostro se manifestaban aquellas señales que nos demostraban que el joven la intimidaba, de este ambiente no saldría nada bien, y se empeoraría sí nadie hacía nada al respecto, no obstante, yo no era la persona indicada para intervenir, por lo que me mantuve la margen.

Shinda fue el único que se atrevió a levantar la voz. —Ella es la hermana menor de la actual líder de los Seltkalt. Su líder… Desconozco que tan fuerte pueda ser. Pero… teniendo en cuenta la edad que tenía el último jefe al morir y la de esta chica, ha de ser joven. Y si es capaz de mantener su puesto en una sociedad tribal, patriarcal y guerrera, pues ha de ser muy fuerte.

Ryuunosuke se encontraba un poco escéptico de lo que decía su tío, el moreno que en vez de mantenerse en silencio, decidió intervenir también, cosa que no terminó mejor, el joven Sarutobi simplemente reafirmó lo que acababa de decir y se encaminó.

Este sujeto es un problema, va a terminar haciendo algo impulsivo e innecesario.— Me comentó.

—Y tú echando más leña al fuego, trata de no contradecirle.— Musité al moreno.

¡Vamos, caminen! — Ordenó cuando se percató de que nos quedábamos atrás.

Seguimos el camino por el pasillo, era un corredor lujoso e envidiable, pero no era el mejor momento para detenerse a detallar los acabados, éste nos llevó hasta una fuera congelada, como la entrada del hotel, arriba del portal se encontraba un anuncio que la catalogaba como el área de conferencias, Sarutobi se adelantó y con facilidad derritió el glaciar, posó su mano en la madera y antes de abrirla de par en par dudó.

¿Están preparados? —preguntó.

Miré a Koutetsu en espera a que él dijera que estaba listo, porque yo simplemente no sabía sí realmente lo estaba, pero no había vuelta atrás, me limité a asentir con la cabeza.

Shinda demostró una facción que denotaba desgracia. —Lo más probable es que sus acompañantes estén incapacitados. Si la situación se tuerce, rescátenlos y retírense, no es necesario que mueran aquí.

—Entendido, será mejor que nos encarguemos de evacuar a los rehenes exclusivamente.— Miré al moreno buscando apoyo en lo que acaba de decir.
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El joven de piel morena asintió silenciosamente, mostrándose un poco más seguro y determinado de lo que realmente estaba.

El Sarutobi menor abrió la puerta, con lentitud y un tanto de desconfianza. En cuanto ambas piezas comenzaron a separarse, un aire frio y ominoso les dio la bienvenida a la estancia. Mientras la muchachita Seltkalt se mantenía detrás de ellos, Kōtetsu paseo su vista por la amplitud de la estancia. Fue entonces que vio aquello que estaban buscando: al final del salón, en una gran y elegante silla yacía sentada, con cierto aire de grande, la líder de los Seltkalt.

Es idéntica a Sepayauitl —susurro para sí mismo.

Pero lo cierto era que aquella mujer de cabellos blancos y largos y de piel pálida, tenía unos ojos azules que ardían como un misterioso fuego helado. Su postura denotaba confianza y su mirada resultaba fríamente criptica. Detrás de ella yacían amarrados siete de los huéspedes del hotel, aquellos que habían puesto resistencia; entre ellos, se encontraban Naomi y Hazegawa. Se les veía bien, aunque un tanto aturdidos y somnolientos. Al lado de aquel mueble suntuoso, yacía de pie Sarutobi Kazushiro, cabecilla de su clan, señor territorial de Hakushi; su rostro era una curiosa mescla de indignación, miedo y odio.

¡Bienvenidos, invasores y foráneos! —dijo la Seltkalt desde su trono.

Su voz firme, fría y aun así femenina tomo por sorpresa a los recién llegados; casi tanto como lo haría el que supiese hablar su mismo lenguaje.

Eso hará las cosas más fáciles —declaro el pelinegro—. ¡Deja en libertad al líder del clan!

¡No estás en condiciones de exigir nada, profanador de esta tierra! —exclamo, con voz calmada pero poderosa.

No creas que te encuentras en mejor situación que yo, salvaje de las nieves.

Desde detrás de los muchachos, el Sarutobi menor halo a la muchachita, quien no pudo sino dejarse llevas hasta quedar frente al grupo. La líder nativa no se inmuto ante aquello; o, al menos, no dio muestras de que aquella inesperada situación repercutiera mucho en su ser… Sin embargo, se sintió como la tensión del ambiente aumentaba gradualmente.

¡Yo soy Sesekpan de los Seltkalt!, líder de los habitantes primigenios de esta tierra y protectora de la misma —aseguro con orgullo y determinación—.Contéstame, Ryūnosuke de los Sarutobi, ¿Por qué quieren agrandar sus pecados?

Tú y tu gente han de saber mucho sobre pecados: matan a civiles débiles e indefensos, y luego los traen de vuelta para que les sirvan de esclavos, como burlándose de sus muertes.

Yo lo sé, ambas tribus se han dejado consumir por el pecado de la guerra. Pero hoy estoy aquí porque sus ofensas han sobrepasado los límites.

Da igual, hace tiempo que estoy fuera de aquí y no me entero de mucho. A mi parecer, tú y gente estaban esperando a que yo me marchara para atacar el pueblo, como los monstruos que son.

La respuesta es tanto un si como un no —dijo con cierta muestra de ira—. Esto no es un acto de venganza, de ser así hubiese atacado a aquel anciano que yace detrás de ti y que hace dos veces diez años dio muerte a mi padre. Esto es un acto de justicia, pues no vine por vidas, vine por aquello que nos ha sido robado y vendido.

¿De qué me hablas? —pregunto con cierta confusión.

Tu ser ignora muchas cosas: esta abominación de edificio, este tributo al ego y al odio, fue construido con las ancestrales reliquias de mi gente. Reliquias que tu líder robo, matando y saqueando indiscriminadamente. Reliquias que tú escoltaste para que fueran vendidas en los lugares más allá del mar… Aun así, aun sabiendo eso, ¿puedes seguir diciendo que nosotros somos los monstruos?

Por primera vez en mucho tiempo, el joven Sarutobi se había quedado sin argumentos con los cuales replicar. Sin duda era alguien impulsivo y arrogante, con una crianza difícil, pero le habían ensañado bien a respetar las tradiciones, aquello era lo que le movía. No podía siquiera imaginar el odio que sentiría si su propia espada, una reliquia de su familia, fuese robada y vendida. Tampoco podía evitar, durante un instante, ponerse en el lugar de aquella nativa, aunque odiase tal sensación de condescendencia.

¡Maldita sea, no estoy aquí para debatir sobre lo bueno y lo malo o sobre quien es el monstruo en verdad! —exclamo, molesto—. ¡Solo deja ir a mi líder para que podamos terminar con esto!

Sesekpan hizo un gesto y libero a los otros siete retenidos, que para ella poca importancia tenían. No paso mucho hasta que Kōtetsu y Keisuke se encontraron junto a sus acompañantes, que por alguna razón estaban imposibilitados para usar chakra. Ahora solo quedaba hacer el verdadero intercambio, el de la princesa por el del cabecilla.
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La puerta fue abriéndose lentamente según Ryuunosuke quería, lo primero que fui capaz de sentir fue una ráfaga de aire frío, brisa que hizo que mi piel se erizara; la entrada quedó abierta de par en par para nosotros demostrando una gran sala de dimensiones envidiables, al final de la misma se encontraba un Seltkalt sentado en una gran silla, en lo que parecía ser una especie de trono.

Es idéntica a Sepayauitl — Murmuró el moreno, su voz se escuchó tan baja que dudaba en sí en verdad lo había dicho o no, pero ahora que consideraba sus palabras no podían estar más acertadas que nunca.

"¿Serán hermanas?"

Mientras detallaba la figura de la líder, podía sentir como ella se encontraba de lo más tranquila y cómoda, demostraba una actitud llena de confianza, incluso podría decir que tenía la situación bajo control. Detrás de ella se encontraban varias personas, supuse eran los rehenes, entre los cuales pude identificar sin dificultad a Hazegawa, Naomi y Kazushiro; todos tenían un estado deplorable, a excepción del Sarutobi, que se encontraba con una actitud rara, estaba de pie al lado de aquel trono.

¡Bienvenidos, invasores y foráneos!dijo la Seltkalt desde su trono.

—Habla perfectamente.— Miré a la princesa, quién a duras penas lograba comunicarse, incluso los guerreros de antes se comunicaba con señas con la misma, era momento de considerar que la líder tenía un intelecto mayor a los demás, o había tenido contacto por un largo tiempo con humanos.

El joven Sarutobi dejó en claro que dejara en libertad a Kazushiro, la única respuesta que obtuvo fue que no se encontraba en posición de hacer exigencias, incluso se le titulo de profanador. Ryuunosuke ni corto ni perezoso exhibió a la princesa, dando a entender que nosotros también teníamos un rehén, no obstante, Sesekpan ni se inmutó, permaneció imperturbable, por lo menos a mis ojos, se presentó como la auténtica líder de su clan y entonces acusó al pelinegro de querer anotar más punto en su contra. En pocas palabras ambas partes expusieron que se eran producto de generaciones de guerra, de pecado, de asesinatos a sangre fría y demás.

La situación se puso más tensa aún cuando ella declaró que en esta oportunidad habían recurrido a algo, y ese algo fue la gota que derramó el vaso, Sarutobi había bajado un poco la guardia, pero no dejaba de realizar ofensivas verbales, etiquetando a los Seltkalt de monstruos; no obstante, mientras más hablaban más me parecía que los nativos de las llanuras tenían razones y motivos para actuar de la manera en que lo hacían.

Sesekpan reveló que no era un venganza, que pudo haber acabado con la vida de los rehenes y pueblerinos como habían apagado la vida de su progenitor, eso no era lo que ella venía a hacer, ella simplemente quería algo que se le arrebató a su tribu, algo importante y que aparentemente fue negociado. Según demostró Ryuunosuke permanecía ajeno a lo que manifestaba la nativa, entonces explicó lo ocurrido con las reliquias del pueblo Seltkalt, todo expresado con un tono de indignación, tono que se me hacía difícil no simpatizar con él.

Shinda no objeto nada y Ryuunosuke se quedó sin palabras.

Los prisioneros fueron liberados por sugerencia del joven Sarutobi, cosa que a la líder le tenía sin cuidado y aceptó sin decir nada, simplemente movió su mano como quien deja ir algo y ellos se acercaron.

Mis ojos siguieron los pasos del ojiblanco hacia mi, un poco torpes y algo lentos, seguía un tanto aturdido, me acerqué a él sin dudarlo para ayudarle. —¿Estás bien?— Pregunté con tono de preocupación.

—Kei-chan, ¿dónde estabas?— Cuestionó con tono bajo. —Eso creo, estoy un poco mareado.— Admitió. Ambos dimos un par de pasos hacia la puerta, miré a Koutetsu y su encuentro con Naomi.

Todo parecía muy fácil, aquel acto transcurrió con tranquilidad, cualquiera diría que algo andaba mal... Entonces caí en cuenta. —Koutetsu, ¿lo sientes?— Quería confirmarlo. —No puedo usar chakra...
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Naomi, ¿te encuentras bien? —pregunto el peliblanco en cuanto la tuvo cerca.

Estaré bien, mi señor, solo estoy un poco aturdida.

De los rehenes solo quedaba el señor de El Palacio de Cristal, que esperaba impaciente y temeroso el momento para recuperar su libertad. Los dioses habían jugado a su favor, pues aunque no tenía consigo las reliquias robadas, el que la hermana menor de la líder Seltkalt fuese el rehén aseguraba su liberación inmediata.

Kōtetsu, ¿lo sientes?— quiso confirmarlo —No puedo usar chakra...

El joven de ojos grises se concentró y trato de moldear su chakra, pero confirmo que no era capaz de ello.

Yo estoy igual, ¿qué sucede? —se mostró confuso.

Es una habilidad especial de los Seltkalt: los ejemplares más poderosos son capaces de “enfriar” el sistema circulatorio de chakra de quienes yacen a su alrededor… No funciona en quienes tienen un chakra bien entrenado, pero sigue siendo una habilidad peligrosa; la herida que me imposibilito para seguir siendo un guerrero fue a causa de un uso extremo de esta misma habilidad.

Los demás rehenes se fueron retirando de aquella fría sala, hasta que solo quedaron los jóvenes ninjas, los Sarutobi y los Seltkalt. El pelinegro y la peliblanca se miraban con contrastante fiereza, pero ninguno parecía tener intenciones de iniciar un combate. Aquello resultaba entendible, los guerreros podían combatir hasta la muerte, pero los que eran incapaces de defenderse estaban demasiado comprometidos como para iniciar un combate que amenazara su seguridad. Ciertamente aquella situación se manifestaba como una plena declaración de guerra, una en la cual el primer encuentro tendría que terminar en una necesaria retirada y en una obligatoria abstinencia a la persecución.

¡Andando¡ —exigió Ryūnosuke, mientras daba un leve empujón a la muchachita para que se pusiese en marchar.

Ambos rehenes comenzaron a caminar el uno hacia el otro, con lentitud y precaución.

Shinda-san, ¿qué eran esas reliquias a las que se refería? —pregunto el peliblanco.

Pues… —dudo por un instante, como si hubiese algo que se escapase parcialmente a sus conocimientos—. Viendo lo lejos que han llegado, solo puede tratarse de amoxtin uejkani (el códice de lo inmemorial): Por lo que he investigado, se trata de una serie de ocho tablillas que contienen todo lo referente a los orígenes de su pueblo. Las mismas están hechas de un hielo cristalino que jamás se derrite, entregadas a ellos por la benevolencia de los dioses primigenios que partieron de este mundo… Semejantes artefactos han de tener un valor inconmensurable entre los coleccionistas de antigüedades; pero su valor ha de ser más grande para los Seltkalt, pues debió ser como si robaran el único recuerdo verdadero de su identidad.

Ryūnosuke se detesto por ello, pero su hábil sentido del oído impidió que se hiciera el sordo ante aquella información que el guardián del conocimiento estaba compartiendo.

De pronto, mientras la mente del pelinegro se nublaba con pensamientos contradictorios, el líder de los Sarutobi se acercó a la princesa y la aprisiono por el cuello, justo cuando esta pasaba a su lado. La aferro con fuerza estranguladora, mientras le gritaba a su sobrino segundo:

¡Es tu oportunidad, Ryūnosuke, mátala! —grito con vehemencia.

La líder de los nativos se movió como un rayo hacia su hermana, pero fue interceptada por el heredero de los Sarutobi. Inmediatamente comenzó una batalla entre ambos, arrojándose ataques e intercambiando fuego y hielo sin pausa alguna. Dada la ubicación y la situación, ambos se limitaban a usar ataques de corto alcance y pequeña escala, destinados a objetivos personales. Ambos se limitaban a moverse en busca de alguna oportunidad o de un hueco para atacar. Sesekpan no buscaba matar a su oponente, sino una leve abertura para atacar a quien tenía prisionera a su hermana. Aquello molestaba en demasía a Ryūnosuke, quien se limitaba a defender sin estar seguro de que hacer; pues su mente, sencilla como era, no había concebido que tal escenario pudiese desarrollarse. El anciano y la chiquilla forcejeaban violentamente, mientras que el feroz combate que se desarrollaba a su alrededor se mantenía en un punto muerto, mientras las llamaradas y las ráfagas heladas danzaban a su alrededor, por toda la sala.
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Al igual que Hazegawa, Naomi se encontraba un poco mareada, pero nada de que preocuparse según refería ella. Kazushiro fue el único que no pudo acercarse a reencontrarse con sus familiares, pero era evidente que sería parte del cambio con la princesa.

Ahora, había una situación más importante que resolver, y eso era el saber porqué no podía utilizar chakra, Shinda quién nos escuchó con claridad se encargó de dar una explicación, revelando que de esa manera había sido lesionado sus sistema circulatorio de chakra y por ello no podía moldear chakra nunca más.

—En pocas palabras es como sí nuestro sistema circulatorio estuviese congelado, me sorprende la exactitud con que solo afecta al sistema del chakra y no al sanguíneo por igual.— Admití interesado en el mecanismo de acción de aquella habilidad tan peculiar.

En cuanto vi que todos los rehenes marcharse supe que era una de las mejores opciones para mi hermano, después de todo no se encontraba en mejores condiciones. —Haze, yo creo que... —

—No.— Cortó sin dejarme terminar la oración, seguramente sabía que iba a decirle.

—Pero...— Insistí.

—Que no.— Replicó y entonces se separó de mi, manteniéndose por sí solo.

—No estás en condiciones.

—Que estoy bien, mira joder, ya no siento mal; y no voy a dejar a mi hermanito menor aquí, sólo.— Sentenció, sabía que no podría hacer nada para convencerle.

"Que terco es!"

¡Andando! —Ordenó Ryuunosuke para posteriormente empujar a la princesa. El intercambio final comenzó y ambas personas caminaron en dirección hacia sus familiares, no obstante, cada uno estaba tomando ciertas precauciones, daban pasos bastantes lentos.

Shinda-san, ¿qué eran esas reliquias a las que se refería? —preguntó el peliblanco.

Pues… Viendo lo lejos que han llegado, solo puede tratarse de amoxtin uejkani (el códice de lo inmemorial): Por lo que he investigado, se trata de una serie de ocho tablillas que contienen todo lo referente a los orígenes de su pueblo. Las mismas están hechas de un hielo cristalino que jamás se derrite, entregadas a ellos por la benevolencia de los dioses primigenios que partieron de este mundo… Semejantes artefactos han de tener un valor inconmensurable entre los coleccionistas de antigüedades; pero su valor ha de ser más grande para los Seltkalt, pues debió ser como si robaran el único recuerdo verdadero de su identidad.

—Deben tener sus secretos, sus técnicas y demás... Es algo inmensamente valioso para ellos...

Justo en el momento en que ambos rehenes se interceptaron, fue cuando Kazushiro actuó, tomó desprevenida a la princesa de los Seltkalt y entonces utilizó su brazo para estrangularla, sin ningún tipo de piedad; aprovechó la oportunidad para ordenar a su sobrino aniquilar con la vida de la líder de aquello nativos. La batalla dio inicio con el choque de ambos guerreros, pero al ver los movimientos de Sesekpan se podía ver como buscaba la manera de rescatar a su hermana, no atacaba directamente al pelinegro sino quería abrir una brecha.

—Es un sucio, traidor e inmoral.— Comentó entre dientes el ojiblanco al ver como se tornaba la situación.

Suspiré, no sabía que hacer, ayudar a la princesa, separarlos, no estorbar...

Mientras esperaba, podía sentir ráfagas de aire frías y calientes, entre cada técnica, podía ver como la princesa y el líder del clan Sarutobi forcejeaban entre ellos buscando la dominación; cualquier podría decir que estaba viendo una pelea épica, en los mejores puestos que alguien podria tener.
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La situación era tan tensa y el combate se desarrollaba con tal velocidad y fiereza, que nadie se atrevía a moverse, debido al temor de que un movimiento errado llevase a una fatalidad.

La pelea se mantenía en un combate cercano, con una movilidad limitada y ataques de cuerpo a cuerpo: Sesekpan trataba de hacer a un lado a su oponente, arrojándole golpes incapacitantes, tan fríos que habrían destruido al instante la carne de cualquier mortal; Ryūnosuke se mantenía cerca de la nativa, dirigiendo salvajemente ataques cuyo calor hubiese vuelto cenizas el cuerpo de un guerrero normal. En cierto momento, el Sarutobi se vio atrapado por una prisión helada, un cristal que tenía por objetivo retenerle, pero este desapareció pronto por acción de las llamas de su espada, en una nube de denso vapor. Como represalia la Seltkalt fue acosada por una especie de incendio, un anillo de fuego que se encogió hasta tenerla completamente rodeada. Parecía estar a punto de ser consumida, pero a su alrededor se arremolino un viento tan helado que la llamarada se extinguió instantáneamente.

La gran sala comenzó a cambiar su ambiente, la temperatura variaba drásticamente de un momento a otro, lo cual resultaba ser agotador. Además, había tanta humedad que las paredes y toda otra superficie comenzaban a llenarse de pequeñas gotas, debido a la violenta condensación.

¡Demonios, quisiera poder acercarme y separar a Sepayauitl del dueño del hotel! —Pero sabía que aquello podría significar una sentencia de muerte para cualquiera, el romper el equilibrio del momento.

Mi señor —dijo Naomi, cansada—, temo que están en un punto muerto; ambos son equivalentemente fuertes… Solo les queda esperar a que alguno cometa un error.

Tal era la magnitud de sus fuerzas, iguales y opuestas.

Ryūnosuke no podía evitar sentirse impresionado. Aunque era alguien arrogante y pendenciero, respetaba la fuerza, pues era el lenguaje que mejor hablaba; y allí, frente a él, estaba una formidable guerrera capaz de hablarle de “tú a tú” durante el combate. Sesekpan se sentía intrigada ante el poder y voluntad de aquel sujeto. Él resultaba tan fuerte como los seres-dragón de las leyendas; y aunque podía sentir la violencia y la ferocidad emanando de sus llamas, las mismas no contenían rastro alguno de odio… de hecho parecían un poco dudosas.

El líder de los Sarutobi se mantenía luchando con la muchachita, a quien el cambio atmosférico comenzaba a debilitar. En vista de que la pelea se había reducido a competir por el desgaste, decidió hacer uso de su arma secreta, o de su última y desesperada baza: desde el interior de su suntuoso traje extrajo una pequeña y brillante esfera metálica, del tamaño de una manzana y del color del cobre bruñido.

¡¿Qué demonios haces, Kazushiro?, ¿Estas demente?! —grito su hermano Koji, aterrado y sorprendido.

Por aquella reacción era de suponer que aquella esfera se trataba de un arma; y conociendo su naturaleza, no era de extrañar su estado de alarma: aunque de apariencia inerte e inocente, aquel artefacto metálico contenía un infierno dentro de sí, como aquel que acabo con el nativo que ataco la casa de Shinda. Esas esferas eran la emulación de un pequeño sol que es traído hasta la tierra, y de las épocas antiguas habían quedado solo dos, pues su secreto de fabricación había quedado perdido, una para el hermano mayor y otra para el menor.

¡Ryūnosuke, toma esto! —grito exaltado—. ¡Con esto podrás acabarla!

¡No necesitó de ningún artilugio para vencer a mi oponente! —Y tampoco lo quería, una victoria con ayuda externa era una victoria incompleta.

Mientras su sobrino segundo daba la espalda a su ayuda, literal y figurativamente, sintió que la desesperación le podía.

En cierto instante, decisivo, la líder Seltkalt bajo su guardia, y el heredero Sarutobi le propino un golpe llameante con una fuerza tan desmedida que la arrojo e incrusto contra la pared cercana. Un tanto confuso por aquel error tan inesperado, se giró a observar a su líder. Se quedó perplejo en cuanto vio como este forzaba la boca de la niña, abriéndola de una forma que casi dislocaba su mandíbula. En la otra mano sostenía el “potencial sol” y se notaban sus intenciones de deslizarlo por la garganta de la muchachita. De pronto, Sesekpan se levantó y arrojo hacia su hermana, pero los instintos del pelinegro le llevaron a interceptarla y a hacerle un placaje.

¡Sepayauitl! —grito, con un poderoso asentó nativo.

En esa desesperada situación, apunto de manifestarse la tragedia, Shinda se movió con una velocidad inusitada para alguien de su edad. Se acercó por detrás hacia su hermano menor y detuvo su mano en el aire, al tiempo que liberaba y empujaba hacia el par de genin a la princesa de los nativos.

Lo siento, hermano, pero esta demencia no terminara mientras ambos sigamos representando el vergonzoso pasado de esta tierra—aseguro, con expresión serena y determinada.

El dueño del hotel quedó tan sorprendido que las palabras no pudieron abandonar sus labios.

¡Ryūnosuke! —exclamo—. Nuestra época ha terminado y ha llegado la tuya, somos el pasado y tú el futuro. Escucha mis palabras una vez más: eres el último de los nuestros, eres el más poderoso, el más apto y el que más mundo ha visto. Está en tus manos acabar con el ciclo del odio, que tanto tiempo ha durado y que tanto daño ha hecho… Como líder has de decidir si seguir las antiguas costumbres o crear unas nuevas; más allá del bien y el mal, esta decisión debe ser tomada con base en lo justo y lo correcto, con base en el bien mayor y en tus corazonadas.

»Sin nada más que decir, dejamos el resto en tus manos, nuevo lider de los Sarutobi en esta tierra.

Y con aquellas palabras, activo la esfera cobriza que sostenía su hermano, determinado a comprometerse a una doble inmolación… Por segunda vez en aquel día, el sol descendió a la tierra para luego elevarse desde la misma, como en el ocaso de una era y en el albor de otra.
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El ambiente se había vuelto bastante pesado, la batalla entre Ryuunosuke y Sesekpan nos tenía cautivos a todos, nadie se movía, nadie decía nada; los únicos que seguían luchando era Kazushiro y la princesa. Cuatros seres peleando por sus vidas, todo frente ante mis ojos, y me encontraba lleno de dudas.

La temperatura a nuestro alrededor daba cambios bruscos, no quería siquiera imaginarme como sería alrededor de los creadores; no obstante, la nativa buscaba por todos los medios dejar a un lado al joven Sarutobi para acudir en ayuda a su hermana, pero él no era una simple piedra en el zapato, era una ñasca que se interpondría en su camino hasta que uno de los dos saliese victorioso. El combate se mantenía y entonces fue cuando ambos decidieron subir la intensidad utilizando sus propias cárceles elementales, sin tener un resultado efectivo, no tuvieron más opción que seguir luchando cuerpo a cuerpo.

Mi cuerpo comenzaba a sudar, al igual que las paredes de aquella sala de conferencias, la humedad comenzaba a manifestarse con cierta molestia en mi cuerpo, y aquellos altos y bajo de temperatura no significaban buena señal para la infraestructura en donde nos encontrábamos. "No me sorprendería que la torre terminase cediendo, no sé si la resistencia aguante..."

Koutetsu manifestó simpatizar con la misma idea que yo, más ambos sabíamos que era algo imposible para nosotros en la situación que nos encontrábamos, Naomi se encargó de confirmar lo que sospechaba, las igualdades de los poderes quedaba a un lado y todo se basaría en el aguante y resistencia de cada uno de los combatientes.

¡¿Qué demonios haces, Kazushiro?, ¿Estas demente?! — Exclamó el guardián del conocimiento.

Aquel alarido hizo que mi atención se posase en el dueño del hotel, éste tenía una esfera dorada del tamaño de una pelota de tenis en su mano. ¿De qué se trataba? No venía nada a mi mente que me diera una pista o señal, era evidente que era un arma, pero... ¿Cómo funcionaría?

¡Ryūnosuke, toma esto! ¡Con esto podrás acabarla!

"No puede ser... ¿Será?" ¿Será que aquella esfera era una similar a la que nos habría liberado de aquel guerrero Seltkalt en la casa del guardían? Una potente e infernal arma que podría arrastrarnos a todos sí se utilizaba como debía.

Sarutobi Ryuunosuke demostró su orgullo y negó la ayuda de su tio.

Un potente ataque envuelto en llamas acertó en el cuerpo pálido de la nativa, ésta fue expelida a varios metros enviandola cerca a una pared de la sala y la reacción del pelinegro fue de asombro, al parecer no esperaba que ella bajara la guardia de esa manera, seguramente se había sorprendido al ver la esfera dorada.

Un acto más atroz se llevaba acabo entre Sepayauitl, Kazushiro estaba obligandola a abrir su boca y a tragarse aquella bola, el simple hecho de verlo era repugnante. —DETENTE ! ¿QUÉ CREES QUE HACES?— Vociferé directo al líder Sarutobi.

En vista de aquella acción desmesurada, su hermana se lanzó hacia ella, Ryuunosuke tan implacable la embistió alejándola de ella, alejandola de la esperanza de salvarla, a su pequeña e indefensa hermana. La rabia e impotencia me llenaban por dentro, en un acto de desespero agarré un kunai y lo lancé directo hacia Kazushiro.

Dos estrellas metálicas volaron directas hacia la cuchilla que había arrojado desviando su curso, las tres armas quedaron totalmente deshabilitadas.

—¿Qué haces, Haze?— Le reproché ante aquella acción, estaba defendiendolos, estaba de acuerdo con lo que ocurría.

—Mira bien...— Y señaló con su indice a Shinda.

Era increíble como éste de movía a una gran velocidad, agarró a su hermano y le aplicó una especie de llave con la cual alejó la esfera de la boca de la princesa y liberó a esta, incluso tuvo la capacidad de empujarla hacia nosotros.

Me acerqué rápidamente a ella y me encargué de ayudarla. —¿Estás bien?

Lo siento, hermano, pero esta demencia no terminara mientras ambos sigamos representando el vergonzoso pasado de esta tierra— Declaró como sí de sus últimas palabras se tratase...

¡Ryūnosuke! Nuestra época ha terminado y ha llegado la tuya, somos el pasado y tú el futuro. Escucha mis palabras una vez más: eres el último de los nuestros, eres el más poderoso, el más apto y el que más mundo ha visto. Está en tus manos acabar con el ciclo del odio, que tanto tiempo ha durado y que tanto daño ha hecho… Como líder has de decidir si seguir las antiguas costumbres o crear unas nuevas; más allá del bien y el mal, esta decisión debe ser tomada con base en lo justo y lo correcto, con base en el bien mayor y en tus corazonadas.

—Se van a... Musité sin llegar a finalizar mis palabras.

—Suicidar.— Completó.

»Sin nada más que decir, dejamos el resto en tus manos, nuevo lider de los Sarutobi en esta tierra.

Y entonces el sol brillo, brilló tan fuerte que tuve que desistir de mantener mi visión en aquel espectáculo tan grotesco.
Hablo - "Pienso" - Narro
Color de diálogo: Limegreen
Byakugo no In: Inicio 19/04/2018

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