20/04/2018, 01:02
Naturalmente que dos endebles cuerpos humanos, ante las abrazadoras llamas que imitaban la superficie del gran astro, se verían convertidos con instantaneidad en algo aún más etéreo e irreducible que las cenizas.
La gran columna de fuego permaneció durante pocos segundos en la habitación, para consuelo de Kōtetsu quien cubría con su cuerpo a Sepayauitl. El piso cedió y la llama se vio precipitada rápidamente hacia la tierra, cual estrella fugaz, atravesando los numerosos pisos como si no estuviesen allí. Termino llegando hasta planta, en la solitaria área de la cocina, para luego descender hasta el sótano, provocando con su combustión un estruendo que hizo temblar toda la estructura. Y todo aquello duro unos segundos, tras lo cual se hizo el silencio.
Sesekpan se levantó y se apartó, preparándose para una brutal represalia por parte de su oponente; pero aquello que le llego fueron unas palabras neutras y una voz cansada:
—¿Qué haces? —pregunto con molestia—. Ya veo… crees que me veré dominado por alguna especie de furia homicida y vengativa… No, la inmolación es una forma de suicidio ritual típica entre los Sarutobi que no pueden vivir con la vergüenza que cargan.
—Son parte de tu clan, que odia al mío; por lo que me es difícil creerte —declaro, desconfiada.
—Soy un guerrero, no un vengador. Yo peleaba por voluntad de mi líder y de mi clan, como es tradición, pero ahora yo soy ambas y creo que ahora también soy el que toma las decisiones por aquí —Cierto, y ahora no sabía que hacer—. A mí también me cuesta creer que ya no tenga ganas de pelear, pero tengo demasiado que hacer como para lidiar contigo.
Se le veía un tanto apagado, pero no como lo estaría alguien debido al luto o la rabia, sino como una persona que ahora cargaba un enorme peso sobre sus hombros. En su interior, maldijo la debilidad de su familia: su abuelo había sido alguien blando y sin determinación, mientras que su tío-abuelo solo fue un caudillo incompetente y avaro… Además de su padre, que había sido tan débil e irresponsable como para huir de sus deberes por medio de la muerte… Odiaba que la historia de su familia tuviese tantas manifestaciones de aquellos defectos.
—Este conflicto tendrá que ser resuelto en algún momento, para bien o para mal, ya sea por tu mano o por la mía.
—¡Lo sé! —dijo, mirándola con el respeto que un guerrero le otorga a un semejante—. Pero eso no será hoy, toma a tu hermana y lárguense, necesito pensar.
Haciendo caso de tan oportuna invitación, la nativa se desplazó hacia donde se encontraba su hermana en un instante. Los jóvenes no tuvieron otra opción que entregársela amablemente, para luego ver como se acercaban hacia el balcón para desaparecer, dejando tras de ellas una ráfaga de aire frio.
Luego de aquello, pasaron varios días en los cuales el pueblo se concentró en reparar los daños causados por el asalto. El asunto de los Seltkalt no se mencionó en ningún momento, tendencia promovida por el alto nivel de superstición que era tan natural en aquella población. Ryūnosuke se mantenía en movimiento de un lado a otro, sin darle descanso a su rustico modo de ser. Atendió lo mejor que pudo a los visitantes, pero les exigió que se marchasen lo más pronto posible. Kōtetsu estuvo de acuerdo con aquello, pues ya se había involucrado más allá de lo debido en todo aquel conflicto y quería marchar antes de que algo más ocurriese. Aunque en el fondo no creía que la líder Seltkalt ni el líder Sarutobi harían movimientos ofensivos, creía que había tenido demasiada suerte al salir con vida, y no quería seguir tentando a los dioses.
El mismo vehículo que les había llevado hasta el pueblo fue el encargado de regresarlos hasta el frio puerto. Mientras la negra población se difuminaba en aquel mar blanco, el encargado que les acompañaba les contaba otra historia de la vieja guerra de fuego y hielo. El Hakagurē decidió hacer oídos sordos, pues ya había tenido suficiente de historias. Además, ahora era consciente de que la historia no era como se la habían contado, jamás ninguna historia lo fue o lo será. Las palabras quedan reducidas a meras reminiscencias y el contenido real se fragmenta entre los muchos herederos del tiempo.
Los extranjeros se encontraban esperando a que el buque zarpara, cuando de pronto, frente a los genin apareció Ryūnosuke, con una actitud impaciente y una pregunta un tanto extraña:
—He estado averiguando sobre lo que sucedió, y parece que ustedes estuvieron siempre en el ojo de la tempestad, viendo cómo se desarrollaba todo —Lucia reflexivo y atento—. Díganme, habiendo sido testigos externos, ¿Qué harían ahora? Digo, ¿qué acciones tomarían si ahora estuviesen en mi lugar?
La gran columna de fuego permaneció durante pocos segundos en la habitación, para consuelo de Kōtetsu quien cubría con su cuerpo a Sepayauitl. El piso cedió y la llama se vio precipitada rápidamente hacia la tierra, cual estrella fugaz, atravesando los numerosos pisos como si no estuviesen allí. Termino llegando hasta planta, en la solitaria área de la cocina, para luego descender hasta el sótano, provocando con su combustión un estruendo que hizo temblar toda la estructura. Y todo aquello duro unos segundos, tras lo cual se hizo el silencio.
Sesekpan se levantó y se apartó, preparándose para una brutal represalia por parte de su oponente; pero aquello que le llego fueron unas palabras neutras y una voz cansada:
—¿Qué haces? —pregunto con molestia—. Ya veo… crees que me veré dominado por alguna especie de furia homicida y vengativa… No, la inmolación es una forma de suicidio ritual típica entre los Sarutobi que no pueden vivir con la vergüenza que cargan.
—Son parte de tu clan, que odia al mío; por lo que me es difícil creerte —declaro, desconfiada.
—Soy un guerrero, no un vengador. Yo peleaba por voluntad de mi líder y de mi clan, como es tradición, pero ahora yo soy ambas y creo que ahora también soy el que toma las decisiones por aquí —Cierto, y ahora no sabía que hacer—. A mí también me cuesta creer que ya no tenga ganas de pelear, pero tengo demasiado que hacer como para lidiar contigo.
Se le veía un tanto apagado, pero no como lo estaría alguien debido al luto o la rabia, sino como una persona que ahora cargaba un enorme peso sobre sus hombros. En su interior, maldijo la debilidad de su familia: su abuelo había sido alguien blando y sin determinación, mientras que su tío-abuelo solo fue un caudillo incompetente y avaro… Además de su padre, que había sido tan débil e irresponsable como para huir de sus deberes por medio de la muerte… Odiaba que la historia de su familia tuviese tantas manifestaciones de aquellos defectos.
—Este conflicto tendrá que ser resuelto en algún momento, para bien o para mal, ya sea por tu mano o por la mía.
—¡Lo sé! —dijo, mirándola con el respeto que un guerrero le otorga a un semejante—. Pero eso no será hoy, toma a tu hermana y lárguense, necesito pensar.
Haciendo caso de tan oportuna invitación, la nativa se desplazó hacia donde se encontraba su hermana en un instante. Los jóvenes no tuvieron otra opción que entregársela amablemente, para luego ver como se acercaban hacia el balcón para desaparecer, dejando tras de ellas una ráfaga de aire frio.
Luego de aquello, pasaron varios días en los cuales el pueblo se concentró en reparar los daños causados por el asalto. El asunto de los Seltkalt no se mencionó en ningún momento, tendencia promovida por el alto nivel de superstición que era tan natural en aquella población. Ryūnosuke se mantenía en movimiento de un lado a otro, sin darle descanso a su rustico modo de ser. Atendió lo mejor que pudo a los visitantes, pero les exigió que se marchasen lo más pronto posible. Kōtetsu estuvo de acuerdo con aquello, pues ya se había involucrado más allá de lo debido en todo aquel conflicto y quería marchar antes de que algo más ocurriese. Aunque en el fondo no creía que la líder Seltkalt ni el líder Sarutobi harían movimientos ofensivos, creía que había tenido demasiada suerte al salir con vida, y no quería seguir tentando a los dioses.
El mismo vehículo que les había llevado hasta el pueblo fue el encargado de regresarlos hasta el frio puerto. Mientras la negra población se difuminaba en aquel mar blanco, el encargado que les acompañaba les contaba otra historia de la vieja guerra de fuego y hielo. El Hakagurē decidió hacer oídos sordos, pues ya había tenido suficiente de historias. Además, ahora era consciente de que la historia no era como se la habían contado, jamás ninguna historia lo fue o lo será. Las palabras quedan reducidas a meras reminiscencias y el contenido real se fragmenta entre los muchos herederos del tiempo.
Los extranjeros se encontraban esperando a que el buque zarpara, cuando de pronto, frente a los genin apareció Ryūnosuke, con una actitud impaciente y una pregunta un tanto extraña:
—He estado averiguando sobre lo que sucedió, y parece que ustedes estuvieron siempre en el ojo de la tempestad, viendo cómo se desarrollaba todo —Lucia reflexivo y atento—. Díganme, habiendo sido testigos externos, ¿Qué harían ahora? Digo, ¿qué acciones tomarían si ahora estuviesen en mi lugar?