Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Después de unos cuántos días de viaje, por fin había llegado a mi destino, la tierra en donde las termas son el principal atractivo turístico, un lugar en donde uno viene por ocio, a relajarse y a olvidarse de la rutina diaria, a olvidarse de todo aquello lo malo que había ocurrido. Efectivamente era unos merecidos días de vacaciones, vacaciones para mi solo, sin Hazegawa, sin preocupaciones, sin estrés y sin... lluvia.
El sol se alzaba imponente y por si fuera poco la humedad del ambiente avivaba aún más el calor del lugar, al observar las tuberías por las calle pude familiarizarme un poco puesto que en las calles de Amegakure era similar, solo que con un clima totalmente opuesto; aquella sombrilla que me protegía de los rayos ultravioleta no lograba proteger mi cuerpo de la deshidratación, estaba sudando, sudando como sí todo el agua de mi cuerpo se quisiera marchar y sin intención de retornar.
Lo más lógico fue hacer lo que hice, buscar un lugar, una tienda que tenía un gran aviso de raspados en la cual entré, el interior no era muy grande, tenía de frente el mostrador y un par de sillas y barras para su clientela.
—Acaba de llegar, ¿no?— Me abordó una señora de unos sesenta y tantos, o eso le calculaba yo, desde el mostrador, ella se refrescaba con un abanico; y aunque en el interior no hacía tanto calor, no era mucho más fresco que afuera.
Miré rápidamente a mi interlocutor y entonces asentí con la cabeza, me acerqué a la vitrina y vi que exponían una gran cantidad de sabores.
—Bienvenido sea, ¿qué sabor desea?— Preguntó mientras me acercaba una carta en la cual se mostraban más sabores que no estaban en la exhibición.
—Muchas gracias, me da por favor un frappe grande de mora, la medida más grande que tenga.— Solicité y sonreí. —¿Dónde podría comprar un abanico de eso que tiene?— Cuestioné en vista de que podría serme útil para el resto de mi estadía ahí.
Unos cuántos minutos más tarde, me encontraba nuevamente en la calle, protegiéndome bajo la sombra del paraguas y en mi diestra un vaso de dimensiones un tanto exagerada, del mismo salía un pitillo por el cual succionaba aquellas pequeñas particulas congeladas de color morado. Caminé hacia dónde me había indicado la señora, unos cuantos locales más allá se encontraba otra tienda de baratijas y en el reflejo del vidrio lo vi; me volteé rápidamente y fui hacia el local del frente, el cual era una especie de dojo.
"Porque esté de vacaciones no significa que deba olvidarme de mi entrenamiento..."
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Si cerraba los ojos, todavía podía verla. Su cabello corto, más rojo que el iris de su propio Sharingan. Sus ojos negros, profundos y misteriosos como la superficie de un lago en una noche sin luna. Cada rama de espino, cada nube y cada estrella dibujada en su piel. Podía ver esas muecas juguetonas que a veces le regalaba. Podía ver su sonrisa…
Su sonrisa lo eclipsaba todo.
Si contenía la respiración, todavía podía olerla. El aroma de su cabello recién lavado. El suave perfume que siempre la envolvía. A ella. Nunca hubiese creído que echaría tanto de menos un simple olor. Ojalá tuviese algo suyo, una prenda, cualquier cosa, que hubiese capturado parte de su fragancia.
Qué tontería.
Si estaba solo como ahora lo estaba, con las olas rompiendo en la playa como único sonido de fondo, todavía podía oírla. Su chasquido de lengua cuando algo le disgustaba. Su voz temperamental y rebelde. Sus silbidos, interpretando la melodía de alguna canción. Ese tono de voz que siempre usaba cuando se ponía sarcástica. Sus susurros en el oído de él. Su respiración, lenta y profunda, cuando dormía. Su risa.
Silencio. Una ola rompiendo en la arena.
Después de haber cerrado los ojos para verla, después de haberse olvidado de respirar para olerla, y después de haberla oído reír, a veces, solo a veces, la sentía. Apenas era un susurro bajo la tormenta, el recuerdo de un sueño olvidado. Un fantasma. Era un hormigueo en el estómago. Un cosquilleo en la comisura de sus labios. Un escalofrío en el cuello.
Aquella vez fue algo distinto: el cosquilleo de una serpiente deslizándose por sus mejillas.
Datsue se incorporó en la arena y desdobló la carta que Aiko le había dejado, a escondidas en su portaobjetos, la última vez que se habían visto. Sus ojos, ávidos por oírla de nuevo, la leyeron por enésima vez.
Su voz sonó clara y limpia en su mente, con un tono que iba cambiando, de más agudo a más suave y profundo, a medida que iba dejando las bromas atrás y se ponía más sentimental. Sintió algo extraño en su pecho cuando leyó un te quiero. Él nunca le había dicho tal cosa. El amor es para tontos, siempre se decía.
Unas gotas de lluvia cayeron sobre el papel. Qué extraño, el cielo estaba despejado.
• • •
Uchiha Datsue deambulaba por las calles de la Villa —antaño Oculta— de las Aguas Termales. Había terminado su misión, una simple escolta en la que no se había producido contratiempo alguno. Y tenía la mente en otro sitio, muy lejos de allí, en la dirección que marcaba su brújula especial.
Aiko seguía sin moverse. Estaba claro, algo le había pasado. Lo sabía desde hacía tiempo, pero había entretenido la mente con otras cosas. La muerte de Koko, novia de su Hermano. El ascenso a jōnin. Incluso —ahora sentía una extraña presión en el pecho cada vez que lo pensaba— había coqueteado con otras chicas. Pero ahora ya no podía contener su cada vez más creciente preocupación.
Si esperaba que alguien apareciese por arte de magia y le revelase el misterio, iba listo. La única carta que tenía era Ayame, pero habían quedado en malos términos, y si aun por encima descubría que era él el responsable de aquellas dos técnicas selladas…
No, estaba solo en aquella batalla. ¿Qué iba hacer? ¿Huir, como siempre hacía? ¿O, por una vez en la vida, plantaría cara a la situación?
Repasó su pasado reciente. En el último año, había dado un salto tremendo. Sus habilidades, su físico y el amplio repertorio de sus técnicas no se podía ni comparar con el crío que era hace un tiempo. Bien sabía que no era fruto de la casualidad. Su fulgurante progreso tenía un inicio, y ese había sido el momento en el que se había hecho amigo de Uchiha Akame.
Datsue nunca había sido el chico más estudioso de clase. Ni el más atento. Ni el más trabajador. Sus hábitos eran pésimos; su constancia, nula. Pero su Hermano le había influenciado, incluso inconscientemente. Sus férreas rutinas de entrenamiento. Su horario de trabajo innegociable. Datsue se había visto arrastrado por él, motivado, sin querer quedarse atrás. Siempre siguiendo su estela.
Quizá ya era hora de adelantarle. De hacer algo grande. De dejar la comodidad de la corriente y crear su propio camino. De averiguar lo que le había sucedido a Aiko por las buenas…
… o por las malas.
—Y esto empieza ahora —se dijo, eufórico. No era la primera vez que estaba tan motivado, pero aquella no se amilanaría. No dejaría que la desidia le corrompiese. Porque, esta vez, tenía un objetivo claro—. Ya mismo —añadió, al posar sus ojos en un dojo que se había encontrado por casualidad.
• • •
Cuando Keisuke entró, pudo constatar dos cosas.
La primera, que aquel dojo carecía de la seriedad y profesionalidad de los que había en el Valle de los Dojos. Para empezar, porque la mitad de éste era un bar. Y parecía la parte importante, pues tanto la barra como las mesas colindantes estaban a rebosar de clientes. El anzuelo, la parte turística, estaba compuesto por un tatami en la mitad derecha, con numerosas y variadas armas para practicar guardadas en una estantería pegada a la pared.
La segunda, que en aquel tatami solo había dos personas. O una, cuando se fijase bien, porque el chico luchaba contra sí mismo. Contra su Kage Bunshin, para ser precisos, en una encarnizada batalla en la que el filo del wakizashi y la naginata no paraba de entrechocarse. Filo que, por otra parte, parecía romo.
Ese chico tenía los ojos rojos por el Sharingan, y su nombre era Uchiha Datsue, si bien todo el mundo le conocía como el Intrépido.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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La fachada era bastante curiosa sí, pero no debía juzgar un libro por su portada, ¿no? Así que sin pensarlo mucho me aventuré al interior de aquel dojo. Sin embargo, al entrar me aseguré que aquel letrero no era más que un vil engaño, a la izquierda se encontraba una barra con un cantinero, las sillas estaban ocupadas, borrachos cantando, levantando el tarro lleno de cerveza espumosa y con su típica cara enrojecida.
"Es temprano para estar ebrio..." Me dije como sí fuese mi deber evaluar el local, realmente no debía importarme, no era mi responsabilidad y legalmente estaba de vacaciones.
Frente a la barra se encontraba el tatami, el único lugar por el cual me había interesado, pero el olor del fondo, el ruido y demás le restaba bastante al ambiente para entrenar, lo positivo del asunto era que tenía un estante lleno de armas, de todo tipo tamaños y formas, algo atractivo para alguien amante de las armas, no era mi caso. Sobre el escenario se encontraba un única persona luchando con su viva imagen, le miré por un par de segundos, como hacía sus movimientos y demás, pero cuando lo noté... Sí, tenía toda mi atención.
"Sharingan"
Ahora que le ponía un poco más de atención a la figura de aquel chico podría decir que se me hacía familiar, le había visto en algún lugar, pero... ¿dónde?
Me volteé hacia la barra, más nadie se había percatado de mi presencia, ¿debía pagar algo por el uso de su área?
"¿Será tan fuerte como Akame?" Recordé aquella cicatriz que había dejado en mi pecho. Suspiré, sí quería ser más fuerte no podía detenerme por un par de heridas...
—Oye!— Hablé más alto de lo normal para que mi voz se hiciera notar por la ambientación de fondo. Caminé mucho más cerca del tatami y me quedé en el margen esperando a que su atención se viese atraída a mi. —Me gustaría entrenar un poco, ¿te importaría?— Directo y conciso.
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Uno de los Datsues —el que empuñaba un wakizashi— desvió la mirada por un breve instante hacia el individuo que le hablaba. Entonces se percató en un detalle que había en él, y bajó la guardia.
—¡Yay! —exclamó el otro, aprovechando la abertura para clavarle la naginata en el estómago. De haber sido un arma normal, le hubiese atravesado de lado a lado, pero aquella punta estaba roma, y tan solo fue un golpe seco y contundente en un punto muy concentrado de su cuerpo, que le hizo tirarse al suelo y doblarse en dos. El Datsue de la lanza rio, mientras le plantaba un pie en el pecho—. ¡Iluso, ¿pensabas derrocar al Intrépido?!
Rio todavía más alto. Luego se dio cuenta que nadie en el puto dojo le estaba prestando atención. Ni un mísero aplauso. Ni un amago de pedirle autógrafos. El resto de la carcajada se le quedó atorada en la garganta.
Sí, estaba allí para entrenar, pero que a uno le subiesen la moral de vez en cuando nunca venía mal.
—Qué poco gusto por el arte —farfulló.
—Olvidas que yo también… —El Datsue que yacía en el suelo tosió. Quería decir algo…—Que yo también soy el In… —… algo que Datsue no le dejó decir. Le remató con otra estocada, que hizo desaparecer al clon en una nube de humo.
Entonces, supo el detalle que le había desconcentrado. Dio media vuelta y lo comprobó con sus propios ojos: la bandana de Amegakure no Sato, en la frente de aquel muchacho de cabellos rojos. También —gracias a que lo había oído su clon— supo lo que había preguntado.
Se quitó el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—Al contrario —respondió, afable—, me vendría bien un compañero de prácticas. Uchiha Datsue —se restregó una mano en el pantalón para quitarse el sudor y la adelantó, para estrechársela al joven—, aunque mis amigos me conocen como el Intrépido.
Había tratado de corregir aquella costumbre, esa actitud infantil y presumida que siempre le hacía presentarse con algún mote exagerado. Lo había intentado desde el momento en que le habían ascendido a jōnin, consciente de la responsabilidad del cargo. Pero había cosas que, sencillamente, estaban en su naturaleza.
—¿Pagaste ya en la barra? —preguntó, amable, no fuese a ser que por error, como le había sucedido a él, pensase que aquello era gratis. Lo cierto era que en una pared, escrito en un cartel bien en grande, estaba el precio por poder entrenar allí. Concretamente, diez ryō por hora. Le hizo un gesto con la mano para que se acercase, y entonces bajó la voz:—. Si le regateas a la chica que hay tras la barra —el joven amejin comprobaría que había una mujer que rozaba la treintena tras la barra, además de un hombre pequeño y calvo que sobrepasaba los cuarenta—, te lo deja en ocho ryō la hora, o diez y una bebida gratis. —Datsue había elegido lo primero—. Pero sé discreto. —Le guiñó un ojo.
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Fue nada más hacer mi vocalización para que uno de ellos se distrajera, el otro tomó ventaja del asunto y quiso atravesar su arma por el estómago, pero por la carencia del filo simplemente fue empujado, dejándolo en el suelo, momento que aprovechó para demostrar su superioridad hundiendo su pie en su mismo pecho y vociferando que él era el intrépido, soltó un ataque de carcajadas que llegó a ser un tanto perturbador, miré hacia la barra, nadie volteó, y el único que estaba ahí para verle y escucharle era yo.
"Supongo que tendré que esperar a que acaba consigo mismo"
El original terminó con el clon con una última estocada, antes de que se levantase y la batalla continuase, cosa que agradecí. Aunque lo que ocurrió luego fue un tanto incómodo, aquellos ojos se posaron sobre mi escudriñándome, entonces empezó a caminar hacia mi mientras retiraba el sudor de su cara, mis ojos visualizaron bien su Sharingan, era, si mal no recordaba, idéntico al de Akame.
—Al contrario, me vendría bien un compañero de prácticas. Uchiha Datsue —Manifestó con cierta amabilidad mientras se limpiaba la mano en el pantalón para luego estirarla hacia mi.—, aunque mis amigos me conocen como el Intrépido.
—Un gusto, yo solo soy Inoue Keisuke, no me conocen por nada más jeje.— Admití con una sonrisa graciosa y estiré mi diestra para que nuestras manos se encontrasen. "El intrépido, ha de ser muy valiente, o muy cobarde, y por como lo presume debe ser lo primero."
Miré hacia la barra y busqué con la vista a alguien que estuviese encargado del tatami, pero nadie parecía estar al tanto de mi presencia ahí, entonces simplemente negué con la cabeza, pero luego Datsue me indicó dónde podría ver el cartel con el coto por hora del mismo. Me acerqué al ojirojo a escuchar sus palabras. —¿Regatear?— Murmuré un poco confuso. —Bueno, la idea de una bebida gratis no está mal, con el calor que hace aquí...
Caminé hacia la barra y entonces encontré a la chica que había dicho Uchiha, y muy cerca de ella estaba un calvo con cara de pocos amigos, esperé un poco y llamé la atención de la chica. Después de un par de minutos retorné hacia donde estaba mi nuevo compañero de combate, con una bebida fría en mi siniestra. —Gracias.— Levanté el vaso cuando le agradecí y entonces di un trago, un gran trago y sentí aquel fluido frío y un tanto amargo, no terminaba de acostumbrarme al sabor del licor, lo único reconfortante era que estaba realmente helado.
—En cuanto termine esto empezamos.— Me tomaría mi tiempo bebiendo aquel vaso, después de todo aún sentía en mi cuerpo el calor del sol de afuera.
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«¿Keisuke? Ese nombre me suena… ¿Del torneo, puede ser?»
No recordaba haberle visto luchar. Quizá porque había perdido en las primeras rondas, como él. Fuese como fuese, las cosas estaban saliendo tal y como quería. Con el simple detalle de ayudarle a ahorrarse unos ryōs, el Uchiha esperaba caerle simpático. Ganarle, poco a poco, la confianza. Y luego…
—En cuanto termine esto empezamos.
—Estupendo, estupendo. No hay prisa —respondió, todavía con esa amabilidad y gentileza que tan poco le solía caracterizar—. ¿Qué te parece si hacemos un combate de tres rondas? —propuso—. En cada ronda, luchando con un arma distinta. Para darle variedad al asunto —explicó.
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Bebí con calma y lentitud aquella bebida mientras escuchaba la propuesta de Datsue. —Las armas no son mi fuerte, pero daré mi mejor esfuerzo.— Admití, aceptando el plan de combate que proponía.
Ahora que me encontraba un poco más calmado y a gusto, me tomé mi tiempo para detallar un poco más a mi contrincante, me había dejado llevar tanto por el hecho de que tuviese el sharingan que ignoré por completo la placa metálica que lo acreditaba como jounin de Uzu, de la sorpresa mi ojos se abrieron más de lo normal.
"Y bien, andas retando a jounin del espiral, a combate con armas... Que bien, que bien" Me recriminé mentalmente.
—No sé sí se percató, pero tengo que hacerle una solicitud.— Expresé con un tono un tanto serio. —Yo soy un genin, y usted un jounin, agradecería mucho sí tiene eso en mente cuando nos enfrentemos.— Expliqué brevemente y luego descubrí mi pecho para que él viese una cicatriz diagonal que lucía mi tórax. —Fue en un entrenamiento, la persona con quién combatía se emocionó un poco y bueno...
Bebí todo lo que quedaba en el vaso, agarré un cubo de hielo, o lo que quedaba de él, y lo introduje en mi boca para luego dejar que se deshiciera en mi lengua. Dejé el recipiente en el suelo y me quité las sandalias, luego caminé por todo el tatami y dejé mi mochila y la sombrilla en el otro extremo, alejado de la barra, por precaución.
—Estoy listo.— Anuncié y me acerqué a las armas.
"¿Qué voy a usar?" Dudaba mientras veía cada una de las armas disponibles.
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Cuando Keisuke se excusó en la diferencia de rangos para que Datsue no se sobrepasase en el combate, el Uchiha no pudo hacer más que sonreír con inocencia.
—Tranquilo, Keisuke-san, las armas no tienen filo. No debería haber demasiado peligro. —Un mal golpe en el ojo y podías quedarte sin él, pero por el resto… No debería haber problema—. Además, los rangos no determinan qué tan bueno eres en combate. Al menos, no en Uzushiogakure no Sato. Un jōnin lo es por méritos y por esto —dijo, señalándose la sien. ¿Por cuál de las razones había ascendido Datsue? Estaba claro que, por más que le pesase, no era por su cabeza. Había suspendido el examen práctico a chūnin, nada menos, y no por falta de destreza en combate, sino por malas decisiones—. ¿Puedo preguntarte quién te dejó esa cicatriz, si no es mucha indiscreción? —preguntó, en referencia a la línea en diagonal que tenía en el pecho.
Luego, se colocó a mitad del tatami con su naginata, tomándola con ambas manos. Quería probar qué tal se manejaba con aquella lanza contra un adversario real. Keisuke, por otra parte, repasó las armas que había en la estantería pegada a la pared. Lo cierto era que, pese a ser un dojo no muy profesional, había una variedad impresionante. Todas las armas de filo que se podía imaginar estaban allí. Incluso armas contundentes —salvo martillos de guerra—, como bokkens, nunchakus o tonfas.
—Cuando quieras —anunció Datsue, ya en posición.
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Y entonces recalcó lo obvio, las armas no tenían filo, era algo que ya sabía pero que seguramente había olvidado con facilidad al verme intimidado por la placa que portaba en el pecho.—Claro...— Dije sin convencerme del todo, no obstante, no pude evitar ver sus ojos cuando señaló su sien, era evidente a lo que se refería. —El sharingan.— Murmuré.
"Y quiere hacerme creer que no es tan bueno, es jounin y de paso Uchiha". Repasé mentalmente. "Akame era un genin, así que él debe estar muy por encima".
—¿Eh?— La pregunta me había tomado por sorpresa. —Claro, fue un colega tuyo, un genin, que también tiene el sharingan, Uchiha Akame.— Manifesté sin ninguna preocupación. —Seguro debes conocerle, son del mismo clan y de la misma aldea, así que es un tiro al piso.— Me atreví a decir.
Me tomé mi tiempo para elegir que arma usaría, incluso llegué a agarrar el bokken, era familiar usarla y lo mejor era ir por lo seguro, pero luego vi la cadena con los contrapesos y tenía una duda, ¿el kusari o la espada de madera?
—Vamos a ello.— Aseguré mientras en mis manos estaba la cadena metálica, con la derecha agitaba los contrapesos con un movimiento circular; mis rodillas estabas semiflexionadas y mis sentidos agudizados.
Datsue abandonó su posición marcial por un instante. ¿Keisuke había combatido contra su Hermano? No sabía si tomar aquello como algo bueno o algo malo.
—Sé quién es —reconoció al momento—, aunque yo le conozco como el Profesional. Ahora es jōnin —le informó—. Uno de los más jóvenes en conseguir el rango. —Cualquiera que no conociese bien a Datsue, pensaría que estaba elogiando a su Hermano. Tirándole una flor de forma desinteresada. Nada más lejos de la realidad. Él se elogiaba a sí mismo de forma indirecta, pues era ocho meses más joven que su compadre.
«Así que mi Hermano le ganó…», pensó, y más que un alivio, le supuso una carga. Una presión. Porque si fallaba, si perdía ante aquel chico, significaría que…
Sacudió la cabeza, quitándose aquellos pensamientos de la cabeza. Debía concentrarse si quería ganar aquella batalla. Su adversario se había decantado finalmente por un kusari, cosa que le incomodó. Jamás se había enfrentado a alguien portando aquel tipo de arma, tan distinta a las habituales katanas.
«Empezaré probando sus reflejos…»
Datsue pasó de cero a cien en un instante. Adelantó un pie, sus brazos se estiraron de golpe y lanzó una estocada mortal al pecho de Keisuke. Y otra, esta vez al cuello. Y otra, al muslo derecho. Tres picotazos fluidos y precisos, sin ningún tipo de descanso entre ninguno de ellos.
200/200
–
262/270
–
reg. dividida
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Sharingan activado
–
¤ San Tomoe no Sharingan ¤ Ojo Giratorio de Tres Aspas - Tipo: Apoyo - Rango: S - Requisitos: Uchiha 60 - Gastos: 18 CK (divide regen. de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:Percepción+18 - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: -
Los iris del usuario se vuelven de color carmesí, y alrededor de sus pupilas surgen tres aspas negras que giran hasta formar un trío en una circunferencia imaginaria. Este estado del Sharingan se considera el más avanzado en su forma básica.
El Sharingan le da color al chakra, y permite distinguir su composición elemental. El usuario puede ver el flujo del chakra de otros seres vivos como un manto, con suficiente precisión para detectar si tiene mucho o poco chakra (CK actual) o si ese chakra es débil o poderoso (mide aproximadamente el Poder), pero no con la suficiente para detectar movimientos de chakra dentro de un oponente si no hay una técnica activa. El Sharingan puede ver el chakra de las técnicas activas: las que afecten al interior de un ser vivo o las que ya se encuentren en el exterior de un oponente, pero no antes de que se hayan formado. Puede detectar si alguien está siendo afectado por una técnica ilusoria.
La percepción visual del usuario goza de un gran estímulo, volviéndose muy sensible al movimiento. El Uchiha puede leer labios con extrema facilidad o imitar movimientos tan sutiles como los de la escritura, escribiendo lo mismo que alguien a quien está observando. En combate, el clan utiliza esta destreza para seguir con claridad los movimientos físicos (y no de técnicas, importante) de un oponente y de sus extremidades en el Taijutsu, y para leer con claridad los sellos manuales que realiza. Si y sólo si el usuario conoce la técnica que va a utilizar, puede anticipar una respuesta (hay muchas técnicas con secuencias de sellos similares o iguales. En este caso, el Uchiha no tiene manera de saber qué va a hacer el oponente). El Tres Aspas hace que el Uchiha pueda predecir dónde va a encajar un golpe de Taijutsu mediante la lectura de las tensiones en los músculos del cuerpo del oponente, dotándole de cierta capacidad predictiva. Cabe destacar que aunque el usuario sea capaz de percibir un movimiento, necesita las capacidades físicas y de reacción para poder responder ante él.
La habilidad para leer los movimientos del Sharingan le otorga al usuario la capacidad de copiar los sellos de una técnica de Ninjutsu o de Genjutsu (o los movimientos de una técnica de Taijutsu) que no dependa de una facultad personal para ejecutarla al mismo tiempo que el oponente o registrarla en su repertorio (hasta un máximo de tres técnicas). Se pueden imitar evolutivas, pero no registrarlas. Para copiar una técnica se debe de tener su requisito convertido a la facultad Uchiha.
El Sharingan le permite al usuario distinguir técnicas como los clones simples (no los generados por la técnica Kage Bunshin no Jutsu) de un usuario real, y ver a través de la técnica Henge no Jutsu.
El Sharingan de Tres Aspas es capaz de penetrar y romper los Genjutsus sensoriales, y de ver a través de las imágenes creadas por los Genjutsus ambientales.
Alterador (El Reflejo del Alma): Debido a la visión otorgada por el Sharingan, Datsue puede percibir los detalles más sutiles del lenguaje corporal de las personas, e incluso la más leve contracción muscular (incluida la pupila). Gracias a esto, ha desarrollado la habilidad de deducir con elevado grado de precisión cuando una persona le está mintiendo.
Para que dicha habilidad surja efecto, Datsue deberá tener mayor Percepción que el Carisma de su objetivo. Cuanta mayor sea la diferencia, más fácil le resultará discernir entre la verdad y la mentira.
Aquí ponga la Naginata modificada. Solo hace cortes superficiales, y si da una estocada de lleno hace el mismo daño que un golpe con la vaina o mango.
- Tipo: Arma de filo - Requisitos (dos manos): Destreza 35, Fuerza 30 - Requisitos (una mano): Destreza 50, Fuerza 40 - Precio: 1250 ryos - Daño: 25 PV/golpe con mango, vaina o estocada, 15 PV/corte superficial - Efectos adicionales: -
Lanza japonesa tradicional, consistente en un bastón de 1'5 metros de largo que posee una cuchilla estilo katana en la punta, de 40 cm de longitud. La versión estándar de la Naginata es grande y suele usarse más eficientemente con ambas manos, aprovechando tanto los golpes del bastón como los cortes y punzadas de la hoja.
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—¿El profesional? Repetí, ¿acaso todos los Uchihas tenían apodos? —¿¡JOUNIN!?— Vociferé sin poder disimular mi asombro. —Pero... Hace poco lo vi, entrenamos juntos... Era genin...
Aquella noticia sí que me había tomado desprevenido, Uchiha Akame había abierto la brecha que nos separaba de una manera considerable, a esa velocidad que se movía no podría siquiera seguirle los pasos, a final de año ¿qué sería? ¿Kage? No sería de extrañar que falleciera el actual Uzukage y él se hiciera con el sombrero, era algo tan difícil de creer y aceptar... Era asombroso.
"Cuan rápido cambian las cosas..."
Y así como yo me había quedado estupefacto, Datsue al parecer se sumió en sus pensamientos también, pero cuando le vi sacudir su cabeza supe que el enfrentamiento comenzaría, por lo que no podría distraerme, después de todo estaba frente a un jounin, no podía bajar la guardia.
En el momento en que el ojirojo se desplazó, yo tenía la cadena en mi mano haciéndola girar, y cuando sentí que la actividad empezaría, usaría mi estrategia. Esquivé el ataque moviendo mi tronco a la derecha y lancé el contrapeso hacia la lanza, pero exactamente a la mano con la cual mi contrincante sostenía el arma, el metal terminaría por enredarse en su extremidad evitando que realizara los próximos ataques ya que cuando éste fue prisionero de mi látigo de hierro realicé tensión con ambas manos, disminuyendo la calidad de sus movimientos.
Imaginé que como era jounin tendría grande habilidades y demás, por lo que aprovecharía esa oportunidad para hacer uso de mi inusual fuerza y atraerlo a voluntad hacia mi y luego estampar un puñetazo cargado de energía, un golpe dirigido a su mejilla, que de acertar debería ser lo suficientemente potente como para alejarlo de mi un par de metros.
¤ Ōkashō ¤ Impacto de la Flor de Cerezo - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Iryō-Nin 10 - Gastos:
12 CK
(Iryō-Nin 20) (multiplicable x2)
(Iryō-Nin 40) (multiplicable x3)
(Iryō-Nin 60) (multiplicable x4)
(Iryō-Nin 80) (multiplicable x5)
(Iryō-Nin 100) (multiplicable x6)
- Daños: +20 PV al daño por taijutsu básico - Efectos adicionales:(Irō-Nin 100) En la forma activa o liberada del Sōzō Saisei, el usuario puede coger chakra de la reserva y gastar 0.6*X CK para causar X PV extra (máximo total de daño: 300 PV) - Sellos: - - Velocidad: - - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo, el golpe causa daños en 4 metros a la redonda
Aunque algunas personas ven a esta técnica como un tipo de "fuerza sobrehumana", en realidad no es más que una aplicación del Ninjutsu médico que requiere de una gran capacidad de concentración y un minucioso control del chakra. El usuario moldea una gran cantidad de chakra en el interior de su cuerpo y después lo concentra en una de sus extremidades. Este se libera en el momento del impacto, causando un gran daño. Depende, sobre todo, de la cantidad de chakra utilizado; aunque los ninjas más experimentados son capaces de concentrar toda la energía en la yema de uno de sus dedos. Cuando el suelo se ve afectado por la técnica, este es pulverizado en pequeñas piezas que se dispersan como si de pétalos de flores se trataran, de ahí el nombre de la técnica.
¤ Kusari - Tipo: Arma contundente - Requisitos: Destreza 25 - Precio: 500 ryos - Daño: 20 PV/golpe, 10 PV/caída - Efectos adicionales: Se ata a los pies o armas de un rival y lo derriba, o se adhiere a un arma de otro tipo para usarla en conjunto con ella
Se trata de una simple cadena metálica de tres metros de longitud con uno o dos contrapesos, que puede lanzarse al rival a una distancia de cinco metros o utilizarse para golpear. La cadena se enrosca en sus pies o en sus brazos y los contrapesos hacen que caiga al suelo; el oponente tardará unos segundos en zafarse de la cadena. El usuario puede adherir la cadena a varios tipos de arma para usarla a distancia o para evitar perderla.
Con aquel simple ataque, Datsue pudo constatar dos cosas. La primera, que su oponente era rápido y se movía bien, aunque no creía que más que él mismo. La segunda, que era de mente ágil. Aquello último era algo menos entrenable. O se nacía con ello o no se nacía, y Keisuke lo tenía. Lo supo en el momento en que, tras evadir el primer ataque, lanzó su contrarréplica sin siquiera pensarlo. Directo al punto débil. A la única abertura que había mostrado.
Un movimiento inteligente, rápido y… predecible. Predecible siempre y cuando uno tuviese el Sharingan de su parte, claro, capaz de telegrafiar el giro de muñeca e intuir, antes incluso de que llegase, que aquel kusari iba directo hacia la mano —la más adelantada— que sostenía el naginata.
Datsue levantó el brazo justo a tiempo y dejó que la cadena se envolviese en la lanza, la cual sostenía todavía con su mano más atrasada. Entonces, notó el tirón. Un fuerte y brusco tirón que arrastró a la lanza y a él detrás. O, más bien, se dejó arrastrar. Porque, y aunque Uchiha Datsue nunca se había caracterizado por una gran musculatura, supo en aquel instante que tenía más fuerza que eso. Y con diferencia.
—¡Uou! —exclamó, haciéndose el sorprendido y vulnerable, mientras soltaba la lanza y se iba hacia adelante.
«¡Ahí viene!». El puñetazo que le mandaría a la lona de recibirlo de pleno. Seguramente, si en verdad hubiese perdido el equilibrio, le habrían partido la boca en aquel instante. Literalmente. Pero, por suerte, no era el caso.
—¡Yai! —Datsue desvió aquel puñetazo todavía más hacia la izquierda con un repentino toque de mano en el antebrazo de Keisuke, al mismo tiempo que bajaba la cabeza y se desplazaba hacia la derecha para esquivarlo en el último instante. Aprovechando la inercia del movimiento, y que ambos cuerpos iban en direcciones opuestas, lanzó un rodillazo en la boca del estómago de su oponente. Acto seguido, y tras dar un paso atrás, lanzó una patada a la muñeca de su adversario, la que sostenía el kusari, tratando de desarmarlo.
La cadena terminó por enredarse en el palo de la lanza, lejos de su mano, cosa que no me sorprendió, estaba entre las posibilidades, pero no por ello no aprovecharía aquella oportunidad, tiré del metal y él terminó por ceder ante mi esfuerzo, todo estaba transcurriendo como quería, hasta los momentos; fue en el instante en que mi puño debía golpear su pómulo en que todo cambió, Datsue terminó por desviar mi ataque con una sencilla palmada hacia afuera.
Fue en ese preciso momento en que el pelinegro empezó su ofensiva, sentí una presión en el abdomen que me hizo retroceder, pero no por ello quité mis ojos del ojirojo, vi como su extremidad inferior se tensaba y se acercaba potente al encuentro con mi mano, por lo que lo más rápido que pude hacer fue bloquear el golpe con mi antebrazo derecho. Usé esa nueva oportunidad que me brindaba Uchiha para con mi siniestra hacer un agarre al nivel del tobillo y deslicé la diestra hasta que mi palma tocó su talón para luego hacer un movimiento de brusco de la misma buscando que éste perdiese la estabilidad y terminase cayendo al suelo.
De encontrarse mi rival en el suelo me tiraría sobre él, con la cadena en ambas manos, usaría el metal para apresar su cuello, dificultando cada vez más el flujo sanguíneo. —Ríndete.— Ordené mientras mantenía la presión.
¤ Kusari - Tipo: Arma contundente - Requisitos: Destreza 25 - Precio: 500 ryos - Daño: 20 PV/golpe, 10 PV/caída - Efectos adicionales: Se ata a los pies o armas de un rival y lo derriba, o se adhiere a un arma de otro tipo para usarla en conjunto con ella
Se trata de una simple cadena metálica de tres metros de longitud con uno o dos contrapesos, que puede lanzarse al rival a una distancia de cinco metros o utilizarse para golpear. La cadena se enrosca en sus pies o en sus brazos y los contrapesos hacen que caiga al suelo; el oponente tardará unos segundos en zafarse de la cadena. El usuario puede adherir la cadena a varios tipos de arma para usarla a distancia o para evitar perderla.
Pese a que en principio aquel iba a ser un combate de kenjutsu, ambos habían pasado rápidamente al taijutsu, donde seguramente los dos se encontraban más cómodos y familiarizados. Su pie, tras impactar en una poderosa patada, no regresó al suelo. Algo se lo impidió. Una mano, que como una trampa para osos se aferró a su tobillo.
Tal y como había hecho Keisuke antes, Datsue reaccionó al instante. Sin pensar. Saltó con su pierna libre, usando la mano de Keisuke —que ahora se deslizaba hacia su talón— como punto de apoyo, y mientras giraba el cuerpo en el aire descargó otra tremebunda patada en la mejilla del contrario aprovechando el impulso. Antes de que le tirasen, él mismo se tiraba al ataque.
De haber acertado y tener el pie libre por el golpe, caería de puntillas y daría dos rápidos saltos hacia un lado, alejándose de Keisuke y poniendo tierra de por medio.
—¡Nada mal! —exclamaría el Uchiha, ya entre algún jadeo—. Los amejines os tenéis vuestra fama merecida.
Si alguno de los dos combatientes desviase la mirada hacia la zona del bar, comprobaría que habían captado la atención de un par de clientes, que ahora miraban el combate con cierto interés. No tanto como mostraban por la jarra de cerveza que tenían entre las manos, desde luego, pero algo era algo.
Lejos de lograr mi cometido, Datsue realizó aquello que yo mismo hubiera hecho y para ello sí que no tenía respuesta, no sabía como reaccionar porque en el fondo me mentía pensando en que no iba a suceder, cosa que no era mas que un vil autoengaño.
Uchiha se apoyó con su otra pierna y por la inercia lanzó senda patada hacia mi rostro, mi mejilla fue agredida y solté el agarre del ojirojo, no sin caer sobre mi glúteos por aquella ofensiva; éste cayó de pie, demostrando que aún estaba prácticamente fresco como una lechuga.
Me incorporé mientras pasaba el dorso de mi diestra por mi mejilla enrojecida. —Gracias, aunque no sabía que teníamos fama.— Entonces me percaté de que los borrachos de la barra habían dejado de cantar entre ellos, no todos, pero ahora teníamos una pizca más de atención.
—¿Esta sigue siendo la primera ronda o ya terminó?— Dije confuso. —Creo que ganaste.— Sin embargo, aún tenía las cadenas en mis manos, estaba esperando a que dijese algo confirmatorio, pero no estaba seguro de querer cambiar de arma.
¤ Kusari - Tipo: Arma contundente - Requisitos: Destreza 25 - Precio: 500 ryos - Daño: 20 PV/golpe, 10 PV/caída - Efectos adicionales: Se ata a los pies o armas de un rival y lo derriba, o se adhiere a un arma de otro tipo para usarla en conjunto con ella
Se trata de una simple cadena metálica de tres metros de longitud con uno o dos contrapesos, que puede lanzarse al rival a una distancia de cinco metros o utilizarse para golpear. La cadena se enrosca en sus pies o en sus brazos y los contrapesos hacen que caiga al suelo; el oponente tardará unos segundos en zafarse de la cadena. El usuario puede adherir la cadena a varios tipos de arma para usarla a distancia o para evitar perderla.