Nivel: 32
Exp: 71 puntos
Dinero: 4420 ryōs
· Fue 30
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· Vol 60
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Cuando Ichiro se giró hacia ella, no le pasó desapercibido el hecho de que respiraba de manera acelerada, como si hubiese puesto una cantidad de energía en aquel brutal ataque. Sin embargo, lejos de responder a su pregunta, se quedó mirándola durante unos tensos segundos y después dirigió un murmullo al viento que no logró comprender.
—¿Cómo dices? No te he oído... —murmuró, ladeando ligeramente el rostro.
Pero, nuevamente, no encontró una respuesta. El chico se dirigió al bandido, que ahora yacía inconsciente en el suelo, y se puso a rebuscar en sus bolsillos. Ayame no pudo evitar torcer ligeramente el rostro cuando observó que no sólo tomaba el dinero que le habían robado, sino algunas monedas sueltas más.
—No deberías hacer eso... —al final no logró contener su lengua por más tiempo—. Con recuperar tu dinero es suficiente, no tienes por qué convertirte en alguien como ellos.
Aún así, debía admitir que tenía razón. Era probable que los compinches del bandido hubiesen pedido ayuda, y aún en el caso de que no lo hubieran hecho, el grandullón podría llegar a despertar en cualquier momento.
—Está bien —asintió, y en cuanto su acompañante hizo mención al ramen, los ojos de Ayame se iluminaron repentinamente—. ¡Un ramen! ¡Qué gran idea, creo que conozco el sitio perfecto!
Sin perder un instante, salió del callejón para entrar en la gran avenida por la que había venido persiguiendo al chico. Sus pasos eran seguros, sabía perfectamente dónde le estaba conduciendo, y al cabo de unos cinco minutos se introdujo por una callejuela más discreta pero increíblemente acogedora. Un sutil aroma comenzaba a inundar el aire, y Ayame sintió que el estómago le gruñía en respuesta.
—Por cierto... creo que no recuerdo bien tu nombre... —le dijo repentinamente, con una sonrisa nerviosa pintada en sus labios—. ¿Era... Pinchiro?
- Ah! Vamos!, que el tiempo es oro y yo solo le estoy cobrando el que me hizo perder.- dijo el muchacho tomando una postura de ojos cerrados y brazos cruzados, respondiendo de una forma picara al rezongo de Ayame.
Por suerte su invitación a un ramen fue bien recibida por su compañera, que acepto bastante emocionada por lo que reflejaba su rostro. Aprovechando la euforia, quiso agregar algo más –Bien, cuando quieras vam.- Ichiro se tuvo que detener abruptamente, mientras quedaba con el dedo índice levantado, se había volteado hacia la muchacha, más bien, al lugar donde se encontraba, cuando abrió los ojos en mitad de sus palabras, se dio cuenta de que no estaba más allí, había salido caminando muy rápido por el callejón y corrió detrás para alcanzarla, hasta que finalmente pudo ponerse a la par, soltó un suspiro grande, mientras estaba un poco encorvado de la fatiga que había sentido, por la corrida repentina realizada para alcanzar a Ayame, está casi no lo había notado y se dirigió hacia él como si siempre hubiera estado acompañándola.
Pero solo pudo llevarse la mano a la frente mientras la bajaba arrastrado su cara que asomaba con indicios de frustración. En fin, no la culpaba poco lo conocía, así que volvió en sí y exclamo con voz alta
- Soy Ichiro, Hozuki Ichiro.- afirmo mientras señalaba a su pecho con el pulgar – Mis amigos me dicen Ichi.- se puso erguido cerro los ojos, llevo sus dos manos a la cabeza y embozo una sonrisa mostrando los dientes afilados –Pero tu desde hoy me puedes decir el destrozador de ladrones.- unos ruidos nasales y risas interiores acompaño el final de la frase, mientras el olor a cocción de los diferentes ingredientes de la comida los iba arrastrando hacia el lugar, casi con solo olerlos Ichiro podía saborearlos en su boca, la cual se inundó de saliva
– Yo ya sé quién eres tú, eres Ayame, te conozco porque eras un blanco fácil de los matones de la escuela, bueno por lo que veo sigues siendo.- Ichiro soltó una pequeña risa macabra después de su chiste de mal gusto. –Nah que era broma.- Así era él, fanático de los chistes tontos que hacían enfadar a las personas. -Pero el truco de desaparecer en agua si quiero saber cómo lo hiciste.- acoto poniendo un poco más serio, ya casi llegaban al lugar de comidas.
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25/09/2015, 18:57
(Última modificación: 27/10/2015, 18:43 por Aotsuki Ayame.)
Una sonrisa nerviosa asomó a los labios de Ayame, que no parecía haberse dado cuenta de que se había dejado olvidado el paraguas en el callejón donde habían sido atacados y la lluvia caía sobre ella como una suave caricia por su rostro y su cuerpo.
—¡Ah! ¡Es cierto, discúlpame, Ichiro-san! —exclamó, pese al indicativo del disminutivo que le había dado, y se llevó la mano a la nuca. Sin embargo, sus ojos se habían ensombrecido un tanto.
«Es un Hōzuki...» Un escalofrío recorrió su espina dorsal. En aquellos momentos, su mente estaba muy lejos de allí, recordando aquella noche... Quizás fueron aquellas angustiosas memorias las que le impidieron escuchar la broma de Ichiro, y no respondió a ellas siquiera con una sonrisa.
La sacó de sus pensamientos con una nueva intervención, una que no le hizo demasiada gracia. Ayame se llevó la mano a la frente en un gesto inconsciente, asegurándose de que la bandana seguía firmemente atada a aquel lugar. No encontró las palabras adecuadas con las que responder que no fuera un débil balbuceo, por lo que prefirió seguir guardando silencio. Bien sabía que había sido una inocente broma, pero aquel hecho no la hería menos.
Lo que sí le interesaba a Ichiro era descubrir cómo había desaparecido de aquella manera en el agua, y Ayame ladeó ligeramente la cabeza, sopesando las posibilidades.
«Si es un Hōzuki debe saberlo a la perfección... Pero quizás debería ser discreta...»
Para aquel entonces habían llegado a la puerta de un discreto puesto de ramen, y Ayame se había detenido de manera abrupta ante ella. El local estaba iluminado con farolillos clásicos y, en contraste, unas enormes luces de neón sobre el techo que rezaban "Udon Ramen". El inconfundible aroma provenía de su interior, donde apenas unas pocas personas degustaban sus platos con el único ruido del sorbo del caldo.
—Una simple técnica de Suiton —se encogió de hombros, indiferente. Había visto a su padre y a su hermano ejecutar centenares de veces aquella burda imitación del verdadero Suika no Jutsu, sobre todo para burlar su atención durante los entrenamientos. Para ojos ajenos, no había una gran diferencia entre una técnica y otra, pero para alguien que lo conociera de verdad...
Ayame se removió en el sitio, evidentemente incómoda. No podía dejar de pensar en los Hōzuki que habían irrumpido en su casa aquella noche. ¿Y si Ichiro era uno de ellos? No estaba a salvo, y debía acabar con aquello cuanto antes.
—¡Ay, qué cabeza la mía! Acabo de acordarme de... de... ¡de que se me ha olvidado una cosa muy importante que no puede esperar!
Se dio media vuelta, sin tan siquiera aguardar una respuesta por parte de su acompañante. Y como una gacela saltó encima de un edificio próximo y no tardó en perderse en la cortina de lluvia.
«Esta mañana no llovía...» Ahora la que tenía miedo era ella.
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