Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La noche había caído hacía un rato, y las diurnas bulliciosas zonas de Tanzaku Gai se iban vaciando de la mayor parte de sus transeútes para depositar aquel flujo de personas y dinero en los barrios de fiesta, karaokes, clubs de alterne y bares de la ciudad. Como una réplica a pequeña escala del cielo oscuro y despejado en aquella noche de Primavera, algunas calles de la gran urbe se sumían en una tenue penumbra mientras que otras encendían todo tipo de luces, neones brillantes y carteles decorativos para indicar hasta al menos avispado, hacia dónde conducía el particular sendero de baldosas amarillas de la noche tanzakueña. Al amparo de la nocturnidad, la música y el alcohol, las diferencias se diluían y dejaban paso a la diversión. Grupetes de jóvenes con ganas de pasarlo bien iban de un bar a otro, deteniéndose —algunos— en cualquier karaoke que encontraran en el camino. Hombres y mujeres de todas las edades —e incluso algún menor, si el dueño del local en cuestión no tenía demasiados escrúpulos en su haber— probaban suerte en la plétora de casinos, salas de juego y demás lugares de sanísimo ocio y despilfarro al sonido de un "cling". Cuando quedaban irremediablemente arruinados, se iban al bar más cercano a compensar las penas y encontrar consuelo en el fondo de algún vaso. La simbiosis perfecta del mundo de la noche que mantenía buena parte de la economía local activa y bien engrasada en Tanzaku Gai.
Ignorante de quienes disfrutaban de la noche —y nada más lejos de ello—, un joven de complexión flacucha, piel aceitunada y pelo desgarbado que le caía hasta los hombros se encontraba, sin más remedio, en un buen aprieto. Su cuerpo maltrecho estaba aplastado contra la pared del callejón, y las sombras que proyectaban las pocas luces del lugar en los rostros de sus asaltantes no le impedían hacerse una idea de quiénes eran, y de qué querían. El muchacho ni siquiera había encontrado las fuerzas para resistirse, algo colocado como estaba todavía, cuando se le habían echado encima por sorpresa al entrar en la callejuela.
—¿Dónde está la puta pasta, hermano? —exigía saber uno de los hombres, un tipo alto y delgado en cuyo cinto destellaba el filo de un arma—. ¿Te crees que puedes aprovecharte de la amabilidad del Dedo Amarillo como si fueses el puto rey de la ciudad? ¿Eh? ¿Es eso, pedazo de mierda? ¿¡Es eso!?
El tipo le descargó una patada cargada de desprecio al jovencito pordiosero, que éste aguantó con envidiable estoicismo. Luego fue su acompañante, bajito y ancho de hombros, quien tomó la palabra.
—Cálmate Ashi. Estoy seguro de que nuestro buen Calabaza tiene el dinero que le debe al Dedo Amarillo, ¿verdad, Calabaza? —inquirió, crujiéndose los nudillos. Su voz, al contrario que la de su compañero, que se asemejaba a un chispazo electrizante y frenético, evocaba el cauce de un río. Sereno, pero implacable. Imparable, capaz de erosionar hasta la roca más dura.
—Yo... Yo... No tengo... Nada... —respondió el aludido, encogiéndose como un recién nacido—. No tengo nada, Ushi, te lo juro tío... Te lo juro, dame un par de días más, ¿vale? Sólo dos días más, venga, joder...
La respuesta no pareció contentar a ninguno de los dos cobradores. Mientras que Ashi —el alto— se removía en su sitio, impaciente, Ushi arqueaba una solitaria ceja.
—Eso no es lo que acordamos, Calabaza. Incumplir un acuerdo honrado es faltar al respeto... Y ya sabes que al Dedo Amarillo no se le puede faltar al respeto —como si aquellas palabras fuesen una sentencia de muerte en firme, Ashi desenvainó la wakizashi que llevaba colgando del cinturón—. ¡Déjame hacerlo, Ushi! ¡Déjame hacerlo a mí, joder, me cago en todo! ¡Estoy deseando!
El bajito fortachón dedicó una mirada molesta a su compañero, claramente irritado por su actitud tan poco profesional. Ellos eran sicarios a sueldo, cobradores de deudas del Dedo Amarillo, pero eso no suponía una excusa para comportarse como un bruto. Tras unos segundos de deliberación interna, Ushi asintió.
—Está bien, pero hazlo limpio. No quiero que se me manche la camisa, que es nueva.
Ashi apenas pudo contener un saltito de alegría, y con la wakizashi en una mano, alargó uno de sus brazos —finos como cañas de junco— para agarrar la muñeca del joven pordiosero y obligarle a extender la palma de la mano.
—¡No me mires así, Calabaza-san! Míralo por el lado positivo... ¡Todavía te quedarán nueve dedos más! —aulló, riendo como una hiena.
Uchiha Akame notaba cómo el corazón le latía a mil pulsaciones. «Podría... Podría hacerles frente, podría vencerlos a los dos... ¿No? Yo... Yo debería poder hacerlo... ¿No es cierto?» No, claro que no podía. Él ya no era El Profesional, ya no era un jōnin de Uzushiogakure no Sato. Ya no era el Campeón del Torneo de los Dojos, el Hermano del Desierto, el jinchuuriki de Shukaku. Ahora sólo era un miserable yonki más pobre que las ratas. Y por alguien así no merecía la pena hacer el esfuerzo.
Entonces, de repente, por el rabillo del ojo captó dos figuras recortándose contra las luces de la calle principal. Estaban pasando junto a la entrada del callejón. Su salvación. Sin pensarlo dos veces, Akame —o Calabaza, como le llamaban en los bajos fondos de Tanzaku Gai— hizo acopio de todo el aire que sus pulmones podían contener y de toda la fuerza de voluntad que su débil espíritu era capaz de reunir, y gritó.
— Oye, tío, ¿estás seguro que es aquí lo del torneo eso de... boxeo?
Y por cosas como esas seguía siendo un estúpido e infravalorado genin. Porque no era la primera vez que hacia ese tipo de cosas en vez de hacer lo que debía hacer: trabajar para la aldea. En aquella ocasión fui engañado por Daigo, aquel peliverde de Kusagakure, también gennin. Nos llevábamos bien desde el Torneo de los Dojos y por ello, bueno también por su insistencia, acepte la invitación de viajar hasta Tanzaku Gai para presenciar el que según él era un famoso torneo de boxeo. En aquel tipo de eventos no importaba el chakra, tan solo tener un buen par de bíceps y unos nudillos a prueba de hostias como panes. Aquello no era lo mío, claramente. Pero para el peliverde sí.
— Osea, quiero decir, ni siquiera hemos visto propaganda ni nada —hice una breve pausa al darme cuenta de algo— o... ese torneo no será ilegal, ¿verdad?
Seguimos caminando en busca de pistas aunque, a decir verdad, se podría decir que mis piernas se movían solas, como si una fuerza superior e incontrolable las dirigiese a su antojo hasta que...
—¡¡Ayuda!! ¡¡Auxilio!!
Todos mis sentidos se erizaron y todos ellos enfocaron un callejón cercano. Allí, en su umbral, un grupo de chulitos tenían acorralado a alguien. Alguien que parecía estar completamente indefenso, a merced de aquellos matones de cuarta regional.
— ¡Kumopansa!
— ¡Hora de mover mis quelíceros!
Como si aquello fuese su grito de guerra, salto de mi cabeza, dirección al suelo y luego enfiló la pared del callejón. Creo que era imposible, encontrar un lugar en el que pudiese mimetizarse mejor. Aquellos tipos no la verían venir. al mismo tiempo yo eché a correr en dirección al peligro, como siempre solía hacer. Vi como la araña buscaba un sitio de cierta altura, escalaba en diagonal, subiendo pero a la vez acercandose hasta los tipos aquellos y cuando estuvo justo encima de ellos, saltó al vacío.
— ¡¡¡Kumopansa al rescate!!!
El animal se precipitó y cayó justo en la jodida cara del tipo que sujetaba aquella mano y, con la otra extremidad empuñaba su arma. Esta última sería perforada, bueno o pinchada, por los afilados quelíceros de aquel animal poseído por el demonio.
—¡Claro que sí! Escuché... escuché que era por aquí —respondió Daigo, mucho más convencido al principio que al final.
Aunque el peliverde continuaba andando y sonriendo aparentando confianza, en su interior empezaba a dudar sobre lo buena idea que era viajar hasta Tanzaku Gai solo a causa de unos rumores que había escuchado.
¡Pero es que tenía tantas ganas de ver el torneo!
—Osea, quiero decir, ni siquiera hemos visto propaganda ni nada —hizo una breve pausa—, o... ese torneo no será ilegal, ¿verdad?
—¿Eh? ¡No, no! —¿O sí?—. Es solo que no hemos buscado lo suficiente. Seguro que empezaremos a encontrar un montón de carteles en cuanto nos acerquemos.
Continuaron caminando poco tiempo, buscando alguna pista que les llevara a su objetivo, pero antes de que sucediera un inevitable desvío se presentó.
—¡¡Ayuda!! ¡¡Auxilio!![/color]
[Sub=yellow]—¡Kumopansa!
—¡Hora de mover mis quelíceros!
—¡Voy!
Y apenas en un instante el grupo ya se había movilizado dentro del callejón. Kumopansa había saltado hacia una pared para acercarse de forma sigilosa. Mientras Daigo...
¿Dónde estaba Daigo?
Esperando que Kumopansa se llevara toda la atención con su grito de guerra, el peliverde ya había hecho un sello manual para moverse a velocidad casi instantánea hacia la espalda de Ushi.
—Ya es suficiente —ordenó de la forma más autoritaria que su voz de adolescente le permitió.
Con todos los sentidos en punta y ambos puños cerrados, el boxeador se preparaba para lo peor.
CK: 136/150
¤ Sunshin no Jutsu ¤ Técnica del Parpadeo Corporal - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Ninjutsu 40 - Gastos:
14 CK/20 metros
52 CK para huir de un combate
- Daños: - - Efectos adicionales: Cada uso restará 10 puntos de aguante durante los próximos 5 turnos - Sellos: Carnero/una mano - Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
De todas las cosas que Ashi y Ushi podrían haber esperado que sucediesen en aquel preciso momento, el ser atacado por una araña gigante —el primero— y por un ninja corpulento y musculoso de pelo verde —el segundo— era lo último, literalmente lo último, que habrían dicho. Ashi soltó la wakizashi nada más sentir el doloroso picotazo de Kumopansa, que haciendo alarde de su valentía, se había abalanzado sobre él sin pensarlo dos veces. Esto provocó que el larguilucho matón soltara la mano del bueno de Calabaza, que se limitó a retroceder arrastrándose por el suelo con una exclamación de sorpresa en los labios. Mientras, Ushi se había dado media vuelta para encarar a Daigo; que le exigía detener su actividad delictiva.
—[color=sienna¿Hmm? ¿Qué significa esto?[/color] —masticó las palabras como si no estuviese acojonado. Lo estaba, un poco—. ¿Ninjas de la Hierba, aquí? Escuchad, amigos, no tenemos nada en contra vuestra. Sólo estamos cobrándonos lo que es nuestro.
La calma sensata de Ushi se veía, para variar, eclipsada por la frenética furia de Ashi. El hombre-junco se revolvía en el sitio como un perro rabioso y sus ojos alternaban miradas asesinas entre Yota, Daigo y Kumopansa. Aun así, era consciente de que los ninjas solían ser asesinos expertos y muy peligrosos, por lo que no hacía intento de atacarles o de recuperar su arma, que había caído al suelo.
—¡Hijos de puta! —maldijo Ashi—. ¡Vuestro monstruito me ha picado! ¿Es venenoso? ¿Es venenoso, eh? ¿Lo es? ¿Qué queréis, ¡matarme!? ¿¡Es eso!?
El bajito corpulento se volvió hacia su compañero con una mueca de profunda irritación para reprenderle, cosa que no le hizo ni la más mínima gracia al mentado.
—Ashi, cierra la jodida boca. Déjame hablar con estos ninjas.
—¡Vete a tomar por culo, gordo cabrón! —replicó el alto—. ¡Aquí no hay nada que hablar, hostia! Somos del Dedo Amarillo, ¿me oís, ninjas de los cojones? ¡Esta ciudad es nuestra! ¿Os creéis que os vamos a tener miedo? —probablemente lo tenían, pero sabían bien que en el mundo del hampa mostrar temor era buen equivalente de darse por muerto—. ¿Y además, a vosotros qué mierda os importa este yonki?
Calabaza se había mantenido en silencio, en su humillante posición tirado en el suelo, sin atreverse siquiera a echar a correr. Y no porque estuviera asustado de aquellos dos matones... Sino porque había reconocido a Sasagani Yota y Tsukiyama Daigo como a sus salvadores. Eso sí que le daba miedo.
Mientras avanzaba y Kumopansa lanzaba su ataque sorpresivo, pude ver como Daigo se había lanzado al más puro estilo Daigo. sin miedo y sin pensarselo dos veces se plantó delante de esos 2 como si fuera el más temible de los shinobi.
—Ya es suficiente
Bajo aquellas 3 palabras lanzaba una sencilla directriz con la que amedrentar a los matones de aquel callejón. Yo no tardaría en llegar a su altura, sonriente de ver que por el momento habíamos logrado evitar que le amputasen su preciado dedo. Kumopansa, estaba justo a la espalda de los matones, junto al yonki, quién parecía estar más muerto de miedo de lo que humanamente fuese posible, congelado ante todo lo que se cernía sobre él. O quizás fuesen las drogas los que lo habían dejado en ese estado de congelación.
— Oye, tronco, ¿todo bien? — dijo Kumopansa en busca de alguna que otra respuesta por parte del tipo.
Mientras tanto, los dos matones nos encararon tanto a Daigo como a mí.
—¡Hijos de puta! —maldijo Ashi—. ¡Vuestro monstruito me ha picado! ¿Es venenoso? ¿Es venenoso, eh? ¿Lo es? ¿Qué queréis, ¡matarme!? ¿¡Es eso!?
No pude evitar mostrar una sonrisa traviesa. de pronto recordé que aquello ya lo había vivido con Umikiba Kaido en Uzushiogakure, pero algo me decía que aquella ocasión iba a ser más divertida.
—Ashi, cierra la jodida boca. Déjame hablar con estos ninjas.
—¡Vete a tomar por culo, gordo cabrón! —replicó el alto—. ¡Aquí no hay nada que hablar, hostia! Somos del Dedo Amarillo, ¿me oís, ninjas de los cojones? ¡Esta ciudad es nuestra! ¿Os creéis que os vamos a tener miedo? —probablemente lo tenían, pero sabían bien que en el mundo del hampa mostrar temor era buen equivalente de darse por muerto—. ¿Y además, a vosotros qué mierda os importa este yonki?
Lo que había quedado claro y confirmado era que la organización que tenían ese par brillaba por su ausencia. Seguramente se trataba de un par de listillos que se sentían algo así como la autoridad por meterse con gente a la sentían inferior. Pero ahora las tornas habían cambiado.
— Habéis cometido un grave error al meteros con mi hermano y ahora pagaréis las consecuencias. Y si, yo que tu iba cagando leches hasta el hospital si no quieres quedarte tieso —nunca pensé que me inventaría un bulo así en aquellas circunstancias— El único problema es que antes vas a tener que matarme. O eso o disculparte con mi hermano y besarle los pies
Tan solo rezaba por que Daigo me siguiese el juego.
Entre toda la tensión, Daigo llegó a sentirse algo aliviado a pesar de la agresividad de Ashi, pues parecía que conseguirían ahuyentarlos sin tener que llegar a las manos.
Lo que hizo Kumopansa no contaba porque había usado sus quelíceros.
De un vistazo rápido, Daigo pudo ver que el chico que les había pedido auxilio ahora se encontraba junto a Kumopansa, quien buscaba alguna reacción o respuesta por su parte.
Volvió a dirigir su mirada a Ushi y abrió la boca en un amago de decir algo, de acabar de echarlos de allí con alguna frase molona de un libro de acción, pero Yota fue mucho más rápido que él.
—Habéis cometido un grave error al meteros con mi hermano y ahora pagaréis las consecuencias. Y si, yo que tu iba cagando leches hasta el hospital si no quieres quedarte tieso
Daigo no podía creer lo que estaba escuchando. No solo porque fuese mentira, sino que de verdad no podía creer que estuviera escuchando eso en ese momento.
—El único problema es que antes vas a tener que matarme. O eso o disculparte con mi hermano y besarle los pies.
Llegados a este punto, al peliverde ya le costaba mantener una cara seria ante una mentira tan descarada, pero se vio obligado a dar su mejor esfuerzo o de lo contrario perderían toda su credibilidad.
Daigo alternó su mirada entre Ushi y Ashi con cautela, definitivamente una demanda como aquella no debía de agradarle nada ninguno de los dos.
Luego de formar un sello manual idéntico al que había utilizado anteriormente, el chico sopló con suavidad directamente al arma que el más alto había dejado caer, apartándola de él unos pocos metros.
—Date prisa —dijo—, no nos hagas perder el tiempo.
No se podía creer lo que estaba haciendo, pero en cuanto Yota había empezado con aquello el peliverde se vio obligado a seguirle el juego. Ya no había vuelta atrás.
CK: 124/150 (-12)
¤ Fūton: Soyokaze no Jutsu ¤ Elemento Viento: Técnica de la Brisa Ligera - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Fūton 20 - Gastos: 12 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Desvía el rumbo en medio del aire - Sellos: Carnero (una mano) - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones:
Desvía al usuario 3 metros de su rumbo en mitad de un salto o una caída, en línea recta.
(Fūton 80) El usuario puede desplazarse parabólicamente.
Escupiendo un fino pero concentrado chorro de aire desde su boca, el usuario es capaz de cambiar la dirección de caída o aterrizaje de un salto en medio del aire a alta velocidad durante distancias cortas. Esto le permite amortiguar caídas o incluso esquivar ataques en pleno vuelo. Esta técnica puede utilizarse sobre el suelo para disipar bombas de humo o nubes de polvo.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
En el ambiente se podía palpar una gran diferencia entre las demandas de Yota y las palabras de Daigo. Mientras que el primero, pese a mostrarse mucho más agresivo, no pareció causar un efecto demasiado intimidatorio en la dispar pareja que formaban Ushi y Ashi, la voz de Daigo —unida probablemente a su imponente complexión física— tenía un severo toque de autoridad que fue capaz de hacer dudar incluso al corpulento Ushi; que tenía fama en aquella ciudad de ser un tipo de lo más sólido, que no se arrugaba fácilmente.
—Ninjas, esto no tiene por qué acabar malamente para ninguno de nosotros —comenzó Ushi, mientras Ashi se mantenía callado taladrando con la mirada a Yota—. Hagamos algo. Nosotros nos vamos por allí —dijo, señalando con uno de sus dedos regordetes como salchichas al extremo del callejón que tenían a su espalda—, y vosotros os vais por allí. Cada uno a su casa, y los dioses en las de todos. Sin sangre, sin más problemas.
El Junco Ashi parecía a punto de protestar, pero una severa mirada de su compañero bastó para que se mordiese la lengua. A pesar de lo que le jodía admitirlo, aquel tipo larguilucho tenía miedo de los ninjas; sabía que eran buenos combatientes, que podían hacer toda clase de trucos y que eran peligrosos. No merecía la pena jugarse el tipo por cobrarle la deuda a un yonqui de mierda como Calabaza...
—Hmpf, como quieras —bufó, molesto—. Yo me abro.
Y así, Ashi dio media vuelta y, tras recoger su arma y enfundarla —si es que los ninjas le dejaban—, el Junco echó a andar entre maldiciones masculladas. Ushi miró a los dos shinobi con cara de "¿trato?" y luego intentó seguir a su compañero.
Mientras, el joven Calabaza —que había visto cómo milagrosamente era rescatado por esos dos ninjas que conocía bien—, se limitó a incorporarse y contestar a Kumopansa.
—¿Bien? No... No, no debo estar bien. ¡Seguro que estoy colocado! —respondió, con voz lastimera—. Ahora mismo estoy viendo una araña que habla...
Resultaba reconfortante ver que Daigo no solo se dispuso a seguirme el juego, sino que bordó su actuación. Llegados a aquel punto sentí como que me seguiría tomase la decisión que tomase. Lo que en cierto modo me sorprendió fue que aquellos dos reculasen con el rabo entre las piernas, deseando desaparecer de allí y salir por patas. Buenos, los dos no, solo el que tenía un mínimo de cordura, el otro estaba deseando que nos liasemos a palos.
—Ninjas, esto no tiene por qué acabar malamente para ninguno de nosotros —comenzó Ushi, mientras Ashi se mantenía callado taladrando con la mirada a Yota—. Hagamos algo. Nosotros nos vamos por allí —dijo, señalando con uno de sus dedos regordetes como salchichas al extremo del callejón que tenían a su espalda—, y vosotros os vais por allí. Cada uno a su casa, y los dioses en las de todos. Sin sangre, sin más problemas.
El cuerdo quiso asegurarse de que su compañero no hacía gilipollez alguna, dedicándole una mirada en la que le suplicaba que se controlase y no me cometiese alguna estupidez.
—Hmpf, como quieras —bufó, molesto—. Yo me abro.
El descerebrado entonces se dispuso a recoger su arma y devolverla a su funda. Pero yo no estaba dispuesto a dejar las cosas así sin más.
— Mirad, ya os he dicho lo que hay que hacer para que podáis iros de aquí de una sola pieza y la verdad es que no me caracterizo por disponer de una gran paciencia
Avancé un par de pasos alternando la vista entre los dos tipos para terminar observando aquel desecho de yonki conversando con Kumopansa.
— Hay que joderse, tronco, ¿los humanos os creéis muy especialitos, eh? ¿qué coño tiene de raro que yo también sepa hablar? —le dijo el arácnido al yonki.
— Sigo esperando una sentida disculpa o me obligarás a hacer algo que no querría hacer
Ushi, el más sensato de los dos no tardó en intentar negociar su camino hacia la salida mientras Ashi, aunque todavía enfadado, ya había comprendido que era momento de marcharse.
Daigo no podía estar más conforme con esa solución. ¡Si era todo lo que quería! Sin más amenazas ni violencia los malechores estuvieron a punto de marcharse.
A punto.
—Mirad, ya os he dicho lo que hay que hacer para que podáis iros de aquí de una sola pieza y la verdad es que no me caracterizo por disponer de una gran paciencia.
«Oh, no»
Daigo empezó a acercarse, manteniendo la calma y sin perder de vista a la pareja de cobradores. ¿Qué debía hacer él ahora? ¿Qué pretendía Yota?
—Sigo esperando una sentida disculpa o me obligarás a hacer algo que no querría hacer
Ya tendría tiempo de preguntarle lo que pretendía más tarde.
—No creo que eso haga falta. Estoy seguro de que lo siente mucho, Yota-kun —dijo—, dejémosles ir esta vez ¿Te parece?
Alternó la mirada entre ambos cobradores, con severidad.
—Con un aviso —añadió—.
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Calabaza se rascó la cabeza, pensativo, ante la respuesta del arácnido.
—Eh, uh, nada, nada señora araña... —se corrigió. Por experiencia, aquel chico sabía que cuando el rebote te daba en toda la cabeza, lo mejor era no ponerse nervioso y tratar simplemente de que las alucinaciones pasaran lo antes posible.
Mientras, los kusajin seguían su dispar actuación. Claramente Yota y Daigo no se ponían de acuerdo sobre cómo había que despachar a los rufianes, y mientras uno exigía humillarlos por sus malos actos, el otro se contentaba con dejarles ir con el rabo entre las piernas. Ashi, el alto, parecía realmente nervioso y ante la insistente actitud de Yota de hacerle pedir disculpas de rodilla, se dio media vuelta y se alejó unos cuantos pasos mientras se mordía los nudillos del puño derecho. Le estaba costando muchísimo contenerse, pero su instinto de supervivencia —aguzado como el de cualquier tipo de los barrios bajos— le decía que no era buena idea meterse con dos ninjas.
Ushi, por su parte, parecía más habilidoso a la hora de ignorar las provocaciones de Yota —que, de cualquier modo, no lucía amenazante ni intimidatorio— y centrarse más en Daigo; éste último sí que daba verdadero miedo. Por fortuna para los sicarios, el peliverde no parecía estar interesado en que hubiera derramamiento de sangre. Ushi asintió.
—Desde luego que sí, lo sentimos profundamente —corroboró el Toro, con una leve inclinación de cabeza—. No volveremos a cruzarnos en vuestro camino, shinobis. Vámonos, Ashi.
Así, Ushi dio media vuelta y agarró a su antónimo estético del brazo para arrastrarle fuera del callejón. Calabaza por su parte había observado aquel despliegue de diplomacia por parte de los kusajin, y les agradeció el gesto.
—G... G... Gracias, ninjas... —balbuceó—. Me... Ugh, me han librado de una buena...
— ¡Kumopansa, me llamo Kumopansa! —vociferó el animal ante los comentarios del yonki— Ni que yo te hubiese llamado humano... Ni siquiera nos has dicho tu nombre
Ni siquiera me di cuenta de los chillidos del arácnido, que estaba tratando de ser respetada por el yonki, aunque a decir verdad no estaba teniendo demasiado éxito.
— Entonces no tendrá problemas en pedir la disculpa que sin duda merece mi hermano
Era consciente. Estaba llevando aquello al extremo. De hecho, habría conseguido el objetivo inicial, el cuál era evitar que aquel tipo perdiese uno de sus preciados dedos. Los gorilas ya estaban dispuestos a largarse de allí y desaparecer de nuestra vista. Y aunque me importase una mierda los asuntos que tenían entre manos aquellos tres. Aprovecharse de alguien en aquel estado era de lo más barriobajero que uno podría echarse en cara, así que consideraba que una buena lección les sentaría de maravilla.
El gorila precavido lo volvió a intentar, diciendo que, efectivamente, sentían mucho todo aquello. Pero la única verdad allí era que lo único que buscaba era huir con el rabo entre las piernas. Y ambos dieron media vuelta y trataron de irse, aprovechándose de la actitud de Daigo.
«Y una puta mierda» me dije a mi mismo.
Mis manos se alzaron y de mis dedos índices salieron dos telarañas las cuales se clavaron por la espalda de la camisa de ambos.
— Me temo que no puedo aceptar esto como una disculpa —dije, mientras las manos se juntaron y formaron una cadena de sellos manuales.
— ¡Raiton: Kangekiha!
Las telarañas empezaron a emitir un destello de chispas, como si fuera la mecha que iba a hacer explotar una dinamita. Y en cierto modo así fue, pues irremediablemente, aquel jutsu eléctrico terminaría por descargar todo su poder en el cuerpo de aquel par de matones.
¤ Senpō: Kuromibōjin no Shiruku ¤ Arte Sabio: Seda de la Viuda Negra - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Senjutsu 20 - Gastos: 6 CK/telaraña (1 telaraña cada 10 puntos en Senjutsu, máximo 5 telarañas) (divide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales:(Senjutsu 50) Se pueden redirigir las telarañas y hacerlas girar un máximo de 90 grados - Sellos: - - Velocidad: Instántanea (creación), Rápida (velocidad de movimiento) - Alcance y dimensiones:
Sencilla creación de hilos de telaraña, estas pueden ser originadas o bien por los dedos de la mano o bien escupidas por la boca y puede llegar a alcanzar algo que esté a 10 metros. Al estar reforzadas en chakra tienen una resistencia digna de mención, siendo capaces de resistir el peso del usuario sin romperse. Aún así, cualquier daño por sección partirá en dos el hilo de telaraña. Resultan ser de increíble utilidad, desde apoyo para movimientos complicados y cabriolas hasta para sujetar un enemigo o la extremidad de este, para desestabilizarlo o hacerle mover en la dirección deseada. Las telarañas tienen la misma resistencia que cualquier otra telaraña y si es expuesta a cualquier fuente directa de fuego se quemará. Por otra parte, una vez se deje de aplicar chakra en ellas serán totalmente inservibles.
(Senjutsu 50) Alcanzado cierto nivel de maestría se puede cambiar la dirección de la telaraña al aplicar un impulso de chakra (5 CK).
¤ Raiton: Kangekiha ¤ Elemento Rayo: Ola de Inspiración - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Raiton 10 - Gastos:
12 CK
(Raiton 20) (multiplicable x2)
(Raiton 30) (multiplicable x3)
- Daños: 20 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: Jabalí → Buey → Rata - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
La ráfaga de electricidad abarca 1'5 metros y avanza 3 metros (mutiplicado x1)
La ráfaga de electricidad abarca 2'5 metros y avanza 5 metros (mutiplicado x2)
La ráfaga de electricidad abarca 4 metros y avanza 8 metros (mutiplicado x3)
El ejecutor genera desde sus manos una conjunción de descargas eléctricas que viajan e impactan al objetivo al unísono. El poder de la técnica puede variar mucho, dependiendo del chakra utilizado por el ninja. Puede utilizarse junto a técnicas Suiton para aumentar su potencia.
—¡NO! —Exclamó el peliverde cuando Yota atacó a aquellos hombres sin pensárselo dos veces.
Estupefacto, el chico se quedó con los ojos como platos mirando a Yota sin poder hacer nada ni antes, ni durante, ni después del ataque. Pasando a segundo plano como un mero observador durante unos instantes.
—¿¡Por qué has hecho eso!?
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
—Yo... Me pueden decir Calabaza —respondió el indigente mientras atendía, desde una distancia segura, al desarrollo de los acontecimientos.
Por un momento parecía que todos iban a caminar de allí a salvo y sin mayores problemas, pero eso fue hasta que Yota decidió subir una marcha. El shinobi de Kusa se veía hambriento de conflicto, dispuesto a todo para que allí hubiera un derramamiento de sangre. Akame recordaba a Yota como un muchacho de pronto fácil y poca correa, pero nunca había creído que tuviera esa naturalidad para pasar de las bravuconadas a la agresión directa.
El kusajin disparó un fino hilo de telaraña por cada una de sus manos, que se pegaron a las ropas de los sicarios. Ushi y Ashi se voltearon, confusos, justo en el momento en el que Yota estaba haciendo sellos.
—¿¡Pero qué...!?
—¿¡Pero qué...!?
Una descarga eléctrica salió despedida de las manos del shinobi, viajando a través de su telaraña hasta alcanzar a los dos matones. El golpe no se hizo esperar; aquel Raiton les alcanzó de lleno, electrocutándolos levemente —Yota no había impreso demasiada potencia a su jutsu— y derribándolos para hacerles caer de espaldas sobre el suelo de la callejuela.
Calabaza observó que Daigo, por su parte, no parecía dispuesto a intervenir; si bien estaba claramente en desacuerdo con la agresión de su compañero a aquellos dos ciudadanos de bien. Por su parte, el indigente ya podía oler en el aire que aquello no iba a acabar de buena manera, y silencioso como una rata, trató de escabullirse a espaldas de los dos ninjas para abandonar la escena.
Ushi y Ashi se levantaron, aturdidos, y mientras el alto mascullaba improperios el bajo callaba.
—Ándate a buscar trufas —le dijo el bajito corpulento a su compañero—. Yo los retengo.
Ashi el Junco apretó los dientes y arrugó el rostro, pero acabó por aceptar. Se incorporó al mismo tiempo que su compañero y, a la carrera, se dio media vuelta y echó a correr en busca de esas "trufas". Entonces Ushi se metió la mano en la yukata, sacó un objeto que los ninjas no pudieron ver y lo estampó contra el suelo. Hubo un estallido como de una traca de petardos, y una humareda densa cubrió por momentos el callejón.
De la misma surgió la silueta menuda y robusta del sicario, empuñando un nunchaku en cada mano. Mientras los hacía girar de forma amenazadora, miraba alternativamente a los dos ninjas.
Las súplicas del peliverde, no obstante, llegaban demasiado tarde e iba a necesitar noquearme para evitar lo que ya había puesto en marcha.
—¿¡Por qué has hecho eso!?
— Porque es lo correcto o... ¿acaso prefieres que estos malnacidos sigan atormentando a la gente de Tanzaku?
Un poco de verborrea motivadora debería servir para animar a Daigo a que me apoyara en lo que acababa de empezar. ambos sicarios yacían en el suelo después del calambrazo que acababan de recibir.
Kumopansa, seguía a lo suyo, junto al que se había presentado como Calabaza.
— ¿Calabaza? ¿Qué clase de nombre es ese? Bueno da igu..
Pero el tipo había aprovechado la nube de humo que había empezado creado uno de los maleantes para escabullirse del lugar y volver a saber nada ni de los matones de Tanzaku ni de los shinobis de la hierba. Por suerte el arácnido no había pasado por alto aquello y se plantó, una vez más, delante del tipo, imponente. Bueno, todo lo imponente que puede ser una araña.
— Oye, Calabaza... ¿donde cojones crees que vas? Estamos haciendo todo este paripé por ti. No me hagas cabrear o tendré que morderte a ti también —advirtió el arácnido obstaculizando la vía de salida del yonki.
— Mierda... Escucha, Daigo, necesito que pares al tipo que está intentando largarse o la cosa se pondrá más fea de lo que ya es. Confío en ti
Mientras tanto, el bajito se acercaba hasta nosotros, esta vez con cara de pocos amigos e intentando intimidarnos. Estaba equipado con un par de nunchakus de madera en ambas extremidades.
—¿Tenemos que hacerlo así?
Me encogí de hombros ante la obviedad de la situación.
— Bueno, no nos habéis dado muchas más opciones, así que supongo que si
Estado de Yotita
• PV:
160/160
–
• CK:
220/220
–
Fuerza: 35
Resistencia: 30
Aguante: 40
Agilidad: 50
Destreza: 45
Poder: 50
Inteligencia: 40
Carisma: 20
Voluntad: 30
Percepción: 40
[code][spoiler=Inventario]
Portaobjetos [Muslo derecho][9/10]
Hilo shinobi (30 metros)
Kemuridama x1
Hikaridama x1
Pack de 5 cascabeles
Sello explosivo clase C x1
Shuriken x2 (8 PV/corte superficial, 12 PV/corte e impacto directo)
Esposas supresoras de chakra
Juego de ganzúas
Fuuma Shuriken x1 25 PV/corte superficial, 40 PV/corte, 65 PV/impacto(En el cinto por el costado izquierdo)
11/04/2019, 21:45 (Última modificación: 11/04/2019, 21:46 por Tsukiyama Daigo.)
—¡Claro que no! —respondió el peliverde—, ¡pero pegándoles una paliza o humillándolos no vamos a conseguir nada!
Era muy difícil convencerlo de que algo como aquello era lo correcto, pero aún así, por mucho que él no quisiera aquello, ahora la pelea era inevitable.
Luego de unas palabras con su compañero, el toro lanzó una especie de ruidosa bomba de humo y se armó con dos nunchaku, mientras Ashi empezó su carrera para buscar unas "trufas".
—Mierda... Escucha, Daigo, necesito que pares al tipo que está intentando largarse o la cosa se pondrá más fea de lo que ya es. Confío en ti.
¿Pero quién creía que era él? ¿Una máquina de Sunshin? Porque no había manera humana de que alcanzara a ninguna persona corriendo de forma común.
—¡Aaargh! bien, lo haré —le dijo de mala gana, sabiendo que si lo dejaba ir, probablemente lo lamentaría luego—. Ten cuidado.
Dicho esto echó a correr en dirección a la pared más cercana, escalándola en diagonal sin parar de avanzar hacia Ashi, que debería de estar tras la humadera.
Cada vez más alto, el chico contiuó su carrera hasta estar a unos pocos metros de su objetivo, momento en el que se impulsó para abalanzarse sobre él desde las alturas.
Pero Daigo sabía que no era el ninja más rápido de Oonindo y era más que probable que aquello no fuera suficiente para alcanzar a nadie. Es por eso que justo antes de tocar el suelo, prediciendo que aquel hombre le adelantaría, el joven ninja formó un sello manual y sopló en dirección contraria impulsándose nuevamente hacia él y buscando placarle con la espalda.
—¡Perdona! —le dijo al caer—, pero yo también tengo un amigo al que sacar de un aprieto.
Vida
180/180
–
0
–
Chakra
150/150
–
0
–
Inventario:
Hitai-ate (Frente)
Esposas supresoras de chakra (colgadas de la parte derecha de su cadera)