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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
Por suerte para Akame, Rōga captó rápidamente la idea y decidió ceñirse al plan. Con aquella actitud brava pero carismática que le caracterizaba, el joven King aprovechó la asistencia para anotar el tanto ganador, y conseguir que Ayura les abriese la puerta de su casa. Cuando les indicó a pasar, Akame fumó una pitada de su cigarrillo y echó el humo por la nariz. Luego entró. «Espero que este viejo no sea tan amargado como la maldita niña del hostal», se dijo. Que le hicieran apagarse dos cigarros en un lapso de tiempo tan corto podría desembocar en la ira del mismísimo Susano'o cayendo sobre Murasame, fuego y sangre lloviendo por doquier para aniquilar a aquellos pobres aldeanos.

Bromas aparte, el renegado siguió las indicaciones del sastre para sentarse en el banco de bambú mientras fumaba y observaba a su alrededor. «Hmpf, así que este tipo hace negocio proveyendo a las chamanas de su indumentaria. Bueno, no puedo culparle. Por lo que parece, deben ser unas clientes muy fieles y duraderas.»

El Uchiha se cruzó de brazos y clavó su mirada en el anciano, con el cigarrillo entre los labios. Luego vió a Rōga, esperando que éste continuase con el teatrillo; él no era el mejor del mundo para semejantes representaciones y de seguro sonaría poco convincente.
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#77
El hombre se mostró excesivamente incómodo ante el cigarro y que el humo manchase sus telas, pero tenía demasiado miedo cómo para poder recriminarle esto. En su lugar, fue el Yotsuki el que notó esto y le metió un pequeño codazo al Uchiha que apenas y era un leve empujoncito, para luego poner pico de pato y señalar a una ventanita que había en la casita.

—Verá señor Fujimoto, necesito tres kimonos. Dos matsuri y un komon— Se llevó el dedo al mentón, pensativo. —El mío lo quiero azul marino, con motivos de olas en la parte baja y haori negro, y hay un kamon especial que quiero que tenga grabado en la espalda, luego le doy el diseño. Los otros dos, pues...— Para su mamá ya sabía que quería, ¿pero para la ciega? "Bueno, si no lo ve dudo que le importe media vez sirva de camuflaje." Ladeó la cabeza. —Los otros dos quiero que sean de un rosa claro, que no chinguen la vista de lo chinto. El matsuri con motivos de puentes y árboles y el mismo kamon que el mío, el komon que sea liso.

Increíblemente, sí que sabía de ropas el niño.

—Bueno, si quieres puedes venir a tomarte las medidas. ¿Pero que hay de los femeninos?— Dijo algo nervioso.

"Ah mierda. Puedo con los de mi mamá pero, ni puta idea con la señorita perfecta. Bueno, mi mamá es algo bajita, así que si le queda grande pues se lo ajustamos con el obi, joder." Se rascó la nuca mientras sudaba un poco.

—Me las sé de memoria.

—Un momento entonces— Se levantó y le indicó que le siguiera hasta otro cuarto.

—Ya vengo— Dejó sus cosas junto al Uchiha y se largó.

Serían unos pocos minutos los que Akame tendría que pasar solo, cuando de pronto regresaron ambos. Lo llamativo, es que Rōga regresó con una curiosa pelota afelpada con la cuál jugueteaba lanzándola al aire y luego abrazándola contra su cara por ratos como si fuese un niño pequeño con juguete nuevo.

—¡MIRA!— Se la pondría delante de la cara al vendado. —¿A que es genial?— la sacudiría con inocencia. —Dice que los matsuri tardará unos tres días por los bordados, pero que tenía un komon ya casi terminado que podríamos tener esta misma tarde— Se acercó a él y susurró ya en voz más baja para que Ayura no escuchase. —Así podremos tener pronto el de Ōkawa.
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#78
Como era de esperarse, Akame hizo caso omiso a las claras señales de ambos de que el humo del tabaco les estaba molestando. «Me podéis comer los huevos los dos», parecía que decían sus ojos, alternativamente fijos en Rōga y Ayura, como esperando a que alguno tuviera bemoles de decirlo en voz alta. Como colofón, fumó otra honda calada y expulsó el humo lentamente, disfrutándolo. Ni la mismísima Uzumaki Shiona que bajara de los cielos iba a privarle de aquel pitillo.

Así pues, la escena se desarrolló con Rōga haciendo alarde de todos sus conocimientos de moda y estilo. Akame atendía, entre molesto y sorprendido; nunca se habría imaginado que hubiera ninjas con tanta dedicación por otra cosa que no fuese su trabajo. «Tal vez eso explica por qué es un debilucho... Quizás debería pasar más tiempo en el campo de prácticas y menos ojeando revistas de moda» pensó, divertido, para sí. Sin embargo, el joven King se demostró como un recurso valioso en ese momento, pues con sus indicaciones consiguieron que todo aquel cuento quedara mucho más creíble. Akame se limitó a asentir y terminar su cigarro, arrojando la colilla por la ventana tras apagarla en la suela de una de sus sandalias. Luego los dos se marcharon.

«¿En qué momento acabé metido en toda esta mierda?», pensaba el Uchiha. «Ah, sí, fue por ayudar a esa niña...», y no pudo evitar sentir un espinazo de dolor. Realmente empatizaba con la situación de Okawa.

Cuando Rōga y el costurero volvieron, el Uchiha se puso en pie para recibirlos. No dijo nada ante el primer comentario del ninja, pero cuando éste se le acercó para susurrar, Akame rodó los ojos y contestó en el mismo tono bajo.

El único que necesitamos es el de Okawa. Nuestro objetivo es sacarla de aquí con vida y sin que nadie lo advierta, no te olvides.

Luego alzó la vista hacia Ayura el sastre.

Magnífico entonces. ¿Cuánto tardará en entregarnos el komon?
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#79
—Pueden pasar a las cuatro de la tarde por él a más tardar. Igual yo cierro a las seis— Sonrió de forma tímida. —Respecto a mis honorar-

—¡Usted no se preocupe! Se los pago en cuanto me los entregue— Pese a que aparentaba confianza, en el fondo de su bolsillo ya le estaba doliendo la billetera. —Luego lo recogeremos— No se despidió, simplemente se echó a andar para fuera, dejando la responsabilidad de dar las últimas cortesías al Uchiha.

Ya cuando estuviesen afuera, abriría la boca de nuevo.

—Verga. Que voy a terminar cantando en un bar de mala muerte de verdad para no quedarme pobre con esto...— suspiró. —¿Volvemos al hostal a ver lo de nuestras habitaciones o tienes alguna mejor idea?— se cruzaría de brazos.
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#80
Con una leve inclinación de cabeza, Akame se despidió del sastre extendiéndole la cortesía que podría esperarse de alguien bien educado para con una persona mucho mayor —en edad— que él. Cerró la puerta tras de sí y lanzó un vistazo a su alrededor, con una extraña sensación de satisfacción; el primer paso de su plan estaba hecho. Antes de poder echar mano a la pitillera y encenderse otro cigarro, la voz de Rōga le sobresaltó. Akame se volteó hacia su compañero, que le lanzaba una simple pregunta. Él la respondió con sencillez.

Todavía tenemos cosas que hacer. Tenemos la ropa, o al menos deberíamos, pero aun nos faltan algunas provisiones. Seguro que Okawa está hambrienta, me contó que la obligaban a ayunar y mierdas así —explicó, incluso aunque no fuese que literalmente la aspirante a chamán había estado pasando los últimos días sin comer, por su aspecto se podía deducir que no había tenido una alimentación muy rica—. Deberíamos llevarles algo. Seguramente habrá alguna tienda de comestibles o parecido en este pueblo, demos una vuelta.

Y así el renegado echó a andar, buscando un establecimiento de esas características. Mientras caminaba, miraba de reojo a Rōga. Dos ideas se debatían cruentamente en su cabeza; «¿puedo confiar realmente en él para esto?» Al final, acabó por soltarlo.

Rōga-san —llamó la atención del amejin—. Si realmente queremos poner a salvo a Okawa, tenemos que averiguar quién la buscaba. No pudo tratarse de ninguna de las monjas del templo, ni tampoco de Kiyoshi. Quizá fuese alguien de Murasame, o quizás un completo extraño. Pero sea como sea, nunca podremos cerciorarnos de que Okawa está a salvo si no hemos atrapado a esta persona.

Akame xplicaba todo de forma argumentada y con detalle, como era propio en él.

Por esa razón... Creo que la mejor opción es tenderle una trampa. Forzarle a que se descubra, y entonces...

Dejó las palabras en el aire. Sus ojos decían mucho más de lo que sus labios callaban.
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#81
No muy lejos de ahí, en una cabaña en algún lugar del bosque...

—¡ACHU!— Estornudó una mujer rubia de pelo corto, botines negros, pantalón corto y un revelador top cubierto únicamente con un chaleco. —¡Ay no! ¡Se me corrió el delineador!— Se vió preocupada al espejo.

—Ay Onee-sama, debe ser otro de tus pretendientes acordándose de ti— Canturreaba una chica de cabellos negros que le llegaban hasta el hombro mientras se pintaba de negro las uñas. —Quizás sea el tipo de Murasame, el que se peina cómo si llevase peluquín barato. Realmente están escasos de hombres guapos ahí.

—Pobre la niña, mejor que la saquemos de ahí cuanto antes y se la llevemos al jefe. Y esta vez de forma limpia, que luego odio lo que cuesta quitar las manchas de sangre de la ropa— Dijo una que lucía idéntica a la de pelo negro, salvo que ella era castaña en su totalidad. —Sé que a Hakaze-sama le gustan los Kekkei Genkai exóticos, ¿pero servirá estando ciega?

La de pelo corto pegó un taconazo al piso, molesta.

—Creo que a Hakaze-sama le da igual media vez esté bonita.

—Cualquiera diría que estás celosa— acalló en cuanto recibió la mirada asesina de la rubia. —¡Ay! ¡Quiero decir! ¡No tienes nada que envidiarle a una malnutrida!

—¡JAJA! Otra damita para la colección.

De vuelta a Murasame...

"Ayunos, meditación, esas mierdas no sirven para nada..." Se compadeció de la muchacha.

—Creo que sé a lo que te refieres— Contestó calmo. ¿Para qué alarmarse? Media vez no fuera el quién ejecutara la parte sucia, podía permitírselo. —De hecho... Ven conmigo— Se dio la vuelta, buscando un solitario callejón en las de por sí solitarias calles de Murasame.

Llegaron a un punto, donde ni siquiera habían pasado alguien en años, siendo la parte trasera de una casa en el abandono.

—Si quieres empiezo a difundir rumores falsos sobre la posible localización de Ōkawa, ya que quien sea que la busque seguramente recurrirá a los aldeanos para preguntar por su posible paradero luego de la intervención de Kiyoshi. Respecto a la Ōkawa que vayan a encontrar...— Hizo una simple cadena de sellos que cualquier infante de la academia conocía, envolviéndose en una nubecilla de humo de la cuál luego apareció una réplica exacta de la itako. —Creo que puedo delegarte a ti la responsabilidad de ejecutar el resto del plan— Se paró recto y habló con las manos dispuestas al frente, imitando el manerismo de la chica.

Había que decirlo, que lejos de los sutiles despistes que podrían esperarse de un genin que utiliza el Henge no Jutsu, la transformación del Yotsuki era perfecta y sin fallos, demostrando un nivel mucho que muy avanzado de ninjutsu del que podría esperarse para su edad. Luego de otra explosión de humo, lobo volvió a la normalidad.

—No sería la primera vez que hago de carnada— Sonrió confiado y se cruzó de brazos en su típico gesto arrogante.
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#82
«Vaya vaya, así que detrás de toda la palabrería barata y esas plumas de pavo real hay un cerebro que piensa. Nada mal, King Rōga.»

Uchiha Akame respetaba a la gente inteligente tanto como menosvaloraba a los estúpidos. Rōga le había parecido, primero, pertenecer al segundo grupo; pero en ese momento... En ese momento el renegado se estaba dando cuenta de que aquel joven ninja de la Lluvia sabía pensar. Y bastante bien, cuando le daba la gana. Akame asintió, conforme y visiblemente complacido, pues aquel mismo plan era el que él mismo tenía en mente. «La mejor forma de hacer salir a una rata es darle a oler algo de queso.»

Excelente, Rōga-san —respondió el Uchiha—. Veo que estamos en la misma página.

No pasaba desapercibido, tampoco, el hecho de que el Henge no Jutsu de Rōga era bastante mejor de lo que Akame habría esperado. «Una buena transformación, sin duda maneja el Ninjutsu mejor de lo que parece. ¿Qué edad tendrá este chico? ¿Doce, trece? Sin duda está muy avanzado para su tiempo. Debe ser el mejor de su promoción», se dijo el renegado. Sintió una punzada de nostalgia, pero apartó aquellos recuerdos amargos como quien se quita arena de los ojos.

Está bien, lo hacemos así entonces. No tenemos idea alguna de quién es nuestro enemigo, o de si trabaja solo, o de qué habilidades tiene. Intuyo que para colarse en ese templo hay que ser habilidoso, de otro modo las monjas le habrían detectado —aseveró. Ahora miraba a Rōga con cierta desconfianza—. ¿Seguro que quieres hacerlo así? No hay garantías sobre a qué nos enfrentamos.

Con lo poco que Akame había visto del joven amejin, sabía que aquella pregunta era más bien retórica; «un joven shinobi con ganas de probarse a sí mismo... No hay modo en que rechace esto. Y, aun así, ¿por qué demonios me preocupo por un puto ninja Al final, el propio renegado acabó por pasar de la interrogante, hubiera Rōga respondido a ella o no.

Vamos a buscar esas provisiones entonces. Luego yo iré a llevárselas a los muchachos y tú puedes ir poniendo las palabras adecuadas en los oídos de estas buenas gentes. ¿Eh?
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#83
—Ir a ciegas y meterme en problemas raros ya es costumbre para mí...— Sonrió y se encogió de hombros ante el planteamiento del renegado. —Andando— Confirmó sus intenciones.

A mitad del pueblo, encontrarían una abarrotería regida por una anciana en miniatura de kimono rosa y verde. "¿Soy yo o hay demasiados ancianos por aquí? Podría jurar que la mitad de la población tiene más de cincuenta años." Quizás era producto de su imaginación, aunque cabía destacar que salvo Kiyoshi, Ōkawa y la niña del restaurante, no parecían haber más menores de edad en el pueblo tampoco. ¿Por qué? "No es momento para preocuparse por eso ahora." No, no lo era.

La abarrotería era enorme, teniendo latas, conservas secas, envasados. Bastante bien surtida para estar en un lugar aislado cabe decir. "¡Ahhhhhh! Quizás aquí pueda conseguir de esas barritas que Sagisō me regaló aquella vez." En Amegakure no había tenido suerte de conseguir. Ojearía de arriba a abajo el local, encontrando su pequeño capricho en un estante solitario. Y sin embargo, notaría que también tenían algunas figuritas que se asemejaban a las estatuas de los monjes que estaban desperdigadas por el camino.

—Ah, que buen ojito, jovencito— Se acercó la ancianita de lentes, la cuál no medía más de metro con cincuenta, peinada con un sólo moño que retenía sus cabellos. —Son recuerditos de Murasame, aunque tenemos muy pocos turistas. ¡Llévate ambas! ¡Los monjes de la protección y la destrucción! Te augurarán un buen futuro— Hablaba con voz de charlatana.

—¿Qué?— Abrió un ojo y alzó la ceja.

—Ellos no siempre fueron monjes, fueron dos ninjas que llegaron hace años a Murasame en búsqueda de la sabiduría de la Undécima Itako, hace ya casi setenta años. Se decía que uno podía hacer florecer la vida del bosque tras sus pasos, y el otro destruir todo delante de él abriendo la brecha a los infiernos en el suelo. Arrepentidos de sus pecados cometidos, buscaron a la Undécima para preguntarle si el Gran Yama les abriría las puertas al paraíso. Ella, les dijo que sus crímenes eran tan graves, que no les sería permitido el perdón, por usar un don de sangre para herir a los demas. En su lugar, les ofreció una alternativa: Que sus cuerpos mortales se quedaran en el mundo terrenal, sirviendo como sus escoltas, para que así sus almas, libres de la tentación de los poderes con los que fueron condenados, finalmente ascendieran como heraldos del Gran Yama. En el templo de la montaña Murasame, yacen aún las dos estatuas originales que representan a los monjes ascendidos, pero sólo pueden verse si se desea venerar la tumba de...

—Ah sí, muy buena historia. ¿Cuanto por las barritas?— cortó de golpe el genin. "Mierda, si no la freno ahora me va a retener aquí durante horas. Suspiró.

—Oh, bueno, cinco cada un- se cortó de nuevo cuando el niño le dejó el billete en mano.

—Acá tiene, muchas gracias...— Se alejó para acercarse donde Akame estuviese. —Pst— Le pasaría un único billete mientras susurraba. —Si puedes, guarda un poco, que me estoy quedando ya en la ruina... Iré a dar una ronda con el pueblo para ir esparciendo poco a poco el rumor. Nos vemos a la noche en el hotel— se iría corriendo.
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#84
Akame entró en la tienda tras descartar la idea de encenderse el tercer tabaco del mediodía, «tampoco es cuestión de fumármelo todo hoy, que probablemente esta gente ni siquiera tenga a la venta un buen paquete de cigarrillos», reflexionó. Se descubrió la cabeza —hasta el momento había llevado su kasa de paja para protegerse del Sol de Verano— y se colgó el sombrero a la espalda antes de seguir a Rōga dentro de la tienda de ultramarinos. El Uchiha examinó el lugar y a su dueña con ojo curioso, pues le parecía raro que en un pueblo tan perdido y pequeño como Murasame tuvieran semejante cantidad de existencias a la venta. «Ah, bueno, supongo que esto es un golpe de suerte. Probablemente tengan tabaco.»

Mientras Rōga buscaba a saber qué, Akame preguntó a la tendera acerca de aquel producto que tanto le interesaba.

Buenas tardes. ¿No tendrá usted tabaco a la venta, verdad?

Luego el joven King tomaría la iniciativa de la escena, entablándose en una conversación —aunque más bien parecía un soliloquio de la anciana— sobre aquellos extraños souvenirs que representaban a dos figuras de leyenda en aquel lugar. «¿Así que "monjes ascendidos"? Si algo me han enseñado los libros, es que detrás de cada mito, se esconde algo de verdad. ¿Serían ninjas que renegaron de sus Aldeas, hastiados de asesinar y pelear por cumplir la voluntad de sus señores?» Aquello parecía más plausible de lo que se pudiera pensar de primeras. Akame esbozó una mueca de desagrado cuando Rōga interrumpió la historia, mostrando un nulo interés en la misma, y apresurándose con sus compras. El Uchiha recogió el billete y asintió con sequedad a la petición del King antes de verle marchar. Él, sin embargo, tenía cosas que hacer todavía.

Se volteó hacia la dueña.

Disculpe, anciana. Ese relato que estaba contando ha captado mi atención, ¿de qué tumba hablaba?
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#85
—¡Oh! ¡Alguien que si aprecia la sabiduría ancestral!— dijo animada. —Te lo contaré mientras busco lo que me pediste. ¿Dónde está...?— La mujer se agachó y empezó a buscar entre las gavetas de un mueble.

—La tumba de la Undécima. Normalmente, cuando una de las itako muere, se la entierra en el panteón sagrado de la montaña. Sin embargo, cuenta la leyenda que ella decidió trascender al igual que los monjes. Desvistiéndose de la piel y la carne inmunda, dejando que su alma morase en un lugar más puro, vigilando Murasame aún hasta nuestros días. Su tumba, únicamente guarda lo que se dice es su piel seca, dónde además hay un recuadro pintado de ella en un santuario. Afuera las dos estatuas de los monjes le resguardan.

La mujer pareció no encontrar nada, pero seguía sin rendirse. Tomó una pequeña escalera y se dirigió hasta unos estantes altos en búsqueda del paquetillo de cigarros.

—Ninguna itako era cómo la Undécima. Ella podía ver en lo más profundo de las personas. Ella era jueza de los crímenes de las personas, pero nunca verdugo. Ella abogaba, que por muchas pruebas que se tuviesen para condenar a alguien, siempre era posible encontrar reconciliación. Quizás, algunos no lo mereciesen, pero decía que la gracia radicaba en ello. En un perdón, en un regalo de piedad. Sólo era necesario que el otro viese en sí mismo las consecuencias de sus actos, que sintiese sus culpas, y que se arrepintiese con el corazón.

La mujer seguía sin encontrar la mercancía, por lo que bajó las escaleras y caminó hasta el fondo de la tienda, levantando una pequeña puerta de lo que parecía ser un sótano. Apenas pudo introducirse, pues todo estaba lleno de cajas. Poco más, y ella terminaba sepultada de cabeza ahí dentro.

—¡Lotería!— Dijo alegre al dar con el tabaco, extendiéndoselo al vendado. —Sabía que me quedaba una. A decir verdad, casi no me las piden. Pasará mucho tiempo hasta que algún mercader me vuelva a traer más— Sonrió con ilusión. —¿¡Te llevarás un par de figuras de los monjes también!?— No se había esforzado en contar la historia por nada.
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#86
El llamado Suzaku escuchó con atención aquel relato sobre las itako de la montaña, los monjes y los poderes que decían tener. Él mismo había experimentado de primera mano aquel don para leer el corazón de las personas, de modo que no le costó creer esa parte. «Así que la leyenda es cierta, e imagino que Okawa estaba destinada a ser el recambio», se dijo Akame. Paciente, esperó a que la vieja tendera terminase mientras buscaba su paquete de tabaco; cuando ésta lo encontró, una sonrisa se dibujó brevemente en el rostro del Uchiha. «Vaya, por fin un golpe de suerte.»

Me llevaré el tabaco, y el par de figuritas. También necesito provisiones, a no mucho tardar continuaré mi viaje y no sé cuándo volveré a parar en alguna población —se justificó, lo cual no era enteramente mentira—. Deme algo que aguante bien para el viaje y sea saciante.

Una vez tuviera todo lo que necesitaba, el Uchiha pagaría aquello —por suerte llevaba dinero encima, el poco que tenía— y luego se encaminó hacia el bosque de bambú, de vuelta al escondite de Okawa y Kiyoshi. En todo momento, pese a que los acontecimientos se estaban sucediendo sin incidentes, Akame estaba pendiente de sus alrededores; especialmente después de dejar Murasame e internarse en el bosque. No podía permitir que nadie le siquiera hasta la gruta del niño mendigo.
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#87
Enlatados, empaques con pan o galletas, agua potable, alguna carne seca y demás cosas que no eran perecederas a corto plazo. Incluso la anciana se atrevió a darle un par de sopas instantáneas no muy buenas para la salud, aunque con un descuento por compra mayoritaria. Cómo fuese, Akame logró conseguir lo suficiente para un viaje mediano. Ni muy corto ni muy largo, considerando que eran básicamente para dos personas. Igual, la muchacha de todas formas estaba acostumbrada a comer poco, ¿no? Con aquello no le solucionaba la vida, pero al menos saciaría su hambre por un corto periodo.

El camino de regreso, era tan silente como siempre. Aunque, notaría que algunos aldeanos rebuscaban entre la zona incendiada del bosque, como si quisieran encontrar pistas del paradero de Kiyoshi. Y sin embargo, ninguno parecía lo suficientemente inteligente para subir por la ladera escarpada. Quizás era por la dificultad del terreno, que nunca se les ocurrió indagar en una zona de tan difícil acceso al creer que nadie sería tan tonto de habitar en ese lugar.

Cuando regresase a la guarida, notaría que los niños si se portaron bien esta vez, manteniéndose ocultos en el interior. Lo que no cambiaría, es que a Kiyoshi le daría por soltar lengua. Poco antes de abrir la puerta, se escucharía una conversación detrás de esta, apenas audible.

—...Entonces, de verdad planeas irte y vas a dejarme aquí...

—¡Nononono! No quise decir eso. Cuando encontremos un lugar, podemos, no sé... Bueno, algo se nos ocurrirá. Pero tú vendrás conmigo.

—¿Y qué se supone que puedo hacer yo? Acá, puedo pescar, cazar aves. Pero en la ciudad, no hay lugar para mí... Sólo soy un mendigo. Tú, eres de buena familia, ¿que puedo ofrecerte para que me quieras a tu lado?

—De una familia que me dejó vendida a esta suerte de vida cultista. Ni Tane-Shigai es mi hogar ya, ni Murasame lo será más. Sea cuál sea el destino que me depare, al menos quiero que la única persona que me trata de forma normal esté conmigo.
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#88
Como hiciera un buen rato antes su Kage Bunshin, Akame entró en la gruta sin previo aviso, probablemente sorprendiendo a los jóvenes. Llevaba en las manos todas las provisiones que había podido conseguir, las cuales dejó sobre el suelo de la cueva nada más ingresar en la misma. Miró alternativamente a Okawa y a Kiyoshi, tratando de valorar su reacción —¿seguiría el mendigo tan receloso?— sin poder evitar pensar en las palabras del muchacho. «Es lógico que esté preocupado, después de acostumbrarse a vivir en la Naturaleza, la civilización puede resultar aterradora y compleja. Pero, si amas a esta muchacha, no te queda otra que seguirla allá a donde vaya, niño.»

¡Bueno! Aquí os traigo algunas provisiones... Son también para el camino, así que no os las vayáis a comer todas ahora —avisó el Uchiha—. Rōga-san se está ocupando del asunto de tu ropa —agregó luego, dirigiéndose a Okawa—, Si todo va según lo previsto, deberíais tener todo lo necesario para ir a la noche. Será más seguro así.

El exiliado tomó uno de los últimos cigarrillos de su viejo paquete de tabaco y se lo encendió con parsimonia, disfrutando del ritual que para él era eso de fumar. Mientras daba pitadas, observaba a los muchachos con gesto analítico; «¿realmente sobrevivirán por sí mismos ahí fuera?», se preguntaba. «Sí, desde luego», respondióse a sí mismo un momento después. «Son jóvenes y tienen motivos para vivir. Lo conseguirán.»

¿Has pensado en lo que te dije, Okawa? —preguntó Akame—. Yugakure no Sato es un lugar muy turístico, alejado de la influencia de los grandes países. Allí podríais encontrar trabajo fácilmente, no me cabe duda. Para llegar tendríais que cruzar todo Mori no Kuni, a través del Bosque de Hongos y los Arrozales, pero es la ruta más segura que se me ocurre.
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#89
Kiyoshi se enrojeció y enmudeció nuevamente al ver entrar a Akame. «¡Maldición! ¿Tanto cuesta tocar la puerta antes de entrar?» Quiso decirle, pero todos sabemos que no tenía absolutamente nada de valor para ello. Simplemente agachó la mirada y movió la boca con nerviosismo. Su fobia no iba a superarse de aquí a tres días. En su lugar, escuchó los regaños del vendado y juntó las manos, jugando con sus dedos en una demostración de neurosis. Independientemente de quién fuese, siempre se mostraba así.

—Muchísimas gracias— Hizo una fina reverencia.

Kiyoshi tomó algunos panes dulces y abrió la bolsa, extendiéndole uno a la muchacha, la cuál lo tomó y empezó a dar mordiscos pequeños cómo los de un ratoncitito. Incluso para comer, se mostraba educada, aunque, tanto Kiyoshi como Akame notarían que se había tensado, cómo con ansiedad.

—Creo que podría probar suerte cómo dices. Lo peor que podría pasar es no encontrar, pero debo perseverar y seguir buscando un lugar donde por fin pueda establecerme. Mi lugar Recalcó, como si escondiese otro significado tras esas palabras.

Seguía mascando con parsimonia, dejando un incómodo silencio durante unos instantes. Kiyoshi la vio, preocupado. Ella, se dio cuenta. Dejó de morder y agachó la cabeza, dejando que el fleco ensombreciera su cara. El chico entonces, puso su mano en su hombro.

La dulce y educada niña empezó a soltar lágrimas, agarró el pan y empezó a darle de bocados y a mascar con rapidez. Hacía ya muchos años que no había comido algo tan suave y delicioso. El vago casi se pone a llorar ahí con ella, pero simplemente se restregó una furtiva gotita. Ni siquiera él que vivía de mendigar o de conseguir comida en el bosque pasó tanta hambruna como a la que sometían a aquella chica.

—L-lo, lo siento...— Siguió sollozando, apenada por perder los modales.
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#90
Akame no pudo evitar que una leve pero sincera sonrisa se le dibujara en el rostro cuando vio a Okawa perder todo tipo de compostura y empezar a devorar con una avidez sin igual el pan dulce. «Realmente lo ha debido pasar mal», se dijo el Uchiha. No le recriminó nada, pues sabía que ella sería capaz de ver sus verdaderos sentimientos, y en ese momento no había nada más que gozo por poder ayudarla a escapar de semejante existencia en tormento. Akame simplemente siguió fumando mientras observaba a la pareja comer, y en ese momento sintió también una punzada en el pecho. Un dolor muy singular y reconocible. Se llevó la mano zurda, inconscientemente, hasta la pluma azul que llevaba en la oreja izquierda.

No hay de qué disculparse, Okawa. Ya no estás en el templo, y nunca más vas a volver. Ahora es tu vida, para hacer con ella lo que mejor te parezca —le dijo el Uchiha, calmado, mientras expulsaba el humo del cigarrillo por la nariz—. Comed tranquilos. Yo me quedaré aquí con vosotros un rato.

«No he quedado con Rōga-san hasta la noche en el hostal, de modo que supongo que puedo permitirme darles un momento de tranquilidad. No sé si ya les estará buscando quien quiera que va detrás de Okawa, pero no es una posibilidad que se pueda descartar.» Con la espalda apoyada en la pared, el renegado mantenía la vista fija en la única entrada a la gruta, mientras los dos niños comían.

No os las acabéis todas —les recordaba de tanto en tanto.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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