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15/09/2015, 23:43
(Última modificación: 17/09/2015, 19:24 por Karamaru.)
País del Bosque. Hacía poco tiempo, un problema muy grande había tenido sede en esas tierras. Una bestia había aparecido allí o eso eran los rumores. Pero Karamaru no se enteraba. No salía mucho de su casa en los últimos días, tras haber recordado el fracaso al tratar de subir esa montaña un par de semanas atrás. Era un día cualquiera cuando el calvo decidió realizar una semana de entrenamiento intensivo en su casa, a las afueras de Ame.
Llovía, como siempre, pero con sus palos de madera y sus muñecos de paja húmeda se las arreglaba para entretenerse. Descalzo y sin ropa en su parte superior del cuerpo, solo con su pantalón gris y desgastado, se movía hasta el cansancio sobre el barro de su jardín.
Pero esa semana ya había pasado. Su entrenamiento había terminado, y estaba satisfecho de haberlo completado con éxito. Se sentía fortalecido y por eso, sin darse tiempo para descansar, salió a las calles de Ame a comprar un poco de comida que ya le hacía falta. Esa caminata fue la que le llevo a escuchar algunas palabras de varias ancianas que se cruzo por el camino.
"¿Escuchaste lo que paso en el País del Bosque, Oichi?"
"Fue terrible, quien hubiese imaginado algo así"
Pero el calvo no le había dado importancia. Se limitó a comprar y volver a su casa, y cenar. No sabía porque, tal vez por instinto, pero había comprado comida como para un viaje. Tal vez ya estaba cansado de tanta lluvia, o tal vez solo quería caminar, pero fue cuando pensó en algo tras ver la ventana que solo mostraba agua cayendo.
«Que lindo sería poder volver las costas del País del Rayo»
Y ahí fue cuando cayo en la cuenta de que podía volver a repetir ese viaje para poder observar el apisaje que lo había motivado la ultima vez que lo vio. Esa vez que se había cruzado con un tal Kazuma.
Preparó todo, su mochila, su bolsa de dormir, sus ryos, su comida y partió. El camino era fácil, País de la Tierra-Puente Tenchi-País del Bosque-País del Rayo. Lo que no sabía Karamaru era que su destino no sería el País del Rayo, si no el Bosque de Hongos, lugar que no había cruzado la última vez que había ido hacia las costas a las cuales quería ir. O tal vez, ni se enteró que lo cruzó, todo el mundo tiene sus momentos de "despistado".
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-Maestro Yoda.
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17/09/2015, 01:37
(Última modificación: 17/09/2015, 01:37 por Sasagani Yota.)
-Joder, ¿Te has enterado de lo del Kyubi? Menuda masacre..-
-Imagínate que sucediese lo mismo en Uzushiogakure...-
En la aldea se había instalado aquel rumoreo. Todo el mundo lo sabía, Kusagakure había sido víctima del mal de épocas anteriores. El Kyubi, el bijuu de las nueve colas se libró del recipiente de los del norte. No llegaron a tener su jinchuriki y a cambio lo pagaron con las vidas de toda la gente de Kusagakure, y como no podía ser de otra forma, todo acabó con una cruel masacre obra del destino, un destino final más propio del demonio que de cualquier otra criatura. El nueve colas se disfrazó de demonio y no dejó nada.
No podía dejar pasar aquella oportunidad de pequeño caos en la aldea, y mi apetito aventurero de nuevo despertó, como cuando Juro y yo fuimos a ver lo que quedaba de Konoha, pero esta vez rumbo al norte, en solitario para ver lo que encontraría. Me cargué de provisiones y puse rumbo al País del Bosque a través del puente Kannabi. El viaje sería duro, eso lo tenía claro, pero con la ayuda de mi fiel mapa y con el apoyo de mis habilidades no tendría inconvenientes.
No obstante pronto acabaría descubriendo porque aquel país se llamaba como se llamaba. No era por qué sí. No señor. Aquellos bosques no tenían nada que envidiar a los que habían en el País del fuego. Eran mucho más frondosos, más sinuosos, incluso puede que más tenebrosos. De hecho, se respira un aura como mágica la mar de singular. Lo jodido era que aún me quedaba un largo trecho y seguía rodeado de aquellos hongos que desprendían aquel aroma cautivador.
Tenía curiosidad de saber como se vería todo desde las alturas, si vería el camino a seguir, si sería capaz de ver los restos de Kusagakure desde lo alto de los arboles, así que canalizando chakra en mis pies subí por uno de aquellos troncos hasta posarme sobre una de sus gruesas ramas. Joder, aquellos arboles debían ser milenarios.
Pero no vi nada más que más y más bosque.
-Joder...-
Me quejaba por lo bajo mientras decidía tomarme un pequeño descanso, reposando mi delgado trasero sobre la húmeda madera para apoyar posteriormente mis manos sobre ella con tal de recobrar un poco el aliento.
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17/09/2015, 19:52
(Última modificación: 18/09/2015, 23:29 por Karamaru.)
Los días en el País de la Tierra habían acabado. Ya desde hacia varios metros el calvo podía ver como tras un acantilado comenzaban otro territorio. Ese lugar era la frontera, era la división de países que naturalmente tomaron los señores feudales. La separación entre el País de la Tierra y el País del Bosque era el Puente Tenchi. Era uno largo, y también ancho, bastante. Era simple y de madera pero robusto y resistente. Karamaru lo cruzó a paso lento pero seguro, disfrutaba poder ver el Sol con toda su plenitud antes de volverse a meter en el bosque.
Sin embargo, pronto se daría cuenta que este era diferente al anterior. Poco a poco se hacía cada vez más oscuro y el ambiente seco de antes se convertía a uno húmedo y molesto. Los árboles comunes que venían acompañando al shinobi pasaron a ser unos de tronco grueso y con ramas cada vez mas raras. En un instante, Karamaru se dio cuenta de lo que pasaba, que era lo que hacía todo su ambiente diferente.
Tras mirar para arriba, se dio cuenta que las ramas no eran ramas y que esas cosas extrañas terminaban en un gran y amplio redondel. Giro su cabeza, como un perro cuando no entiendo algo, y ahí fue cuando se avivó de que eran hongos. Hongos gigantes se encontraban a su alrededor, ninguno como los pequeños que había visto durante su corta vida. Eran feos, y tenían mal olor. Salían de los árboles y no del suelo, eran raros no solo por donde salían si no también por su tamaño.
«¿Cómo es que nunca los había visto?¿No se supone que yo ya pasé por aquí? Espera... eso es....»
Una persona. Había una persona arriba de uno de esos árboles. Estaba en la copa, lejos del suelo, pero se veía lo suficiente como para llamarle la atención al calvo. Pero Karamaru no le llegaba a distinguir con nitidez, no se daba cuenta si era una persona u otra cosa. Pero salir de dudas, fuertemente grito.
¡HOLA! ¿¡ERES DE POR AQUI!? ¿¡QUE ES ESTE LUGAR!?
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Era completamente inútil. Ya podía escalar tanto como quisiera. Aquellos bosques eran hechos de una naturaleza distinta de la habitual y uno no iba a ser capaz más allá de sus fronteras en forma de ramas, hojas y en aquel particular caso también de hongos. Hongos de todo tipo y colores, así como distintos aromas que calaban en la nariz. Y aquella humedad. Uno podía sentir que estaba bajo la mismísima lluvia, no podía dejar de sudar producto de aquellos repentinos sofocones y al ropa, poco a poco se iba empapando sin cesar. Podía llegar a resultar angustioso para alguien que no estuviese acostumbrado.
Pero alguien llamó mi atención. No era otro que un calvo, situado en el sendero que quedaba a mis pies, unos cuantos metros hacia abajo. empezó a gritar como si estuviese fuera de si, buscando respuestas y alguien que probablemente le orientase. Bajé la mirada, despreocupado y le observé clavando mi impasiva y fría mirada dorada en la ámbar de aquel joven.
*Vaya... ¿Qué hace un enfermo como él aquí solo?*
Fue lo primero que pensé al ver aquella cabeza rapada. Quizás una enfermedad hereditaria, quizás fue expuesto a algo. Sentí pena por aquel chaval, pero no me gustaba que me gritasen.
-No, no soy de por aquí. Y esto como habrás deducido es un bosque-
Salté y me dejé caer hasta la superficie, aplicando chakra sobre mis piernas y flexionando misa rodillas para amortiguar el golpe.
-Y deja de gritarme que te oigo igual que si hablas normal- le recomendé -¿A donde vas?-
Debía ir con cuidado. No le conocía de nada y mucho menos sus verdaderas intenciones. Y ahora acababa de descubrir su procedencia. Su cinturón le delataba. Venía del oeste, de las tierras de la tormenta, de la Aldea Oculta de la Lluvia. Jamás había conocido a nadie de allí. Aquella inesperada reunión cocinada por el destino iba a dar bastante de si.
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«Puf, ¿Y este que se cree?» fue lo primero que el calvo pensó cuando ese hombre que seguía en la copa del árbol le contestó. Pero Karamaru no quería continuar hablando a los gritos y por eso esperó a que la persona que había respondido baje hasta el suelo. Y finalmente, como era de esperar, lo hizo pero no sin antes dar un comentario fuera de lugar.
«¿Como quieres que no grite si no se si me escuchas o no? No se si se quiere hacer el gracioso o es tonto en serio»
Pero como siempre trataba, Karamaru trago saliva y se guardó para él las contestaciones que no debía realizar. Después de todo el lo que quería era tener amigos, no enemigos. Aunque todavía sin contestar, comenzó a ver a ese hombre que de lejos no se podía apreciar bien. Tenía ropas comunes, nada muy extravagante, pero parecía una persona flaca. Hubo dos cosas que le llamaron la atención al shinobi, que ambos tenían casi el mismo color de ojos y una trenza larga y rubia que salía desde su cabeza.
Inteligente tu deducción de que estamos en un bosque, gracias por la ayuda. Mi nombre es Habaki Karamaru y en realidad no tengo un rumbo muy fijo que digamos- dijo Karamaru tratando de esconder la mayor información posible ante un desconocido-Por cierto, perdón por gritarte antes. Supongo que no eres de por aquí ¿Verdad?
Karamaru había visto su bandana. Era del País de la Espiral, de una aldea que en ese momento no recordaba el nombre. ¿Qué andaría haciendo un hombre tan lejos de su casa? ¿Estará viajando sin motivo como el calvo?
«Un hombre que viene desde lejos y que me habla de esa manera. ¿Cuál es la necesidad de tratar mal a las personas? Si sigue así puedo llegar a jurar a que no le hablo nunca más en mi vida, a este tipo de gente es mejor tenerla lejos que cerca»
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*Vale, ya entiendo. Sufre de pérdida de memoria a corto plazo. Tiene que ser eso*
De hecho no podía ser otra cosa puesto que hacia escasos segundos que le dije que no era nativo de aquel lugar y ahora volvía a insistir con la misma pregunta. No debía indagar en aquella herida, puesto que seguramente no le gustaría hablar de su enfermedad, además tampoco era algo de lo que uno quisiese hablar con un perfecto desconocido. Al emnos eso era lo que me pasaba por la cabeza.
-No, no soy de aquí, te lo he dicho antes. Soy de la gloriosa Uzushiogakure no Sato- dije, orgulloso de mi nación sujetando con mis dedos pulgar e índice la placa metálica que lucía en la frente a la par que esbozaba una sonrisa.
Pero aquel tipo era lo más parecido a un nómada. Deambulaba sin rumbo fijo, o eso decía.
-Entonces... ¿Eres un nómada? Pensaba que eras de Amegakure..- pregunté curioso.
Acto seguido me crucé de brazos, mostrando todavía aquella sonrisa. Me estaba divirtiendo con el muchacho y no deseaba que nuestra conversación acabase, no todavía..
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Pensó en darse una palmada en el rostro. Había veces que era un poco tonto o distraído pero tardo unos segundos en darse cuenta de lo que pasaba.
Eeeeh.... digo..... lo siento.... es que..... no me di cuenta. Cosas del viaje y de más, no me di cuenta que te lo había dicho- dijo tratando de justificarse con una sonrisa en el rostro.
La persona se había presentado como miembro de Uzushio, como ya había deducido el calvo tras ver su bandana que ahora la tomaba con las dos manos el moreno. Sin embargo, continuo hablando y cuestionó la proveniencia del shinobi.
«¿Como sabe que soy de Ame?... Ah, mi bandana, tonto, tonto»
Nono, no soy nómade. Soy de la "gloriosa" Amegakure no Sato- terminó Karamaru dándose vuelta y tomando con ambas manos su bandana que se encontraba en la parte anterior de su cintura. Tal vez era solo imitar al otro, pero para el calvo sería divertido ver si reaccionaba mal o no le daba importancia.
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*Entonces... Podría ser. Quizás no sea un simple gennin pese a su aparente juventud. Debo tener cuidado*
Las apariencias engañan.
Pese a su fachada benevolente no debía dejarme engañar, seguía siendo un perfecto desconocido y podría esconder un ser macabro, sanguinario y despiadado el cual esperaba el momento oportuno para desenmascarar. Era una probabilidad y el hecho de que estuviese deambulando por ahí "sin rumbo muy fijo" me hizo pensar en que no fuese un gennin. Sabía cual era el modus operandi habitual de un ninja de ese rango ya que a fin de cuentas yo era uno de ellos y sabía perfectamente que estábamos vigilados.
-Entonces... ¿A donde ibas en estos momentos? ¿O simplemente te diriges hasta donde te lleve el destino?-
*Qué tipo más raro*
Y qué tipo más descarado que ahora me dejaba con la palabra en la boca dando media vuelta. Di a entender que para él nuestra conversación se había acabado pero tan solo sujetaba su bandana tal y como lo hice yo previamente.
Poco importaba ya lo que quedase de aquella peculiar reunión ya que de entre la maleza algo se agitaba con violencia y el ruido no pasaría inadvertido por ninguno de los dos. Yo ya tenía mi zurda toqueteando la punta de mi trenza y segundos más tardes toda aquella agitación se iba acercando hasta nosotros hasta que una niña de como mucho 6 años apareció delante nuestro revolviéndose entre los pequeños arbustos. Pelirroja, ojos como la sangre y prendas desgastadas por la edad, hechas trizas y rediseñadas por el color de su propia sangre; clavó su mirada en el calvo y corrió hacia él abrazandole las piernas. Temblaba como lo hacia una estructura al paso de un tornado y lanzaba tímidos gimoteos, de sus mejillas resbalaban pequeñas y solitarias lágrimas. No se iba a despegar, de hecho estaba agarrada a las peirnas del gennin con mucha fuerza. El miedo se había apoderado de aquella niñita, pero.. ¿Por qué?
-Me cago en mi vida...- susurré asombrado por lo que veían mis ojos. Observando a la niña con detalle, acercándome hasta el de Ame y la jovencita, pude ver el por qué de los nuevos colores de la ropa de la niña. Estaba repleta de arañazos de cierta profundidad -Oye, oye, oye, Karamaru, tío. ¿Es tu hija? ¿La estabas buscando verdad?-
No fui capaz de dar con otra conclusión que pudiese ser más lógica, quizás producto de los nervios.
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«¿Será tonto? Si es que trató de imitarlo y burlarlo y ni se da cuenta»
Ni una palabra había salido del moreno tras ver el culo de Karamaru. Ni un gesto ni nada por el estilo, y rápidamente el calvo volvió a su posición inicial de frente a ese hombre. Llegó a un punto en que ya hasta parecía raro el que no haya dado respuesta alguna, pero solamente había que limitarse a dejarlo pasar.
Ent...
Justo que estaba por hablar, el rubio se le adelantó haciendo preguntas de curioso. Le dejo con las palabras en la boca, pero el calvo trató de disimular lo mejor que pudo que no iba a pronunciar palabra.
Bueno, en realidad, mitad y mitad- dijo riendo Karamaru- Estoy yendo al País del Rayo, pero no es que conozca bien la ruta. La primer vez que fui llegue un poco de casualidad, y ahora estoy repitiendo el camino.
Aunque no se si por distraído o por qué no recuerdo este l....
Un ruido distrajo a Karamaru que velozmente giro la cabeza y miró a los arbustos. De reojo pudo ver a su compañero, tenía una mano cerca de sus armas. Ambos reaccionaron rápido y se disponían a ponerse en posición de combate. Pero no era necesario tanto drama, a fin y al cabo nadie se terminaría peleando con nadie.
Solamente una niña pequeña de cabellos rojos y ojos ardientes con lágrimas sobre su cara salió corriendo desde las plantas en dirección a los dos shinobi. Karamaru había quedado sorprendido, estaba cubierta de sangre y unos segundos después igual estaba su pantalón. Parecía un vibrador de como estaba esa chica que apretaba fuertemente las piernas del pelado.
Pero más sorprendente sería la pregunta de Yota, que no sabía como responder Karamaru.
¿Mi qué? Tengo 12 años, ¿Qué hija ni qué hija? Si es que incluso es la primera vez que la veo- dijo mientras bajaba un poco el tono de la voz y miraba fijo la cabeza pelirroja de la niña.
Su puso de cuclillas, mirando los ojos rojos llenos de lágrimas de cerca y la abrazó poniendo una mano en su nuca.
Hey, hey, tranquila. Deja de llorar. ¿Puedes contarnos que ha pasado? Estas segura con nosotros
Daba pena, pero había que intentar tranquilizarla. Aunque eso conlleve el mancharse con sangre y algunos mocos su ropa.
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-Vale, vale, yo que sé la edad que tienes, ¡Si me lo hubieras dicho..!-
*Lo mismo tan solo se ha agarrado al primero que se ha encontrado*
Lo cierto es que aquella pobre niña daba una profunda pena. Solo hacia falta mirarla. Estaba tan desesperada que se pegó a Karamaru, esperanzada probablemente en encontrar en el calvo un último halo de luz, la luz que la salvaría jugándoselo todo a una sola carta, doble o nada.
Pero por mucho que el gennin lo intentase, no lograría despegar a aquella niña de su pierna, estaba agarrada con la fuerza de la desolación y harían falta algo más que dos brazos para lograr despegarla. cuando Karamaru lograba separar uno de sus bracitos, entonces el otro volví a pegarse y así en un circulo vicioso que carecía de fin.
-Vamos, vamos, no vas a lograr nada pegándote en la pierna de este muchacho, ¿Por qué no nos cuentas qué te ha pasado?- dije todavía en el mismo sitio.
Pero iba a hacer caso omiso a mi pregunta que no llevaba otra intención que la de ser de ayuda. Iba a ser necesario algo distinto para conseguir que la niña hiciese algo distinto que llorar enganchada en la pierna de aquel shinobi así que me acerqué hasta ellos y tratar de ayudar al de Amegakure aunque lo único que conseguí fue llevarme un puñetazo en la pierna así que no seguí intentándolo.
-Vaya, parece no ha servido de mucho... indiqué volviéndome a separar un poco.
Los llantos tampoco cesaron, todo lo contrario, eran tan agudos que lograban colarse en nuestros tímpanos resultando algo molestos.
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A pesar de que Karamaru estuviese en cuclillas y tratase de abrasar a la niña, esta seguía abrazando sus piernas con fuerzas. El calvo trataba de calmarlo y su compañero hacia lo mismo aunque ninguno de los dos tenía buenos resultados. Esa chica lloraba y lloraba sin parar.
No hace falta pegarle, nosotros somos de los buenos, no hace falta llorar con nosotros- continuaba Karamaru para ver si dejaba de llorar aunque sea un poco.
¿Qué hacemos?- dijo en susurros al de Uzu-No parece que me quiera soltar y tampoco sé calmar este tipo de situaciones
«¿Tendré algo para darle? Creo que tal vez...»
Karamaru llevo una de sus manos a su bolsillo derecho y sacó de el una pequeña barra de chocolate y unos caramelos que solía comer en sus viajes.
¿Quieres alguno? A todos nos gusta el chocolate ¿Verdad?
Ya no solo trataba de ayudar por pena y por buena persona, también quería sacarse a esa niña de las piernas y dejar de escuchar aunque sea durante un rato esos agudos chillidos.
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Nada. No había forma humana de silenciar aquellos chillidos provenientes de los mismísimos infiernos. Joder, aquello reventaría cualquier tímpano y si por un casual no lo conseguía hacer, la víctima acabaría enloqueciendo irremediablemente. Karamaru lo sabía. Yota también lo sabía. Por ello trataron de calmar a la niña intentando tranquilizarla con palabras reconfortantes pero fue en vano. ¿Qué debían hacer?
El de Amegakure tuvo una idea. Quizás acabaría funcionando.
-¿De los buenos?- lo había conseguido. Acalló los berreos y además la muchachita se había despegado de su pierna dando un simple paso hacia atrás -¡¡SI FUERAS DE LOS BUENOS HUBIERAS SALVADO A MIS PADRES!!-
Pero aquella voz era imposible que fuera de una niña. Era una sensación algo incómoda. De sus frágiles labios salió una vez grave y algo ronca, como la de un borracho.
¿Cómo era posible aquello?
Volvieron los berridos, esta vez más fuertes todavía
-Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa-
El de Uzushio se tapó los oídos ante aquel espectáculo sonoro.
-También te habrías dado cuenta de que esto es una trampa- advirtió finalmente la niña
-¿Una trampa? ¿De qué hablas?- preguntó el rubio, confuso.
En la cara de la niñita se dibujo el rostro del diablo, permitiendo entrever los blancos dientes y unos ojos impasibles a medida que iba levantando su brazo diestro apuntando en dirección al Kaguya. Este dio un paso hacia atrás, no sabía qué narices estaba ocurriendo.
Hasta que como si fuese una centella, el brazo de la niña fue como si se alargase, pero en realidad solo fue una técnica de alta complejidad. La luz cegadora del chidori eiso no permitía verlo con claridad pero lo cierto es que noté una punzada brutal en el pecho izquierdo, a la altura del corazón y gemí con fuerza y dolor para después soltar la sangre que circulaba con autentico descontrol.
Lo primero que iba a ver Karamaru, o mejor dicho, lo primero que iba a sentir es como una mano gruesa y fuerte le agarró del cuello y lo alzaba haciendo que sus pies levitasen. En cuanto pudo ver vio un hombre mayor que él, con cicatrices en ambos pómulos, ojos y cabello negro azabache y una camiseta sin mangas y verde oscura.
-¿Se ha hecho pipí el nene?- salpicó en un tono gracioso.
Luego arrojo el cuerpo del gennin hasta el suelo, cayendo este de culo y emitió un fuerte silbido para que de entre la maleza apareciese un perro adulto con pelaje blanco y grisáceo.
-Vamos, llevaselo al jefe-
Y así lo hizo el perro, mientras el hombre se acercaba a paso lento a Karamaru.
-Vaya puta mierda de shinobis estáis hechos. ¿En serio no te diste cuenta del henge? ¡Ha salido todo a la perfección! Bueno, bueno... ¿Qué podría hacer contigo, calvito-kun..?-
La situación del joven gennin de Amegakure no era ni mucho menos alentadora.
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6/11/2015, 20:45
(Última modificación: 6/11/2015, 21:26 por Karamaru.)
Parecía que la barra de chocolate no había servido pero si otra parte de las palabras del calvo. El decir que no eran delincuentes, asesinos, malhechores ni violadores y que eran realmente personas de buen corazón hizo que la niña se separara de las piernas de Karamaru dándole un alivio extremo pudiendo estirar y mover un poco las piernas.
¿De los buenos?
Si, podemos ayudarte, ¿Qué pa....
Las palabras del calvo quedaron en el aire tras escuchar un grito de hombre, de un hombre adulto, salir por los labios de esa pequeña. Había quedado casi paralizado tratando de analizar lo que había pasado. Había sido como escuchar a un gato ladrar, a un elefante cacarear o a un canario ulular. Aunque no hubo mucho tiempo para pensar las cosas. Otro grito salió de las entrañas de esa niña que hizo que Karamaru diera un paso atrás e hiciera un gesto de desagrado con la cara.
«¿Trampa?» se decía a si mismo mientras escuchaba lo mismo pero dicho por Yota.
Pero si no era suficiente escuchar esa voz y ver esa cara que no coincidían con nada de lo que el pelado podría haber visto la cara de niña se hacía diferente. Una boca mas grande de lo normal y unos ojos que se hacían saltones y no tenían apariencia de buenos amigos. Su brazo se levantaba en dirección a Yota que dio un paso para atrás. Karamaru temiendo de la situación le siguió.
¿Yota?....¿Qué esta pasando?....
Sus ojos se movían de lado a lado rápidamente y cambiaban su atención entre esa rara niña y la persona con la que hace poco trataba de calmar a una mujercita afligida. Sin embargo, una luz que cegó sus ojos hizo que girará la cabeza para ver a Yota. Había visto una delgada línea de luz apuntando en su dirección. Y fue como si el mundo se cayera encima.
La clara piel de Karamaru tenía gotas, gotas espesas y gruesas que corrían a paso acelerado en forma descendiente. Escucho un grito desgarrador y tocó su cara. Se vio sus dedos y estaban manchados de rojo, de sangre. Vio su boca escupir y su cuerpo caer para hacer un charco que levemente se expandía por el verde pasto que hacía minutos fue testigo de una extraña conversación entre dos shinobi.
No sabía como reaccionar. Se había congelado, completamente, su cuerpo no respondía. Miraba el cuerpo fijamente a través de sus ojos ámbar, no podía entender como había pasado. Sintió una gran presión en el cuello, empezó a sentir que le costaba respirar y que poco a poco empezaba a despegar hacía arriba.
«Yo...Yota...¿Qué esta pasando?....Me...¿Me estoy muriendo?.....
Se frenó en el aire, aun con el corazón acelerado y con los ojos clavados en Yota, o lo que quedaba de él. Estaba ahí pero su mente no. Trataba de conectar ideas, que estaba pasando, pero su cabeza no le respondía. Solo era un tonto que ni siquiera sabía que lo estaban sosteniendo en el aire. Pero de repente cayo al suelo y todo se volvió a conectar.
Miró a un hombre, sin entender como había llegado ahí. ?Qué había pasado con la niña rara?. Todavía veía las cosas a la distancia, shockeado, pero de a poco retornaba la conciencia. Trataba de pararse pero no podía hasta que un silbido un poco agudo pero fuerte llegó a sus oídos. Vio un perro acercarse, o por lo menos parecía eso, tal vez era un lobo u otra cosa parecida. No era momento de pensar eso. Sintió escuchar la misma voz que antes, la que había originado esa niña. Miró al hombre de pómulos marcados pero seguía sin hablar.
Con los ojos abiertos y moviendo la cabeza en movimientos cortos y bruscos tratando de ver cada cosa que pasaba a su alrededor una palabra cruzó su mente.
"Pipí"
Instintivamente con su mano derecha tomó sus huevos rápidamente. Su pantalón estaba seco pero ahora no movía su mano. Había un can acercándose y él estaba congelado con una mano tomando sus partes.
«¿Yo...Yota?»
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-¡¡Díselo a Eri-chan!!-
Usé las pocas fuerzas que me quedaban para que de alguna manera alguien pudiese avisar a mis compañeros y el pronuncié el primer nombre que llegué a recordar. Ahora todo quedaba en manos de Karamaru. Acto seguido, los ojos se cerraron como si se hubiese acabado la función de teatro, los sonidos cada vez parecían más lejanos, las sensaciones más confusas pero esa luz era más clara a cada segundo que pasaba. Quién sabe, quizás fuese la luz del reino de los cielos, o eso decía la gente.
-Joder, muérete ya, rubia-
Aquel matón se había quedado quieto ante el gennin de Amegakure con la mano zurda reposando en su cintura esperando a que el calvo dejase de delirar y le prestase atención. Se hartó de esperar y le propinó una patada directa a la boca.
-¡Despierta de una vez, gilipollas!-
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· Vol
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Ya había pasado. Yota estaba muerto y Karamaru estaba en peligro. Era momento de reaccionar. Aunque tal vez el calvo se dio cuenta un poco tarde. Había escuchado las palabras del rubio o por lo menos su voz. No supo que fue lo que dijo, su cabeza no le prestaba atención a los sonidos, no todavía.
«Eri,Eri,Eri,Eri,Eri.... ¿Qué es Eri?»
Pero estaba retomando su conciencia aunque seguía con la vista perdida tratando de seguir al perro que le acechaba. Poco a poco comenzó a escuchar un poco más, y a entender la voz de ese hombre. Ronca y grave.
-Joder, muérete ya, rubia-
-¡Despierta de una vez, gilipollas!-
Pero el calvo se despertó un poco tarde. Cuando reaccionó que el hombre hablaba de él, cuando se dio cuenta de que estaba volviendo su capacidad de poder moverse y de que sus sentidos volvían a la normalidad, recibió un fuerte golpe en la boca que lo tumbó al piso haciendo que su cabeza rebotara contra el pasto.
Con sangre en la boca, cayendo lentamente de su boca en un fino hilo rojo que llegaba al mentón, vio al hombre de cabellos negros, de ojos color azabache y de musculosa verde que lo había golpeado. Tal vez era inoportuno preguntar lo que Karamaru iba a preguntar, pero era lo primero que se le había pasado por la cabeza.
¿Quién eres?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
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