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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Yui seguía cerniéndose sobre ella, inclemente. Y Ayame no pudo soportarlo por más tiempo, retrocedió. Retrocedió y cayó al suelo al tropezar con uno de aquellos gruesos tomos. Fundamentos del Chakra Natural, le pareció leer en su portada, antes de tener que alzar la mirada de nuevo hacia la tormenta que se le echaba encima.

¿¡Qué estás diciendo, te has vuelto loca!? —seguía gritando, fuera de sí—. Eso fue lo que pasó en el Examen de Chūnin, ¿¡verdad!?

N...

«Sí.»

¡Te habló! ¡Te convenció para salir y matarnos a todos!

¡N...!

«SÍ.»

¡No...!

«¡Si lo hice, señorita! ¡SÍ LO HICE!»

¡Para destruir Uzushiogakure como destruyó Yamashi-To! —bramaba Yui—. ¿¡Te suena ese nombre!? ¡¡Ahora la llamamos LA CIUDAD FANTASMA, AYAME!!

Ayame se hizo un ovillo en el suelo y se tapó los oídos con las manos, temblando como una niña, pero eso no calló las voces de Yui. Ni mucho menos las de Kokuō.

»¿¡Que tienen sentimientos, que tienen conciencia!? ¡¡Díselo a los miles de personas que perdieron la vida aquél día!! ¡¡Ve al Cementerio del Gobi y dile a los niños en sus tumbas que lo que los mató no era un monstruo si tienes cojones!!

¡¡BASTAAAAAAAAAAAAA!! —aulló, con toda la fuerza de sus pulmones—. Basta... basta...

Era demasiado bonito que hubiese sido capaz de mantener el secreto un año entero. Ayame sintió que se mareaba, que todo a su alrededor daba vueltas. Si seguía así iba a desmayarse.

No... no puedo... Nunca he podido compartir... lo que los bijū hicieron... pero entiendo por qué lo hicieron... —balbuceaba—. Conozco su historia... Kokuō me la contó... Los humanos los hemos estado encarcelando... Aislando... Manipulando... Usando como meras armas en las disputas que sólo nos atañen a los humanos.. Estaban hartos de nosotros... Muchos lo siguen estando... Nos odian por lo que somos... Yo quise... Quise demostrarle a Kokuō... que no era igual que el resto de humanos... Quise demostrarle que no todos somos así... Que no todos los vemos como meras armas... Y que la convivencia pacífica entre humanos y bijū es posible...

»Entiendo... entiendo lo que está pensando, Arashikage-sama... Sé que piensa que estoy loca... Y entenderé también... que... que me retire la placa de kunoichi... si lo cree necesario...

«¡¿Qué está haciendo?!»

Se estaba entregando.
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#17
Y el aullido de Ayame detuvo a la Tormenta. Por un momento. Como cuando una lluvia fuerte amaina por unos breves minutos y le permite a uno cruzar la calle sin acabar empapado. Pero Ayame sabía que aquello no duraría mucho tiempo.

Yui no le retiró la placa. Pero tampoco se detuvo su cólera. Tomó Fundamentos del Chakra Natural y lo lanzó con fuerza contra el pobre escritorio, que la verdad, ya había recibido bastante.

¡No, claro que no lo entiendes! —dijo—. ¡No es que "no puedas compartir" lo que hizo... ¿¡quién!? ¿¡Kokuō!? ¿Es ese su nombre? ¡Pues a tomar por culo con Kokuō! ¡No es que "no puedas compartirlo", es que muchos vivimos los horrores de aquella batalla! ¡Luché contra él! ¡Luché junto a tu padre, MALDITA SEA, AYAME! ¡TU PADRE CASI MUERE POR UNA DE ESAS BIJŪ-DAMA!

»¿¡Y quieres que haga la paz con él!? ¡¡Es eso lo que me estás pidiendo!!
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#18
Hubo un breve silencio. Apenas duró unos segundos, pero Ayame los saboreó hasta que Yui decidió volver a maltratar el libro de Fundamentos del chakra natural arrojándolo contra el escritorio.

¡No, claro que no lo entiendes! —Volvía el chaparrón. Ayame volvió a encogerse—. ¡No es que "no puedas compartir" lo que hizo... ¿¡quién!? ¿¡Kokuō!? ¿Es ese su nombre? ¡Pues a tomar por culo con Kokuō! ¡No es que "no puedas compartirlo", es que muchos vivimos los horrores de aquella batalla! ¡Luché contra él! ¡Luché junto a tu padre, MALDITA SEA, AYAME! ¡TU PADRE CASI MUERE POR UNA DE ESAS BIJŪ-DAMA! ¿¡Y quieres que haga la paz con él!? ¡¡Es eso lo que me estás pidiendo!!

Ayame se levantó de repente y se alzó contra Yui. Sólo que... Ya no era Ayame.

¿Lo que me está pidiendo es que me quedara quietecita mientras ustedes, humanos, volvíais a reducirme y encerrarme en otra vasija?

«¡KOKUŌ!»

No, Señorita. No necesito a nadie que me defienda. Puedo hacerlo yo sola. Como ya he hecho muchas otras veces —Sus ojos aguamarina se clavaron en los de Yui, desafiando a la tormenta sin ningún tipo de tapujo—. Si de verdad lo hubiese deseado, Yui, podría haber invadido el cuerpo de Ayame en cualquier momento. Podría haber destruido vuestra querida aldea en cuanto me revirtieron el sello. Pero preferí aislarme de todos ustedes. Quería que me dejaran en paz. Y ahora tengo un trato con la Señorita. Porque ella ha sido una de las pocas humanas que ha tenido a bien a escucharme. A escuchar el otro lado de la historia. Ahora somos dos en una, le guste o no. Somos las dos caras de la misma moneda. Y nunca estamos solas.
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#19
Ningún Kage podría haber estado preparado para lo que pasaría a continuación. No lo había estado Hanabi, semanas atrás. No lo estuvo ella. Ni siquiera la Tormenta pudo luchar contra la impresión que le causó escuchar aquella voz femenina. Inmediatamente, Yui se agachó y la agarró por el uwagi, levantándola.

¡¡Suéltala!! —gritó Yui—. ¡¡Suelta a mi Ayame!! —Agitó al bijuu en forma humana y lo estampó contra la pared—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré! —Con lágrimas en los ojos, una Yui colérica no pudo evitar que Kokuō hablase.

Y ahora tengo un trato con la Señorita. Porque ella ha sido una de las pocas humanas que ha tenido a bien a escucharme. A escuchar el otro lado de la historia. Ahora somos dos en una, le guste o no. Somos las dos caras de la misma moneda. Y nunca estamos solas.

Yui soltó a Kokuō.

¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! —espetó el nombre con tono burlón—. ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!
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#20
Por supuesto que la situación pilló desprevenida a Yui. Nada ni nadie podría haberla prevenido contra algo así. Pero Kokuō no iba a permitir que siguieran hablando de ella como si no se encontrara allí, como si fuera un mero espectador de la partida. No. Si tenía que salir a hablar, salía. Y no tenía ningún problema en hacerlo.

¡¡Suéltala!! ¡¡Suelta a mi Ayame!! —gritó Yui, agarrándola por el uwagi y alzándola con una facilidad casi insultante. La zarandeó como a un muñeco de trapo y la estampó contra la libreria. Kokuō sólo contrajo el gesto en una mueca de dolor al sentir el golpetazo y la herida del vientre desgarrándose. Pero no actuó. No iba a confirmar las sospechas de aquella mujer de que no era más que un vil monstruo sin sentimientos—. ¡No perderé a otro Hijo de la Tormenta manipulado en contra de su voluntad! ¡No lo haré! ¡No lo haré!

Pero Yui iba a escucharla. Por supuesto que lo haría. Kokuō se encargaría de que así fuera, y no dejaría salir a Ayame hasta que no pronunciara su última palabra al respecto.La Arashikage la soltó de repente.

¡No lo entiendes! —gritó, señalando a la aldea que se extendía más allá del balcón—. ¡Toda esa gente, toda! ¡Toda esa gente tiene familiares que murieron durante aquella pelea! ¡Y todo por qué! ¿¡Por unos crímenes que cometieron unos hijos de puta hace cientos de años!? ¡¡Y a nosotros, qué, Kokuō!! ¡Mis aldeanos qué coño te hicieron para que mataras a sus hijos!

Pero Kokuō seguía con los ojos clavados en los de la Arashikage, con la misma calma.

Yo también tenía hermanos. Ocho, para ser más exactos. Y todos ellos, todos nosotros sufrimos el mismo destino: Aislados. Encerrados. Utilizados... Masacrados.. Nada de lo que diga servirá para expiar mis pecados, nada de lo que diga cambiará el pasado; ¿pero qué pretendía que hiciera cuando resurgí en aquella ciudad y todos aquellos humanos se lanzaron contra mí para repetir los mismos pasos que los primeros Kage? Déjeme preguntarle algo, Arashikage, ¿qué habría hecho usted? ¿Qué habría hecho en mi lugar? Respóndame, jinchūriki de la Tormenta. Es así como la llaman, ¿no es así?
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#21
Nnggg.... Nggg.... Yyo... yo... —Amekoro Yui apretó los puños cerrándolos en el uwagi y gruñó—. Ahgggg... ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH, MALDITA SEA, COÑO!! —La volvió a soltar, y de pronto...

...se derrumbó.

Se derrumbó de rodillas en el suelo, cabizbaja. Y golpeó con sus puños los azulejos hasta sentir que los huesos de la mano derecha volvían a crujir bajo la escayola. Se mordió el labio hasta hacerse, de nuevo, sangre. Y cuando la saboreó, contestó:

Los habría matado a todos. Y también a todos los que los apoyaban. Y a todos sus descendientes. Y a sus mujeres, a sus primos, a algunos de sus amigos. Todo con tal... de dar ejemplo. Con demostrar que soy fuerte... y que nadie puede jugar conmigo.
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#22
Nnggg.... Nggg.... Yyo... yo... —Amekoro Yui apretó aún más los puños cerrándolos en el uwagi y gruñó. Parecía que en cualquier momento alzaría el puño para golpearla, pero...—. Ahgggg... ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH, MALDITA SEA, COÑO!!

Entonces se derrumbó. La Tormenta cayó de rodillas al suelo. Golpeó el suelo con los puños. Se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Y sólo entonces, al sentir el sabor metálico, habló:

Los habría matado a todos. Y también a todos los que los apoyaban. Y a todos sus descendientes. Y a sus mujeres, a sus primos, a algunos de sus amigos. Todo con tal... de dar ejemplo. Con demostrar que soy fuerte... y que nadie puede jugar conmigo.

Kokuō asintió.

Lo sé —Ya lo había hecho en el pasado, después de todo. Parecía que, a pesar de todo, sí había un punto de unión entre ambas—. Sólo para que se quede tranquila: ni voy a poseer a la Señorita, ni destruiré Amegakure. Yo sólo quiero vivir. En paz.

Y entonces, el cuerpo de Ayame cayó al suelo. De rodillas, jadeando, la muchacha alzó la mirada hacia su líder. No le hacía ninguna gracia el dolor que ahora sentía en la cabeza y en la espalda, pero no osó quejarse.

Lo siento... Yui-sama... —dijo Ayame. La verdadera. Sus ojos volvían a ser suyos—. Pensé... que si se lo decía... yo... Kokuō...

Cualquiera que entrara en el despacho en aquel preciso instante iba a encontrarse con una escena de lo más peculiar... Con el caos habiendo arramblado media sala y a las dos kunoichi tiradas en el suelo, de rodillas, ambas heridas.
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#23
El bijū lanzó una última declaración de intenciones, o más bien, de no intenciones: ni poseería a Ayame —«No confío en ti»—, ni destruiría Amegakure —«Jamás te lo permitiría»—. Sólo quería vivir. En paz. «Todos queremos eso. Pero es una hazaña imposible.»

El cuerpo de Ayame se derrumbó de rodillas junto a ella, y los jadeos anunciaron que ella había vuelto a su ser.

Lo siento... Yui-sama... —dijo Ayame. La verdadera. Sus ojos volvían a ser suyos—. Pensé... que si se lo decía... yo... Kokuō...

Se ha ido muy pronto —dijo—. ¡Todavía tenemos cosas que hablar, Kokuō! ¡Viviendo en Ayame, estás viviendo en mi aldea! ¡Aquí, yo mando! —bramó, mirando a Ayame a los ojos. Estaba llorando—. ¿Qué coño pasa con Kurama, entonces? ¿No tienes los mismos objetivos que él? ¡Voy a estar en contra de ese bastardo! ¡Y si eso te va a hacer interponerte en mi camino... vas a tenerme en contra! ¿¡Me oyes!?

»¡Sólo me digno a hablar contigo por Ayame! ¡Por Ayame! Y tú, muchacha, tú... cómo se te ocurre hacer algo así. Y menos sin decírmelo. ¡Tienes unos ovarios como dos carruajes, imbécil! —Yui empujó a Ayame para tirarla al suelo de culo. Rio nerviosa—. ¡Hacer las paces con los bijū! ¡Pero qué cojones!

»¡Qué cojones, qué coño, qué mierda joder! ¡En qué mundo de locos nos ha tocado vivir! ¡Primero ese hijo de puta de Kurama con sus Generales, y ahora esto! ¡Esto...! ¡¡NO LO ENTIENDO, ME CAGO EN LA PUTA!! ¡Ojalá estuviera Shanise aquí, no lo entiendo, joder, no lo entiendo!
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#24
Se ha ido muy pronto —protestó Yui, contrariada por la marcha del bijū—. ¡Todavía tenemos cosas que hablar, Kokuō! ¡Viviendo en Ayame, estás viviendo en mi aldea! ¡Aquí, yo mando! —bramó, y aunque Ayame sabía bien que le estaba hablando a Kokuō, no pudo evitar estremecerse como si el mensaje fuese a ella. Pero, lo que de verdad la impactó, fue ver que Amekoro Yui, la mismísima Tormenta... Estaba llorando—. ¿Qué coño pasa con Kurama, entonces? ¿No tienes los mismos objetivos que él? ¡Voy a estar en contra de ese bastardo! ¡Y si eso te va a hacer interponerte en mi camino... vas a tenerme en contra! ¿¡Me oyes!? ¡Sólo me digno a hablar contigo por Ayame! ¡Por Ayame! Y tú, muchacha —añadió de golpe, refiriéndose de nuevo a Ayame, que se se sobresaltó en el sitio—, tú... cómo se te ocurre hacer algo así. Y menos sin decírmelo. ¡Tienes unos ovarios como dos carruajes, imbécil!

Ella quiso volver a disculparse, pero Yui la empujó y terminó cayendo de nuevo al suelo de culo. Se rio, nerviosa.

¡Hacer las paces con los bijū! ¡Pero qué cojones! ¡Qué cojones, qué coño, qué mierda joder! ¡En qué mundo de locos nos ha tocado vivir! ¡Primero ese hijo de puta de Kurama con sus Generales, y ahora esto! ¡Esto...! ¡¡NO LO ENTIENDO, ME CAGO EN LA PUTA!! ¡Ojalá estuviera Shanise aquí, no lo entiendo, joder, no lo entiendo!

Ayame, aún respirando de manera entrecortada, no se atrevió a volver a levantarse. En su lugar, cruzó las piernas y apoyó la espalda. Se sentía demasiado débil. Había sido un día muy duro para ella. Demasiado. Más de lo que había soportado jamás.

Kokuō no quiere saber nada de Kurama... —habló por lo bajo—. Ya rechazó su oferta cuando me revirtieron el sello... e incluso fue a avisar a dos de sus Hermanos sobre lo que planeaba... No va a colaborar con él... De eso... estoy segura... Por eso intentó huir hacia el País del Agua. Sólo quería que la dejaran en paz... Todos —añadió, apoyando la cabeza en la estantería herida.
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#25
Yui suspiró, y se agarró el pelo en un chillido para liberar adrenalina.

Supongo que es un problema menos del que tengo que preocuparme —dijo—. No tengo que preocuparme de que el bijū te reviente por dentro y nos chamusque a todos. Tendré que verlo así. Es la única manera de verlo. —La Arashikage levantó la vista y la clavó en el techo—. ¿Sabes? Estoy harta. Estoy harta de todo hoy. Estoy hasta el coño ya. Hostia puta. —Se dejó caer cuan larga era en el suelo y su mano izquierda recogió la placa metálica de jōnin que había sufrido aquél terrible accidente contra la estantería. Se la arrojó a Ayame como un shuriken. La placa chocó contra la madera del estante y acabó en su regazo.

»Al principio, quise darte bien fuerte. Luego, sólo quise encerrarte. Ahora no sé lo que quiero, pero sí que sé que eres de las kunoichi que puede cambiar el mundo. Una kunoichi capaz de hacerse amiga de un bijū. Eso sólo puede hacerlo una amejin, cojones —rio, débil—. Vete antes de que cambie de idea. Sólo quiero que este día pase pronto. Y Ayame... recuperaremos a Kaido. Cueste lo que cueste. Lo juro.

»Una última cosa. A tu padre se lo cuentas . Porque yo no tengo el valor de mirarle a la cara después de verle sobrevivir a una bijūdama y decirle "JEJEJEIII, AHORA EL BIJŪ ES AMIGO DE TU HIJA". No, gracias. Y es una orden.

»A partir de ahora, nada de secretos. La próxima vez... la próxima vez acabarás en el calabozo. ¿¡ENTENDIDO!?
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#26
En aquel instante, Yui se vio forzada a agarrarse del pelo con un chillido para soltar la adrenalina.

Supongo que es un problema menos del que tengo que preocuparme. No tengo que preocuparme de que el bijū te reviente por dentro y nos chamusque a todos. Tendré que verlo así. Es la única manera de verlo —habló, clavando la mirada en el techo—. ¿Sabes? Estoy harta. Estoy harta de todo hoy. Estoy hasta el coño ya. Hostia puta.

Debo admitir... que yo también... por hoy... —Ayame se atrevió a esbozar una sonrisa que tembló nerviosa en sus labios.

La Arashikage se echó en el suelo y su mano izquierda tanteó hasta recoger algo. Le lanzó algo metálico, que relucía de dorado, girando en el aire como si fuera un shuriken. El proyectil impactó en la estantería, justo encima de ella y rebotó hasta su regazo: era la placa de jōnin. La misma que había utilizado de cebo. Ayame la contempló, sin dejar de creérselo. Pasó ya yema del dedo por su superficie, admirando los brillos dorados y el relieve que la identificaba como Rango Superior.

¿De verdad la estaba ascendiendo?

P... pero...

Al principio, quise darte bien fuerte. Luego, sólo quise encerrarte —Esas eran unas palabras realmente alentadoras—. Ahora no sé lo que quiero, pero sí que sé que eres de las kunoichi que puede cambiar el mundo. Una kunoichi capaz de hacerse amiga de un bijū. Eso sólo puede hacerlo una amejin, cojones —rio, débil—. Vete antes de que cambie de idea. Sólo quiero que este día pase pronto. Y Ayame... recuperaremos a Kaido. Cueste lo que cueste. Lo juro.

Lo haremos. No descansaré hasta que sea así —asintió ella. Sobre todo ahora que tenía la certeza de que estaba siendo manipulado por ese maldito tatuaje—. Gracias. Muchas gracias por la oportunidad, Yui-sama.

«Confía en el alquequenje que se oculta tras la niebla...No perdáis la fe en el verdadero Kaido.»

¿Qué había querido decir con eso? Ahora estaba demasiado agotada para pensar en ello. Tendría que grabarse esas palabras a fuego en su memoria y meditarlo más tarde.

Una última cosa —añadió Yui, cuando Ayame fue a levantarse—. A tu padre se lo cuentas tú. Porque yo no tengo el valor de mirarle a la cara después de verle sobrevivir a una bijūdama y decirle "JEJEJEIII, AHORA EL BIJŪ ES AMIGO DE TU HIJA". No, gracias. Y es una orden.

Ayame se estremeció de puro pánico. A su padre, que era aún más temible que Yui cuando se lo proponía.

Sí, Yui-sama...

A partir de ahora, nada de secretos. La próxima vez... la próxima vez acabarás en el calabozo. ¿¡ENTENDIDO!?

¡¡SÍ, YUI-SAMA!! ¡¡GRACIAS, YUI-SAMA!!

Ayame salió corriendo del despacho, protegiendo la placa dorada contra su pecho. Se arrepintió nada más poner el primer pie fuera. Sus pulmones, su cuerpo dolorido, clamaban piedad. Se apoyó momentáneamente en la pared, recuperando el aliento, y miró por la ventana. Amegakure parecía haber regresado a la normalidad después de levantar la alarma, como si no hubiese sido más que un mal sueño.

«Por cierto, Señorita. De nada.» Habló Kokuō, burlona.

Te voy a matar, casi me da un infarto ahí dentro... —susurró, antes de echar a andar hacia su casa.

Antes de abandonar el edificio, sin embargo, se aseguró de darle las gracias a Bayashi Hida por haberla ayudado contra Kaido y, de paso, renovar la marca de sangre en la pared de la torre. Sólo por si acaso. Pero la cosa no había acabado ahí. Ahora tenía que explicárselo a su padre y pasar una segunda vez por aquel martirio, si no uno peor. Quizás podía confiar en que estuviese su hermano presente para apoyarla, pero...

«Mejor se lo digo mañana... Necesito dormir...» Decidió, con un suspiro cargado de cansancio.

Al menos ese era su plan, porque cuando llegó a su casa, Aotsuki Zetsuo estaba plantado en la puerta y con los brazos cruzados.

¡¿QUÉ COJONES HA PASADO, NIÑA?!

Ayame volvió a suspirar y dejó caer los hombros. ¿Por qué nada le salía bien?
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