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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La joven Hyuga se encontraba sentada en la barandilla de la toldilla (parte posterior de la embarcación que esta en alto), justo delante del timón frente al cual se encontraba el viejo capitán Raizo. Solía sentarse allí gran parte del día, le encantaba convesar con el anciano mientras veía como el resto de la tripulación cumplía su labor a la perfección.

Viajar en barco no era tan aburrido como todo el mundo le había contado, al menos para ella. Adoraba el sonido del mar, las gaviotas, la madera golpeando las olas, la alegre tripulación y su viejo capitán, las noches llenas de historias sobre monstruos y barcos fantasmas. Sin duda se había divertido, aunque aquel día estaba un poco alicaída. El viaje llegaba a su fin, le hubiese gustado que durase otra estación más o incluso dos... Al contrario que la Hyuga, los tres shinobis de Uzushiogakure estaban mucho más animados que de constumbre, incluso Ryu hacía alguna que otra broma. Algo bastante raro en él.

De repeten, el barco giro bruscamente primero hacia la derecha y después hacia la izquierda. El giro fue tan fuerte que Mitsuki casi se cae, de hecho se llevó un buen susto

—¡¿Qué te pasa grumetilla?!— Raizo había notado que su "segunda" al mando no estaba donde tenía que estar

—Vaya susto...— se quejó la joven que no pudo evitar llevarse la mano al pecho

—¡Eso te pasa por estar distraída, ya te he dicho que en el mar todo puede pasar!— río el hombre a carcajadas

—Lo siento, lo siento— se disculpo la peliblanca que no tenía una replica ante aquella gran verdad

—¡No pongas esa cara! ¡Te crees que no la estoy viendo!—

—Supongo, está a mi espalda— respondió la joven casi con desgana

—¡Si Hisami-sama te viese!— se lamentó el anciano capitán que volvió a hacer que el barco se tambalease, lo que provocó las quejas de un par de marinos que habían tropezado y caído en la cubierta y alguno que otro que debía de haberse caído de su litera, aunque esas últimas críticas llegaban muy apagadas —¡No me importan vuestras quejas! ¡Es por una buena causa bastardos!—

—Por favor... me voy a marear— se quejó la Hyuga a la que empezaba a revolvérsele el estómago

—¡Pues no pongas esa cara de sardina seca!— le recriminó el capitán

—No puedo evitarlo...—

—¡Te lo dije el primer día que subiste a este barco! ¡Y solo te lo repetiré una vez más pequeña!— le regañó con su habitual impetu —¡Deja de mirar hacia atrás o te perderás todo lo que hay delante!—

La joven no supo que responder, sabía perfectamente que el anciano tenía razón... pero era difícil sobreponerse. Aunque le dedico una fugaz sonrisa sobre su hombro antes de dejarse caer sobre la cubierta del barco, amortiguo la caída flexionando sus piernas y recuperó la verticalidad con gracia antes de encaminasrse hacia la proa. Saltó por encima de la escotilla de carga y tras un par de pasos comenzó a subir por la pequeña escalera que la conducía hasta el botalón. LA joven peliblanca apoyo su mano sobre el palo trinquete que surgía desde el botalón como si de una lanza se tratase. Desde allí pudo divisar por primera vez las Costas del Remolino.

—Bonitas vistas, ¿verdad?— dijo una voz grave tras de sí, que instantáneamente reconoció. Era Ryu, el Jounnin de Uzushiogakure

—Sí— respondió con sinceridad, pues desde allí podía comenzar a apreciar el contraste entre el agua casi cristalina y la arena blanca de aquella playa que parecía casi interminable —Nunca había visto nada igual...—

—Me alegro de que te guste— el shinobi se sentó sobre la borda —Sí te fijas bien puedes ver un gran bosque, detrás de él está Uzushio— le indicó

La peliblanca hizo un esfuerzo, pero aún estaban demasiado lejos para distinguir tantos detalles o al menos su vista no alcanzaba a tanto, quizás sí con su byakugan pero no había razón para usarlo

—Bueno, sí fuese tú me iría preparando— comento el hombre que había vuelto a incorporarse y se preparaba para marcharse —Llegaremos al embarcadero poco tiempo y seguro que te estarán esperando—

[color=mediumpurple]—¿Me estarán esperando? ¿Quiénes?—
preguntó extrañada la joven que aparto la mirada del horizonte durante un instante para clavarla en la espalda del shinobi que comenzaba a retirarse

—Los burócratas pequeña, los malditos burócratas. Espero que no te aburran tanto como a mí— bromeo el shinobi mientras descendía la escalera

La Hyuga devolvió la mirada al frente, pensativa. Durante todo aquel tiempo no había sido consciente de que su llegada a Uzushio podía despertar algún interés, pero por las palabras de Ryu estaba visto que no sería como ella había esperado. Aunque bien es cierto que debería de haberlo supuesto, al fin y al cabo no era como ir de visita a un lugar cualquiera, todo aquello respondía a un pacto entre Kusabi y Uzushiogakure. Y sabía perfectamente que todas las cosas oficiales solían ser revestidas de ciertas florituras necesarias para que se le diese la importancia que merecía un acuerdo de esas características.

Mitsuki no pudo evitar dejar escapar un largo suspiro, estaba acostumbrada a desenvolverse en ese tipo de situaciones. Sin embargo, normalmente tenía a su maestra que se encargaba de protegerla pero pero aquella vez era diferente, esta vez estaba sola y en una tierra desconocida frente a personas desconocidas. Aquella idea la había puesto un poco nerviosa.

Sin embargo, apenas iba a tener tiempo para preocuparse, la voz de los gemelos Sai y Kenji la hizo girar sobre si misma para saludarlos. Aquellos chicos que siempre vestían combindados y a los cuales solo se les podía distinguir por el color del pañuelo se habían hecho buenos amigos de la Hyuga.

—Sea lo que sea que te ha dicho Ryu, no le hagas caso— dijo Kenji que llevaba un pañuelo azul anudado al cuello esta vez

—Por una vez estoy de acuerdo con Kenji— bromeo el otro chunnin que llevaba un pañuelo verde —Es lo que nosotros solemos hacer con él— bromeo el shinobi que se acerco hasta la borda

—¿No se supone que es vuestro jefe de equipo?— apreció la peliblanca divertida por la forma que tenían de tratar a su superior

—Eso es mucho suponer, rayitas—

—Me gusta ese mote, choca esos cinco— alabó el del pañuelo verde el ingenio de su hermano

—mmm— Mitsuki frunció el ceño

—Vamos, vamos... no te enfades—

—A pesar de todo, se os coje cariño— la joven les sonrió cálidamente

—Lo mismo digo gruñona— volvió a bromear Kenji

—¡Gandules! ¡Preparaos para atracar!— bramó el capitán desde el otro extremo del barco. Aquella orden hizo que la joven se girase para ver que poco a poco se acercaban a un embarcadero de madera. No era un muelle excesivamente grande, sin duda de allí no salían grandes barcos pero si era lo suficientemente grande como para que barcos medianos pudiesen atracar allí.

—¡Vamos antes de que el viejo nos tire por la borda!— dijo Sai mientras agarraba a su hermano del pañuelo y lo arrastraba escaleras abajo

La Hyuga buscó con la mirada algún signo de que la esperaban, algo que no tardó mucho en localizar al final del puerto. Allí pudo ver a un pequeño grupo de nos más de seis o siete personas que aparentaban estar esperando a algo o a alguien y la probabilidad dictaba de que sería ella pues en el puerto no había más que unos cuantos botes amarrados y menos de una decena de operarios que se disponían en aquel preciso instante a la espera de la llegada de la nao.

En apenas unos minutos, la nao había atracado en el puerto y los operarios del muelle se afanaban en asegurar el barco con sogas antes de preparar la trampilla para el desembarco. Mientras esto sucedía, la Hyuga se despedía de los marineros en la cubierta principal.

El ambiente que se respiraba allí arriba era bastante triste, la mayoría de la tripulación se había encariñado de aquella mocosa tan amable que siempre estaba dispuesta a escucharlos. Quizás esa fuese la principal virtud de Mitsuki, siempre estaba dispuesta a escuchar a todo el mundo y todo parecía le parecía interesante. Jamás despreciaba nada por pequeño o insignificante que pudiese parecer. Seguramente por eso se hacía querer, era difícil encontrar personas que de verdad se interesasen por los demás.

Tras despedirse uno por uno de los miembros de la tripulación, llegó el momento de despedirse del viejo capitán que se había convertido en el viejo abuelo gruñón que nunca tuvo.

—Muchas gracias por todo— la joven le hizo una solemne reverencia

—¡No tienes que agradecer nada mocosa!— le recriminó mientras le revolvía los cabellos con su mano derecha —¡Tan sólo procura cuidarte! ¡Y si necesitas un barco ya sabes donde encontrarnos!—

—Muchas...—

—¡Vuelve a decir eso y no te hará falta puente para bajar al muelle, zagala!—

—Os echaré a todos de menos— contestó la joven con una sonrisa

—Bueno, es el momento. Mitsuki, detrás de mí— ordenó Ryu que se disponía a desembarcar.

La Hyuga asintió con la cabeza y se colocó a la zaga del Jounnin para comenzar a descender por el punte desde el barco hasta el muelle, donde le esperaba una pequeña comitiva de bienvenida. Tras ella, Sai y Kenji la seguían de cerca. Tras unos pocos pasos los shinobis y Mitsuki es taban formando una linea horizontal frente a la comitiva que se acercaba caminando por el muelle mientras ellos esperaban pacientemente y en formación.
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#2
Había llegado el día de la llegada del byakugan. Por fin Uzushiogakure iba a tener el ojo blanco en su poder, dentro de sus murallas. Uzumaki Shiona, actual Uzukage, era consciente de la magnitud de aquello e incluso le costó conciliar el sueño la noche anterior por lo que en aquella ocasión tuvo que aplicar más dosis de maquillaje de la habitual. Había que disimular aquellas horribles ojeras y el hinchazón de los ojos por la falta de descanso.

Sin embargo, aquel era un día de celebración. al fin iba a ver con sus propios ojos los frutos de aquella alianza con aquella remota población del norte.

Una vez en los muelles, acompañada por un par de jonnins de su plena confianza espero pacientemente con las manos entrelazadas por detrás de su cintura con inquietud hasta que a lo lejos pudo apreciar como se acercaba una embarcación en dirección al puerto. Era grande e imponente y pornto acabaría amarrada en sus muelles, observando con todo detalle lo que sucedía.

Fue entonces cuando vio por primera vez aquella chiquilla de 14 años de cabellos y ojos blancos como la nieve.

Parecía estar algo apenada. Lo evidenciaba con las despedidas a todo el mundo a bordo. Por el puente empezaron a desfilar la joven y sus 3 jonnins desplazados a su búsqueda. Ryu iba delante de ella y Sai y Kenji por detrás custodiándola mientras la mirada purpura de la Uzukage se clavaba en aquella moneda de cambio. Ahora la alianza empezaba a cobrar sentido. Hasta que se plantaron delante de ella.

Los 3 shinobis hicieron una ligera reverencia agachando la cabeza e inclinando un poco sus espaldas a medida que flexionaban sus rodillas


-Uzukage-sama- saludaron los 3 al unísono

-Bienvenidos de nuevo. Id a descansar-

No hizo falta más para que se incorporaran de nuevo y asintieran con la cabeza para abandonar la escena. Momento en el que la imponente figura de la Uzukage alzase ligeramente sus brazos e hiciera un movimiento lateral hasta la muchacha. Los otros dos shinobis se avanzaron y empezaron a inspeccionar la muchacha, cacheandola buscando quién sabe qué.

-No te preocupes, jovencita. Forma parte del protocolo. Dime, ¿Cuál es tu nombre?-

-Está limpia- dijo uno de los ninjas en cuanto terminaron de inspeccionar a la Hyuga.
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#3
Apenas acaba de bajar de la pasarela, cuando se encontró de sopetón con una mujer de estatura mediana que no tardó mucho en reconocer como la Uzukage y es que era verdaderamente difícil no reconocerla pues llevaba sobre su melena de fuego el habitual sombrero que distingue a los altos cargos de las aldeas. Aunque su aspecto le chocó bastante, lo poco que sabía de aquella mujer es que ella ya era kage cuando su maestra era tan solo una akikarana y si las cuantas no le fallaban esa mujer tenía que tener más de noventa años y sin embargo, parecía mucho más joven, apenas aparentaba estar en la treintena.

Sus tres acompañantes saludaron marcialmente y fueron despachados rápidamente por su superiora. Antes de que tuviese tiempo de reaccionar, la Hyuga se vio siendo cacheada y, aunque la Uzukage trató de quitarle importancia a aquel hecho, se sintió bastante incómoda. A pesar de todo, Mitsuki trató de no ponerse nerviosa y respondió sin titubear

—Hyuga Mitsuki, Uzukage-sama— habló sin apartar sus ojos de los de su interlocutora

Los shinobi terminaron su labor y se retiraron tras informar del resultado a la mujer pelirroja, momento que aprovechó la peliblanca para bajar los brazos que había tenido que mantener en suspensión para facilitar el registro.

—A vuestro servicio— hizo una leve reverencia, que mantuvo para añadir —La Shijou Hisami-sama envía recuerdos— tras esto, recuperó la verticalidad frente a su actual superiora
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#4
-Muchas gracias, Mitsuki- respondió esbozando una leve sonrisa hacia la que estaba a punto de convertirse en nueva kunoichi de Uzushiogakure -En ese caso podéis marcharos. Me gustaria estar a solas con Mitsuki, tenemos cosas de las que charlar añadió haciendo un ademán con su mano diestra a los dos shinobis que aún quedaban en el lugar y pronto asintieron acatando la orden realizada.

Así pues, en el puerto ya solo quedaban las dos chicas, al pelirroja y la de cabellos nevados ya que el barco estaba empezando a zarpar de nuevo mientras la tripulación seguía mirando a la Hyuga con cierta tristeza al mismo tiempo que sacudían sus brazos en la que sin duda era una amarga despedida.


-Parece que te aprecian bastante. Ganarse a la gente es una gran cualidad, Mitsuki- inquirió la Uzukage tratando de ser amable tras aquella bienvenida acompañada de cacheos.

-Enseguida iremos a tu nuevo hogar, Uzushiogakure, pero antes me gustaría que entendieras algo- indicó mientras la suave brisa del mar acariciaba sus cabellos y sus mejillas en una sensación reconfortante -A partir de este momento eres kunoichi de Uzushiogakure. Olvídate de donde vienes. Eres una habitante más de estas tierras y no importa de donde vienes, debes tener esto muy presente. Pero al mismo tiempo recuerda que noe res nativa de este lugar. Te vigilaré, y si no lo hago yo lo harán mis jonnins y si percibimos que nos traicionas no dudaré en poner fin a tu existencia ¿Lo has entendido?-

La Uzukage, con un tono cariñoso trató de hacerle entender en lo que se había convertido. Era importante todo aquel protocolo y establecer unas normas básicas que jamás podían romperse, bajo ningún concepto. Al mismo tiempo apoyó sus delicadas manos sobre sus rodillas para flexionarlas y ponerse a su altura mientras mantenía la mirada con la joven y mantenía aquella sonrisa amistosa. No había dudas, era una amante del orden, pero también le gustaba ser la madre que no había podido ser, algo que muchos líderes no aprobarían, pero ella sí.
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#5
La Uzukage agradeció la respuesta de la Hyuga y sin más despidió a los shinobi que la acompañaban, tras un simple gesto de su mano estos desaparecieron casi al instante. Aquello sorprendió a la peliblanca, pues a la única persona que había visto moverse así anteriormente fue a la propia Shijou-sama... siempre pensó que era algo extraordinario pero según había podido ver no debía de ser algo tan poco común en el mundo shinobi.

La mujer pelirroja por su parte, había dejado su mirada escapar un instante de la joven para observar como el barco comenzaba a alejarse. Seguramente había llamado su atención las efusivas despedidas de la tripulación, hecho que fue confirmado por las propias palabras de Shiona.

—Tan sólo trato de tratar a los demás como me gustaría que me tratasen a mí, Uzukage-sama— respondió la joven con un tímida sonrisa.

Tras esto, la mujer se puso algo más seria pero sin abandonar un tono cordial y ciertamente cariñoso, asi maternal de alguna forma... algo que distaba bastante de las palabras mencionadas.

—Entiendo perfectamente mi situación— comenzó la Hyuga sin titubear, sabía desenvolverse bastante bien con la palabra —He venido aquí para servir y aprender, le puedo asegurar que es lo que haré— la joven hizo una pequeña reverencia para demostrar la formalidad de sus palabras —Espero que mis humildes servicios le sean de utilidad a usted y a su pueblo— Mitsuki recuperó la verticalidad, sin apartar la vista de aquellos ojos morados
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#6
Los hombros de la Uzukage bajaron un poco en un claro signo de relajación, así como entrecerró un poco sus ojos purpuras y su sonrisa iba ganando terreno. La respuesta había gustado, desde luego.

-Así sea pues. Espero que no tengamos que lamentar nada y hagas exactamente lo que has dicho en este mismo momento. Ya verás como ambos nos beneficiaremos de nuestra colaboración, así como los demás ciudadanos y ninjas de Uzushiogakure- explicaba la Uzumaki a medida que se iba reincorporando para recuperar la verticalidad -Ya va siendo hora de que veas con tus propios ojos tu nuevo hogar ¿Te vienes conmigo?-

Obviamente aquello era lo más similar a una pregunta retórica. Claramente esperaba una replica afirmativa siendo aquel el primer pequeño gran paso hacia un gran futuro en Uzushiogakure, la aldea oculta del remolino.

-Ah.. por cierto, no me llames Uzukage, a nadie le gusta que le llamen por su cargo. Mi nombre es Uzumaki Shiona, puedes llamarme Shiona-

Puso su delicada mano diestra sobre la espalda de la muchacha, justo donde terminaba la nuca.

-Vamos, no perdamos tiempo, Mitsuki-

Le dedicó una última sonrisa antes de dar el primer paso y volver a colocar sus manos, nuevamente entrelazadas en su espalda, donde terminaba su larga melena rojiza. Se pusieron a caminar cruzando el pequeño enjambre de arboles y arbustos que las separaba de la nueva urbe de la niña del Byakugan hasta que por fin llegaron. Los guardias hicieron un saludo al paso de Shiona y Mitsuki y pronto aquella muchacha se vería embriagada por el colorido de los distintos edificios del lugar. Aunque distintos, todos se caracterizaban por aquellos tejados enrojecidos mientars que en las calles predominaba el mismo tipo de árbol, el cerezo.

-Este será tu nuevo hogar Mitsuki, ¿Te gusta?-
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#7
La Uzukage pareció complacida ante la respuesta de la joven, incluso se permitió relajarse un poco antes de recuperar la verticalidad. Debía ser una situación difícil para ella aceptar a una persona ajena a la Aldea, Hisami-sama le había advertido que los shinobi eran gente desconfiada como consecuencia de su estilo de vida y ahora mismo lo estaba comprobando ella misma. No entendía muy bien como se podía vivir dudando de todo, constantemente... pero eso sería algo que terminaría aprendiendo ella misma por su propia experiencia.

La mujer pelirroja colocó su mano sobre su espalda, cerca de la nuca como invitación a que caminase junto a ella ala vez que el pedía que dejase de llamarla por su título.

-Vamos, no perdamos tiempo, Mitsuki-

—Si— contestó la joven a la vez que seguía el ritmo de su superiora. Resulto ser bastante más simpática de lo que a primera vista le había parecido, en cierta forma se parecía a su maestra aunque un poco más estricta.

No tardaron demasiado en llegar a la entrada de la Aldea, tras cruzar un frondoso bosque la separaba de la playa. Allí fueron recibidos por dos guardias que saludaron a los recíen llegados. La Hyuga quedó impresionada ante la similitud entre su pueblo y aquella Aldea. Era obvio que las construcciones eran bastante más delicadas puesto que no tenían que soportar el duro invierno del Norte, pero aún así la factura era muy parecida. Otra diferencia era que el rojo Uzushio lo dominaba todo acompañado por el blanco y el color de la madera, siempre enmarcado entre cerezos. La ciudad era increíblemente bella, jamás se hubiese imaginado que los shinobi, gente tan militarista, viviría en un lugar así.

-Este será tu nuevo hogar Mitsuki, ¿Te gusta?- rompió el silencio entre ambas la pelirroja

—Si, es impresionante. No me esperaba que fuese así— se sinceró la joven mientras seguía avanzando junto a su superiora —Me encantan los colores, los árboles...—
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#8
—Si, es impresionante. No me esperaba que fuese así— se sinceró la joven mientras seguía avanzando junto a su superiora —Me encantan los colores, los árboles...—

Y lo era. Los colores emanaban emociones y alegría a raudales, como si de un caluroso y fuerte abrazo se tratase, te golpeaban la cara con cariño para enamorarte como el primer novio de una joven chiquilla.

-Lo es, lo es. Pero déjame que te muestre el resto de la aldea. Ya habrá tiempo para que hagas amigos- inquirió la pelirroja.

Y así fue como reanudó al marcha mientras la gente seguía haciendo reverencias y a cada una de ellas Shiona al correspondía con una cálida sonrisa, con la sonrisa de una madre coraje. Siguieron el camino que delimitaban los cerezos que adornaban aquella calle principal transitada por los lugareños. Lo hacían con un paso lento para que la joven Hyuga pudiese observar con detenimiento lo que la rodeaba; los comercios que anunciaban sus productos, las casas, una encima de la otra en aquellos bloques de pisos, los shinobis que vigilaban que todo estuviese en orden, en definitiva por la vida misma que irradiaba Uzushiogakure.

Pronto llegarían a una zona un poco apartada. Un lugar prácticamente de culto para los shinobis y kunoichis de la Aldea Oculta del Remolino. En un primer vistazo alguien podría pensar en lo que era, una simple planicie de tierra y ya está. Pero era mucho más que eso. Habían varias zonas divididas y delimitadas por las verjas metálicas, encima de cada una de sus puertas habían escrito con kanjis números ordenados de menor a mayor y ninguno de ellos era igual.


-Me atrevería a poner la mano en el fuego si digo que este lugar será tu segunda casa y no me quemaría. Quizás podría decir que esta será tu oficina- explicó Shiona -Estos son los campos de entrenamiento de Uzushiogakure. Aquí es donde todos nuestros ninjas entrenan a diario y mejoran sus habilidades mientras no atienden sus obligaciones. También tenemos dojos en esa zona de ahí- señaló unos dojos en uno de los extremos de la zona -Siéntete libre de usarlos cuando quieras, solo hay una condición que debes respetar; los debes dejar tal y como los encontraste. De todos modos, solemos usar los campos abiertos con más frecuencia ¡Pero cada uno tiene sus gustos!-

De hecho, los dojos estaban prácticamente limitados al entrenamiento del taijutsu, ya que el uso de técnicas de ninjutsu podría acabar por derruirlos.

Justo después se dio media vuelta.


-Y ese es el edificio más grande de la aldea. Allí podrás solicitar misiones y acudir a mí por si necesitas cualquier cosa. Si por lo que fuera no me encontrases alguno de mis ayudantes estará encantado a ayudarte-

Si Mitsuki alzaba la vista vería como entre los edificios se alzaba, imponente y majestuoso, el edificio más conocido y popular de la aldea, justo en el centro de esta, el edificio de la Uzukage, lugar que todo ninja visitaba con frecuencia por lo dicho anteriormente por la Uzumaki.

-Cuando estés lista iremos para allí, tengo un regalo para ti-
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#9
Shiona-sama se ofreció personalmente para guiar a la joven durante su primera visita. Una de las cosa que más llamó la atención de la Hyuga, fue el respeto y cariño que recibía la Uzukage de cada habitante de la Aldea. Todos se detenían a saludarla y esta correspondía a todo y cada uno de esos saludos sin perder su sonrisa. En cierta forma le recordó a Kusabi, esa tranquilidad... no podía creer que así fuese el día a día de una aldea shinobi. No distaba en exceso de la vida en un pueblo tranquilo, quitando la alta vigilancia, aún así por lo demás era un lugar cualquiera.

El paseo fue largo, la villa era bastante grande pero mereció la pena. Había podido contemplar la vida del mercado, su bullicio y caótico orden, la belleza de las casas más antiguas y el estilo tradicional adaptado a los nuevos tiempos que poseían los nuevos edificios de viviendas. Sin embargo, el camino llegaba a su fin y esté fue la zona de entrenamiento de la villa. Un enorme campo dividido en zonas.

La Uzukage rompió el silencio que había imperado en su largo paseo, para explicarle a la muchacha lo que era aquel lugar e informarle de la posibilidad de usar los dojos y las normas que regían aquel emplazamiento. Tras esto, se giro y señalo con la mirada un enorme edificio, Mitsuki que había seguido a su superiora observaba en aquel instante. Según había podido deducir se trataba del edificio de gobierno, pues allí podría encontrarla a ella.

—Es magnífico— observó la joven

Tras esto, la mujer pelirroja le informó de que su nueva ruta les llevaría hasta ese edificio y que allí le aguardaba un regalo. La curiosidad se despertó en la Hyuga, ¿Un regalo? No estaba acostumbrada a recibir regalos, como debía actuar, que debía decir. La chica se puso un tanto nerviosa pero trato de conservar la calma

—Cuando usted quiera, Shiona-sama— respondió la joven
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#10
Daba la sensación de que la Hyuga estaba disfrutando del ameno paseo, así como de lo que veían sus ojos blanquecinos. Y eso era importante. Mucho más de lo que creía la extranjera. Pero Shiona lo tenía presente y obviamente lo valoraba positivamente. Era primordial que Mitsuki se sintiese como en casa y posiblemente sus primeros días en Uzushiogakure, sus primeras amistades en la zona, todo aquella la marcase y estableciese el devenir de la muchacha como kunoichi del Remolino.

Pero antes de que todo eso llegase, Shiona tenía que hacer algo con ella.


—Cuando usted quiera, Shiona-sama—

-Entonces no perdamos más tiempo-

Mostró de nuevo su maternal sonrisa mientras apoyaba suavemente su mano en la espalda de la chiquilla de nuevo y daba el primer paso.

El primero de los muchos que daría hasta llegar a aquel puente carmesí que daba acceso a la edificación gubernamental de la aldea. Lo atravesaron a paso tranquilo y pronto acabarían aquel portón de bambú entreabierto que daba paso al interior del edificio. Una vez dentro, varios trabajadores realizaban sus tareas, varios jonin con sus chalecos ninja iban de aquí para allá, la mujer de la recepción revisaba varias ontañas de papeles y, una vez más, al paso de Uzumaki Shiona, los trabajadores saludaban con una reverencia.


-Ocupate de que no venga nadie al despacho hasta que hayamos acabado Mitsuki y yo-

-Como desee, Shiona-sama-

-Gracias- sonrió de nuevo y le devolvió la mirada a la Hyuga -Ahora sí, vamos a ver tu regalo-

Subieron las escaleras de la barandilla carmesí y llegaron hasta un cruce de pasillos. Shiona se sabía el camino a la perfección. De hecho, lo raro es que no lo hiciese con los ojos cerrados. Es más, si fuera sonambula el primer lugar en el que se la tendría que buscar sería este.

Pasilloç de la derecha cuarta puerta a la derecha. Aquella que era más grande y de madera maciza. Giró el pomo dorado y ambas pudieron acceder a su interior.


-Toma asiento, por favor-

Indicó un par de butacas que habían a un lado de un escritorio generoso de madera opaca en el que se aglomeraban varios montones de folios. Cerca de él varios armarios, ordenados alfabeticamente, aunque antes de la A había una S. Curioso orden. Un orden por cierto, bastante enfermizo, y Mitsuki podría darse cuenta. Hasta el polvo estaba ordenado cuidadosamente. A decir verdad, tanta pulcritud y tanto orden daba escalofríos y un poco de grima.

Shiona sustrajó una caja de uno de esos armarios y se sentó al otro lado del escritorio, en su butaca posando la cajita encima de la mesa y acercandola hasta su nueva gennin.


-Ábrelo, es tu regalo-

La caja, negra y con detalles rojo oscuro era de un tamaño pequeño. En su interior lucía la bandana de Mitsuki. Había sido limpiada y el metal relucía como el mismísimo astro rey. Todo había estado dispuesto para aquella gran ocasión.
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#11
-Entonces no perdamos más tiempo- Mostró de nuevo su maternal sonrisa mientras apoyaba suavemente su mano en la espalda de la chiquilla de nuevo y daba el primer paso.

Mitsuki notó como la Uzukage la empujaba con suavidad hacia el camino correcto, en dirección al primer puente al que después siguieron tantos que la Hyuga casi perdió la cuenta aunque juraría que fueron unos diez o al menos eso es lo que creía. Iba tan distraída con el entorno, que le costo prestar atención al sendero.

Antes de que la peliblanca se diese cuenta, se encontraba entrando en el imponente edificio que acogía el despacho de la kage. Nada más entrar, la pelirroja, ordeno a la recepcionista que no fuese molestada mientras durase su reunión con la de Kusabi. La mujer tras el mostrador respondió sin cuestionar la orden, dedicandole tan solo una fugaz mirada a la recién llegada antes de volver a sus quehaceres. Mitsuki le devolvió una fugaz sonrisa y nerviosa sonrisa.

La Uzukage volvió a hablar para indicarle a la joven que la siguiese de nuevo, ahora si se dirigían al despacho. Shiona se movía por aquel edifcio sin dudar, a pesar de la multitud de pasillos y escaleras que lo componían y de nuevo, antes de que pudiese darse cuenta se veía atravesando una amplía puerta de madera de pomo dorado que la pelirroja abrío de par en par invitandola a entrar.

Con un suave gesto le indico que tomase asiento frente a una gran mesa de madera oscura, sobre la que descansaban montañas de documentos. Mitsuki tomo asiento el la butaca que había justo a la derecha, en la parte donde parecía que había un claro de la mesa. Tan sólo pudo dedicar una rápida mirada a la habitación que lucía impoluta, ordenada hasta lo extremo. Justo entonces, la mujer reclamo su atención mientras dejaba sobre la mesa una cajita negra con pequeños detalles en rojo que parecían ser remolinos chiquititos.

-Abrelo, es tu regalo-

La joven alargo su mano un poco nerviosa para atraer la cajita hacia sí, antes de abrirla cuidadosamente desvelando el brillo de una inmaculada placa de metal en la cual lucía el símbolo de la Aldea. Había visto multitud de ellas, desde en la frente de los gemelos que la acompañaron en el viaje a Uzu, hasta en los guardias de la villa. No le costo nada reconocer el regalo como la bandana que la distinguía como shinobi de la misma.

—Es un honor recibirla de usted— la joven hizo una pequeña reverencia mientras sacaba cuidadosamente la bandana del interior de la caja, lo que hizo que las dos bridas de tela que la sostenían cayesen suavemente hacia abajo, eran de color blanco a diferencia de las habituales de color rojo. Mitsuki interpreto aquello como un gesto hacia su procedencia, ya que el color que simbolizaba Kusabi era el blanco —Espero estar a la altura de servir a usted y a su pueblo— la joven clavó su mirada en las purporeas esferas que tenía por ojos la mujer que tenía frente a ella, para demostrar así su compromiso —Muchas gracias—
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#12
-Vamos, vamos, al final me sacarás los colores-

Bromeó.

-Seguro que te queda genial. Esto es algo así como tu pasaporte, como te dije antes, ahora eres de Uzushiogakure y esta bandana te acredita como kunoichi de nuestra aldea. No te conocemos bien, así que empezaras en el rango gennin. Imagino que ya lo supones, pero fuera de nuestras murallas acechan los peligros, ten cuidado cuando estés fuera-

La peliblanca no cesaba en dar las gracias y su superior sonreía ante cada una de ellas. Ahora empezaba la hora de la verdad para Mitsuki. Ya era gennin, ya era kunoichi de Uzushiogakure con todo lo que ello significaba. Una nueva vida no había hecho más que empezar.

-Seguro que lo harás muy bien, estoy convencida- respondió, entrelazando sus delgados dedos bajo su barbilla con los codos apoyados en los brazos de su butaca -Cuando estés preparada venme a ver, te pondremos a prueba para ver como te desenvuelves en las misiones, que es como ganan dinero nuestros ninjas. Por ahora ve a ver a mi secretaria, la de la entrada, ella te guiará hasta tu hogar para que puedas instalarte-

Sí, se trataba de la chica que estaba tras el mostrador en la sala de entrada. Aquella echó una fugaz mirada a la joven Hyuga.

-Y recuerda, siempre que tengas una duda o alguna pregunta que hacerme, por favor, ven a verme y trataremos de solucionarlo-


Bueno, yo creo que esto no da para más xD Así que puedes hacer un último post y pedir la experiencia. Si quieres hacer alguna pregunta o lo que sea a Shiona, hazla y hacemos alguna ronda más.

Saludos!
[Imagen: MsR3sea.png]

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#13
Shiona-sama fue bastante más amable de lo que preveía tras la primera impresión, había demostrado que podía ser tan dura como amable. Sin duda era una persona poco común. La mujer le dedico unas palabras más a la Hyuga, recordandole el significado del regalo que acaba de recibir. La bandana no era cualquier cosa para un shinobi, como bien le había explicado era un símbolo de su estatus dentro de la Aldea que le diferenciaba como shinobi del resto e igualaba a todos los ninja independientemente de su cargo.

Tras el breve recordatorio, la Uzukage le indico que podía dirigirse a la secretaria para que le asignase un lugar donde vivir mientras durase su estancia en la villa.

Mutsuki se levanto e hizo una reverencia a su superiora mientras esta volvía a recordarle que si necesitaba cualquier cosa podría encontrarla allí.

—Le estoy muy agradecida— hizo una pequeña reverencia —Que pase un buen día, Shiona-sama— dijo antes de darse la vuelta y abandonar la sala en dirección a la secretaría, tal y como le había recomendado la Uzukage.
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