18/12/2015, 14:43
La joven Hyuga se encontraba sentada en la barandilla de la toldilla (parte posterior de la embarcación que esta en alto), justo delante del timón frente al cual se encontraba el viejo capitán Raizo. Solía sentarse allí gran parte del día, le encantaba convesar con el anciano mientras veía como el resto de la tripulación cumplía su labor a la perfección.
Viajar en barco no era tan aburrido como todo el mundo le había contado, al menos para ella. Adoraba el sonido del mar, las gaviotas, la madera golpeando las olas, la alegre tripulación y su viejo capitán, las noches llenas de historias sobre monstruos y barcos fantasmas. Sin duda se había divertido, aunque aquel día estaba un poco alicaída. El viaje llegaba a su fin, le hubiese gustado que durase otra estación más o incluso dos... Al contrario que la Hyuga, los tres shinobis de Uzushiogakure estaban mucho más animados que de constumbre, incluso Ryu hacía alguna que otra broma. Algo bastante raro en él.
De repeten, el barco giro bruscamente primero hacia la derecha y después hacia la izquierda. El giro fue tan fuerte que Mitsuki casi se cae, de hecho se llevó un buen susto
—¡¿Qué te pasa grumetilla?!— Raizo había notado que su "segunda" al mando no estaba donde tenía que estar
—Vaya susto...— se quejó la joven que no pudo evitar llevarse la mano al pecho
—¡Eso te pasa por estar distraída, ya te he dicho que en el mar todo puede pasar!— río el hombre a carcajadas
—Lo siento, lo siento— se disculpo la peliblanca que no tenía una replica ante aquella gran verdad
—¡No pongas esa cara! ¡Te crees que no la estoy viendo!—
—Supongo, está a mi espalda— respondió la joven casi con desgana
—¡Si Hisami-sama te viese!— se lamentó el anciano capitán que volvió a hacer que el barco se tambalease, lo que provocó las quejas de un par de marinos que habían tropezado y caído en la cubierta y alguno que otro que debía de haberse caído de su litera, aunque esas últimas críticas llegaban muy apagadas —¡No me importan vuestras quejas! ¡Es por una buena causa bastardos!—
—Por favor... me voy a marear— se quejó la Hyuga a la que empezaba a revolvérsele el estómago
—¡Pues no pongas esa cara de sardina seca!— le recriminó el capitán
—No puedo evitarlo...—
—¡Te lo dije el primer día que subiste a este barco! ¡Y solo te lo repetiré una vez más pequeña!— le regañó con su habitual impetu —¡Deja de mirar hacia atrás o te perderás todo lo que hay delante!—
La joven no supo que responder, sabía perfectamente que el anciano tenía razón... pero era difícil sobreponerse. Aunque le dedico una fugaz sonrisa sobre su hombro antes de dejarse caer sobre la cubierta del barco, amortiguo la caída flexionando sus piernas y recuperó la verticalidad con gracia antes de encaminasrse hacia la proa. Saltó por encima de la escotilla de carga y tras un par de pasos comenzó a subir por la pequeña escalera que la conducía hasta el botalón. LA joven peliblanca apoyo su mano sobre el palo trinquete que surgía desde el botalón como si de una lanza se tratase. Desde allí pudo divisar por primera vez las Costas del Remolino.
—Bonitas vistas, ¿verdad?— dijo una voz grave tras de sí, que instantáneamente reconoció. Era Ryu, el Jounnin de Uzushiogakure
—Sí— respondió con sinceridad, pues desde allí podía comenzar a apreciar el contraste entre el agua casi cristalina y la arena blanca de aquella playa que parecía casi interminable —Nunca había visto nada igual...—
—Me alegro de que te guste— el shinobi se sentó sobre la borda —Sí te fijas bien puedes ver un gran bosque, detrás de él está Uzushio— le indicó
La peliblanca hizo un esfuerzo, pero aún estaban demasiado lejos para distinguir tantos detalles o al menos su vista no alcanzaba a tanto, quizás sí con su byakugan pero no había razón para usarlo
—Bueno, sí fuese tú me iría preparando— comento el hombre que había vuelto a incorporarse y se preparaba para marcharse —Llegaremos al embarcadero poco tiempo y seguro que te estarán esperando—
[color=mediumpurple]—¿Me estarán esperando? ¿Quiénes?— preguntó extrañada la joven que aparto la mirada del horizonte durante un instante para clavarla en la espalda del shinobi que comenzaba a retirarse
—Los burócratas pequeña, los malditos burócratas. Espero que no te aburran tanto como a mí— bromeo el shinobi mientras descendía la escalera
La Hyuga devolvió la mirada al frente, pensativa. Durante todo aquel tiempo no había sido consciente de que su llegada a Uzushio podía despertar algún interés, pero por las palabras de Ryu estaba visto que no sería como ella había esperado. Aunque bien es cierto que debería de haberlo supuesto, al fin y al cabo no era como ir de visita a un lugar cualquiera, todo aquello respondía a un pacto entre Kusabi y Uzushiogakure. Y sabía perfectamente que todas las cosas oficiales solían ser revestidas de ciertas florituras necesarias para que se le diese la importancia que merecía un acuerdo de esas características.
Mitsuki no pudo evitar dejar escapar un largo suspiro, estaba acostumbrada a desenvolverse en ese tipo de situaciones. Sin embargo, normalmente tenía a su maestra que se encargaba de protegerla pero pero aquella vez era diferente, esta vez estaba sola y en una tierra desconocida frente a personas desconocidas. Aquella idea la había puesto un poco nerviosa.
Sin embargo, apenas iba a tener tiempo para preocuparse, la voz de los gemelos Sai y Kenji la hizo girar sobre si misma para saludarlos. Aquellos chicos que siempre vestían combindados y a los cuales solo se les podía distinguir por el color del pañuelo se habían hecho buenos amigos de la Hyuga.
—Sea lo que sea que te ha dicho Ryu, no le hagas caso— dijo Kenji que llevaba un pañuelo azul anudado al cuello esta vez
—Por una vez estoy de acuerdo con Kenji— bromeo el otro chunnin que llevaba un pañuelo verde —Es lo que nosotros solemos hacer con él— bromeo el shinobi que se acerco hasta la borda
—¿No se supone que es vuestro jefe de equipo?— apreció la peliblanca divertida por la forma que tenían de tratar a su superior
—Eso es mucho suponer, rayitas—
—Me gusta ese mote, choca esos cinco— alabó el del pañuelo verde el ingenio de su hermano
—mmm— Mitsuki frunció el ceño
—Vamos, vamos... no te enfades—
—A pesar de todo, se os coje cariño— la joven les sonrió cálidamente
—Lo mismo digo gruñona— volvió a bromear Kenji
—¡Gandules! ¡Preparaos para atracar!— bramó el capitán desde el otro extremo del barco. Aquella orden hizo que la joven se girase para ver que poco a poco se acercaban a un embarcadero de madera. No era un muelle excesivamente grande, sin duda de allí no salían grandes barcos pero si era lo suficientemente grande como para que barcos medianos pudiesen atracar allí.
—¡Vamos antes de que el viejo nos tire por la borda!— dijo Sai mientras agarraba a su hermano del pañuelo y lo arrastraba escaleras abajo
La Hyuga buscó con la mirada algún signo de que la esperaban, algo que no tardó mucho en localizar al final del puerto. Allí pudo ver a un pequeño grupo de nos más de seis o siete personas que aparentaban estar esperando a algo o a alguien y la probabilidad dictaba de que sería ella pues en el puerto no había más que unos cuantos botes amarrados y menos de una decena de operarios que se disponían en aquel preciso instante a la espera de la llegada de la nao.
En apenas unos minutos, la nao había atracado en el puerto y los operarios del muelle se afanaban en asegurar el barco con sogas antes de preparar la trampilla para el desembarco. Mientras esto sucedía, la Hyuga se despedía de los marineros en la cubierta principal.
El ambiente que se respiraba allí arriba era bastante triste, la mayoría de la tripulación se había encariñado de aquella mocosa tan amable que siempre estaba dispuesta a escucharlos. Quizás esa fuese la principal virtud de Mitsuki, siempre estaba dispuesta a escuchar a todo el mundo y todo parecía le parecía interesante. Jamás despreciaba nada por pequeño o insignificante que pudiese parecer. Seguramente por eso se hacía querer, era difícil encontrar personas que de verdad se interesasen por los demás.
Tras despedirse uno por uno de los miembros de la tripulación, llegó el momento de despedirse del viejo capitán que se había convertido en el viejo abuelo gruñón que nunca tuvo.
—Muchas gracias por todo— la joven le hizo una solemne reverencia
—¡No tienes que agradecer nada mocosa!— le recriminó mientras le revolvía los cabellos con su mano derecha —¡Tan sólo procura cuidarte! ¡Y si necesitas un barco ya sabes donde encontrarnos!—
—Muchas...—
—¡Vuelve a decir eso y no te hará falta puente para bajar al muelle, zagala!—
—Os echaré a todos de menos— contestó la joven con una sonrisa
—Bueno, es el momento. Mitsuki, detrás de mí— ordenó Ryu que se disponía a desembarcar.
La Hyuga asintió con la cabeza y se colocó a la zaga del Jounnin para comenzar a descender por el punte desde el barco hasta el muelle, donde le esperaba una pequeña comitiva de bienvenida. Tras ella, Sai y Kenji la seguían de cerca. Tras unos pocos pasos los shinobis y Mitsuki es taban formando una linea horizontal frente a la comitiva que se acercaba caminando por el muelle mientras ellos esperaban pacientemente y en formación.
Viajar en barco no era tan aburrido como todo el mundo le había contado, al menos para ella. Adoraba el sonido del mar, las gaviotas, la madera golpeando las olas, la alegre tripulación y su viejo capitán, las noches llenas de historias sobre monstruos y barcos fantasmas. Sin duda se había divertido, aunque aquel día estaba un poco alicaída. El viaje llegaba a su fin, le hubiese gustado que durase otra estación más o incluso dos... Al contrario que la Hyuga, los tres shinobis de Uzushiogakure estaban mucho más animados que de constumbre, incluso Ryu hacía alguna que otra broma. Algo bastante raro en él.
De repeten, el barco giro bruscamente primero hacia la derecha y después hacia la izquierda. El giro fue tan fuerte que Mitsuki casi se cae, de hecho se llevó un buen susto
—¡¿Qué te pasa grumetilla?!— Raizo había notado que su "segunda" al mando no estaba donde tenía que estar
—Vaya susto...— se quejó la joven que no pudo evitar llevarse la mano al pecho
—¡Eso te pasa por estar distraída, ya te he dicho que en el mar todo puede pasar!— río el hombre a carcajadas
—Lo siento, lo siento— se disculpo la peliblanca que no tenía una replica ante aquella gran verdad
—¡No pongas esa cara! ¡Te crees que no la estoy viendo!—
—Supongo, está a mi espalda— respondió la joven casi con desgana
—¡Si Hisami-sama te viese!— se lamentó el anciano capitán que volvió a hacer que el barco se tambalease, lo que provocó las quejas de un par de marinos que habían tropezado y caído en la cubierta y alguno que otro que debía de haberse caído de su litera, aunque esas últimas críticas llegaban muy apagadas —¡No me importan vuestras quejas! ¡Es por una buena causa bastardos!—
—Por favor... me voy a marear— se quejó la Hyuga a la que empezaba a revolvérsele el estómago
—¡Pues no pongas esa cara de sardina seca!— le recriminó el capitán
—No puedo evitarlo...—
—¡Te lo dije el primer día que subiste a este barco! ¡Y solo te lo repetiré una vez más pequeña!— le regañó con su habitual impetu —¡Deja de mirar hacia atrás o te perderás todo lo que hay delante!—
La joven no supo que responder, sabía perfectamente que el anciano tenía razón... pero era difícil sobreponerse. Aunque le dedico una fugaz sonrisa sobre su hombro antes de dejarse caer sobre la cubierta del barco, amortiguo la caída flexionando sus piernas y recuperó la verticalidad con gracia antes de encaminasrse hacia la proa. Saltó por encima de la escotilla de carga y tras un par de pasos comenzó a subir por la pequeña escalera que la conducía hasta el botalón. LA joven peliblanca apoyo su mano sobre el palo trinquete que surgía desde el botalón como si de una lanza se tratase. Desde allí pudo divisar por primera vez las Costas del Remolino.
—Bonitas vistas, ¿verdad?— dijo una voz grave tras de sí, que instantáneamente reconoció. Era Ryu, el Jounnin de Uzushiogakure
—Sí— respondió con sinceridad, pues desde allí podía comenzar a apreciar el contraste entre el agua casi cristalina y la arena blanca de aquella playa que parecía casi interminable —Nunca había visto nada igual...—
—Me alegro de que te guste— el shinobi se sentó sobre la borda —Sí te fijas bien puedes ver un gran bosque, detrás de él está Uzushio— le indicó
La peliblanca hizo un esfuerzo, pero aún estaban demasiado lejos para distinguir tantos detalles o al menos su vista no alcanzaba a tanto, quizás sí con su byakugan pero no había razón para usarlo
—Bueno, sí fuese tú me iría preparando— comento el hombre que había vuelto a incorporarse y se preparaba para marcharse —Llegaremos al embarcadero poco tiempo y seguro que te estarán esperando—
[color=mediumpurple]—¿Me estarán esperando? ¿Quiénes?— preguntó extrañada la joven que aparto la mirada del horizonte durante un instante para clavarla en la espalda del shinobi que comenzaba a retirarse
—Los burócratas pequeña, los malditos burócratas. Espero que no te aburran tanto como a mí— bromeo el shinobi mientras descendía la escalera
La Hyuga devolvió la mirada al frente, pensativa. Durante todo aquel tiempo no había sido consciente de que su llegada a Uzushio podía despertar algún interés, pero por las palabras de Ryu estaba visto que no sería como ella había esperado. Aunque bien es cierto que debería de haberlo supuesto, al fin y al cabo no era como ir de visita a un lugar cualquiera, todo aquello respondía a un pacto entre Kusabi y Uzushiogakure. Y sabía perfectamente que todas las cosas oficiales solían ser revestidas de ciertas florituras necesarias para que se le diese la importancia que merecía un acuerdo de esas características.
Mitsuki no pudo evitar dejar escapar un largo suspiro, estaba acostumbrada a desenvolverse en ese tipo de situaciones. Sin embargo, normalmente tenía a su maestra que se encargaba de protegerla pero pero aquella vez era diferente, esta vez estaba sola y en una tierra desconocida frente a personas desconocidas. Aquella idea la había puesto un poco nerviosa.
Sin embargo, apenas iba a tener tiempo para preocuparse, la voz de los gemelos Sai y Kenji la hizo girar sobre si misma para saludarlos. Aquellos chicos que siempre vestían combindados y a los cuales solo se les podía distinguir por el color del pañuelo se habían hecho buenos amigos de la Hyuga.
—Sea lo que sea que te ha dicho Ryu, no le hagas caso— dijo Kenji que llevaba un pañuelo azul anudado al cuello esta vez
—Por una vez estoy de acuerdo con Kenji— bromeo el otro chunnin que llevaba un pañuelo verde —Es lo que nosotros solemos hacer con él— bromeo el shinobi que se acerco hasta la borda
—¿No se supone que es vuestro jefe de equipo?— apreció la peliblanca divertida por la forma que tenían de tratar a su superior
—Eso es mucho suponer, rayitas—
—Me gusta ese mote, choca esos cinco— alabó el del pañuelo verde el ingenio de su hermano
—mmm— Mitsuki frunció el ceño
—Vamos, vamos... no te enfades—
—A pesar de todo, se os coje cariño— la joven les sonrió cálidamente
—Lo mismo digo gruñona— volvió a bromear Kenji
—¡Gandules! ¡Preparaos para atracar!— bramó el capitán desde el otro extremo del barco. Aquella orden hizo que la joven se girase para ver que poco a poco se acercaban a un embarcadero de madera. No era un muelle excesivamente grande, sin duda de allí no salían grandes barcos pero si era lo suficientemente grande como para que barcos medianos pudiesen atracar allí.
—¡Vamos antes de que el viejo nos tire por la borda!— dijo Sai mientras agarraba a su hermano del pañuelo y lo arrastraba escaleras abajo
La Hyuga buscó con la mirada algún signo de que la esperaban, algo que no tardó mucho en localizar al final del puerto. Allí pudo ver a un pequeño grupo de nos más de seis o siete personas que aparentaban estar esperando a algo o a alguien y la probabilidad dictaba de que sería ella pues en el puerto no había más que unos cuantos botes amarrados y menos de una decena de operarios que se disponían en aquel preciso instante a la espera de la llegada de la nao.
En apenas unos minutos, la nao había atracado en el puerto y los operarios del muelle se afanaban en asegurar el barco con sogas antes de preparar la trampilla para el desembarco. Mientras esto sucedía, la Hyuga se despedía de los marineros en la cubierta principal.
El ambiente que se respiraba allí arriba era bastante triste, la mayoría de la tripulación se había encariñado de aquella mocosa tan amable que siempre estaba dispuesta a escucharlos. Quizás esa fuese la principal virtud de Mitsuki, siempre estaba dispuesta a escuchar a todo el mundo y todo parecía le parecía interesante. Jamás despreciaba nada por pequeño o insignificante que pudiese parecer. Seguramente por eso se hacía querer, era difícil encontrar personas que de verdad se interesasen por los demás.
Tras despedirse uno por uno de los miembros de la tripulación, llegó el momento de despedirse del viejo capitán que se había convertido en el viejo abuelo gruñón que nunca tuvo.
—Muchas gracias por todo— la joven le hizo una solemne reverencia
—¡No tienes que agradecer nada mocosa!— le recriminó mientras le revolvía los cabellos con su mano derecha —¡Tan sólo procura cuidarte! ¡Y si necesitas un barco ya sabes donde encontrarnos!—
—Muchas...—
—¡Vuelve a decir eso y no te hará falta puente para bajar al muelle, zagala!—
—Os echaré a todos de menos— contestó la joven con una sonrisa
—Bueno, es el momento. Mitsuki, detrás de mí— ordenó Ryu que se disponía a desembarcar.
La Hyuga asintió con la cabeza y se colocó a la zaga del Jounnin para comenzar a descender por el punte desde el barco hasta el muelle, donde le esperaba una pequeña comitiva de bienvenida. Tras ella, Sai y Kenji la seguían de cerca. Tras unos pocos pasos los shinobis y Mitsuki es taban formando una linea horizontal frente a la comitiva que se acercaba caminando por el muelle mientras ellos esperaban pacientemente y en formación.