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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
La sombra que llama a la tormenta.


Esta historia empieza con la familia Eikyu. Eran una familia respetable, con unas raíces provenientes de Sunagakure no Sato, una de las aldeas destruidas en la guerra, de tal antigüedad que ni si quiera ellos vivieron.

Vivían en un barrio de Uzushiogakure, a las afueras de la ciudad. Su familia nunca había pasado por apuros económicos. Los marionetistas necesitaban dinero para crear su arte, y sus propios abuelos se habían asegurado de lograr una gran fortuna, que había pasado hasta sus padres, y pronto, a sus hijos.

Tenían una casa grande, de dos pisos, provista para unos cuantos ocupantes. Pero el encanto no residía ahí. Al lado de la casa, donde se encontraba un gran jardín con un gran árbol, había una pequeña casa, diminuta en comparación con la otra. Era el taller, donde Eikyu Ibuki, construía sus marionetas.

Su esposa, Aoi, no poseía ese mismo don, pero apoyaba a su esposo en su trabajo. Ambos vivían tranquilos, y enamorados, hasta que ocurrió lo esperado. Aoi se quedó embarazada. Del fruto de su vientre nació una hija, Katsue. Era una muchacha con una larga melena negra, que había heredado la belleza de su madre y sus ojos verdosos.

Los años pasaron y Katsue heredó las habilidades de su padre. Creció, arropada por el apoyo incondicional de su madre, y la severidad de su padre, hasta convertirse en una chunin seria y con un gran dominio del oficio, al llegar a los quince años, tiempo, en el que su madre volvió a quedarse embarazada.

Desgraciadamente, Aoi había envejecido demasiado, y no pudo soportar el traer a otro niño al mundo. El niño nació, un futuro joven de ojos marrones heredados de su padre y pelo negro. Esto, sin lugar a dudas, sería un duro golpe para la familia. Pero seguirían adelante, después de todo. ¿Cómo podía odiar a alguien que se parecía tanto a Aoi?

…………….........................................................................................................

- Buenos días – anunciaría el joven, en el que iba a ser uno de los días más relevantes de su corta vida.

Había cumplido 11 años hace relativamente poco. Se encontraban en el año 199, en primavera. Como de costumbre, el chico se había quedado dormido. Se vistió, y bajó a toda prisa al comedor, donde se encontraba su padre, sentado en una de las sillas, y su hermana, sentada sobre la repisa de la encimera, bebiendo algo.

- A ver si adivino, ¿Otra vez dormido? – comentó su hermana, suspicazmente, casi sin inmutarse.

- Si… - respondería, agachando un poco la cabeza – pero no es mi culpa. El despertador no me ha despertado.

- Tonterías, te habrás olvidado de ponerlo – respondió Katsue, picando a su hermanito.

Este joven no era nada menos que el último hijo de Aoi. Su hermana le había puesto el nombre de Eikyu Juro.

Juro estuvo a punto de contestar, pero se limitó a sonreír, y a ignorarla. Se dirigió hacia su padre, que hasta esos momentos había estado callado en la discusión, para buscar su proposito.

- ¿Por favor, podrías entrenarme ya? – casi era una súplica más que una petición. Había estado intentado conseguir que le entrenase durante más de un año, en el que siempre recibía excusas y largas.

Katsue suspiró, aunque su padre le hizo un gesto para que mantuviese silencio.

- Escúchame Juro, creo que estás preparado para aprender el oficio – habló con voz autoritaria, pero le dio igual, para Juro era un cumplido. Aun así, sabía perfectamente el tono que estaba usando, y que venía una negación… - Pero vas a tener que esperar. Mañana por la mañana partiré.

- ¿Qué? – contestó, casi al instante el joven.

- Se le ha asignado una misión – contestó su hermana, mientras su rostro se ensombrecía levemente.

- Solo debo derrotar a unos cuantos bandidos. No tenéis de que preocuparos – dijo Ibuki, consciente de las preocupaciones de su hija, y del desconcierto de su hijo. – Mientras Katsue queda a cargo de la casa.

- Si… - Katsue no estaba convencida, peor tuvo que asentir por los dos.

Una estación más tarde, sus temores se hicieron realidad, con la llamada a la puerta de la respetable familia, donde un hombre traía una carta certificada y una mochila vieja y rota. Juro sería el desgraciado que leería primero la carta...

Cita: Destinatarios: Familia Eikyu
Lamentablemente, hemos de comunicarles en nombre de Uzushiogakure, de que Eikyu Ibuki ha fallecido mientras hacía acto de servicio por la aldea. Nuestras más sinceras condolencias.

Juro se quedó muy quieto, al leerla de pasada. Sus ojos se abrieron, sin poder creer lo que estaba leyendo. Volvió a releerla, esperando que hubiese sido su imaginación. No lo era.

La carta era auténtica, y con ella, había cosas de su padre. Su colgante, su mochila, el pergamino que solía utilizar… Por un momento quiso creer que estaba soñando. Sin poder evitarlo, las lágrimas acabaron brotando de sus jóvenes ojos.

- ¿Qué ocurre? – pregunto su hermana, de pie, al otro lado del pasillo, al escuchar que habían llamado.

En ese momento, sin poder evitarlo más, echó a correr hacia las escaleras, pasando al lado de su hermana, atónita, no por lo que le ocurría, sino porque acababa de ver los restos que habían traído de su padre.

Se encerró en su habitación, y empezó a llorar. Sintio tristeza, impotencia y rabía. Una rabía profunda hacia los bandidos. Después de todo eran los causantes de todo.

¿Que podían hacer? ¿Cómo iban a poder superar la muerte de su padre, si aún no había superado la de su madre?

Todo comienza con la madera


Katsue se acercó sigilosamente al cuarto de su hermano pequeño, aun de noche. No se encontraba bien, nadie podía estar bien después de la muerte de su padre. Unas pocas lágrimas aun resbalaban por su pálida piel. Pero no podía desfallecer ahora. No cuando tenía que encargarse de todo de ahora en adelante. Se había convertido en la tutora de Juro, y tenía que encargarse de él.

Abrió sin problemas la puerta. Caminó hasta el fondo de la habitación, donde estaba su hermanito. No pudo evitar enternecerse. En sus ojos aun había restos de haber llorado hasta quedar dormido.

Sobre su escritorio había hojas. Hojas y hojas con dibujos. Forzando la vista, podía distinguir el contenido. Había marionetas, armas…

- Siempre has querido diseñar algo que impresionase a Papa, ¿Verdad? – susurró, con un tono triste y melancólico, consciente de que el joven no escuchaba nada de lo que le decía.

Miró por última vez la expresión de su hermano, apretó levemente sus puños, y tomó su decisión.
.........................................................................................................................................................

- Despierta…

El sol había llegado al firmamento, y con ello, un día nuevo había comenzado. Habían pasado varias semanas desde la noticia, en las que Juro no había mejorado. Se había pasado los días llorando, bajando solo para comer y sin mantener demasiada conversación.

La chica había vuelto a la habitación de su hermano, ya lista para terminar con esa conducta... El joven pelinegro no reaccionaba a la débil llamada de su hermana.

- ¡Despierta!

Su tono cada vez subía más, pero no despertaba. Por un momento pareció que entrecerraba los ojos, pero se volvieron a cerrar…

Katsue levantó su mano, dispuesta a hacerlo de una manera más fácil, pero se detuvo. Se alejó de la habitación, y regresó, con un vaso de agua fría que acababa de coger. Con un gesto desenfadado, la soltó sobre el pobre Juro, que no pudo hacer más que soltar un grito y enfadarse con ella.

- ¡¿Qué haces?! - más que una pregunta, su tono se mostraba claramente enfadado.

- Hoy empieza tu entrenamiento La próxima vez iras más espabilado – su hermana cruzó los brazos, y hablo naturalmente, como si hubiese sido totalmente culpa del pelinegro.

Juro se sorprendió. Acababa de mencionar algo que llevaba esperando mucho. Pero lo que no esperaba era que saliese de los labios de su hermana. Se disputó unos momentos, e intento decidir seguir enfadado o vencer a la curiosidad

- ¿Qué? ¿Entrenamiento? Pero papa dijo… - la curiosidad terminó por vencer.

- Papa ya no está…- el tono de Katsue se dulcificó, pero solo por unos momentos – Y ya es hora de que aprendas los gajes de tu especialidad. Cuando estés listo ven al taller – su voz era firme y autoritaria, como la de un maestro, cosa que le costaba imaginar viniendo de su hermana.

Sin decir más, se marchó. Juro intentó asimilar lo sucedido. Sin mucha más opción, se vistió, comió y preparó. Cuando estuvo listo, llegó al taller, donde su hermana le esperaba impacientemente, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en la pared.

- Los he visto más rápido… - comentó, despectivamente.

Al llegar hasta su hermana, pudo ver que sobre la mesa había multitud de planos, en los que había representados una marioneta.

- He recopilado los planos con los que papa me enseñó. Te toca a ti aprender a construir tu marioneta. Así que venga, hazlo - le informó Katsue, con un aire casi impaciente

- ¿Qué? – preguntó Juro, sorprendido - ¿Así, tal cual?

Su hermana cruzó los brazos y lo miró durante unos segundos. Su rostro no detonaba sorpresa.

- Te he visto mirar a papa cuando lo hacía. Solo tienes que leer los planos y construir. Cuando acabes entrenaremos – sentenció cortantemente.

- Pero... - un intento de protesta salió de Juro, pero ya era tarde, Katsue se había marchado.

Juro se resignó, y se sentó en la silla donde trabajar. Había material, herramientas…Con un suspiro, cogió el plano y empezó a examinarlo. No iba a ser fácil…

Los hilos que tejen el destino


Clock, clock…

Por fin estaba lista. El último retoque ya había sido dado. La marioneta estaba a punto. Había sido difícil mantener correctamente los huecos para las trampas, pero podía afirmar con orgullo que lo había logrado.

- ¡Katsue¡ Ya está – afirmó, alegre, mientras entraba en la casa.

Su hermana no tardaría en aparecer, escuchando sus gritos.

- No hace falta que se entere todo el barrio, ya voy – afirmó, sin mostrar ningún tipo de orgullo, algo que le decepcionó.

Con paso firme, se dirigió hacia el taller, donde observó punto por punto la marioneta, que se encontraba tumbada sobre la mesa. Era una marioneta pequeña, con el pelo pintado de color negro.

- Has seguido bastante bien los pasos, ¿De verdad ha sido tu primer intento? – preguntó, con un pequeño gesto de asombro, que no paso de forma imperceptible para Juro.

- Sí, he seguido perfectamente los pasos – afirmó el pelinegro, con orgullo.

Katsue se quedó unos segundos analizando la situación. Por una vez, su hermano parecía haber ganado un poco de reconocimiento.

- Veamos si eres tan bueno a la hora de manejarla – comentó encogiéndose de hombros, haciéndole un gesto para que viniese con la marioneta.

Juro se quedó algo atontado al ver la frialdad que estaba aparentando su hermana. Lo que en un principio había considerado peleas de hermanos, parecía estar transformándose en algo más.

“Quizá se haya tomado mal la muerte de nuestros padres…”

Era un pensamiento razonable. Él había llorado, y aun sentía un gran pesar al recordarlo, pero ella no parecía tener nada de eso. Aunque tenía que admitir que los últimos días había estado ocupado en la construcción de su marioneta, tanto que casi no los había recordado.

Ambos salieron al jardín. No era enorme, pero valdría.

- Muy bien, atento – afirmó Katsue, una vez que su hermano la mirase.

Sin más dilación, Katsue lanzó varios hilos que se conectaron a la marioneta que Juro sujetaba en sus brazos. De pronto, parecía haber cobrado vida.

Alejándose de las manos del pelinegro, la marioneta se puso a varios metros suyos, dándole la espalda a su hermana, que por su gesto, parecía no acarrearle mucho esfuerzo.

Sus manos se levantaron, y sus brazos se lanzaron hacia delante. De la palma de sus manos, se abrió un compartimento y Juro pudo apreciar el tubo lanzador, vacío. Lo mismo sucedió con su boca.

- Sería más impresionante con armas... - comentó, observando el ritual de su hermana.

La chica, ignorándolo completamente, soltó la marioneta, que cayó sobre sus propias piernas en el verde césped...

- Vale, ahora tienes que hacerlo tú – le dijo tranquilamente, mientras se ajustaba el pelo.

El pelinegro conocía la técnica, aunque no la había practicado demasiado, ya que no disponía de marioneta propia hasta ese día. El primer intento fue desastroso. Los hilos tardaron en materializarse, y cuando sucedió, se deshilaron nada más tocar la marioneta.

Pero motivado por las constantes burlas de su hermana, al tercer intento logro unirse a su marioneta.

No era tan fácil como aparentaba. Le costó gran esfuerzo hacerlo. Y una vez hecho, se dio cuenta de que lo había hecho mal. Aunque su hermana parecía haber lanzado los hilos al azar, los había conectado con las articulaciones y puntos para manejarla.

- Veo que te has dado cuenta – comentó su hermana, al verle mirar fijamente su marioneta – tendrás que afinar tu puntería.

En ese momento podría haber jurado que su hermana se lo había hecho ver tan fácil para que se confundiese… Poco a poco, fue consiguiéndolo. Después de varios intentos, sus hilos consiguieron conectar totalmente con la marioneta y hacerla funcionar. Pero no acababa ahí. Tuvo que repetir ese mismo día los mismos movimientos, hasta conseguir que conectar con una marioneta en los puntos adecuados fuese tan sencillo para él como para respirar.

La marioneta devora-hombres


Tardo en lograrlo, pero consiguió dominar la técnica. Su hermana se mantuvo impasible durante sus constantes fallos, pero no era una máquina, Juro pudo distinguir emociones en ella, enfado cuando lo hacía mal, lastima cuando casi lo lograba, e incluso algo de orgullo.

Más de una vez se preguntó el porqué de todo lo que ocurría. ¿Por qué le había dado por esconder emociones? ¿Tenía que ver con su entrenamiento? Sentía que algo pasaba a su alrededor, pero no lograba comprenderlo.

Pero había otra cosa que ocupaba sus pensamientos ese momento. Había revisado muchas veces el taller. En él estaba su marioneta, había materiales, se guardaban armas…Pero no había más marionetas. ¿Dónde estaban las de Katsue y las de su padre?

Después de rebuscar sigilosamente en su habitación, pudo ver que en la casa no estaban. Así pues, se dirigió hacia el taller, para volver a revisarlo. Tenía la necesidad de ver las marionetas. Necesitaba ejemplos a seguir, y estaba muy escaso de ellos.

Después de media hora revisando, en busca de cualquier señal, trozos de madera diferentes, algún arma extraña, incluso marcas...Pero no había nada. Justo cuando acabó por rendirse, al volver, tropezó con algo. Era una diminuta elevación, justo al lado de la entrada, en la que no se había fijado. Aplicando un poco de fuerza, pudo descubrir una pequeña trampilla.

- “Aquí estaba todo…”

Asombrado bajó, para ver que sus sospechas eran más que ciertas. Al accionar la luz, observó un espacio similar al del taller, pero más oscuro, debido a ser un sótano. Ahí había numerosas marionetas, de distintos tamaños y formas, colgadas en numerosas secciones de la pared.

Juro paseó, observándolas todas, hasta ver una que le llamó la atención. Era una marioneta grande, con una enorme cabeza de serpiente, y una especie de estómago aún más grande. Tenía una fina cola que tocaba la pared y se doblaba. Esta marioneta no estaba colgada, sino en el suelo, era demasiado pesada.

- Increíble…

No pudo evitarlo. Por muy estúpido que fuese, sintió la necesidad de manejarla. Realizó la técnica, y lanzó los hilos hacia ella. Desgraciadamente, no funciono. La marioneta era muy pesada, y no cedía. Tiró de los hilos, y logró balancear la marioneta. Lo que en principio había sido un logro, se convirtió en un peligro. Iba a caerse encima de él.

Afortunadamente, el estómago no cayó sobre él, ya que si hubiese pasado, probablemente estaría muerto. La cabeza le golpeó al caer, cosa que hizo que cayera al suelo, y sintiera un profundo mareo.

Cuál sería su sorpresa, al ver, que la cabeza que se encontraba encima de él, se movía. La marioneta poco a poco se erguía. Antes de que Juro reaccionara, un gancho se enredó en él, causándole un quejido de dolor, y poco a poco, ascendió hasta su boca.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

El grito fue lo último que se oyó. Fue arrastrado en contra de su voluntad , entrando por las fauces de la marioneta y con un pequeño ruido, una placa metálica se cerró, tragándose a Juro.

- Esto te pasa por tocar mis cosas, criajo… - murmuraría una voz femenina, la cual no podría oír.

Efectivamente, la marioneta no se había movido sola. Juro no había sido lo que se dice, discreto. Había dejado la trampilla abierta, y había dado la casualidad de que Katsue iba a comprobar el estado de sus marionetas. Al ver como su hermanito tocaba su marioneta y la tiraba, no pudo contenerse a enganchar sus hilos en ella sigilosamente, y divertirse un poco con él.

Movió otro dedo, y con él, un gas empezó a llenar la marioneta. Juro poco a poco perdió el conocimiento, mientras intentaba aporrear la parte metálica de la marioneta, en un desesperado intento de huir. Con un débil quejido cerró sus ojos…
Gen


El sol volvía a brillar en el horizonte Desde el incidente con la marioneta, Juro no se había vuelto a acercar al desván, por miedo. Desde que había despertado inconsciente en el jardín, con la marca del gancho y un dolor de estómago y cabeza, decidió no volver a jugársela.

Ya habían pasado muchas mañanas desde la noticia, desde que comenzó el entrenamiento. Había perdido la cuenta…

Algo inusual había esa mañana. Al levantarse, se dio cuenta de que su habitación estaba casi destrozada. La lámpara estaba en el suelo, igual que su mesilla. Sus papeles estaban desordenados, aunque no destrozados. Sus armarios abiertos…

Después de reordenar su habitación y poner sus papeles a salvo, bajo extrañado hasta la cocina, solo para ver a su hermana, sentada en una silla, con una pequeña sonrisa en su rostro.

- ¡Juro¡ Estaba esperándote, venga ven, tengo un regalo para ti – comentó, con una alegría inusual en ella.

- ¿Qué le ha pasado a mí…? – no pudo acabar la frase. Su hermana le agarró del brazo y le arrastró hasta el taller, donde estaba su marioneta.

Nada más entrar al polvoriento desván, pudo ver algo inusual. En su mesa donde había trabajado en su propia marioneta, había algo extraño. Una especie de rollos, algo metálico, esferas...

- Ta-da – afirmó, acentuando la sorpresa

El chico no se lo creía. Eran armas, cuchillas, bombas venenosas…hasta un pergamino para sellar cosas.

- Gracias – el chico estaba tan emocionado que hasta abrazó a su hermana. Pero algo pasó por su mente – Espera… ¿Esto tiene algo que ver con lo de mi habitación?

- No iba a pagártelo todo yo, últimamente las armas están caras - afirmó, encogiéndose de hombros – debo felicitarte, escondes muy bien el dinero. Estuve a punto de tirar la toalla

El marionetista gruño, pero no hizo nada más. Sabía que por mucho que se quejase, solo recibiría indiferencia, y estaba demasiado feliz por tener armas, a pesar de haber gastado parte de su herencia en ellas. Así que cogió su marioneta, que se encontraba colgada cercana a la mesa y empezó a colocarle la bomba de humo en el tubo lanzador de la boca, con cuidado.

Su hermana, pareció apiadarse de él y se puso de cuclillas a su lado

- Sabes que no lo habría hecho si no fuese necesario… - de repente, su voz volvió a adquirir los matices de un tono estricto similar al de un padre – si te lo doy todo hecho nunca serás un buen marionetista.

El chico no respondió. En el fondo, Katsue sabía que era demasiado orgulloso como para admitir que tenía razón. Era su hermano, después de todo.

- Ahora que ya sabes manejarla y esta armada, va a necesitar un nombre…

- Se llamara Gen – afirmó el chico, con rotundidad

- ¿Gen? – pregunto, ligeramente sorprendida, arqueando una ceja - ¿No hay otro nombre mejor? Es muy feo…

- Me da igual, algo me dice que es su nombre

- Está bien, tu marioneta es - afirmó, encogiéndose de hombros

Katsue decidió dejarle intimidad con su marioneta. Así que se dispuso a salir por la puerta, o al menos eso creería Juro…

- Hola Gen – comentó el chico a la marioneta, al estar solo – estoy seguro de que haremos muchas cosas juntas. Ya veras, voy a ponerte a punto y acabaras con cualquiera…

- ¿Sabes que hablar con un objeto de madera no es señal de cordura no? – le interrumpió en voz alta su hermana, que había escuchado todo al otro lado de la puerta,

- ¡Calla! – le increpó, enfadado.

Katsue se alejó, soltando una carcajada, del lugar. Katsue tenía una risa cálida y jovial. Hacía mucho que el pelinegro no la escuchaba reír…

Madera contra Metal


Desde ese día el marionetista había tenido que entrenar en solitario, ya que, por alguna razón su hermana se negaba a hacerlo aún.

- Aun no es el momento – negó Katsue, por tercera o cuarta vez en lo que llevaban de día

- Dijiste que me entrenarías – protestó.

- Vas a la academia, ¿De qué te quejas? – le increpó, con una tono de indiferencia.

- No es lo mismo. Me gusta aprender en la academia, pero no es suficiente. Ahí no puedo aprender cómo manejar a Gen.

- Inténtalo tú mismo. No siempre voy a estar para ayudarte – le sermoneó, dando la discusión por acabada, mientras Juro se cruzaba de brazos.

Ese tipo de conversaciones se daban siempre al menos una vez al día en su casa. Katsue iba a menudo a trabajar, después de todo tenían que salir adelante, y Juro no podía aportar demasiado económicamente.

Por ello, el pelinegro solía salir por las tardes, después de haber terminado sus lecciones, y solía dedicar una pequeña parte de su entrenamiento al manejo de Gen. Lo que en un principio se convirtió en ensayar el justu, acabó convirtiéndose en el manejo de las herramientas.

Aunque no lo supiese, las veces que su apretado horario se lo permitía, Katsue le observaba, sentada en la placidez del salón, desde la ventana. Esto se repitió durante varios días, hasta que no pudo contenerse más y se levantó…

Cras…Cras…

Era el ruido que inundaba el jardín, cuando el metal chocaba contra la madera del árbol del jardin. Juro repetía este movimiento constantemente, lanzando a su marioneta, en línea recta y zigzagueando. En uno de sus pequeños descansos, pudo escuchar el ruido de los pasos de Katsue, que sustituyó al anterior ruido. Unos pasos firmes y seguros. Ya no llevaba su ropa normal, había sido sustituido por un kimono blanco, que le daba movilidad. Juro se ilusionó al verla.

- ¿Vas a entrenarme por fin? – preguntó, prácticamente le brillaban los ojos de emoción

- Si por entrenar dices remediar esos fallos que me hacen daño a la vista, si, vengo a entrenarte – contestó, más fría de lo que Juro recordaba.

- Bueno, pues a corregir mis fallos, da igual – replicó, ignorando el desprecio inusual que hoy parecía tener su hermana.

- Vas a pagar por cada fallo, estas avisado – dicho esto, se alejó varios metros de Juro y se preparó para pelear.

Algo desconcertó a Juro. No por su actitud, ni por su posición, sino por su forma de pelear.

- ¿Y tú marioneta? ¿No vas a sacarla? – preguntó, creyendo que el objetivo de esto no era otro que enseñarle a mejorar.

Esto pareció hacerle algo de gracia a su hermana.

- No, vas a intentar atacarme, eso es todo.

Claramente se estaba burlando de él. Lo consideraba tan débil como para poder derrotarlo sencillamente. Esto era verdad, pero en ese momento, el pelinegro no quiso admitirlo. Lanzó a su marioneta a por ella, enfadado, desplegó perfectamente sus cuchillas, como tanto había entrenado y…

Pum

La marioneta fue empujada por un vendaval, tan fuerte que logró romperla. Se resquebrajó por varias partes y cayó al suelo, desperdigándose por el césped. Era inservible.

Juro se quedó en shock al ver esto. Hizo lo único que se le ocurrió, avanzar corriendo para ver su estado, pero no pudo. Sintió un fuerte golpe en el pecho, que le quitó la respiración durante unos segundos e hizo que cayera al suelo.

Primer error - comentó su hermana, con voz monótona – tu marioneta es frágil, no aguanta prácticamente ninguna técnica y pocos golpes, lanzarla en línea recta es ponérselo fácil al rival. Es predecible y te tapa el campo de visión.

Juro no dijo nada, en ese momento el orgullo le impedía pensar. Intentó incorporarse, mientras se quejaba.

- La has roto…


Sintió otro golpe que evitó que se pudiese poner de pie, esta vez en su espalda, con más fuerza. Volvió a girarse para volver a ver a Katsue, con unos rasgos que denotaban que estaba enfadada. Más enfadada de la que le había visto estar nunca.

- ¡Idiota! No se le da la espalda al rival. Ya estarías muerto – gritó.

- Pero…mi marioneta – su voz se había convertido en un leve llanto, sin acabar de entenderlo todo.

- ¡Escúchame bien, tu marioneta es un trozo de madera con armas, es una herramienta, pero no te va a salvar la vida! ¡No puedes depender de algo así, tienes que luchar por ti mismo! Si no, ¿Qué me impide hacer esto?

Otro golpe, más fuerte que antes. Durante unos momentos, perdió la capacidad de respirar. Ya no sabía qué hacer, ni que decir.

Su hermana se incorporó y se dio la vuelta.

- Repara la marioneta y deja de ser un crío de una vez – le espetó, sin mirarle – si consigues esas dos cosas, avísame.

El marionetista se incorporó., dolorido, y se dirigió hacia su hermana.

- Volveré a hacerlo, hasta que no halla fallos… la frase salió naturalmente de él, cosa que le llegó hasta a sorprender.

Su hermana no dijo nada, y él no lo sabría, pero, a pesar del enfado, Katsue sonrió brevemente al oír esa frase de su hermano.

La madera siempre vuelve a crecer


Después de ese día, Juro no volvió a cometer los mismos errores. Aprendió a reparar su marioneta, y con esto asimiló la lección. Una marioneta se puede reparar, pero si él muere, nadie podrá ayudarle.

Una vez hecho esto, su hermana accedió a volver a ayudarle. Recibió más lecciones, pero ninguna tan violenta como la primera, aunque tampoco eran pacíficas. Después de cinco marionetas rotas, y muchos golpes, consiguió convencer a su hermana de que había aprendido lo suficiente.

Poco a poco esto se fue transformando en consejos. “No desperdicies el humo” “No hagas un ataque suicida con tu marioneta sin saber de qué es capaz tu enemigo” “No dispares las bombas de fuego sin tener un disparo claro”:..

Poco a poco, su estilo de batalla fue adaptándose al de su hermana. No fue fácil. Tenía que admitir algo obvio, había descuidado otras ramas al haber estado practicando con su marionetismo, pero no se arrepentía, porque había aprendido lecciones únicas.

-Muy bien, creo que con esto ya es suficiente. Has aprendido lo suficiente como para no avergonzar a la familia – comentó, con gesto tranquilo – No te duermas en los laureles, aprende ninjutsu y aprende a defenderte mientras progresas con tus marionetas, y toda ira bien. Recuerda que siempre puedes pedirme ayuda en lo que a marionetas se refiere, pero no te pienso prestar dinero.

- Gracias – mencionó, algo sorprendido por el pequeño discurso de su hermana.

Quizá llevado por la emoción, la abrazó. Esta farfullo algo, pero no pareció rechazarle ni pegarle. Algo era algo.
Después de eso, su vida se normalizó más. Práctico fuinjutsu, y estudió todo lo que pudo en la academia, hasta que pronto llegaría su graduación.

Katsue dejó su máscara de frialdad. Ya había logrado su objetivo, ahora lo entendía mucho más. Su hermana había adoptado la actitud de sus padres, solo para instruirle, tal y como harían ellos. Aunque aún conservaba su gusto por lo cruel y disfrutaba gastándole bromas a su hermanito…

Sus padres…aun le dolía recordar todos los momentos con los que pasó, pero había aprendido a vivir sin ellos. Era algo que había acabado enseñándole su hermana, aunque esta no lo supiese.

De su futuro poco podía saber. Ni él ni su hermana sabría lo que podía pasar. El marionetista tenía grandes ideas en mente. Quería construir grandes marionetas, ser recordado, y ser un buen ninja, como fueron sus padres, y como era su hermana.

Solo el tiempo podría decidir el capricho de darle esos sueños…
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#2
Año 200


Primavera

Sin tramas en esta época

Verano

- Reunión de chiflados (en proceso)

- Las vueltas del remolino (en proceso)

- El mar de los recuerdos (incompleta)

- El génesis de tu naturaleza oculta

Otoño

- Las prohibiciones de un shinobi (en proceso...)

- Llamalo como quieras.... (en proceso...)

-

Invierno

-

-

-
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#3
Relaciones


Uzushiogakure

- Katsue : Es la Hermana de Juro, y una marionetista experta. Vive con el y se ha convertido en su tutora después de la muerta de sus padres. Quiere a Juro, aunque disfruta haciéndole rabiar.


Kusagakure




Amegakure
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#4
Registro de marionetas



-Dueño: Juro

- Estructura: Marioneta básica

- Huecos y armas:
  • [2 ranuras para cuchillas acoplables en los dedos (una en cada mano)] 2/2 Cuchillas acoplables

  • [2 tubos lanzadores (3 espacios) en las palmas de las manos] 3/3 Bola de fuego marionetista

  • [1 tubo lanzador (1 espacio) en la boca]
1/1 Bomba de humo


- Aspecto: Marioneta hecha totalmente de madera. Mide una altura similar a Juro, aunque es un poco más baja, tiene el tamaño estandar de un niño pequeño. Esta totalmente hecha de madera, con articulaciones marcadas. Su rostro es lo único expresivo. Posee dos ojos con pupilas pintadas, y un pequeño trozo de madera pintado de negro, que se asemeja a un pelo en punta.

- Detalles: Pertenece al tipo de marionetas que habitan en los talleres de marionetistas primerizos e inexpertos. Creada a manos de Juro y decorada por él mismo. Es una marioneta tranquila, a la que no le gustan las peleas. Desgraciadamente, su dueño insiste en sellarla dentro de un pergamino y sacarla simplemente para pelear, como si fuese un pokemon.



-Dueña: Katsue

- Estructura: Marioneta personalizada

- Aspecto: Posee una cabeza con forma de serpiente, con una gran boca, por donde hace su funcion de devora personas. Esta unida a un gran estómago por un fino cuello. También posee una cola en el extremo de su estómago, y una cresta pintada de rojo en su cabeza. Aunque su exterior esta recubierto de madera, y su interior esta hecho de metal.

- Huecos y armas:
  • [1 ranuras para cuchillas acoplables en la cola] Sin rellenar
  • [1 espacio para gancho retráctil en la boca] Sin rellenar
  • [3 tubos lanzadores (5 espacios) en interior del estómago]
Sin rellener [/b]
[b]

- Detalles: Hebi para los amigos. Es una marioneta sobre la que se han originado muchos prejucios. Por su camara de gas, muchos la han acusado de tener relación con el nazismo. Otros, la han tachado de obesa. La realidad es que es una marioneta que unicamente sigue la dictadura de su dueña, y que disfruta comiendo gente.
Hablo / Pienso

Avatar hecho por la increible Eri-sama.

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Sellos implantados: Hermandad intrepida
  • Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
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