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**Tsukiyama Daigo** · 10/05/2022, 23:22

La primera parte del plan de escape había sido todo un éxito. Se habían encargado de la guardia de forma silenciosa y, si así lo quería cualquier dios que estuviese presenciando aquel acontecimiento, de forma no letal.

Daigo esperó arriba, ayudando a todo el mundo a terminar de subir antes de asomar la cabeza por el umbral de la celda y recoger su cadena. No había nadie.

Se vio tentado a correr, pero se detuvo a tiempo, primero porque simplemente no podía, y segundo porque debía tener cuidado. Todavía estaban demasiado dentro como para cometer una locura. Tenían que ser cuidadosos.

En cuanto pudo, empezó a acumular chakra en su cuerpo, que empezó a brillar muy débilmente en verde, cambiando incluso el tono de su piel. Ejecutar aquella técnica parecía haberlo cansado bastante, pero la propia técnica impidio que el cansancio fuese extremo. (Agotamiento).

— Vaya... cómo deja el hambre a uno ¿eh? —Si Shiten estuviese allí, probablemente le mandaría a hacer un par de vueltas alrededor de la aldea—. Bien. Vamos por la derecha, pero dejadme ir en frente. Tenemos que hacer esto con cuidado y sin correr. —Y en eso de no correr ya se había hecho un experto.

Hablaba en voz baja, apenas lo suficiente como para que sus compañeros lo escuchasen, y si ninguno objetaba empezaría a andar, deteniéndose antes de llegar al matadero para escuchar. Si no escuchaba ni veía nada extraño, seguiría avanzando.

**Narrador** · 12/05/2022, 03:22

Antes de llegar al matadero, Daigo se detuvo. Porque sí, escuchó a alguien. Una voz que provenía precisamente de la habitación denominada como matadero.

—Oh, la ama quedará muy contenta con el reshultado. Shiii, shiii, qué bonita criatura. Que hermoshura de la naturaleza.

Algo había en aquella voz que incomodaba al oírla. La persona que la entonaba lo hacía de forma exageradamente aguda, como los típicos adultos al hablar con un bebé. Se oyó el sonido de una radial.

—A ver, pequeñín, el último retoque… Oh, shííii, shíii. Mira qué guapo eres. La ama estará encantada.

**Tsukiyama Daigo** · (Última modificación: 12/05/2022, 03:39 por Tsukiyama Daigo.)

Al final sí que escuchó a alguien, vaya que lo hizo. Aquella voz no pertenecía a nadie que Daigo hubiese escuchado antes, pero si era la única persona que escuchaba en el matadero... bueno, tenía que ser el encargado. Realmente el chico no se replanteó esa lógica, pues ya se había mentalizado a que todo aquel que no fuese claramente inocente sería su enemigo hasta que escapase de allí. No podía tomar riesgos.

Se giró un momento al resto del grupo y les hizo una señal para que se detuviesen mientras él asomaba la cabeza. No quería arriesgarse a entrar a la habitación y que hubiese alguien más dentro aparte de aquella persona.

**Uchiha Datsue** · 12/05/2022, 21:09

Chillidos cerró un puño a un palmo de la cara de Daigo cuando le pidió silencio. Ahora, a la luz de las antorchas, parecía más inestable todavía que en la oscuridad del Ojete de Ōnindo. Tenía la mirada de un viejo perro rabioso, con la esclerótica enrojecida y la pupila tremendamente dilatada. Tomó el puño…

… y se lo mordió. Como si esa fuese la única manera en que podía evitar ponerse a gritar, se lo mordió con tanta fuerza que la sangre empezó a correr por sus nudillos.

El resto del grupo contuvo el aliento, aunque la Estranguladora ya había sacado un hilo que sujetaba entre ambas manos. Daigo, mientras tanto, pudo asomar la cabeza y verlo. Un hombre de baja estatura y delgado, ataviado con una bata blanca manchada de carmesí e inclinado sobre una persona.

—Esho esh. Eshto ya no te hará falta para nada —le oyó decir, mientras dejaba un frasco lleno de líquido encima de una pequeña mesita metálica donde tenía todo tipo de utensilios punzantes médicos. De hecho, ahora que se fijaba bien, en el interior del frasco había…

… un ojo.

**Tsukiyama Daigo** · 12/05/2022, 21:49

Durante unos tensos segundos, Daigo pudo ver a Chillidos a punto de ponerse a... bueno, chillar, pero por suerte se contuvo lo suficiente en una admirable muestra de autocontrol. Aunque el kusajin se sintió aliviado entonces, entendía que no podía contar con que esto sucediese de nuevo.

Al mirar dentro de la habitación, se encontró con un hombre que parecía estar sacándole los ojos a otra persona. Aparte de su víctima, o sujeto de experimentos, él parecía ser la única persona en la habitación.

El boxeador entró dentro, cadenas en mano mientras se acercaba poco al hombre para, nuevamente, utilizar sus cadenas para agarrarlo del cuello y traerlo forzosamente hacia él, tirándolo al suelo a la vez que le cortaba el aire. Una vez lo tuviera a su merced, Daigo dejaría caer su rodilla sobre el estómago del hombre y le quitaría cualquier cosa que tuviera en las manos.

— Vamos a salir de aquí y necesito que respondas unas preguntas sin gritar. ¿Entendido? —Le dijo, tapándole la boca con la mano, con fuerza—. Si haces tal cosa como levantar la voz, te mataré.

Luego de decirle aquello, solo era cuestión de esperar por su respuesta. Si era cualquier cosa excepto positiva, el hombre se acabaría llevando un puñetazo en la cara.

**Narrador** · 12/05/2022, 23:40

Daigo ejecutó la maniobra como el ninja que era. Las cadenas aprisionaron el cuello del cirujano, tirándolo al suelo. El rodillazo del kusajin se hundió en el estómago del hombre, vaciando el aire de sus pulmones. Sus manos, enguantadas y con algo de sangre, estaban libres de objetos. Una de Daigo voló entonces hacia la boca del hombre, ahogando su grito.

La exigencia llegó clara y directa del reo, pero Daigo pudo leer en los ojos del hombre dos cosas. Una, que había entrado en pánico. Dos, que los ojos de él se habían desviado hacia sus manos, como si estuviese planeando…

… algo.

Un campo eléctrico se había formado entre sus manos, y de repente… De repente el cirujano golpeó a Daigo en el pecho. Con un puñetazo (14PV).

**Tsukiyama Daigo** · 13/05/2022, 00:22

Y la respuesta definitivamente no fue positiva. Daigo bloqueó el puñetazo eléctrico con el antebrazo, antes de intentar agarrarle la muñeca con la misma mano. Pudo ver entonces el pánico en los ojos del hombre y... ¿la verdad? No se sintió bien, para nada. Eso no lo detuvo, eso sí. Ya había empezado y no pensaba dejarlo hasta terminar.

¡PAM! Le soltó un puñetazo en el pómulo izquierdo, controlando su fuerza lo justo para no matarlo (26 PV) y volvió a levantar el puño, amenazando con soltarle otro puñetazo, pero al esperar que el hombre intentase defenderse optó por tener el puñetazo para intentar agarrarle de la otra muñeca para pegarle un cabezazo en la nariz (20 PV).

— Que te estés quieto. —Le dijo.

**Narrador** · 13/05/2022, 01:03

Daigo le lanzó un puñetazo, y los puñetazos de Tsukiyama Daigo eran de temer. En su mente, al menos, lanzó el puñetazo. Su cerebro envió dicha orden a su sistema nervioso, pero por alguna razón, por el camino, el impulso eléctrico se desvió.

En vez de lanzar un puñetazo a la cara, Daigo tiró una patada…

… al suelo.

Entonces Daigo levantó un brazo y… No, no. Quiso levantar un brazo, pero en su lugar levantó una pierna, y cuando quiso golpear con la cabeza, hizo un movimiento con el pubis que terminó por desequilibrarle.

—Hijo, ¡defiéndeme!

El cirujano aprovechó, aunque bastante cansado y sin aliento, para colocarse encima de Daigo y…

Antes siquiera de que pudiese lanzar el primer golpe, Chillidos se abalanzó sobre el cirujano. Movió un rodillazo hacia su cara, y de la rodilla nació un hueso puntiagudo que fue a atravesar las mejillas del doctor de lado a lado. Y entonces, bueno, entonces el hombre que estaba en la camilla se levantó.

Era un hombre de tez oscura, flacucho, sin expresión alguna en un rostro castigado por el sol y la mala vida. No había emoción en sus ojos —uno, blanco como el Byakugan, donde las venas entorno a este estaban hinchados; el otro, negro como la oscuridad del Ojete de Ōnindo—. En sus labios no asomaba ninguna palabra. Tan solo tenía una determinación. Una orden que cumplir.

La vena de su frente empezó a hincharse, donde estaba dibujado un kanji —Esclavo—. De pronto, ejecutó un salto perfecto hacia Chillidos, lanzándole una patada voladora (Dynamic Entry) tan fuerte que le mandó volando en dirección opuesta y le hizo colisionar contra el grupo de reos, tirándolos como si él fuese un bolo y sus compañeros los palos en una tirada perfecta.

—M-m… mm… —Con la herida tan gorda en la boca, al cirujano le costaba pronunciar las palabras. Apuntaba con un dedo tembloroso a Daigo—. Mm-a-le. ¡Mm-a-le!

**Tsukiyama Daigo**

«¿Qué?»

Por algún motivo, el cuerpo de Daigo simplemente no lo obedecía. Cuando intentaba mover un brazo, movía una pierna, y cuando intentó mover la cabeza acabó perdiendo completamente el equilibrio, quedando completamente a merced del cirujano. El chico cerró los ojos, esperando lo peor... o intentó cerrarlos, porque lo único que consiguió hacer fue apretar los dedos de los pies.

Por suerte para todos, Chillidos no tenía ninguna intención de esperar a ver cómo mataban a Daigo y decidió intervenir inmediatamente, atacando al médico, pero él a su vez fue atacado por el paciente al que acababan de implantarle un jodido Dōjutsu.

Desesperado, el chico intentaba hacer todo lo que podía por levantarse a la vez que pensaba en un plan, pero solo conseguía parecer poco más que pescado fuera del agua mientras su cuerpo hacía de todo menos lo que su mente le ordenaba. Al final acabó boca abajo y entonces lo vio. Vio al médico intentar darle órdenes al esclavo, pero no podía por el daño que había sufrido.

Daigo no tenía muchas opciones, así que optó por intentarlo.

— ¡Ayúdame a shentarme! —Exclamó por encima de la voz del médico, intentando engañar al esclavo para que pareciesen esas las palabras que estaba diciendo el médico.

**Narrador** · 30/05/2022, 21:29

Al escuchar las palabras, el Esclavo se dio la vuelta y…

…sentó al cirujano. Atónito, el hombre empezó a gritar y dar pataletas. Era como un niño pequeño con una rabieta. Trató de mover su boca herida para pronunciar la jodida orden y…

0-+-

… falló estrepitosamente. El Esclavo se mantuvo de pie, sin hacer nada más.

¿Qué harían ahora el resto? Daigo vio como Chillidos y el resto se levantaban al otro lado del pasillo, visiblemente doloridos. Aquel hombre… aquel hombre era inusualmente fuerte.

**Tsukiyama Daigo** · 6/06/2022, 01:46

Daigo suspiró, muy aliviado al ver que su plan realmente había funcionado, aunque aquello no significaba que realmente estuviese fuera de peligro. el cirujano empezó a patalear y a quejarse, enrabietado. No parecía ser capaz de pronunciar palabra alguna, pero si llegaba a conseguirlo... bueno, el kusajin definitivamente no era capaz de detener a su esclavo fácilmente.

— ¿Podrían ayudarme a ponerme de pie? —Le preguntó a sus camaradas—. No deberían acercarse al cirujano. El esclavo sigue teniendo la orden de defenderlo.

Sabía que empezarían a tener problemas si aquel hombre realmente empezaba a gritar, pues alguien podría escucharlo, pero hasta que no pudiese volver a moverse apropiadamente... bueno, poco podría hacer con él.

**Narrador** · 13/06/2022, 01:32

Tres Dientes.
Llorona: Aparenta tener veintimuchos años, debido a la desnutrición y la mugre, pero probablemente tenga muchos menos. Le pusieron ese mote porque, por las noches, rara es la vez que no se le escucha algún llanto, pese a que intenta reprimirlos. Cuando todos están despiertos, si le preguntan por ello, lo negará con vehemencia. Tiene el cabello enmarañado, los ojos pequeños y la piel bronceada. (color de diálogo: turquoise)
Risitas: El niño del grupo. Tendrá unos diez o doce años. De piel bronceada, tiene el pelo lo suficientemente largo como para considerarla una media melena, y tiene los ojos muy oscuros. Le pusieron ese nombre porque, en ocasiones, y sin que haya nada aparentemente gracioso ocurriendo a su alrededor, se ríe. (color de diálogo: purple)
La Matasanos: La que salvó a Daigo cuando cayó al pozo, aunque fuese para conseguir una daga. La llaman Matasanos porque, aparentemente, tiene ciertos conocimientos médicos, aunque quizá no los aplique de manera muy ortodoxa. Tiene los ojos color avellana, y una melena que, si estuviese limpia de toda mugre, se vería castaña. (color de diálogo: palevioletred)
La Hambrienta: La mujer que terminó con la nariz rota por atacar a Daigo. Parece ser la que domina su grupo, y siempre está buscando maneras de conseguir comida. Tiene el pelo corto y el cuerpo fibroso, como si cada tendón y cada porción de músculo se resistiese con uñas y dientes a desaparecer por la desnutrición. (Color de diálogo: gray)
La Faraonesa: De pelo negro, piel bronceada y ojos oscuros. Proclama cada vez que se le pregunta (no siempre es necesario preguntar) que es descendiente directa del antiguo faraón Sanbei, y que Nathifa la metió en la prisión por miedo a que reclamase su legítimo lugar en el País del Viento. La mayoría de los reclusos la toman por loca, pero suelen seguirle el juego. (color de diálogo: gold).
La Ciega.
Mordiscos.
Mudo.
Chillidos: Aún desnutrido, es una auténtica mole de dos metros de alto. Su pelo oscuro está recogido en dos coletas, y tiene dos puntos rojos en la frente. A veces chilla, sin razón aparente, sumido en un trance de locura y rabia. Todo el mundo le desea muerto, pero nadie parece atreverse a atacarle, aún con la ventaja numérica. Es un hombre impredecible y peligroso, y cuenta con dos huesos —probablemente fémures arrancados de sus víctimas— afilados por él mismo, que puede emplear como espadas. (color de diálogo: navajowhite)
La Estranguladora: El cabello suele ocultar prácticamente todo su rostro, y aparentemente es una mujer menuda y frágil. Todavía no sabes por qué la llaman así, aunque puedes imaginártelo. (color de diálogo: sienna)
La Coleccionista: Se trata de una mujer con un montón de macabros adornos en el cuerpo. Anudados a sus brazos, a sus dedos y su cuello, porta cabellos atados a huesos de sus víctimas. Posee dos cráneos que encaja sobre sus manos y emplea como armas (como si fuesen una especie de puños americanos). Aparentemente le gusta coleccionar cosas. (color de diálogo: lightsteelblue)

El cirujano tenía la cara más roja que la propia sangre que le caía por ambas mejillas. Tan solo tenía que lograr articular un par de palabras, y todos sus problemas se resolverían. Se desharía de aquellas molestas moscas, podría coserse la boca, y todo volvería a la normalidad. Al orden. Ese que tanto ansiaba Nathifa.

Nathifa… Solo en pensar lo que haría si descubría que los presos habían escapado de su celda hizo que le diesen ganas de vomitar.

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—Ma…Mátales. ¡MÁTALES A TODOS!

El Esclavo no dudó. Se dio la vuelta y tomó lo primero que vio a mano para llevar a cabo tal orden. En este caso, un pilar.

—¿Qué cojones…? —soltó abrumada la Matasanos, mientras ayudaba al Sin Piernas a levantarse.

—Imposible… —farfulló la Coleccionista.

A Risistas se le atragantó la risa en la garganta.

Hubo un crujido, la vena de la frente del esclavo se hinchó todavía más, y abrazando el pilar con ambos brazos, súbitamente congestionados, lo arrancó. El techo sobre sus cabezas tembló de miedo. Acababa de arrancar el jodido pilar y ahora lo lanzaba a los presos para barrerlos a todos de un plumazo (115PV).

Chillidos fue el más rápido en reaccionar. De su antebrazo derecho surgieron grotescos huesos que se entrelazaron en espirales alrededor de su extremidad, formando un poderoso taladro con el que perforó el pilar (160PV). Luego se llevó las manos a las rodillas, boqueando como un pez fuera del agua en busca de oxígeno.

**Tsukiyama Daigo** · (Última modificación: 13/06/2022, 02:05 por Tsukiyama Daigo.)

— No puede ser...

El médico no solo había conseguido hablar lo suficientemente claro como para darle una orden al esclavo, sino que este último, para cumplir dicha orden, había arrancado un puto pilar entero del suelo para barrerlos a todos a la vez. Daigo no había visto jamás en su vida a una persona tan fuerte. No había pensado siquiera que ese nivel de fuerza era posible para un humano.

Intentó reaccionar, pero no podía moverse, no podía bloquear el ataque ni podía intentar apartar a nadie del camino. Así que acabó por hacer lo único que se le ocurrió: atacar. No podía mover un solo músculo, o al menos no podía mover los músculos que quería, pero no lo necesitaba, pues cuando su pelo se empezó a erizar y la electricidad se empezó a concentrar bajos sus pies, no necesitó hacer gesto alguno para que esta se expandiese hacia adelante, electrocutando tanto al esclavo como al cirujano (100 PV).

Al ejecutar la técnica, justo después de que montones de escombros volasen a su alrededor, Daigo también tuvo que llevarse las manos a las rodillas, exhausto.

— Vaya... —decía entre jadeos—. Si Shiten-senpai me viese ahora mismo...

**Narrador** · (Última modificación: 14/06/2022, 02:42 por Uchiha Datsue.)

La electricidad fluyó peligrosamente por Daigo, en una técnica que la Matasanos había visto ejecutar cientos de veces a otra persona. Sintió una punzada en el pecho al recordarla, y saltó atrás casi sin tiempo para evitarla.

—¡Avisa hijoputa! —le soltó, enfadada. Le había ayudado a levantarse y todavía estaba demasiado pegado a él como para no comérsela.

La variante del Chidori siguió su curso, impactando en el Esclavo y el cirujano. El segundo chilló. El primero ni dejó escapar un simple quejido, pese a que se le notaba en el cuerpo que le había afectado la técnica.

—¡Apartaos! ¡Es mío! ¡ES MÍO! —exigió Chillidos, colocándose al frente. De su cuerpo surgieron múltiples huesos puntiagudos que le convirtieron en una mole intocable.

Y entonces, empezó su danza. De movimientos fluidos, su cuerpo giraba y giraba como una peonza descargando frenéticamente un golpe tras otro. Pero el Esclavo no se achantó. Sus movimientos eran cada vez más precisos, como si a medida que el combate se iba alargando, leyese mejor a su rival. Cada hueso que iba en su dirección, él lo detenía con un golpe con el canto de la mano, con un codazo en un movimiento circular, con una patada con el talón.

Al principio, a Daigo se le pudo asemejar al estilo de combate que había visto en Daruu. En los Hyūga. Pero aquel era distinto. Sin uso de chakra, más contundente y directo. Si tuviese que apostar por un arte marcial, probablemente el karate sería el que más se le amoldase.

Chillidos era impresionante, pero el Esclavo estaba medio peldaño por encima. Tras esquivar un navajazo al cuello echándose hacia abajo, corto un hueso con el canto de la mano y por primera vez, cerró el puño con fuerza.

—¡Gōken Ryū!

El puñetazo se hundió en el estómago desprotegido de Chillidos y por un momento su espina dorsal se dobló tanto hacia afuera que pareció que fuese a atravesarla. Cayó de rodillas y el Esclavo le sujetó el cráneo con una mano, alzándole a media altura.

—Voy a partirte todos los huesos.

Y apretó. Y Chillidos chilló. No consumido por la locura, como en el Ojete de Ōnindo, sino de dolor.

**Tsukiyama Daigo** · 14/06/2022, 14:56

— Lo siento. —Se giró Daigo, disculpándose apenado—. ¿Estás bien?

Entonces se dio cuenta de que su cuello se había girado como quería que se girase y sus piernas lo mantenían de pie, lo que significaba que ya podía moverse como quería. Bueno, casi podía moverse como quería, porque estaba exhausto.

— Para compensarte... acabaré con esto.

Chillidos se lanzó como el maldito loco que era, pero no era cualquier tipo de loco. Era un loco extremadamente letal y hábil que podría haber hecho añicos al esclavo... de no ser porque era incluso más letal y más hábil. Daigo, por su parte, no podía hacer más que caminar muy lentamente, pasando por la espalda de Chillidos dos metros de distancia.

No sabía cuánto le enfadaría que se metiese en su combate, pero al menos estaría vivo para enfadarse.

— ¡A eshte lo quiero con vida! —Dijo, en el instante que pasó por detrás de chillidos, mientras le intentaban reventar el cráneo—. Le sherá muy útil a la ama.

Esperaba que al menos fuese suficiente para distraerlo, pues, en cuanto apareció al otro lado de Chillidos, lanzó la cadena de su brazo derecho al brazo del esclavo y tiró de él con todas sus fuerzas.