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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Momo aprendió alegremente de Kimi, quien no tuvo ningún problema en explicar cómo funcionaba transformar el chakra a un elemento. Explicar era algo que se le daba bastante bien, pues era la clase de persona que no solo aprendía al estudiar la teoría, sino que también era alguien que aprendía enseñando.

Entonces llegó Mami.

— ¿Más daño de lo que pensamos? —Repitió Mami, sin tener ni idea de a qué se refería Chika—. ¿De qué estás hablando?

— Le rompiste algo. —Dijo Ryō, sin levantar la mirada ni levantarse de la plataforma. Era su forma de controlarse para no soltarle un puñetazo—. Raijin se la tuvo que llevar corriendo al hospital.

— ¿Qué...? —Repitió Mami, que se quedó sin palabras durante unos segundos, antes de agitar la cabeza para recuperarse—. ¿Dónde está el hospital?

Kenshin se quedó cruzado de brazos. Parecía serio, pero no enfadado.

— No tengo ni idea... ¿para qué?

— ¿Para qué crees, imbécil?
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Chika fue testigo de la discusión breve e intensa entre los hermanos. No reaccionó rápido, estaba procesando cosas. Hasta que empezaron a decir palabrotas. Dio un paso adelante y levantó las manos para calmar la situación.

Yo sé donde está el hospital. Podemos ir si quieres, pero no creo que tarden mucho. — esperaría a que Mami contestase, atenta por si alguien saltaba a matar a alguien.
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Mami se detuvo enseguida y miró a Chika de arriba a abajo durante unos segundos, como si la estudiase, antes de darse media vuelta.

— Venga. —Dijo—. Vamos.

Kimi miró a su hermana durante unos segundos, mientras decidía qué hacer.

— Me quedo aquí ¿de acuerdo? —Le dijo—. Me ocuparé de que todo esté bien.

Hotaru miró unos segundos a Mami también y esta asintió, antes de que el chico caminase para acercarse al resto de hermanos. Probablemente le había dicho algo parecido con la mirada.
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— Me quedo aquí ¿de acuerdo? Me ocuparé de que todo esté bien.

Si llegan y no nos los cruzamos, diles que ya volveremos. Que no salga nadie más a buscarnos o acabaremos todos perdidos. Si nos dicen que ya le han dado el alta pues volvemos y ya, ¿vale? — le comentó a Kimi antes de ir a paso rápido hacia la puerta.

Lo primero que se le vino a la mente era que con su suerte, saldrían justo cuando Raijin y Kira volviesen y entonces saldría alguien a buscarlas pero justo no se cruzarían y entonces ella iría a buscar a esa persona y acabarían en un circo. Aunque realmente no era muy probable.

Vamos. No tardaremos mucho, pero igual deberías abrigarte. Hay algo de corriente a estas horas. — le aconsejó a Mami, esperando a que acabase su conversación telepatica.
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Kimi asintió. Pasase lo que pasase, ella se encargaría.

Chika se pudo acercar rápidamente a Mami. No estaba corriendo, ni siquiera estaba andando rápido, así que en cuanto Chika se le acercó ambas pudieron ponerse fácilmente al mismo ritmo.

— No hace falta. —Le dijo—. No me molesta el agua.

Al salir de casa, no demasiado lejos, Mami se sentó en una de las varias barcas de la familia Kaminari que estaba amarrada a un poste. Se sentaría en la parte de enfrente, mirando hacia dentro y apoyando los codos en las rodillas para apoyar la cabeza en las manos. Parecía que pretendía dejarle el remar a Chika.
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Chika no insistiría, a pesar de que ambas sabían que lo correcto hubiese sido abrigarse, iba a resfriarse e iba a enfermar. Por suerte, iban al hospital, así que tenían eso cubierto.

La acompañaría al bote y la dejaría entrar primero, para entrar después y coger los remos. No iba a ir con prisa, sino que remaría lentamente, ubicandose en cada calle para asegurarse de no perderse y de mirar los alrededores por si se cruzaban con los otros volviendo.

En principio, no diría nada, concentrada en su viaje.
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Ninguna de las dos dijo nada durante la mayor parte del viaje. Se trataba de un camino rápido de casi quince minutos andando, pero al ir en barca se trataría de un viaje de unos veinte minutos, al menos. Mientras Chika remaba y miraba a su alrededor, Mami también miraba alrededor suyo, pero de forma ausente, sin buscar nada en particular.

— No eres nada divertida, Chi-chin. —Le dijo a su hermana—. Tendrías que darme conversación o algo.

Chika tendría apenas un par de segundos para confundirse o para decirle algo si así lo quería, pues rápidamente pareció haber cuestionado su manera de actuar.

— Quiero decir... inicia la conversación o algo. No esperarás que me disculpe así sin más.
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¿Eh? — dijo Chika confundida, sin dejar de mirar a los alrededores.

— Quiero decir... inicia la conversación o algo. No esperarás que me disculpe así sin más.

¿Disculparte? Creo que eso tendrías que hacerlo con Ra-chan, yo ni siquiera vi lo que pasó. — le contestaría con una sonrisa.

Al menos saber que se quería disculpar alivio la carga de Chika.
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— Si tú lo dices...

Se acomodó en su asiento, mirando a otro lado, incómoda. Estaba algo aliviada porque Chika no necesitase disculpas, pero aún así no le gustaba el silencio mientras esperaba a llegar hasta Kira.

En el último giro, justo cuando Chika ya tenía el hospital a la vista, pudo ver también algo extraño. Saliendo de él y girando a una esquina pudo ver a una persona conocida: Minami Mika. Mami no la vio ni notó su presencia en lo absoluto, pues estaba de espaldas a ellas, pero Chika la pudo ver muy claramente hasta que cruzó la esquina.
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Chika dio la última remada, consciente de que Mami quería algo de conversación pero al mismo tiempo no sabía qué decir que no arrancase de ella otro "Si tú lo dices" o "Callate, perra". Por suerte para su pobre cabecita, pronto dejó de pensar.

En cuanto vio a Mika, todo su cuerpo se puso en modo alarma. De repente, no existía Mami ni el bote ni el hospital, debía detener a Mika. Hizo un sello y saltó a toda velocidad para interceptarla. Si lo conseguía, ni siquiera diría una palabra ni actuaría violentamente, se quedaría mirandola con el ceño fruncido esperando una respuesta o una reacción.
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En un parpadeo, Chika desapareció del bote y apareció frente a Mika. Después de ella, el agua por donde había pasado se separó por la velocidad, seguido del barco que se agitó, haciendo gritar a Mami mientras se tapaba la cabeza.

En cuanto apareció frente a Mika en aquel callejón, esta ya se había puesto en guardia y había recubierto un brazo de electricidad, pero se relajó y suspiró en cuanto vio que era Chika.

— Oh, Chika-chan, no me asustes así. —Le dijo, mostrándole una sonrisa afable —. ¿Qué ha pasado?

Esa no era exactamente su voz, o al menos no era la voz que había utilizado la última vez que se vieron.
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— Oh, Chika-chan, no me asustes así. ¿Qué ha pasado?

La tranquilidad de Mika solo ofendió más a Chika, si no hubiese sido por la confusión de su voz siendo diferente, le hubiese saltado de inmediato. A causa de la confusión se tomó unos segundos de más en hacerlo.

¿Cómo que qué ha pasado? ¿Qué haces aquí? ¡Están todos tus hijos esperandote en casa! ¡Pensaba que no podías volver a la villa! Al menos cuentales qué está pasando.

Estaba furiosa, algo raro en ella. No soportaba la idea de que esa mujer estaba simplemente cagandose en las esperanzas e ilusiones de todos sus hermanos. Kimi la quería, Kira la adoraba y los demás la respetaban como minimo, y ella desaparecía sin decir nada. ¡Nada!
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Mientras escuchaba a Chika, el rostro de Mika pasó de uno de sorpresa a una sonrisa triste. Solo que no parecía que estaba triste por sí misma, sino por Chika.

— Cariño... —Le dijo, dejando caer los hombros—. No hay nada que me gustaría más en el mundo.

Chika podría escuchar pasos tras ella, fuertes, enfadados y mojados con el agua que salpicaban con cada charco que pisaban. Se trataba de Mami.

— ¿¡Pero a ti qué coño te pasa ahora!? —Le replicó—. ¡Que me has tirado del bote!
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— Cariño... No hay nada que me gustaría más en el mundo.

No me vengas con esas, están a cinco minutos de aquí. Pasate al menos a decirles que estás bien.

Al escuchar los pasos tras ella, Chika se giraría a encarar a su hermana.

— ¿¡Pero a ti qué coño te pasa ahora!? ¡Que me has tirado del bote!

Perdona, Mami-chan, pero tenía que parar a Mika antes de que se escabuyese.

Diría antes de volver a girarse a su ¿madre? La madre adoptiva de sus hermanos adoptivos.
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Mami miró a Chika como si fuera tonta durante un segundo, antes de inclinarse hacia un lado para mirar detrás suyo. Ahí estaba Mika, seguía ahí, pero Mami no pareció reaccionar en lo absoluto.

— Oye, Chi-chin... ¿estás bien? —Le preguntó Mami, un pelín preocupada.

Mika se acercó a Mami, pasando al lado de Chika para tocarle la mejilla a su hija, con la misma sonrisa triste de antes. Mami todavía seguía sin notarla.

— De verdad que me gustaría, pero no puedo. —Le diría—. De hecho... no sé ni cómo puedes verme, pero lo agradezco.

Dicho aquello, de forma lenta pero inevitable, Mika se empezaría a desvanecer en medio del aire. Dejando solo a Mami y Chika en aquel callejón.
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