30/03/2016, 18:57
Invierno, no era de sus estaciones favoritas, pero ver los pequeños copos caer y pintarlo todo de blanco en definitiva le gustaba. En esa ocasión, su abuelo, queriendo que sus nietos aprendieran un poco más del negocio familiar y porque no, que se divirtieran, se le ocurrió la brillante idea de llevar a los más jóvenes a la capital! El bullicio no se hizo esperar, el rostro feliz de los pequeños eran muestra de lo mucho que les gustaba la idea, pasar un tiempo lejos de casa sonaba encantador.
Todos lucían emocionados excepto la jovencita de cabellera marrón, que solo pudo suspirar con resignación. Nonoha solo quería quedarse en casa bajo las sabanas y dormir un poco más, la idea de salir con sus primos y abuelo no terminaba de colarle, no era que no le gustase su compañía; apreciaba los momentos que pasaba junto a su familia…solo no lo encontraba interesante.
¿Por qué no le das una oportunidad? Podría llegar a ser interesante –una voz suave se dejó escuchar, inundando la habitación en la que la menor se encontraba – ¡pero mama! Las conversaciones de adultos son aburridas! Además… –vio de reojo a los demás niños que allí se encontraban, señalándolos - Hablan de cosas que no entiendo, solo piensan en entrenar, entrenar, entrenar- se excusó mientras veía a su madre buscando convencerla de que efectivamente así era. La mujer, que no pudo evitar reírse por sus palabras, se carcajeo por algunos minutos divertida por la situación – es por eso que debes esforzarte –estiro una de sus manos y despeino a las pequeña con suavidad – Que no te dejen atrás, debes mostrarles que las damas somos tan capaces como ellos – le susurro con esa amabilidad y dulzura que solo ella sabía. Y es que, Nonoha era la única niña entre todos los demás, le resultaba difícil seguirles el ritmo y en más de una ocasión había optado por rendirse.
¡Vamos! ¡Vamos! Debes estar presentable para salir –y así, sin darle tiempo de protestar, la castaña termino asistiendo al improvisado paseo de su abuelo.
Minutos más tarde todos se encontraban en las calles de Yamiria, como era de esperarse los chiquillos correteaban por el lugar mientras una aburrida Nonoha observaba de vez en cuando alguna cosa que lograba llamar su atención. Su madre había insistido en que usara un kimono ese día, que luciera más como una señorita que de costumbre “¿Cómo pueden caminar con esto?” pensó mientras se observaba – Ojiisan… ¿no crees que esto es demasiado? – Pregunto alzando los brazos, mostrando el lindo kimono de tonos rosas que su madre había optado ponerle – ¡por supuesto que no! - exclamo el anciano negando con entusiasmo, clavando su mirada azabache sobre la niña.
– ¡Es así como todas las mujeres de mi familia deben lucir! –
- ¿mujer? pero si aún soy una niñ…-
- ¡sin peros! –
- ¡! -
La conversación de pronto había tomado un giro inesperado, ella que solo buscaba una opinión obtuvo como respuesta todo un sermón. Su madre lucia bien vistiendo prendas tan finas y bonitas, sin embargo ella…bueno, era un caso aparte. – ¡Abuelo, Nonoha! ¡Miren, miren! – El debate que de pronto había surgido entre ambos se vio interrumpido por las voces de los otros niños que al toparse con el espectáculo, quisieron mostrarles – eh? - murmuro la chiquilla mientras sus orbes curiosos se posaban en los dos bailarines. Decidieron acercarse para ver más de cerca, la ojiazul se escabullo entre los espectadores hasta encontrarse en primera fila – Owww – era extrañamente curioso, muy llamativo.
¿Qué crees que sea? –le pregunto de pronto Hiroshi, uno de sus primos- no tengo idea – dio en respuesta ella tan sorprendida y confundida como él. Su abuelo les dio algunas monedas e inmediatamente se acercaron a depositarlas sobre la tela que había en el suelo, justo a un lado de donde ambas personas bailaban. Mientras Nonoha regresaba junto a sus familiares, se distrajo por escasos segundos ante la visión de una mujer esbelta y muy refinada “que bonita” pensó mientras le observaba sin ningún disimulo, sus orbes dejaron de verla a ella y se dedicaron a detallar al joven que se encontraba a su lado, supuso que venían juntos por las ropas elegantes que ambos portaban, y volvió a sorprenderse cuando se percató de que los ojos de aquel muchacho eran de distinto color- vaya! –exclamo sin poder contenerse. Sabia de aquellos casos en los que por una u otra razón los ojos no compartían el mismo color, pero nunca se había encontrado con alguien que tuviera dicha particularidad.
Todos lucían emocionados excepto la jovencita de cabellera marrón, que solo pudo suspirar con resignación. Nonoha solo quería quedarse en casa bajo las sabanas y dormir un poco más, la idea de salir con sus primos y abuelo no terminaba de colarle, no era que no le gustase su compañía; apreciaba los momentos que pasaba junto a su familia…solo no lo encontraba interesante.
¿Por qué no le das una oportunidad? Podría llegar a ser interesante –una voz suave se dejó escuchar, inundando la habitación en la que la menor se encontraba – ¡pero mama! Las conversaciones de adultos son aburridas! Además… –vio de reojo a los demás niños que allí se encontraban, señalándolos - Hablan de cosas que no entiendo, solo piensan en entrenar, entrenar, entrenar- se excusó mientras veía a su madre buscando convencerla de que efectivamente así era. La mujer, que no pudo evitar reírse por sus palabras, se carcajeo por algunos minutos divertida por la situación – es por eso que debes esforzarte –estiro una de sus manos y despeino a las pequeña con suavidad – Que no te dejen atrás, debes mostrarles que las damas somos tan capaces como ellos – le susurro con esa amabilidad y dulzura que solo ella sabía. Y es que, Nonoha era la única niña entre todos los demás, le resultaba difícil seguirles el ritmo y en más de una ocasión había optado por rendirse.
¡Vamos! ¡Vamos! Debes estar presentable para salir –y así, sin darle tiempo de protestar, la castaña termino asistiendo al improvisado paseo de su abuelo.
Minutos más tarde todos se encontraban en las calles de Yamiria, como era de esperarse los chiquillos correteaban por el lugar mientras una aburrida Nonoha observaba de vez en cuando alguna cosa que lograba llamar su atención. Su madre había insistido en que usara un kimono ese día, que luciera más como una señorita que de costumbre “¿Cómo pueden caminar con esto?” pensó mientras se observaba – Ojiisan… ¿no crees que esto es demasiado? – Pregunto alzando los brazos, mostrando el lindo kimono de tonos rosas que su madre había optado ponerle – ¡por supuesto que no! - exclamo el anciano negando con entusiasmo, clavando su mirada azabache sobre la niña.
– ¡Es así como todas las mujeres de mi familia deben lucir! –
- ¿mujer? pero si aún soy una niñ…-
- ¡sin peros! –
- ¡! -
La conversación de pronto había tomado un giro inesperado, ella que solo buscaba una opinión obtuvo como respuesta todo un sermón. Su madre lucia bien vistiendo prendas tan finas y bonitas, sin embargo ella…bueno, era un caso aparte. – ¡Abuelo, Nonoha! ¡Miren, miren! – El debate que de pronto había surgido entre ambos se vio interrumpido por las voces de los otros niños que al toparse con el espectáculo, quisieron mostrarles – eh? - murmuro la chiquilla mientras sus orbes curiosos se posaban en los dos bailarines. Decidieron acercarse para ver más de cerca, la ojiazul se escabullo entre los espectadores hasta encontrarse en primera fila – Owww – era extrañamente curioso, muy llamativo.
¿Qué crees que sea? –le pregunto de pronto Hiroshi, uno de sus primos- no tengo idea – dio en respuesta ella tan sorprendida y confundida como él. Su abuelo les dio algunas monedas e inmediatamente se acercaron a depositarlas sobre la tela que había en el suelo, justo a un lado de donde ambas personas bailaban. Mientras Nonoha regresaba junto a sus familiares, se distrajo por escasos segundos ante la visión de una mujer esbelta y muy refinada “que bonita” pensó mientras le observaba sin ningún disimulo, sus orbes dejaron de verla a ella y se dedicaron a detallar al joven que se encontraba a su lado, supuso que venían juntos por las ropas elegantes que ambos portaban, y volvió a sorprenderse cuando se percató de que los ojos de aquel muchacho eran de distinto color- vaya! –exclamo sin poder contenerse. Sabia de aquellos casos en los que por una u otra razón los ojos no compartían el mismo color, pero nunca se había encontrado con alguien que tuviera dicha particularidad.