30/06/2016, 18:30
(Última modificación: 30/06/2016, 18:34 por Uzumaki Eri.)
Raiyōbi, Ceniza, verano del año 201
Me parece muy estúpido llevar un diario a mi edad, o a estas alturas de la vida, pero hacía tanto tiempo que no hablaba con nadie de estas cosas que creo que terminaré por volverme loca, así que lo mejor será escribir lo que pienso, o lo que necesito expresar, para así guardarlo aquí, dejarlo escrito y desahogarme, o lo que sea. Yoko me ha comentado que me hará sentir mejor, aunque, si te soy sincera, no sé si es cierto lo que dice o solo lo intenta para que vuelva a cómo era antes.
Si piensa que voy a volver a vestirme a la antigua gratis, lo lleva claro, já.
Aunque...
Bueno, vale, ¿por dónde debería empezar? Ah, ya, escribir mi nombre, me llamo Mizumi Eri y tengo casi quince años. Hace un año me apunté a un torneo en lo que eran los Dojos del Combatiente, ¿sabes que ahora es un hermoso lago? Se llama Lago de los Recuerdos por lo que oí la última vez que hablaron de él, y, la verdad, coincido con el nombre.
Son demasiados recuerdos.
Uno de ellos, sí, el último combate, la gran final en la cual hice el ridículo y sin embargo, ya da igual. Fue allí cuando apareció aquel ser... Aquella criatura de chakra, eso que llamamos bijuu. El Ichibi hizo acto de presencia, y... Capturó a Nabi... Sí, de eso me acuerdo, e inmediatamente después, de mi cuerpo emanó un chakra especial, algo muy extraño, haciéndome sentir llena de ira y de tristeza al mismo tiempo, ¿sabes cómo es eso? Como si quisieses llorar, explotar del dolor que sientes, pero en verdad estás en perfectas condiciones. No lo sé, pero me sentía poderosa. Me sentía... Capaz de salvar a todos. Y así me tiré a algo que podría ser considerado como un suicidio, solo por salvar a Uchiha Nabi.
Y, bueno, dentro de lo que cabe... Él terminó salvado.
Más bien, todos nos salvamos, gracias al mismísimo Sabio de los Seis Caminos, el cuál se llama Hagoromo. Todavía lo recuerdo algo borroso, primero el Ichibi lanza una gran bijuudama sobre nosotros, y luego Hagoromo nos salvó de la mismísima muerte. Me sentí extraña, fuera de lugar, y a la vez era como si perteneciese a este mundo por algo, por una razón. Mi corazón se hinchó y se deshinchó varias veces en esos momentos, durante las sabias palabras de aquel sabio. Y, al final, nos dio la tarea de tener cuidado del ''hombre con la risa escalofriante'', alguien que lleva perviviendo durante mucho tiempo... Alguien, sin duda, temible. Pero también había que tomarlo con calma... Por ello ahora vivimos en un periodo de paz, la paz que se ha ido forjando desde hace mucho y que, aún así, parece tan nueva, pero siento que el mal sigue ahí, siempre acechando cual león sobre su presa, esperando a la mínima oportunidad de atacar...
Y nosotros somos los guardianes de esa paz.
Cuando regresamos de aquel lugar donde nos habló Hagoromo, volvimos a lo que eran los Dojos del Combatiente: un gran cráter, sin rastro de nada, absolutamente nada era lo que adornaba aquel lugar. Estábamos serenos, silenciosos, fue como si nadie quisiese hablar, como si... Nadie tuviese ganas de más que de disfrutar aquella paz que crecía entre todos. Nos comprendimos por un corto instante, y volvimos a nuestras aldeas. Pero... Toda esa gente que se encontraba allí, aquellos que no era afín al Ninshuu, al Ninjutsu por el que ahora se conoce; murió. Miles de vidas fueron perdidas en aquel lugar.
Y así fue como... La vida de Mike acabó, lo supe, lo sé, no vino a buscarme ladrando, no vino a lamerme ni a tirarme contra el suelo para que jugase con él. Ya no estaba entre nosotros.
¡Oh Mike! Mi pequeño perro...
La tinta del bolígrafo que se estaba usando para escribir a partir de aquí se hace borrosa, algunas palabras están distorsionadas por el rastro de agua en ellas.
Mike era el perro que nos encontramos un día de lluvia Nabi y yo, y yo decidí adoptarlo, aunque lo crió más él que yo... Era, y aunque penséis que es un cliché, un buen perro. Y es verdad, estaba muy bien adiestrado aunque yo ni si quiera lo intenté: hacía sus necesidades fuera, traía lo que le pedías y siempre se comía lo que le dejabas en el cuenco de su comida... Todavía está ahí, en la cocina. Duele mucho saber que nunca podré rellenarlo de nuevo para él, o que se tumbe a mis pies cuando esté sentada en el sofá, o duerma conmigo en los días de invierno... Joder Mike, ¿por qué te tenías que ir tú? Yo te quería pequeño...
La última línea de la página es imposible de descifrar.
Me parece muy estúpido llevar un diario a mi edad, o a estas alturas de la vida, pero hacía tanto tiempo que no hablaba con nadie de estas cosas que creo que terminaré por volverme loca, así que lo mejor será escribir lo que pienso, o lo que necesito expresar, para así guardarlo aquí, dejarlo escrito y desahogarme, o lo que sea. Yoko me ha comentado que me hará sentir mejor, aunque, si te soy sincera, no sé si es cierto lo que dice o solo lo intenta para que vuelva a cómo era antes.
Si piensa que voy a volver a vestirme a la antigua gratis, lo lleva claro, já.
Aunque...
Bueno, vale, ¿por dónde debería empezar? Ah, ya, escribir mi nombre, me llamo Mizumi Eri y tengo casi quince años. Hace un año me apunté a un torneo en lo que eran los Dojos del Combatiente, ¿sabes que ahora es un hermoso lago? Se llama Lago de los Recuerdos por lo que oí la última vez que hablaron de él, y, la verdad, coincido con el nombre.
Son demasiados recuerdos.
Uno de ellos, sí, el último combate, la gran final en la cual hice el ridículo y sin embargo, ya da igual. Fue allí cuando apareció aquel ser... Aquella criatura de chakra, eso que llamamos bijuu. El Ichibi hizo acto de presencia, y... Capturó a Nabi... Sí, de eso me acuerdo, e inmediatamente después, de mi cuerpo emanó un chakra especial, algo muy extraño, haciéndome sentir llena de ira y de tristeza al mismo tiempo, ¿sabes cómo es eso? Como si quisieses llorar, explotar del dolor que sientes, pero en verdad estás en perfectas condiciones. No lo sé, pero me sentía poderosa. Me sentía... Capaz de salvar a todos. Y así me tiré a algo que podría ser considerado como un suicidio, solo por salvar a Uchiha Nabi.
Y, bueno, dentro de lo que cabe... Él terminó salvado.
Más bien, todos nos salvamos, gracias al mismísimo Sabio de los Seis Caminos, el cuál se llama Hagoromo. Todavía lo recuerdo algo borroso, primero el Ichibi lanza una gran bijuudama sobre nosotros, y luego Hagoromo nos salvó de la mismísima muerte. Me sentí extraña, fuera de lugar, y a la vez era como si perteneciese a este mundo por algo, por una razón. Mi corazón se hinchó y se deshinchó varias veces en esos momentos, durante las sabias palabras de aquel sabio. Y, al final, nos dio la tarea de tener cuidado del ''hombre con la risa escalofriante'', alguien que lleva perviviendo durante mucho tiempo... Alguien, sin duda, temible. Pero también había que tomarlo con calma... Por ello ahora vivimos en un periodo de paz, la paz que se ha ido forjando desde hace mucho y que, aún así, parece tan nueva, pero siento que el mal sigue ahí, siempre acechando cual león sobre su presa, esperando a la mínima oportunidad de atacar...
Y nosotros somos los guardianes de esa paz.
Cuando regresamos de aquel lugar donde nos habló Hagoromo, volvimos a lo que eran los Dojos del Combatiente: un gran cráter, sin rastro de nada, absolutamente nada era lo que adornaba aquel lugar. Estábamos serenos, silenciosos, fue como si nadie quisiese hablar, como si... Nadie tuviese ganas de más que de disfrutar aquella paz que crecía entre todos. Nos comprendimos por un corto instante, y volvimos a nuestras aldeas. Pero... Toda esa gente que se encontraba allí, aquellos que no era afín al Ninshuu, al Ninjutsu por el que ahora se conoce; murió. Miles de vidas fueron perdidas en aquel lugar.
Y así fue como... La vida de Mike acabó, lo supe, lo sé, no vino a buscarme ladrando, no vino a lamerme ni a tirarme contra el suelo para que jugase con él. Ya no estaba entre nosotros.
¡Oh Mike! Mi pequeño perro...
La tinta del bolígrafo que se estaba usando para escribir a partir de aquí se hace borrosa, algunas palabras están distorsionadas por el rastro de agua en ellas.
Mike era el perro que nos encontramos un día de lluvia Nabi y yo, y yo decidí adoptarlo, aunque lo crió más él que yo... Era, y aunque penséis que es un cliché, un buen perro. Y es verdad, estaba muy bien adiestrado aunque yo ni si quiera lo intenté: hacía sus necesidades fuera, traía lo que le pedías y siempre se comía lo que le dejabas en el cuenco de su comida... Todavía está ahí, en la cocina. Duele mucho saber que nunca podré rellenarlo de nuevo para él, o que se tumbe a mis pies cuando esté sentada en el sofá, o duerma conmigo en los días de invierno... Joder Mike, ¿por qué te tenías que ir tú? Yo te quería pequeño...
La última línea de la página es imposible de descifrar.