2/04/2016, 22:54
Aquellos colmillos eran de un color metálico y casi de la misma consistencia que el propio acero, el genin de Taki lo había comprobado personalmente al cortarlos con su espada, si bien su jutsu aumentan el filo de sus armas le costó trabajo rebanar esos cónicos dientes que ofrecieron mucha más resistencia que algunas katanas que había enfrentado antes. Seguía con la duda de que o quién convirtió al jabalí en eso, además del porque ocurrió, lo único seguro es que por ahora ya no tendrían más problemas, o al menos eso creía él.
—Puede que se convierta en una decoración con una buena historia tras ella. —Admitió mientras tanteaba el considerable peso de aquella gran pieza de marfil grisáceo.
-Ambos nos llevamos un premio extra, tú un tesoro extraño y yo una cicatriz de por vida.- Los dos shinobis tendrían un recuerdo de esta experiencia, aunque el de Tatsuya no era uno muy grato.
Al parecer Kazuma no se había dado por satisfecho, y se dispuso a husmear en el agujero que había en el tronco del árbol, el ninja de Taki no había alcanzado a revisar antes el interior pues se dedicó sólo a recoger los hongos que había en las raíces, pero si recordaba haber percibido un mal olor en ese lugar. En lo que el ninja de Uzushio se adentraba Tatsuya fue a buscar su ropas ensangrentadas.
En el lugar habían quedado rastros de aquella batalla, no sólo la sangre que el propio Tatsuya había dejado por ahí, no muy lejos estaban los pedazos de la fuuma shuriken de Kazuma, los hilos empleados, las huellas dejadas por la bestia en medio de sus feroces carreras... El joven pelinegro se alegró de que aunque se hubiera desgarrado su ropa no había quedado completamente destajada como la camisa de Kazuma, aunque la suciedad le resultaba incómoda. Ya teniéndola en sus manos se dirigió de nuevo hacia donde estaba el otro ninja, para ver si había encontrado algo, y vaya que lo hizo.
"Esperen, esto tiene que ser una broma"
Con ojos incrédulos pudo ver como se acercaba a él con fiereza un diminuto jabalí a toda velocidad, le parecía un mal chiste que luego de haberse jugado la vida contra la bestia gigante apareciera uno de tamaño mil veces menor tratando de arremeter contra él, el animalito le daba toponcitos con la cabeza en la pierna mientras el ninja lo seguía observando. Decidió agacharse para verlo más de cerca, tuvo que apoyarse con su espada para no perder el equilibrio, a falta de colmillos y debido a lo infructuosas que resultaban sus embestidas la criatura decidió morder el pantalón del shinobi.
-Un minuto, NO ME DIGAN QUE...- Tatsuya acababa de caer en cuenta de algo importante.
Volteó a ver el cadáver del jabalí gigante, luego volteó a ver al pequeñito, nuevamente giró su cabeza hacia el grandote y de vuelta al miniatura, por último miró a Kazuma y luego decidió levantarse. Tomó con ambas manos al cochinito que le jaloneaba el hakama y lo alzó frente a él, no importaba que esos ojitos estuvieran llenos de enojo, Tatsuya no podía evitar compadecerse de esa diminuta criaturita que se zangoloteaba para intentar safarse.
-Awwnnnn- Se le escuchó exclamar con un tono lastimero.
En esos momentos Tatsuya se sentía como si hubiera cometido un crimen terrible, él era el asesino del padre del lechoncito y por su culpa ahora se encontraba huérfano. Su consciencia lo atormentaba por el atentado contra la vida que acababa de cometer, un acto de maldad pura. Talvez nada de esto era verdad, pero el ninja de Takigakure se había convencido de que sí lo era y se reflejaba en su mirada que se mostraba cristalizada y triste.
—Puede que se convierta en una decoración con una buena historia tras ella. —Admitió mientras tanteaba el considerable peso de aquella gran pieza de marfil grisáceo.
-Ambos nos llevamos un premio extra, tú un tesoro extraño y yo una cicatriz de por vida.- Los dos shinobis tendrían un recuerdo de esta experiencia, aunque el de Tatsuya no era uno muy grato.
Al parecer Kazuma no se había dado por satisfecho, y se dispuso a husmear en el agujero que había en el tronco del árbol, el ninja de Taki no había alcanzado a revisar antes el interior pues se dedicó sólo a recoger los hongos que había en las raíces, pero si recordaba haber percibido un mal olor en ese lugar. En lo que el ninja de Uzushio se adentraba Tatsuya fue a buscar su ropas ensangrentadas.
En el lugar habían quedado rastros de aquella batalla, no sólo la sangre que el propio Tatsuya había dejado por ahí, no muy lejos estaban los pedazos de la fuuma shuriken de Kazuma, los hilos empleados, las huellas dejadas por la bestia en medio de sus feroces carreras... El joven pelinegro se alegró de que aunque se hubiera desgarrado su ropa no había quedado completamente destajada como la camisa de Kazuma, aunque la suciedad le resultaba incómoda. Ya teniéndola en sus manos se dirigió de nuevo hacia donde estaba el otro ninja, para ver si había encontrado algo, y vaya que lo hizo.
"Esperen, esto tiene que ser una broma"
Con ojos incrédulos pudo ver como se acercaba a él con fiereza un diminuto jabalí a toda velocidad, le parecía un mal chiste que luego de haberse jugado la vida contra la bestia gigante apareciera uno de tamaño mil veces menor tratando de arremeter contra él, el animalito le daba toponcitos con la cabeza en la pierna mientras el ninja lo seguía observando. Decidió agacharse para verlo más de cerca, tuvo que apoyarse con su espada para no perder el equilibrio, a falta de colmillos y debido a lo infructuosas que resultaban sus embestidas la criatura decidió morder el pantalón del shinobi.
-Un minuto, NO ME DIGAN QUE...- Tatsuya acababa de caer en cuenta de algo importante.
Volteó a ver el cadáver del jabalí gigante, luego volteó a ver al pequeñito, nuevamente giró su cabeza hacia el grandote y de vuelta al miniatura, por último miró a Kazuma y luego decidió levantarse. Tomó con ambas manos al cochinito que le jaloneaba el hakama y lo alzó frente a él, no importaba que esos ojitos estuvieran llenos de enojo, Tatsuya no podía evitar compadecerse de esa diminuta criaturita que se zangoloteaba para intentar safarse.
-Awwnnnn- Se le escuchó exclamar con un tono lastimero.
En esos momentos Tatsuya se sentía como si hubiera cometido un crimen terrible, él era el asesino del padre del lechoncito y por su culpa ahora se encontraba huérfano. Su consciencia lo atormentaba por el atentado contra la vida que acababa de cometer, un acto de maldad pura. Talvez nada de esto era verdad, pero el ninja de Takigakure se había convencido de que sí lo era y se reflejaba en su mirada que se mostraba cristalizada y triste.