8/04/2016, 00:12
(Última modificación: 8/04/2016, 00:18 por Amedama Daruu.)
Yui —la verdadera, no el cadáver aún caliente de su sustituta todavía en el suelo— estaba sentada con las piernas cruzadas y encima de la mesa. Los brazos también cruzados y la mirada clavada en la punta de sus propios pies, evaluaba la situación, y también probablemente el futuro a partir de ese momento.
Shiona, como si no pudiera creer lo que había pasado, tenía la mirada clavada en la Arashikage, aunque ésta no se la devolviese.
Migime tenía los párpados cerrados y la frente arrugada, meditando.
Y Yubiwa se rascaba la barbilla, confuso, mirando a todas partes y a ninguna.
—Entonces, a ver si me aclaro —dijo—. ¿Al final el jefe de los samurái no era el jefe, sino que eras tú, verdad? —preguntó, señalando a Migime. Ésta abrió los ojos y asintió con la cabeza, lentamente.
»Entonces yo me he vuelto loco, bueno, no yo, una marioneta con mi puta cara, y me he cargado a la Arashikage... Que tampoco era la Arashikage.
Sabía que no era momento para bromas. Pero era superior a sus fuerzas.
—Pues entonces sólo falta Shiona por revelarse. Venga, Shiona, ¿quién eres? Ese mismísimo Ieyasu que quiere invadirnos, ¿en persona?
—No tiene gracia —espetó la mujer, sin dejar de mirar a Yui—. Yui. ¿Entonces, todos estos años han sido una mentira? Te creía más que una aliada. Eras una amiga.
Yui chasqueó la lengua, molesta.
—Claro que no, joder —escupió—. Esto era un recurso durante los primeros años. Pero se estaba muy bien fuera del despacho. A veces, Shanise hablaba por mí, pero otras tantas sólo tenía que transformarme en ella y ya está. Has hablado en numerosas ocasiones conmigo, Shiona, y fíjate, si quieres una prueba, te puedo recordar aquella noche en tu aldea, después de la reunión en Bienvenida del año 194, cuando cogimos esa botella de licor de cerezas y...
—¡Ahg, cállate, idiota!
—Oh, no, por favor, no te calles, las mejores historias empiezan con una botella de alcohol.
—¡Y tú te callas también!
Migime se aclaró la garganta con una tos, atrayendo la atención de todos.
—Haya calma, por favor —anunció—. Tenemos un problema muy grave entre manos. Si nadie más ha visto a la Arashikage como la estamos viendo nosotros, podría haber una guerra en Amegakure. Ieyasu se habrá salido con la suya.
Yui soltó una risotada.
—No habrá guerra —aseguró—. Tengo una grabación en la que Shanise confiesa todo, y además todo el ANBU de Amegakure conoce mi verdadera identidad. Quien quisiera no creerme se tendría que enfrentar a lo mejor de lo mejor de la Lluvia. Crudo lo tienen.
—¿Y qué pasa con los jounin, y los chunin, y los genin? Incluso el ejército.
—¿El ejército? Tengo todo bajo control. Los ANBU, y el ejército también conmigo.
—¿Qué hay del señor feudal?
Yui sonrió.
—Lo sabe. Tranquila, Shiona, está todo bajo control.
—No entiendo nada, Yui. Cualquiera de tus ANBU podría haberte traicionado de todas maneras, más aún sabiéndose de tu confianza. ¿Qué sentido tenía todo esto?
—Mis Pactos son con sangre y llamas, al contrario que los tuyos, Shiona —Yui se pasó la punta de los dedos por el símbolo grabado a fuego de su frente, y éste refulgió por un momento con el color de los infiernos, provocándole una punzada de dolor que aguantó apretando bien los dientes—. Ellos no pueden hacerme nada.
Todos reflexionaron durante unos instantes, y después miraron a Migime, esperando que reaccionara. En realidad, estaba esperando a que dejaran de hablar.
—Si crees que puedes controlarlo, de acuerdo —asintió la Uchiha—. Sin embargo, el objetivo de Ieyasu será separar a los ninja y enfrentarlos, así que debéis estar alerta.
—Pues a la puta mierda con sus pretensiones —rió Yui—. Que nuestros ANBU trabajen juntos en una investigación a gran escala. Que nuestros servicios de inteligencia compartan toda la información posible sobre esos cabrones. Si quieren desunirnos, pues les damos por el culo y colaboramos.
—Uzushiogakure prestará hombres y compromiso con esa causa.
—Nunca he sido demasiado partidario de compartir información delicada con posibles... bueno, no es que os considere posibles enemigos en el futuro, pero ya sabéis que el mundo es una mierda, podría pasar —Yubiwa se encogió de hombros—. Pero vale, por esta vez, estoy de acuerdo. Aunque quizás debiéramos ir a por ellos y aplastarlos.
No podéis hacer eso —habló atropelladamente Migime—. Hay muchos buenos hombres con Ieyasu, pero están bajo el yugo de su acero maldito. Y entonces vosotros quedaríais como los genocidas, y no ellos. Debéis resistir, y acabar con los Siete y con él mismo cuando se presente una oportunidad.
Suspiró.
»Sin duda, vendrá. Es demasiado ambicioso. En algún momento, intentará desafiar al mundo ninja, más pronto que tarde y menos preparado de lo que debería. Es su forma de ser.
—Me estaba preguntando, también... —se interesó Yubiwa—. ¿La risa de esa marioneta, que me habéis dicho, era algo así como caballos relinchando, como un gato al que están destripando?
—¿Conoces a Warau? —se sorprendió Migime.
—Bueno, confirmado, ese hijo de perra no era nada de fiar. En fin... Tenemos que ir con cuidado, chicas. Me molesta reconocerlo, pero tiene mucho talento. Podría haber más marionetas.
Cuatro sombras se deslizaron detrás de Yui. Shiona se levantó y desenfundó una katana que llevaba escondida bajo la túnica. Yubiwa había empezado a hacer sellos, y Migime estaba ya con la mano en la empuñadura de su espada. Yui los detuvo extendiendo las manos.
—Les he llamado yo. Chicos, lleváos el cadáver de Shanise.
Los ANBU, conmocionados, observaron el cuerpo de Shanise, tendido en el suelo y con un charco de sangre bañando la túnica de Arashikage.
—Yui-sama... ¿Qué ha pasado?
—Eso, más tarde. Vamos, Yumaru-kun, llévatela y reúne a todos nuestros shinobi en la puerta de mi hotel. Hablaremos con ellos... A ver si resulta bien. Y prepárame una conferencia con Amegakure. Lo anunciaremos todo por las pantallas de la Torre de la Academia.
El ANBU se quedó en el sitio, sin saber muy bien qué decir.
—Habrá rebeldes...
—Los dos primeros días —cortó Yui—. Además, cuando se enteren de que Shanise utilizó a nuestra querida jinchuuriki para destruir Kusagakure sin esperar a confirmar los rumores de que tenían al Kyuubi, entenderán que la verdadera Yui no pudo hacer eso, y que ella sólo era un fraude.
—¿Un... fraude, Yui-sama?
—He estado ausente investigando a los sámurai por mi cuenta, y dejé en el mando a Shanise, que actuó irreflexivamente y sin mi aprobación. Pobre, sólo intentaba hacer lo mejor, pero se equivocó. De modo que a partir de ahora ejerceré como voz pública yo misma, y quien no esté de acuerdo que me lo diga a la cara.
—¿Es eso verdad? —preguntó Shiona—. ¿Fue ella?
—¿Y quién me va a llevar la contraria? —Yui sonrió y se encogió de hombros.
Durante los siguientes días, se endureció la guardia en los Dojos del Combatiente. Las entradas y las salidas eran anotadas cuidadosamente y vinieron ANBU de todas las aldeas para reforzar la seguridad.
Yui anunció a los miembros de su aldea su verdadera identidad, y admitió ante todos que Shanise había sido la que había perpetrado el incidente del bijuu en Kusagakure. Se incidió, de todas maneras, en que Kenzou era un traidor que iba a ser erradicado tarde o temprano.
Todos los shinobi fueron puestos a la orden del día sobre los sámurai, y se insistió en extremar la precaución.
Se intentó cancelar el torneo, pero los Señores Feudales y los nobles que asistían al evento se negaron rotundamente, exigiendo presenciar el final del acontecimiento.
Shiona, como si no pudiera creer lo que había pasado, tenía la mirada clavada en la Arashikage, aunque ésta no se la devolviese.
Migime tenía los párpados cerrados y la frente arrugada, meditando.
Y Yubiwa se rascaba la barbilla, confuso, mirando a todas partes y a ninguna.
—Entonces, a ver si me aclaro —dijo—. ¿Al final el jefe de los samurái no era el jefe, sino que eras tú, verdad? —preguntó, señalando a Migime. Ésta abrió los ojos y asintió con la cabeza, lentamente.
»Entonces yo me he vuelto loco, bueno, no yo, una marioneta con mi puta cara, y me he cargado a la Arashikage... Que tampoco era la Arashikage.
Sabía que no era momento para bromas. Pero era superior a sus fuerzas.
—Pues entonces sólo falta Shiona por revelarse. Venga, Shiona, ¿quién eres? Ese mismísimo Ieyasu que quiere invadirnos, ¿en persona?
—No tiene gracia —espetó la mujer, sin dejar de mirar a Yui—. Yui. ¿Entonces, todos estos años han sido una mentira? Te creía más que una aliada. Eras una amiga.
Yui chasqueó la lengua, molesta.
—Claro que no, joder —escupió—. Esto era un recurso durante los primeros años. Pero se estaba muy bien fuera del despacho. A veces, Shanise hablaba por mí, pero otras tantas sólo tenía que transformarme en ella y ya está. Has hablado en numerosas ocasiones conmigo, Shiona, y fíjate, si quieres una prueba, te puedo recordar aquella noche en tu aldea, después de la reunión en Bienvenida del año 194, cuando cogimos esa botella de licor de cerezas y...
—¡Ahg, cállate, idiota!
—Oh, no, por favor, no te calles, las mejores historias empiezan con una botella de alcohol.
—¡Y tú te callas también!
Migime se aclaró la garganta con una tos, atrayendo la atención de todos.
—Haya calma, por favor —anunció—. Tenemos un problema muy grave entre manos. Si nadie más ha visto a la Arashikage como la estamos viendo nosotros, podría haber una guerra en Amegakure. Ieyasu se habrá salido con la suya.
Yui soltó una risotada.
—No habrá guerra —aseguró—. Tengo una grabación en la que Shanise confiesa todo, y además todo el ANBU de Amegakure conoce mi verdadera identidad. Quien quisiera no creerme se tendría que enfrentar a lo mejor de lo mejor de la Lluvia. Crudo lo tienen.
—¿Y qué pasa con los jounin, y los chunin, y los genin? Incluso el ejército.
—¿El ejército? Tengo todo bajo control. Los ANBU, y el ejército también conmigo.
—¿Qué hay del señor feudal?
Yui sonrió.
—Lo sabe. Tranquila, Shiona, está todo bajo control.
—No entiendo nada, Yui. Cualquiera de tus ANBU podría haberte traicionado de todas maneras, más aún sabiéndose de tu confianza. ¿Qué sentido tenía todo esto?
—Mis Pactos son con sangre y llamas, al contrario que los tuyos, Shiona —Yui se pasó la punta de los dedos por el símbolo grabado a fuego de su frente, y éste refulgió por un momento con el color de los infiernos, provocándole una punzada de dolor que aguantó apretando bien los dientes—. Ellos no pueden hacerme nada.
Todos reflexionaron durante unos instantes, y después miraron a Migime, esperando que reaccionara. En realidad, estaba esperando a que dejaran de hablar.
—Si crees que puedes controlarlo, de acuerdo —asintió la Uchiha—. Sin embargo, el objetivo de Ieyasu será separar a los ninja y enfrentarlos, así que debéis estar alerta.
—Pues a la puta mierda con sus pretensiones —rió Yui—. Que nuestros ANBU trabajen juntos en una investigación a gran escala. Que nuestros servicios de inteligencia compartan toda la información posible sobre esos cabrones. Si quieren desunirnos, pues les damos por el culo y colaboramos.
—Uzushiogakure prestará hombres y compromiso con esa causa.
—Nunca he sido demasiado partidario de compartir información delicada con posibles... bueno, no es que os considere posibles enemigos en el futuro, pero ya sabéis que el mundo es una mierda, podría pasar —Yubiwa se encogió de hombros—. Pero vale, por esta vez, estoy de acuerdo. Aunque quizás debiéramos ir a por ellos y aplastarlos.
No podéis hacer eso —habló atropelladamente Migime—. Hay muchos buenos hombres con Ieyasu, pero están bajo el yugo de su acero maldito. Y entonces vosotros quedaríais como los genocidas, y no ellos. Debéis resistir, y acabar con los Siete y con él mismo cuando se presente una oportunidad.
Suspiró.
»Sin duda, vendrá. Es demasiado ambicioso. En algún momento, intentará desafiar al mundo ninja, más pronto que tarde y menos preparado de lo que debería. Es su forma de ser.
—Me estaba preguntando, también... —se interesó Yubiwa—. ¿La risa de esa marioneta, que me habéis dicho, era algo así como caballos relinchando, como un gato al que están destripando?
—¿Conoces a Warau? —se sorprendió Migime.
—Bueno, confirmado, ese hijo de perra no era nada de fiar. En fin... Tenemos que ir con cuidado, chicas. Me molesta reconocerlo, pero tiene mucho talento. Podría haber más marionetas.
Cuatro sombras se deslizaron detrás de Yui. Shiona se levantó y desenfundó una katana que llevaba escondida bajo la túnica. Yubiwa había empezado a hacer sellos, y Migime estaba ya con la mano en la empuñadura de su espada. Yui los detuvo extendiendo las manos.
—Les he llamado yo. Chicos, lleváos el cadáver de Shanise.
Los ANBU, conmocionados, observaron el cuerpo de Shanise, tendido en el suelo y con un charco de sangre bañando la túnica de Arashikage.
—Yui-sama... ¿Qué ha pasado?
—Eso, más tarde. Vamos, Yumaru-kun, llévatela y reúne a todos nuestros shinobi en la puerta de mi hotel. Hablaremos con ellos... A ver si resulta bien. Y prepárame una conferencia con Amegakure. Lo anunciaremos todo por las pantallas de la Torre de la Academia.
El ANBU se quedó en el sitio, sin saber muy bien qué decir.
—Habrá rebeldes...
—Los dos primeros días —cortó Yui—. Además, cuando se enteren de que Shanise utilizó a nuestra querida jinchuuriki para destruir Kusagakure sin esperar a confirmar los rumores de que tenían al Kyuubi, entenderán que la verdadera Yui no pudo hacer eso, y que ella sólo era un fraude.
—¿Un... fraude, Yui-sama?
—He estado ausente investigando a los sámurai por mi cuenta, y dejé en el mando a Shanise, que actuó irreflexivamente y sin mi aprobación. Pobre, sólo intentaba hacer lo mejor, pero se equivocó. De modo que a partir de ahora ejerceré como voz pública yo misma, y quien no esté de acuerdo que me lo diga a la cara.
—¿Es eso verdad? —preguntó Shiona—. ¿Fue ella?
—¿Y quién me va a llevar la contraria? —Yui sonrió y se encogió de hombros.
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Durante los siguientes días, se endureció la guardia en los Dojos del Combatiente. Las entradas y las salidas eran anotadas cuidadosamente y vinieron ANBU de todas las aldeas para reforzar la seguridad.
Yui anunció a los miembros de su aldea su verdadera identidad, y admitió ante todos que Shanise había sido la que había perpetrado el incidente del bijuu en Kusagakure. Se incidió, de todas maneras, en que Kenzou era un traidor que iba a ser erradicado tarde o temprano.
Todos los shinobi fueron puestos a la orden del día sobre los sámurai, y se insistió en extremar la precaución.
Se intentó cancelar el torneo, pero los Señores Feudales y los nobles que asistían al evento se negaron rotundamente, exigiendo presenciar el final del acontecimiento.
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