12/04/2016, 02:45
—¡Kazuma-san!, menos mal te encuentro, perdón por separarn... —Se cortaron sus palabras al darse cuenta de la edificación que había en la zona— ¿Qué hace una cabaña en medio de la nada?— Tenía una cara de total incredulidad.
—No lo sé, pero da muy mala espina. —Aquel sitio era tan intrigante como incómodo.
Resultaba irónico que luego de querer salir de una jungla en la que casi todo podía matarlos, se sintieran tan suspicaces ante un objeto tan familiar. Es que resultaba demasiado ajeno a todo aquello que le rodeaba, como si ningún animal se atreviera a acercarse, ni siquiera los insectos. Era una estructura sencilla, sin ventanas y con techo plano, de no más de cuatro por cuatro metros de área. El tipo de construcción que una persona podría levantar por cuenta propia.
—Qué curioso... —Se decía a sí mismo mientras inspeccionaba el perímetro—. No hay huellas de animales ni tampoco parece que sea demasiado antigua.
Luego de dar un par de vueltas por el sitio, comenzó a sentir un extraño escozor en los tobillos. Se tomó un momento para revisarse y noto como un extraño sarpullido le cubría la zona. En principio lo atribuyó a algún tipo de ortiga o hiedra venenosa, pero ahora que se encontraba un poco más cerca del suelo pudo notar algo extraño.
«Hasta los hongos de este sitio son raros —se dijo mientras sostenía una pequeña seta de color negro con manchas amarillas—. Y eso es decir bastante de un bosque lleno de hongos raros.»
Mientras pensaba en aquello comenzó a sentir un hormigueo extraño entre sus dedos. De repente soltó aquel extraño níscalo, como si se tratara de algún escorpión. Pudo ver como la parte interna de su mano se cubría de un feo sarpullido rosa, que extrañamente no causaba dolor alguno, aunque de provocarlo el entumecimiento le impediría sentirlo.
—Tatsuya, ten cuidado en donde pisas —aseveró luego de darse cuenta que el claro estaba repleto de aquellas amenazas—. Y tampoco permitas que el pequeñín camine por aquí.
Una sospecha cruzó por la mente del Ishimura y pronto se levantó para confirmarla. Se encaminó hacia uno de los tocones y clavó un kunai en el, para luego agitarlo de un lado a otro. Se acercó cuidadosamente hacia el borde del claro, donde observó una clara línea divisoria. De regreso hacia su compañero trazó con el filo de su arma un profundo surco en la tierra, la cual luego inspeccionó.
—Esto es muy, pero muy extraño —quería decir que era extraño y aterrador, pero se veía obligado a mantener la calma—. La tierra está muerta, la yerba está muerta y parece que todo lo que entre en este claro muere —prueba de ello fueron los muchos insectos muertos que encontró en el borde—. Lo único que se mantiene con vida son esos extraños hongos que se camuflan con el césped que crece de sus propios tallos.
Aquello explicaba el por qué los animales no se acercaban a aquel sitio. Pero habiendo encontrado una respuesta, la pregunta restante se tornó aún más oscura. ¿Por qué alguien construiría una casa ahí? Quizás si investigaran dentro de la choza pudiesen averiguarlo, pero incluso a Kazuma aquella idea le causaba un poco de temor.
—No lo sé, pero da muy mala espina. —Aquel sitio era tan intrigante como incómodo.
Resultaba irónico que luego de querer salir de una jungla en la que casi todo podía matarlos, se sintieran tan suspicaces ante un objeto tan familiar. Es que resultaba demasiado ajeno a todo aquello que le rodeaba, como si ningún animal se atreviera a acercarse, ni siquiera los insectos. Era una estructura sencilla, sin ventanas y con techo plano, de no más de cuatro por cuatro metros de área. El tipo de construcción que una persona podría levantar por cuenta propia.
—Qué curioso... —Se decía a sí mismo mientras inspeccionaba el perímetro—. No hay huellas de animales ni tampoco parece que sea demasiado antigua.
Luego de dar un par de vueltas por el sitio, comenzó a sentir un extraño escozor en los tobillos. Se tomó un momento para revisarse y noto como un extraño sarpullido le cubría la zona. En principio lo atribuyó a algún tipo de ortiga o hiedra venenosa, pero ahora que se encontraba un poco más cerca del suelo pudo notar algo extraño.
«Hasta los hongos de este sitio son raros —se dijo mientras sostenía una pequeña seta de color negro con manchas amarillas—. Y eso es decir bastante de un bosque lleno de hongos raros.»
Mientras pensaba en aquello comenzó a sentir un hormigueo extraño entre sus dedos. De repente soltó aquel extraño níscalo, como si se tratara de algún escorpión. Pudo ver como la parte interna de su mano se cubría de un feo sarpullido rosa, que extrañamente no causaba dolor alguno, aunque de provocarlo el entumecimiento le impediría sentirlo.
—Tatsuya, ten cuidado en donde pisas —aseveró luego de darse cuenta que el claro estaba repleto de aquellas amenazas—. Y tampoco permitas que el pequeñín camine por aquí.
Una sospecha cruzó por la mente del Ishimura y pronto se levantó para confirmarla. Se encaminó hacia uno de los tocones y clavó un kunai en el, para luego agitarlo de un lado a otro. Se acercó cuidadosamente hacia el borde del claro, donde observó una clara línea divisoria. De regreso hacia su compañero trazó con el filo de su arma un profundo surco en la tierra, la cual luego inspeccionó.
—Esto es muy, pero muy extraño —quería decir que era extraño y aterrador, pero se veía obligado a mantener la calma—. La tierra está muerta, la yerba está muerta y parece que todo lo que entre en este claro muere —prueba de ello fueron los muchos insectos muertos que encontró en el borde—. Lo único que se mantiene con vida son esos extraños hongos que se camuflan con el césped que crece de sus propios tallos.
Aquello explicaba el por qué los animales no se acercaban a aquel sitio. Pero habiendo encontrado una respuesta, la pregunta restante se tornó aún más oscura. ¿Por qué alguien construiría una casa ahí? Quizás si investigaran dentro de la choza pudiesen averiguarlo, pero incluso a Kazuma aquella idea le causaba un poco de temor.