17/04/2016, 15:43
—¿Qué demonios fue eso?, ¿un oso? —Sus palabras denotaban ya un poco de desesperación.
Luego de estar en lugar con tan sepulcral silencio, aquel ruido similar a un bramido les tomó por sorpresa. Quizás porque se escuchaba como algo que sólo podría provenir de un animal enorme. Kazuma se puso en alerta y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Espera aquí —dijo, dando a entender que echaría un vistazo a ver de qué se trataba.
Salió de la choza con la mano lista para blandir el filo de su espada si hiciera falta. Al principio pensó que no era nada, pues al dar varios giros alrededor de la casa confirmó que el claro estaba vacío. Al final enfoco su vista en los matorrales que rodeaban aquel sitio, y entonces lo vio. Había una gran figura que se movía por el borde exterior. Era difícil saber qué era, pues parecía tratar de ocultarse entre los árboles. Aun así, por el ruido que hacía al moverse se podía suponer que era una criatura bastante grande.
—Tatsuya, debemos irnos —llamo su atención desde la puerta de la cabaña—. Cuando abrimos la cabaña debió de salir todo el olor a descomposición que estaba encerrado. Ahora parece que aquello ha empezado a atraer a los carroñeros del bosque —su voz y expresión eran calmadas, pero aun así se notaba lo tenso de la situación—. Ya hay uno rondándonos, aunque parece que los hongos lo mantienen a raya, por ahora.
Seguramente el Takanashi entendía lo problemático de la situación. Si permanecían más tiempo allí terminarían viéndose rodeados por todo una hueste de depredadores y carroñeros. Claro, lo antinatural de los hongos y su efecto en los seres vivos los protegería como una barrera, pero sería cuestión de tiempo para que el hambre se impusiera al miedo en aquellas criaturas que solo buscaban un poco de alimento.
En aquel momento la mejor opción era tomar todo lo que pudieran y marcharse antes de que se convirtieran en un escalón inferior de la cadena alimenticia. Aunque el Ishimura estaba conciente de que no podria liderar la marcha, pues era su compañero quien tenía el don de poder moverse por el bosque.
Luego de estar en lugar con tan sepulcral silencio, aquel ruido similar a un bramido les tomó por sorpresa. Quizás porque se escuchaba como algo que sólo podría provenir de un animal enorme. Kazuma se puso en alerta y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Espera aquí —dijo, dando a entender que echaría un vistazo a ver de qué se trataba.
Salió de la choza con la mano lista para blandir el filo de su espada si hiciera falta. Al principio pensó que no era nada, pues al dar varios giros alrededor de la casa confirmó que el claro estaba vacío. Al final enfoco su vista en los matorrales que rodeaban aquel sitio, y entonces lo vio. Había una gran figura que se movía por el borde exterior. Era difícil saber qué era, pues parecía tratar de ocultarse entre los árboles. Aun así, por el ruido que hacía al moverse se podía suponer que era una criatura bastante grande.
—Tatsuya, debemos irnos —llamo su atención desde la puerta de la cabaña—. Cuando abrimos la cabaña debió de salir todo el olor a descomposición que estaba encerrado. Ahora parece que aquello ha empezado a atraer a los carroñeros del bosque —su voz y expresión eran calmadas, pero aun así se notaba lo tenso de la situación—. Ya hay uno rondándonos, aunque parece que los hongos lo mantienen a raya, por ahora.
Seguramente el Takanashi entendía lo problemático de la situación. Si permanecían más tiempo allí terminarían viéndose rodeados por todo una hueste de depredadores y carroñeros. Claro, lo antinatural de los hongos y su efecto en los seres vivos los protegería como una barrera, pero sería cuestión de tiempo para que el hambre se impusiera al miedo en aquellas criaturas que solo buscaban un poco de alimento.
En aquel momento la mejor opción era tomar todo lo que pudieran y marcharse antes de que se convirtieran en un escalón inferior de la cadena alimenticia. Aunque el Ishimura estaba conciente de que no podria liderar la marcha, pues era su compañero quien tenía el don de poder moverse por el bosque.