19/04/2016, 03:30
Antes de que pudiera darse cuenta el shinobi de Takigakure se había quedado dormido junto al pequeño Jabato, al final el sueño venció a esas horribles visiones que tenía respecto a lo ocurrido en el día. Sin embargo esos recuerdos no tardarían en volverse pesadillas en su cabeza. Dentro de su mente se encontró a si mismo en la cabaña, pero al entrar en ella se le hizo mucho mas espaciosa y oscura, la puerta se cerró tras de sí y el cuerpo putrefacto que allí se encontraba se puso de pie. Los ojos de Tatsuya no verían ninguna mirada en esas cuencas vacías, en vez de eso dos luces rojas brillaban detrás de la cadavérica mujer, pronto un resoplido se le hizo familiar y la silueta del gran jabalí se dibujó alrededor de esas luces que no eran otra cosa sino sus ojos.
Pero aquel resoplido que en su mente escuchó el Takanashi en realidad era uno de esos bramidos en forma de lamentos que habían oído antes en su trayecto, su cerebro sólo le dió forma dentro de su cabeza. Pero aquel sonido sería bastante claro para el shinobi que aún se encontraba en estado de vigilia, cuando el rugido sonó en el bosque el resto de criaturas vivientes acallaron ante aquella prescencia.
Sus pisadas eran pesadas y lentas, en medio de la oscuridad sin la bendita luz de Tsukuyomi aquel andar se tornaba amenazador. Lo que hace unos momentos era una sinfonía nocturna ahora era sólo silencio, interrumpido únicamente por el acecho de la criatura, cada vez estaba más cerca, y con cada metro que se acercaba más claro era el sonido del animal. Pronto el Ishimura sería capaz de percibir el movimiento entre la maleza, no así Tatsuya que seguía sumergido en sus pesadillas.
Aunque la figura que se asomaría era igualmente atroz que la que en sus sueños se dibujaba; confirmando las sospechas que Tatsuya tenía en un inicio, un oso era su perseguidor, pero no uno común. Este oso era grande y negro, tan negro que su pelaje difícilmente se podía distinguir entre las sombras, pero había que destacar que su apariencia era famélica y enfermiza, como si no hubiera comido en semanas, aún así se mostraba amenazante.
El animal no cambió su actuar al ver al ninja de Uzushio, era probable que el oso lo hubiera visto mucho antes que el shinobi al oso. Pero sus pasos pesados seguían acercándose lentamente, caminaba recto hacia el joven peliblanco. Pronto se dejaría ver su cara demacrada, con un líquido negro brotando de sus ojos igual de opacos y una espuma amarilla brotando de su hocico. Avanzaba sin importarle nada, en su enfermedad, aquella bestia estaría desesperada por alguna presa, y aún estando débil tenía sus tétricos ojos sin brillo fijos en el chico de ojos grises.
Pero aquel resoplido que en su mente escuchó el Takanashi en realidad era uno de esos bramidos en forma de lamentos que habían oído antes en su trayecto, su cerebro sólo le dió forma dentro de su cabeza. Pero aquel sonido sería bastante claro para el shinobi que aún se encontraba en estado de vigilia, cuando el rugido sonó en el bosque el resto de criaturas vivientes acallaron ante aquella prescencia.
Sus pisadas eran pesadas y lentas, en medio de la oscuridad sin la bendita luz de Tsukuyomi aquel andar se tornaba amenazador. Lo que hace unos momentos era una sinfonía nocturna ahora era sólo silencio, interrumpido únicamente por el acecho de la criatura, cada vez estaba más cerca, y con cada metro que se acercaba más claro era el sonido del animal. Pronto el Ishimura sería capaz de percibir el movimiento entre la maleza, no así Tatsuya que seguía sumergido en sus pesadillas.
Aunque la figura que se asomaría era igualmente atroz que la que en sus sueños se dibujaba; confirmando las sospechas que Tatsuya tenía en un inicio, un oso era su perseguidor, pero no uno común. Este oso era grande y negro, tan negro que su pelaje difícilmente se podía distinguir entre las sombras, pero había que destacar que su apariencia era famélica y enfermiza, como si no hubiera comido en semanas, aún así se mostraba amenazante.
El animal no cambió su actuar al ver al ninja de Uzushio, era probable que el oso lo hubiera visto mucho antes que el shinobi al oso. Pero sus pasos pesados seguían acercándose lentamente, caminaba recto hacia el joven peliblanco. Pronto se dejaría ver su cara demacrada, con un líquido negro brotando de sus ojos igual de opacos y una espuma amarilla brotando de su hocico. Avanzaba sin importarle nada, en su enfermedad, aquella bestia estaría desesperada por alguna presa, y aún estando débil tenía sus tétricos ojos sin brillo fijos en el chico de ojos grises.