23/04/2016, 17:58
—A ver, a ver, vamos por partes —Se le podía notar alterado por aquello que se le contaba— ¿Me estás diciendo que una bestia salvaje quería convertirnos en su cena? —Continuó ya un poco más calmado—. ¿Y qué te peleaste con ella sin que me diera cuenta?
—Bueno, sí, eso básicamente resume lo que aconteció. —Respondió como si estuviese hablando de algo cotidiano.
El de ojos dispares volteo a ver los restos mortales de lo que hace unas horas fuera un oso feroz. Con el cansancio y la adrenalina, Kazuma no había notado el particular olor hediondo y el color oscuro de la sangre que manaba del cuerpo mutilado. Una escena sin duda alguna perturbadora, al menos para Tatsuya. En ese momento lo único que intrigaba al peliblanco era el saber qué animal pudo haber carroñando la cabeza y llevarse los brazos, pues lo había hecho tan silenciosamente que nadie se dio cuenta.
—¿CÓMO RAYOS HACES PARA ESTAR TAN CALMADO? —Preguntó con cara de sorpresa.
—No sé, costumbre quizás. —Respondió tranquilamente.
El joven de cabellos negros se retiró hacia un árbol cercano para darle mantenimiento a su arma. Kazuma le dejó ir sin más, pues se veía que aquello conseguía calmarlo un poco. Para el Ishimura su capacidad de mantener la calma era algo normal y no era tan destacable como muchos pudieran pensar.
«Puede que sea porque me gustan estas cosas.» —Aquello era lo más cercano a la verdad.
Se suele decir que nos tomamos con calma aquellas cosas que nos son cotidianas. Como el viejo pescador que se mantiene tranquilo en medio de las aguas furiosas. Para aquel de ojos grises, aquellas eran cosas que le solían ocurrir con frecuencia desde muy joven. Le agradaba que fuera así, pues era la costumbre y era la forma en que mejor vivía su vida.
—No creo que tardemos demasiado, además espero que el herborista que mencionaste sepa aclararnos el secreto detrás de esos hongos negros. —Mencionó de la nada.
—Yo también espero que así sea —contesto mientras preparaba lo necesario para ponerse en marcha—. Entonces pongamos en marcha —invito a Tatsuya a levantarse y a que dirigiera la caminata—. La vegetación de esta zona es mucho menos densa, así que el camino debería ser mucho más suave a partir de ahora.
La luz del sol mañanero se colaba entre las hojas e iluminaba parcialmente el sitio donde estaban. Pronto los carroñeros se verían atraídos por los restos del oso y para ese entonces ellos ya debían de estar lejos de ahí. También estaba el hecho de que con aquel amanecer, prácticamente se había terminado las provisiones, así que no les quedaba más alternativa que llegar al poblado más cercano ese mismo dia.
—Bueno, sí, eso básicamente resume lo que aconteció. —Respondió como si estuviese hablando de algo cotidiano.
El de ojos dispares volteo a ver los restos mortales de lo que hace unas horas fuera un oso feroz. Con el cansancio y la adrenalina, Kazuma no había notado el particular olor hediondo y el color oscuro de la sangre que manaba del cuerpo mutilado. Una escena sin duda alguna perturbadora, al menos para Tatsuya. En ese momento lo único que intrigaba al peliblanco era el saber qué animal pudo haber carroñando la cabeza y llevarse los brazos, pues lo había hecho tan silenciosamente que nadie se dio cuenta.
—¿CÓMO RAYOS HACES PARA ESTAR TAN CALMADO? —Preguntó con cara de sorpresa.
—No sé, costumbre quizás. —Respondió tranquilamente.
El joven de cabellos negros se retiró hacia un árbol cercano para darle mantenimiento a su arma. Kazuma le dejó ir sin más, pues se veía que aquello conseguía calmarlo un poco. Para el Ishimura su capacidad de mantener la calma era algo normal y no era tan destacable como muchos pudieran pensar.
«Puede que sea porque me gustan estas cosas.» —Aquello era lo más cercano a la verdad.
Se suele decir que nos tomamos con calma aquellas cosas que nos son cotidianas. Como el viejo pescador que se mantiene tranquilo en medio de las aguas furiosas. Para aquel de ojos grises, aquellas eran cosas que le solían ocurrir con frecuencia desde muy joven. Le agradaba que fuera así, pues era la costumbre y era la forma en que mejor vivía su vida.
—No creo que tardemos demasiado, además espero que el herborista que mencionaste sepa aclararnos el secreto detrás de esos hongos negros. —Mencionó de la nada.
—Yo también espero que así sea —contesto mientras preparaba lo necesario para ponerse en marcha—. Entonces pongamos en marcha —invito a Tatsuya a levantarse y a que dirigiera la caminata—. La vegetación de esta zona es mucho menos densa, así que el camino debería ser mucho más suave a partir de ahora.
La luz del sol mañanero se colaba entre las hojas e iluminaba parcialmente el sitio donde estaban. Pronto los carroñeros se verían atraídos por los restos del oso y para ese entonces ellos ya debían de estar lejos de ahí. También estaba el hecho de que con aquel amanecer, prácticamente se había terminado las provisiones, así que no les quedaba más alternativa que llegar al poblado más cercano ese mismo dia.