26/04/2016, 00:26
—Kazuma-san, debemos encontrar un lugar para alojarnos. —Luego de que aquel posadero le dijo que casi vende su portaobjetos pensó en buscar otro lugar más agradable y cómodo.
Antes de que el Ishimura pudiese proponer idea alguna, un hombre de carácter animado y escandaloso les abordó. Aseguraba ser el dueño de una posada cercana y que no se podría permitir el dejar que aquellos dos jóvenes aventureros se quedaran sin un lugar en el cual pasar la noche. Resultaba un poco repentino, pero ante tan amable actitud resultaba difícil dar una negativa.
En cuanto se encontraron en el recibidor de aquella especie de hotel, el dueño los abandonó con la garantía de que podrían quedarse el tiempo que necesitasen sin tener que preocuparse por detalles como el dinero.
—Sean bienvenidos, soy el ama de llaves. —Dijo la jovencita que salió a recibirlos.
«Tiene el aire de típico de una chica campirana… Quizás sea una hija o una sobrina del señor que nos trajo.»
—Disponemos de habitaciones en solitario con baño privado cada una o si lo prefieren una grande con camas separadas, sólo deben decirnos qué opción desean.
—Dejaré que mi acompañante decida. —Contestó Tatsuya mientras miraba a Kazuma.
—Que sean dos habitaciones con baño. —De aquella manera ambos podrían descansar y atender sus necesidades.
La jovencita les guió por la estancia hasta dar con un corredor exterior que guiaba hacia sus habitaciones, una al lado de la otra y ambas con la puerta orientada hacia el jardín. La encargada le entregó a cada uno sus respectivas llaves. Luego de una sencilla reverencia y de asegurar de que estaría disponible para lo que le necesitasen, se marchó.
—Cielos, de verdad necesito descansar —aseguro mientras deslizaba la llave en la cerradura—. Aún tenemos algunas horas hasta que caiga el sol y comience la fiesta —dijo levantando la vista al cielo—. Bien, nos vemos más tarde, Tatsuya. —Sin más entro y dejo que la puerta se cerrara por su propio peso.
El resto de la tarde se le hizo bastante larga. Bien pudo arrojarse sobre la cama y dejarse llevar por el cansancio, pero sabía que de hacerlo no despertaría hasta el día siguiente o puede que incluso hasta el que venía después de ese.
Decidió despejar su mente, relajarse un poco y tratar de ponerse presentable para la celebración. Lo más tedioso fue el baño, pues tenía que asegurarse de no mojar el vendaje que le habían puesto. Para su agrado, en el sitio había algunas esponjas que le sirvieron para lavarse. Su cabello fue lo que le tomó más tiempo; el tratar de deshacerse de aquel color ya grisáceo por la mugre y tratar de deshacer los infinitos nudos en lo que se había enroscado.
«Resultan bastante cordiales con sus invitados.» —Se dijo a sí mismo luego de ver todo los implementos de la habitación.
Satisfecho de encontrar un peine adecuado para su melena, procedió a atenderla tan vanidosamente como lo hacía siempre que tenía oportunidad. Le tomó alrededor de una hora el que quedara justo como le gustaba; ni demasiado lisa ni demasiado alborotada. En el armario consiguió unos cuantos yukatas, de aquellos de algodón y sin mangas. Procedió a probárselos hasta que dio con uno color verde grisáceo que le quedaba perfecto. Se colocó un poco de colonia que estaba entre las amabilidades del hospedaje, resultaba un poco fuerte para alguien tan joven, pero aun así mantenía un olor agradable.
—Hey, Tatsuya, ya es hora. —Dio tres golpecitos más a la puerta.
Al final no obtuvo respuesta y decidió marcharse. Puede que el pelinegro hubiese partido ya o que aún no estuviera listo, lo cierto era que ya había anochecido y tenía tanto hambre como un compromiso, y no pensaba desatender ninguna de las dos cosas.
—Hola ¿También vas al festejo? —Preguntó en cuanto vio a la ama de llaves portando un yukata también.
—Esto… Sí, creo que iré a pasar un buen rato. —La joven se le quedo viendo como si fuera un extraño, lo cual tenía sentido pues aquel muchacho guapo y arreglado en nada se parecía al que había conocido hacía unas horas.
—Por supuesto… —Ya entendía la incertidumbre de la muchacha—. Me llamo Kazuma y así es como suelo verme cuando no estoy de expedición en el bosque, jejeje.
—Jejeje, soy Shihiro, un gusto. —La muchacha sonrió tímidamente y se luego se perdió rápidamente por el pasillo principal.
El de tez morena abandonó la residencia y se encaminó hacia el centro del pueblo. A pesar de ser nuevo en aquel sitio no le costó ubicarse, pues una enorme hoguera alzaba sus brazos de fuego hacia el cielo para que todos supiesen que algo se estaba celebrando. Siguió su caminata y pudo apreciar como los muchos aromas se fundían en el cálido aire nocturno; el del fuego, el de la comida y el de la gente.
—Ahora, ¿Donde estara Tatsuya?
Antes de que el Ishimura pudiese proponer idea alguna, un hombre de carácter animado y escandaloso les abordó. Aseguraba ser el dueño de una posada cercana y que no se podría permitir el dejar que aquellos dos jóvenes aventureros se quedaran sin un lugar en el cual pasar la noche. Resultaba un poco repentino, pero ante tan amable actitud resultaba difícil dar una negativa.
En cuanto se encontraron en el recibidor de aquella especie de hotel, el dueño los abandonó con la garantía de que podrían quedarse el tiempo que necesitasen sin tener que preocuparse por detalles como el dinero.
—Sean bienvenidos, soy el ama de llaves. —Dijo la jovencita que salió a recibirlos.
«Tiene el aire de típico de una chica campirana… Quizás sea una hija o una sobrina del señor que nos trajo.»
—Disponemos de habitaciones en solitario con baño privado cada una o si lo prefieren una grande con camas separadas, sólo deben decirnos qué opción desean.
—Dejaré que mi acompañante decida. —Contestó Tatsuya mientras miraba a Kazuma.
—Que sean dos habitaciones con baño. —De aquella manera ambos podrían descansar y atender sus necesidades.
La jovencita les guió por la estancia hasta dar con un corredor exterior que guiaba hacia sus habitaciones, una al lado de la otra y ambas con la puerta orientada hacia el jardín. La encargada le entregó a cada uno sus respectivas llaves. Luego de una sencilla reverencia y de asegurar de que estaría disponible para lo que le necesitasen, se marchó.
—Cielos, de verdad necesito descansar —aseguro mientras deslizaba la llave en la cerradura—. Aún tenemos algunas horas hasta que caiga el sol y comience la fiesta —dijo levantando la vista al cielo—. Bien, nos vemos más tarde, Tatsuya. —Sin más entro y dejo que la puerta se cerrara por su propio peso.
El resto de la tarde se le hizo bastante larga. Bien pudo arrojarse sobre la cama y dejarse llevar por el cansancio, pero sabía que de hacerlo no despertaría hasta el día siguiente o puede que incluso hasta el que venía después de ese.
Decidió despejar su mente, relajarse un poco y tratar de ponerse presentable para la celebración. Lo más tedioso fue el baño, pues tenía que asegurarse de no mojar el vendaje que le habían puesto. Para su agrado, en el sitio había algunas esponjas que le sirvieron para lavarse. Su cabello fue lo que le tomó más tiempo; el tratar de deshacerse de aquel color ya grisáceo por la mugre y tratar de deshacer los infinitos nudos en lo que se había enroscado.
«Resultan bastante cordiales con sus invitados.» —Se dijo a sí mismo luego de ver todo los implementos de la habitación.
Satisfecho de encontrar un peine adecuado para su melena, procedió a atenderla tan vanidosamente como lo hacía siempre que tenía oportunidad. Le tomó alrededor de una hora el que quedara justo como le gustaba; ni demasiado lisa ni demasiado alborotada. En el armario consiguió unos cuantos yukatas, de aquellos de algodón y sin mangas. Procedió a probárselos hasta que dio con uno color verde grisáceo que le quedaba perfecto. Se colocó un poco de colonia que estaba entre las amabilidades del hospedaje, resultaba un poco fuerte para alguien tan joven, pero aun así mantenía un olor agradable.
—Hey, Tatsuya, ya es hora. —Dio tres golpecitos más a la puerta.
Al final no obtuvo respuesta y decidió marcharse. Puede que el pelinegro hubiese partido ya o que aún no estuviera listo, lo cierto era que ya había anochecido y tenía tanto hambre como un compromiso, y no pensaba desatender ninguna de las dos cosas.
—Hola ¿También vas al festejo? —Preguntó en cuanto vio a la ama de llaves portando un yukata también.
—Esto… Sí, creo que iré a pasar un buen rato. —La joven se le quedo viendo como si fuera un extraño, lo cual tenía sentido pues aquel muchacho guapo y arreglado en nada se parecía al que había conocido hacía unas horas.
—Por supuesto… —Ya entendía la incertidumbre de la muchacha—. Me llamo Kazuma y así es como suelo verme cuando no estoy de expedición en el bosque, jejeje.
—Jejeje, soy Shihiro, un gusto. —La muchacha sonrió tímidamente y se luego se perdió rápidamente por el pasillo principal.
El de tez morena abandonó la residencia y se encaminó hacia el centro del pueblo. A pesar de ser nuevo en aquel sitio no le costó ubicarse, pues una enorme hoguera alzaba sus brazos de fuego hacia el cielo para que todos supiesen que algo se estaba celebrando. Siguió su caminata y pudo apreciar como los muchos aromas se fundían en el cálido aire nocturno; el del fuego, el de la comida y el de la gente.
—Ahora, ¿Donde estara Tatsuya?