26/04/2016, 02:09
Tatsuya seguía buscando a la escurridiza niña, no entendía cómo era posible que la hubiera perdido de vista así como así. Supuso que eso le pasa por distraerse tanto, después de vagar tanto se echó de rodillas al suelo enfrente del sitio donde se encontraban previamente los jóvenes danzantes. Miró al cielo y suspiro al darse cuenta que sólo estaba caminando sobre sus propios pasos, de repente un hombre con traje negro y corbatín le tocó el hombro.
-Disculpe jovencito, ¿sabe usted a dónde se fueron los bailarines que estaban aquí?-
El sujeto no estaba sólo, cuando el pelinegro lo volteó a ver se dió cuenta que otros dos hombres también trajeados y con lentes oscuros le escoltaban. Tuvo un mal presentimiento, la supuesta amabilidad del sujeto en cuestión era más falsa que un bunshin y los dos sujetos que le acompañaban dejaban ver sonrisas maliciosas. No podía ver los ojos de sus guardaespaldas, pero si vió una mirada de codicia en aquel sujeto del corbatín.
-Lo lamento señor, pero no los he visto- Exclamó mientras se incorporaba.
-Oh que lástima, lamento haberte quitado tu tiempo, con permiso- Dijo mientras se daba la vuelta.
El tipo le dió la espalda para irse mientras Tatsuya reverenciaba aunque no le viesen, eso sí, levantó un poco la mirada para observar el par de wakizashis que llevaban los guardaespaldas del sujeto. Su padre siempre le dice que debe evitar tratar con la gente que se deja llevar por la avaricia, pues estarán dispuestos a todo con tal de satisfacer su hambre de oro. Pensó en que por muy buenos modales que tuviera el sujeto no era de fiar, pero no era momento para distraerse, los asuntos de ese tipo no eran de su incumbencia.
"Mi prioridad ahora es encontrar a Nonoha-chan"
En cuanto los sujetos se alejaron siguieron buscando entre la multitud a los hermanos de piel morena, la mueca que tenía por sonrisa aquel tipo se deformó de manera grotesca en una cara de rencor mientras apretaba sus dientes con incrustaciones de piedras preciosas, aquel acto terminó formando un atroz rechinido que incluso hizo mostrar temor entre sus propios hombres que trataban de evitar la mirada de furia que tenía el hombre del corbatín.
-Cuando encontremos a esos criajos quiero que les arranquen el cuero cabelludo, ¿ME ESCUCHARON?- Ante esas palabras los secuaces sólo asintieron con la cabeza.
Ambos hermanos se miraron a los ojos cuando vieron a la pequeña Nonoha disfrutar de los dulces, el hermano sonreía satisfecho pues al parecer la jovencita no los juzgaba por ser unos artistas callejeros. De hecho la kunoichi se mostraba algo curiosa respecto al estilo de baile que usaban los hermanos. En ese momento cada hermano saltó colocándose cada uno a los costados de Nonoha y empezaron a hacer acrobacias alrededor de ella. Mientras lo hacían parecían convensar en voz alta, pero lo hacían cantando.
-Leo parece que quiere saber-
-¿Lea le enseñarás a bailar?-
-Hermano tan malo no puede no ser-
-¡Hermana te digo que es la verdad!-
-Entonces si quiere aprender... ¡El secreto debe guardar!- Dijeron al unísono cuando terminaban con ese mini show exclusivo para la kunoichi.
Inmediatamente cada uno de los hermanos tomó uno de los brazos de Nonoha y la jalaron para guiarla hacía algún sitio lejos de la plaza. Tras correr un rato en la nieve llegaron a un edificio que si bien conservaba la arquitectura tradicional de la ciudad de Yamiria se veía ya viejo y abandonado, ambos jóvenes entonces empujaron a Nonoha para que se adentrara en aquel edificio.
El lugar no se veía mejor que la fachada, estaba igual de descuidado. Era un salón amplio semejante a un gimnasio para practicar, estaria totalmente oscuro de no ser por la tenue luz que se filtraba desde un agujero en el techo, a través del cual también entraban los copos de nieve dejando un alfombrado blanquecino en el interior del recinto. Lo jovencita enconces corrió en dirección a un cojín enorme y redondo que habia ahí tirándose sobre el mismo.
-Bienvenida a nuestra vieja escuela, bienvenida a nuestra casa- Le dijo el joven a la niña del kimono rosa.
-Cuéntale la historia, se lo ha ganado- Dijo mientras se revolvía encima del cojín.
-Hace mucho tiempo este lugar era una escuela de danza, y de combate también- Se escuchaba nostálgico al hablar. -Nuestro estilo se llama "Kapoieira", que no sólo es es una forma de baile sino también un arte para pelear. Se dice que es un estilo proveniente de un rincón muy lejano de Ōnindo.- El joven entonces caminó hacia la alfombra nevada y dejó que los copos que caían del techo descendieran sobre su rostro.
-Nuestro Mestre tenía pocos alumnos porque a la gente no le interesaba mucho ese estilo, preferían las artes marciales clásicas... Así que al final sus únicos aprendices éramos nosotros dos- Dijo la muchacha mientras se levantaba de un brinco, caminó recto hacia Nonoha y le ofreció una galleta mientras sonreía melancólicamente. -Ahora que la escuela quedó abandonada nosotros vivímos aquí, y bailamos en las calles no sólo para ganar dinero sino para mostrar el estilo de pelea que nos enseñó nuestro Mestre- Concluyó.
-Disculpe jovencito, ¿sabe usted a dónde se fueron los bailarines que estaban aquí?-
El sujeto no estaba sólo, cuando el pelinegro lo volteó a ver se dió cuenta que otros dos hombres también trajeados y con lentes oscuros le escoltaban. Tuvo un mal presentimiento, la supuesta amabilidad del sujeto en cuestión era más falsa que un bunshin y los dos sujetos que le acompañaban dejaban ver sonrisas maliciosas. No podía ver los ojos de sus guardaespaldas, pero si vió una mirada de codicia en aquel sujeto del corbatín.
-Lo lamento señor, pero no los he visto- Exclamó mientras se incorporaba.
-Oh que lástima, lamento haberte quitado tu tiempo, con permiso- Dijo mientras se daba la vuelta.
El tipo le dió la espalda para irse mientras Tatsuya reverenciaba aunque no le viesen, eso sí, levantó un poco la mirada para observar el par de wakizashis que llevaban los guardaespaldas del sujeto. Su padre siempre le dice que debe evitar tratar con la gente que se deja llevar por la avaricia, pues estarán dispuestos a todo con tal de satisfacer su hambre de oro. Pensó en que por muy buenos modales que tuviera el sujeto no era de fiar, pero no era momento para distraerse, los asuntos de ese tipo no eran de su incumbencia.
"Mi prioridad ahora es encontrar a Nonoha-chan"
En cuanto los sujetos se alejaron siguieron buscando entre la multitud a los hermanos de piel morena, la mueca que tenía por sonrisa aquel tipo se deformó de manera grotesca en una cara de rencor mientras apretaba sus dientes con incrustaciones de piedras preciosas, aquel acto terminó formando un atroz rechinido que incluso hizo mostrar temor entre sus propios hombres que trataban de evitar la mirada de furia que tenía el hombre del corbatín.
-Cuando encontremos a esos criajos quiero que les arranquen el cuero cabelludo, ¿ME ESCUCHARON?- Ante esas palabras los secuaces sólo asintieron con la cabeza.
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Ambos hermanos se miraron a los ojos cuando vieron a la pequeña Nonoha disfrutar de los dulces, el hermano sonreía satisfecho pues al parecer la jovencita no los juzgaba por ser unos artistas callejeros. De hecho la kunoichi se mostraba algo curiosa respecto al estilo de baile que usaban los hermanos. En ese momento cada hermano saltó colocándose cada uno a los costados de Nonoha y empezaron a hacer acrobacias alrededor de ella. Mientras lo hacían parecían convensar en voz alta, pero lo hacían cantando.
-Leo parece que quiere saber-
-¿Lea le enseñarás a bailar?-
-Hermano tan malo no puede no ser-
-¡Hermana te digo que es la verdad!-
-Entonces si quiere aprender... ¡El secreto debe guardar!- Dijeron al unísono cuando terminaban con ese mini show exclusivo para la kunoichi.
Inmediatamente cada uno de los hermanos tomó uno de los brazos de Nonoha y la jalaron para guiarla hacía algún sitio lejos de la plaza. Tras correr un rato en la nieve llegaron a un edificio que si bien conservaba la arquitectura tradicional de la ciudad de Yamiria se veía ya viejo y abandonado, ambos jóvenes entonces empujaron a Nonoha para que se adentrara en aquel edificio.
El lugar no se veía mejor que la fachada, estaba igual de descuidado. Era un salón amplio semejante a un gimnasio para practicar, estaria totalmente oscuro de no ser por la tenue luz que se filtraba desde un agujero en el techo, a través del cual también entraban los copos de nieve dejando un alfombrado blanquecino en el interior del recinto. Lo jovencita enconces corrió en dirección a un cojín enorme y redondo que habia ahí tirándose sobre el mismo.
-Bienvenida a nuestra vieja escuela, bienvenida a nuestra casa- Le dijo el joven a la niña del kimono rosa.
-Cuéntale la historia, se lo ha ganado- Dijo mientras se revolvía encima del cojín.
-Hace mucho tiempo este lugar era una escuela de danza, y de combate también- Se escuchaba nostálgico al hablar. -Nuestro estilo se llama "Kapoieira", que no sólo es es una forma de baile sino también un arte para pelear. Se dice que es un estilo proveniente de un rincón muy lejano de Ōnindo.- El joven entonces caminó hacia la alfombra nevada y dejó que los copos que caían del techo descendieran sobre su rostro.
-Nuestro Mestre tenía pocos alumnos porque a la gente no le interesaba mucho ese estilo, preferían las artes marciales clásicas... Así que al final sus únicos aprendices éramos nosotros dos- Dijo la muchacha mientras se levantaba de un brinco, caminó recto hacia Nonoha y le ofreció una galleta mientras sonreía melancólicamente. -Ahora que la escuela quedó abandonada nosotros vivímos aquí, y bailamos en las calles no sólo para ganar dinero sino para mostrar el estilo de pelea que nos enseñó nuestro Mestre- Concluyó.