27/04/2016, 04:36
El chico de ojos dispares le respondió con un saludo un poco desanimado, al parecer se encontraba preocupado por algo que había sucedido. Se disculpó por no haberle avisado a Kazuma cuando abandonó el hospedaje, pues su pequeño jabalí parecía tener hambre y necesitaba conseguirle algo de comida.
«Shibō… —entendió que aquel era el nombre que el Takanashi le había puesto al cerdito—. ¿Pero qué significa eso?»
El de ojos grises pudo notar que algo andaba mal con el jabato; temblaba y por alguna razón se mostraba enfermo. Aquello era lo que mantenía tan afligido al joven. Se imagino que probablemente ya tendría un buen rato buscando a quien pudiese ayudarle. De cierta manera parecía que Tatsuya también tenía cierto lado infantil e inocente, como los niños que no pueden abandonar a un cachorrito que han encontrado.
—No sé mucho sobre cerdos —aunque si había visto a mucho perros en la calle y tenía una idea de que le pasaba—. Puede que sea muy pequeño y que le haga falta la leche materna, o puede ser que necesite alimentarse de algún tipo de hongos en específico.
En varias oportunidades fue testigo de lo que le pasaba a los cachorritos cuando los destetaban o cuando comían cosas inadecuadas. También le había pasado por la mente la posibilidad de que el animalito tuviese rabia, pero con el cariño que su compañero le había tomado, le pareció demasiado cruel el mencionar tal posibilidad.
—Yo... La verdad no quiero ir al festín —bajó la mirada, al punto que su fleco ensombreció su rostro impidiendo ver sus ojos—. Ellos me ven como una especie de redentor, pero yo no soy capaz de ir y comer junto a ellos a sabiendas de que desconocen que soy de Taki, siento que no es correcto mantenerlo en secreto pero... Hablé con el posadero, estas personas han sufrido desde la caída de Kusa y si se enteran de mi lugar de origen creo que ya no serían tan amables conmigo ni contigo.
—Vale, ya me parecía que cargabas con varias preocupaciones encima —aseguro luego de haber escuchado con atención—. Hum… No sabría decirte si estás siendo honorable o si te estás torturando por una tontería —admitió, pues las dudas del joven de cabello negro estaban más allá de lo entendible por él—. Bueno, ya sabes lo que dicen “Ante un dilema moral, tomad la decisión que menos conflicto os cause”.
En otras circunstancias y con otra persona, quizás hubiese sido más rudo y le hubiese dicho que se comportara como un ninja y dejara a un lado el peso de su moral. Pero el de ojos dispares era una persona que le resultaba agradable y por ello respetaba las dudas que pudiera llegar a tener y las respuestas a las cuales pudiese llegar. Claro, esperaba que aquello no terminara en una especie de revuelta con antorchas, aunque de ser así, igualmente seguiría del lado de su socio espadachín.
—Me voy yendo al festín, amigo —al menos uno de ellos tenía que ir. De no ser así, podrían considerarlo una falta de respeto—. Tomate tu tiempo. Si decides no ir… Bueno, ya me inventaré algo para excusarte.
Se despidió con amabilidad y dejo que Tatsuya lidiara con las dudas que solo él mismo podría disipar. Ambos enfrentarían cosas distintas, pero de igual manera seguirían siendo los mismos a la mañana siguiente, cuando el sol se alzara y el día los llevará a continuar tras la pista de algunos misterios pendientes.
«Shibō… —entendió que aquel era el nombre que el Takanashi le había puesto al cerdito—. ¿Pero qué significa eso?»
El de ojos grises pudo notar que algo andaba mal con el jabato; temblaba y por alguna razón se mostraba enfermo. Aquello era lo que mantenía tan afligido al joven. Se imagino que probablemente ya tendría un buen rato buscando a quien pudiese ayudarle. De cierta manera parecía que Tatsuya también tenía cierto lado infantil e inocente, como los niños que no pueden abandonar a un cachorrito que han encontrado.
—No sé mucho sobre cerdos —aunque si había visto a mucho perros en la calle y tenía una idea de que le pasaba—. Puede que sea muy pequeño y que le haga falta la leche materna, o puede ser que necesite alimentarse de algún tipo de hongos en específico.
En varias oportunidades fue testigo de lo que le pasaba a los cachorritos cuando los destetaban o cuando comían cosas inadecuadas. También le había pasado por la mente la posibilidad de que el animalito tuviese rabia, pero con el cariño que su compañero le había tomado, le pareció demasiado cruel el mencionar tal posibilidad.
—Yo... La verdad no quiero ir al festín —bajó la mirada, al punto que su fleco ensombreció su rostro impidiendo ver sus ojos—. Ellos me ven como una especie de redentor, pero yo no soy capaz de ir y comer junto a ellos a sabiendas de que desconocen que soy de Taki, siento que no es correcto mantenerlo en secreto pero... Hablé con el posadero, estas personas han sufrido desde la caída de Kusa y si se enteran de mi lugar de origen creo que ya no serían tan amables conmigo ni contigo.
—Vale, ya me parecía que cargabas con varias preocupaciones encima —aseguro luego de haber escuchado con atención—. Hum… No sabría decirte si estás siendo honorable o si te estás torturando por una tontería —admitió, pues las dudas del joven de cabello negro estaban más allá de lo entendible por él—. Bueno, ya sabes lo que dicen “Ante un dilema moral, tomad la decisión que menos conflicto os cause”.
En otras circunstancias y con otra persona, quizás hubiese sido más rudo y le hubiese dicho que se comportara como un ninja y dejara a un lado el peso de su moral. Pero el de ojos dispares era una persona que le resultaba agradable y por ello respetaba las dudas que pudiera llegar a tener y las respuestas a las cuales pudiese llegar. Claro, esperaba que aquello no terminara en una especie de revuelta con antorchas, aunque de ser así, igualmente seguiría del lado de su socio espadachín.
—Me voy yendo al festín, amigo —al menos uno de ellos tenía que ir. De no ser así, podrían considerarlo una falta de respeto—. Tomate tu tiempo. Si decides no ir… Bueno, ya me inventaré algo para excusarte.
Se despidió con amabilidad y dejo que Tatsuya lidiara con las dudas que solo él mismo podría disipar. Ambos enfrentarían cosas distintas, pero de igual manera seguirían siendo los mismos a la mañana siguiente, cuando el sol se alzara y el día los llevará a continuar tras la pista de algunos misterios pendientes.