15/05/2015, 06:52
Antes que nada, cordialidad.
Tanto Kota como el recién persentado Atsushi apostaban por una presentación amable. Quizás porque así eran realmente, aunque en la mayoría de los casos podría deberse a que no había mérito en tener un conflicto con otro shinobi, y más; si era de una aldea diferente. No serían ellos quienes rompieran con la paz latente de las tres naciones por el simple hecho de haberse cruzado en un callejón.
El muchacho con la piel escamosa no tardó en admitir que él tampoco había conocido a un ninja con diferente procedencia, experiencia que entonces podrían compartir. Era emocionante, desde luego; porque el porcentaje de que se volvieran a encontrar y no precisamente en buenos términos era bastante alta. Esto no sólo generaba expectativa, sino también una incesante disyuntiva sobre lo que puede o no venir en el futuro. Aunque era demasiado pronto para cuestionar estas viscicitudes, era inevitable preguntarse: ¿en quién se convertiría más adelante?...
De cualquier forma, su entusiasmo se apagó repentinamente cuando su interlocutor se percató de un detalle. Su rostro, inicialmente cubierto por la capucha que reposaba ahora en su espalda, se encontraba totalmente descubierto. Kota ya tenía en cuenta la infinidad de rasgos extraños que ataviaban el rostro de Atsushi, y aunque no podía negar que le pareció bastante extraño, no por ello iba a salir corriendo como un cobarde. Es más, llegó a pensar que la forma de sus ojos era algo extraordinario.
No sólo intimidaba, sino que generaba cierto temor. Uno que podría ser muy útil en ciertas situaciones, sobre todo las del tipo que agobian a los shinobi.
—Sí, lo vi. Pero no deberías avergonzarte muchacho, ¿por qué te importa lo que piensen los demás?... evidentemente tienes unos rasgos extraños, pero a mí en lo personal me parecen geniales.
Le dio dos palmaditas en la espalda y comenzó a avanzar.
—Vamos, así me cuentas en el camino por qué luces como una serpiente.
Cruzó el umbral del callejón y esperó que su nuevo compañero le alcanzara. Luego, sería todo oídos. Con rostro neutral, perceptivo; sin juzgar.
Tanto Kota como el recién persentado Atsushi apostaban por una presentación amable. Quizás porque así eran realmente, aunque en la mayoría de los casos podría deberse a que no había mérito en tener un conflicto con otro shinobi, y más; si era de una aldea diferente. No serían ellos quienes rompieran con la paz latente de las tres naciones por el simple hecho de haberse cruzado en un callejón.
El muchacho con la piel escamosa no tardó en admitir que él tampoco había conocido a un ninja con diferente procedencia, experiencia que entonces podrían compartir. Era emocionante, desde luego; porque el porcentaje de que se volvieran a encontrar y no precisamente en buenos términos era bastante alta. Esto no sólo generaba expectativa, sino también una incesante disyuntiva sobre lo que puede o no venir en el futuro. Aunque era demasiado pronto para cuestionar estas viscicitudes, era inevitable preguntarse: ¿en quién se convertiría más adelante?...
De cualquier forma, su entusiasmo se apagó repentinamente cuando su interlocutor se percató de un detalle. Su rostro, inicialmente cubierto por la capucha que reposaba ahora en su espalda, se encontraba totalmente descubierto. Kota ya tenía en cuenta la infinidad de rasgos extraños que ataviaban el rostro de Atsushi, y aunque no podía negar que le pareció bastante extraño, no por ello iba a salir corriendo como un cobarde. Es más, llegó a pensar que la forma de sus ojos era algo extraordinario.
No sólo intimidaba, sino que generaba cierto temor. Uno que podría ser muy útil en ciertas situaciones, sobre todo las del tipo que agobian a los shinobi.
—Sí, lo vi. Pero no deberías avergonzarte muchacho, ¿por qué te importa lo que piensen los demás?... evidentemente tienes unos rasgos extraños, pero a mí en lo personal me parecen geniales.
Le dio dos palmaditas en la espalda y comenzó a avanzar.
—Vamos, así me cuentas en el camino por qué luces como una serpiente.
Cruzó el umbral del callejón y esperó que su nuevo compañero le alcanzara. Luego, sería todo oídos. Con rostro neutral, perceptivo; sin juzgar.