1/05/2016, 19:21
Un instante de silencio siguió a las palabras de la Hyuga. En aquellos ojos bicolores podía ver la sombra de la duda, no una duda cualquiera, si no la duda en uno mismo. La de Kusabi no tenía ni la más mínima idea de que era lo que podía estar pasando por la cabeza de su interlocutor, solo podía aguardar a que el chico decidiese acabar con el silencio.
-Mitsuki-dono... No todos deciden dedicarse a resguardar a su gente, no todos tienen la fuerza para hacerlo, pero yo creo que tú serás capaz de lograrlo-
La peliblanca no pudo evitar sonrojarse un poco ante aquellas palabras, no estaba aconstumbrada a recibir palabras tan amables y sinceras.
-Parece que estás destinada a ser alguien grande, y no lo digo porque seas la Akikara na, lo digo por cómo eres-
El muchacho apartó la mirada de la de Mitsuki, parecía un tanto afectado y dubitativo. No entendía muy bien que era lo que le podía a ocurrir a Tatsuya, pero una parte dentro de ella le decía que no era el momento para palabras. La peliblanca guardó silencio, aguardando a que el muchacho se recuperase.
-Me gustaría decir que yo también tengo un ideal por el cual luchar... Pero no es así... Ser sinobi tiene un lado oscuro, y por eso yo no puedo opinar igual a tí.-
Tras aquellas palabras la muchacha pudo vislumbrar por donde podía venir el pesar que podía observar en su interlocutor, Tatsuya parecía ser una buena persona atrapada en una senda que no era la elegida. Aunque la última frase la dejó un tanto despistada, no sabía muy bien a que podría hacer referencia aunque intuía que podría ser por el hecho de ser un shinobi. Si ese era el caso, Mitsuki lo entendía muy bien, en muchos aspectos la vida de una kunoichi era contraría a la mayoría de las enseñanzas de su maestra. No entendía muy bien por qué las Akikara na debían de servir en Uzushio, con entrenar debería de bastar... pero Hisami-sama le dijo que cuando volviese a Kusabi lo comprendería.
—Estoy seguro de que algún día encontrarás a alguien por quién merezca la pena morir y ese día encontrarás un motivo por el que luchar— dijo la joven mientras miraba cálidamente al muchacho, que a pesar de apenas acabarse de conocer no tenía rubor en mostrarse aflijido ante la Hyuga —No desesperes—
De repente el cielo se cerró aún más, lo que aumento la intensidad de la lluvia. El chico sacudió la cabez acomo tratando de alejar sus pensamientos. Mitsuki estaba apunto de decirle que no se preocupase tanto, cuando un fuerte llanto le hizo voltearse alarmada. El llorar de una mujer, iba acompañado por un coro de llantos.
Con una rápida mirada pudo localizar un cortejo fúnebre que avanzaba con paso lento y pesado, cuatro hombres cargaban un pequeño ataúd que era seguido por lo que parecía ser una madre a la que trataban de consolar un muchacho joven y otra mujer, tras ellos una pequeña comitiva los acompañaban.
Aquella imagen hizo que el corazón de la peliblanca se encongiese, la joven ya ni siquiera recordaba que estaba perdida en busca de un pueblo desde donde poder dirigirse de nuevo a Uzushio. Ahora su atención se centraba en aquel triste cuadro. La muerte siempre era algo lamentable, el único consuelo suele darse cuando la persona ha vivido una vida larga y plena, sin embargo cuando esta alcanzaba a algo tan pequeño y frágil como un niño que ni siquiera había tenido tiempo de vivir... el consuelo se hacía imposible.
—Deberíamos apartarnos— recomendó la Hyuga
La peliblanca se apartó del camino en señal de respeto, justo al borde donde aguardaría en silencio el paso de la comitiva en señal de respeto mientras dedicaba una oración por el alma del pequeño
-Mitsuki-dono... No todos deciden dedicarse a resguardar a su gente, no todos tienen la fuerza para hacerlo, pero yo creo que tú serás capaz de lograrlo-
La peliblanca no pudo evitar sonrojarse un poco ante aquellas palabras, no estaba aconstumbrada a recibir palabras tan amables y sinceras.
-Parece que estás destinada a ser alguien grande, y no lo digo porque seas la Akikara na, lo digo por cómo eres-
El muchacho apartó la mirada de la de Mitsuki, parecía un tanto afectado y dubitativo. No entendía muy bien que era lo que le podía a ocurrir a Tatsuya, pero una parte dentro de ella le decía que no era el momento para palabras. La peliblanca guardó silencio, aguardando a que el muchacho se recuperase.
-Me gustaría decir que yo también tengo un ideal por el cual luchar... Pero no es así... Ser sinobi tiene un lado oscuro, y por eso yo no puedo opinar igual a tí.-
Tras aquellas palabras la muchacha pudo vislumbrar por donde podía venir el pesar que podía observar en su interlocutor, Tatsuya parecía ser una buena persona atrapada en una senda que no era la elegida. Aunque la última frase la dejó un tanto despistada, no sabía muy bien a que podría hacer referencia aunque intuía que podría ser por el hecho de ser un shinobi. Si ese era el caso, Mitsuki lo entendía muy bien, en muchos aspectos la vida de una kunoichi era contraría a la mayoría de las enseñanzas de su maestra. No entendía muy bien por qué las Akikara na debían de servir en Uzushio, con entrenar debería de bastar... pero Hisami-sama le dijo que cuando volviese a Kusabi lo comprendería.
—Estoy seguro de que algún día encontrarás a alguien por quién merezca la pena morir y ese día encontrarás un motivo por el que luchar— dijo la joven mientras miraba cálidamente al muchacho, que a pesar de apenas acabarse de conocer no tenía rubor en mostrarse aflijido ante la Hyuga —No desesperes—
De repente el cielo se cerró aún más, lo que aumento la intensidad de la lluvia. El chico sacudió la cabez acomo tratando de alejar sus pensamientos. Mitsuki estaba apunto de decirle que no se preocupase tanto, cuando un fuerte llanto le hizo voltearse alarmada. El llorar de una mujer, iba acompañado por un coro de llantos.
Con una rápida mirada pudo localizar un cortejo fúnebre que avanzaba con paso lento y pesado, cuatro hombres cargaban un pequeño ataúd que era seguido por lo que parecía ser una madre a la que trataban de consolar un muchacho joven y otra mujer, tras ellos una pequeña comitiva los acompañaban.
Aquella imagen hizo que el corazón de la peliblanca se encongiese, la joven ya ni siquiera recordaba que estaba perdida en busca de un pueblo desde donde poder dirigirse de nuevo a Uzushio. Ahora su atención se centraba en aquel triste cuadro. La muerte siempre era algo lamentable, el único consuelo suele darse cuando la persona ha vivido una vida larga y plena, sin embargo cuando esta alcanzaba a algo tan pequeño y frágil como un niño que ni siquiera había tenido tiempo de vivir... el consuelo se hacía imposible.
—Deberíamos apartarnos— recomendó la Hyuga
La peliblanca se apartó del camino en señal de respeto, justo al borde donde aguardaría en silencio el paso de la comitiva en señal de respeto mientras dedicaba una oración por el alma del pequeño