4/05/2016, 19:30
En un buen movimiento, Tasuya, utilizó sus makibishi para retrasar a los canes perseguidores más inmediatos. Los animales no habían podido esquivar las estrellas de metal y ahora se lamentaban entre aullidos. Aunque no tardaron mucho tiempo en transformarse en rabiosos ladridos bastante más amenazantes si cabe. Mitsuki no podía parar de pensar de que quizás la situación incluso se hubiese visto empeorada, pero por suerte su compañero logró abrir la puerta y ambos entraron casi a ahorcajadas en la sala. Cerrando la puerta tras de sí y bloqueándola con un madero. Los animales chocaron contra la vieja puerta, lo que hizo que esta temblase violentamente. Por un momento la Hyuga pensó que caería, pero por suerte se mantuvo firme y los animales parecieron desistir de su empeño.
-¿Y ahora qué haremos? Esto es una locura, no tengo idea de que es lo que está pasando en este pueblo-
Su compañero expresó en voz alta los pensamientos de la peliblanca, que aún trataba de recuperar el aliento tras la carrera pero de lo que no podría es recuperarse del susto, pues de la nada surgió una extraña figura. Enmarcada entre dos antorchas que se encendieron solas, lo cual ya la puso bastante en guardia, pudo divisar una figura de una mujer ataviada con un kimono blanco y rojo. Parecía ser algún tipo de sacerdotisa ya entrada en años, pero ¿que haría allí? ¿Sería como los locos de la taberna?
La anciano habló de manera bastante imperativa, no era para menos si se tenía en cuenta de que posiblemente ambos shinobis habían hallanado su morada.
Su compañero parecía haberse quedado petrificado, no le culpaba, ella también lo estaba pero saco fuerzas desde donde no había para tratar de actuar. Al fin y al cabo era ella quién los había metido en aquel lugar, lo justo era que fuese ella la que se adelantase.
Dio un par de pasos al frente y se interpuso entre la anciana y su compañero, caminaba serena y con la mirada clavada en aquellos viejos ojos que la miraban recelosamente.
—Viajeros...— comenzó la joven con todo el aplomo que pudo reunir —Extraviados— Mitsuki miró a la mujer desafiante —Nos vimos obligados a irrumpir en su hogar, le pido disculpas por la forma pero no nos quedó otra opción. Espero que pueda entenderlo— no sabía muy bien de donde estaba sacando aquella actitud, pero esperaba que funcionase pues la segunda opción no era de su agrado
-¿Y ahora qué haremos? Esto es una locura, no tengo idea de que es lo que está pasando en este pueblo-
Su compañero expresó en voz alta los pensamientos de la peliblanca, que aún trataba de recuperar el aliento tras la carrera pero de lo que no podría es recuperarse del susto, pues de la nada surgió una extraña figura. Enmarcada entre dos antorchas que se encendieron solas, lo cual ya la puso bastante en guardia, pudo divisar una figura de una mujer ataviada con un kimono blanco y rojo. Parecía ser algún tipo de sacerdotisa ya entrada en años, pero ¿que haría allí? ¿Sería como los locos de la taberna?
La anciano habló de manera bastante imperativa, no era para menos si se tenía en cuenta de que posiblemente ambos shinobis habían hallanado su morada.
Su compañero parecía haberse quedado petrificado, no le culpaba, ella también lo estaba pero saco fuerzas desde donde no había para tratar de actuar. Al fin y al cabo era ella quién los había metido en aquel lugar, lo justo era que fuese ella la que se adelantase.
Dio un par de pasos al frente y se interpuso entre la anciana y su compañero, caminaba serena y con la mirada clavada en aquellos viejos ojos que la miraban recelosamente.
—Viajeros...— comenzó la joven con todo el aplomo que pudo reunir —Extraviados— Mitsuki miró a la mujer desafiante —Nos vimos obligados a irrumpir en su hogar, le pido disculpas por la forma pero no nos quedó otra opción. Espero que pueda entenderlo— no sabía muy bien de donde estaba sacando aquella actitud, pero esperaba que funcionase pues la segunda opción no era de su agrado