5/05/2016, 21:12
Las personas del pueblo mostraron un poco de extrañeza al sentir la blanca mirada de la Hyuga. La sacerdotisa por su parte observó fríamente a la kunoichi, parecía sentirse algo incómoda con las preguntas que le hacía pero terminó resignándose. Se disponía a hablar cuando la llovizna empezó a caer de nuevo, algunos hombres ataron correas a los perros para llevárselos mientras los demás aguardaban en el sitio.
-Primero los llevaremos a la posada del pueblo y luego les explicaré, síganme- Dijo la anciana mientras les daba la espalda.
-Tendremos que ir con ella, supongo- Le dijo el de Taki a la chica de Uzu.
La mujer los dirigiría a un lugar que estaba a unas cuantas calles del bar, se veía derruído al igual que el resto de edificios. Al entrar se encontrarían con que no había nada de luz, pero eso pronto cambió cuando un empleado encendió las velas del lugar dejando ver telarañas en las paredes y techo. En la recepción había sillones cubiertos de polvo y una mesita de cristal, debido a que no tenían visitantes era normal que nadie se ocupara de darle mantenimiento al sitio. Pronto llegó un hombre con unas toallas y se las ofreció a cada uno mientras los invitaba a sentarse. Tatsuya reverenció en agradecimiento y con la mano trato de desempolvar un poco el sofá antes de que él y Mitsuki se sentaran.
-Mitsuki-chan ¿estás cómoda?- Preguntó para luego soltarse la coleta y secarse un poco el cabello con la toalla. -No son malas personas depués de todo, sólo fue un malentendido- Ya se le había pasado el enojo.
Afuera la lluvia arreciaba y las gotas empezaban a escucharse tronar en las ventanas de la posada, un relámpago iluminó por unos instantes el lugar para luego dejar que las llamas de las velas dibujaran sombras extrañas. No disponían de iluminación eléctrica de ningún tipo, sin duda era un lugar que no había entrado en contacto con el exterior en mucho tiempo. Nuevamente llegó el trabajador con un azafate y dos tazás de chocolate, dejándolas en la mesita de cristal. Tatsuya una vez más reverenció para agradecer el gesto, al probarlo se dió cuenta de que estaba tibio y no caliente, pero aún así era mejor que nada.
La anciana se había ido hacia el interior del lugar, pero volvió nuevamente, se encontraba escoltada por un hombre que no habían visto antes, de barba grande y mirada imponente aquel sujeto no se mostraba pálido ni triste cómo el resto de los habitantes. La mujer pareció asentir con la cabeza y el tipo se retiró, ahora la sacerdotisa tenía su atención centrada en el par de genins.
-Ahora ya puedo contarles la historia, pero debo avisarles que quizás sea algo difícil de entender para ustedes- Les dijo de manera pesada. -Pueden creerme o no, y aunque lo hicieran dudo mucho que puedan hacer algo al respecto- Advirtió. -¿Aún desean saber?- Trataba de disuadirlos.
-Primero los llevaremos a la posada del pueblo y luego les explicaré, síganme- Dijo la anciana mientras les daba la espalda.
-Tendremos que ir con ella, supongo- Le dijo el de Taki a la chica de Uzu.
La mujer los dirigiría a un lugar que estaba a unas cuantas calles del bar, se veía derruído al igual que el resto de edificios. Al entrar se encontrarían con que no había nada de luz, pero eso pronto cambió cuando un empleado encendió las velas del lugar dejando ver telarañas en las paredes y techo. En la recepción había sillones cubiertos de polvo y una mesita de cristal, debido a que no tenían visitantes era normal que nadie se ocupara de darle mantenimiento al sitio. Pronto llegó un hombre con unas toallas y se las ofreció a cada uno mientras los invitaba a sentarse. Tatsuya reverenció en agradecimiento y con la mano trato de desempolvar un poco el sofá antes de que él y Mitsuki se sentaran.
-Mitsuki-chan ¿estás cómoda?- Preguntó para luego soltarse la coleta y secarse un poco el cabello con la toalla. -No son malas personas depués de todo, sólo fue un malentendido- Ya se le había pasado el enojo.
Afuera la lluvia arreciaba y las gotas empezaban a escucharse tronar en las ventanas de la posada, un relámpago iluminó por unos instantes el lugar para luego dejar que las llamas de las velas dibujaran sombras extrañas. No disponían de iluminación eléctrica de ningún tipo, sin duda era un lugar que no había entrado en contacto con el exterior en mucho tiempo. Nuevamente llegó el trabajador con un azafate y dos tazás de chocolate, dejándolas en la mesita de cristal. Tatsuya una vez más reverenció para agradecer el gesto, al probarlo se dió cuenta de que estaba tibio y no caliente, pero aún así era mejor que nada.
La anciana se había ido hacia el interior del lugar, pero volvió nuevamente, se encontraba escoltada por un hombre que no habían visto antes, de barba grande y mirada imponente aquel sujeto no se mostraba pálido ni triste cómo el resto de los habitantes. La mujer pareció asentir con la cabeza y el tipo se retiró, ahora la sacerdotisa tenía su atención centrada en el par de genins.
-Ahora ya puedo contarles la historia, pero debo avisarles que quizás sea algo difícil de entender para ustedes- Les dijo de manera pesada. -Pueden creerme o no, y aunque lo hicieran dudo mucho que puedan hacer algo al respecto- Advirtió. -¿Aún desean saber?- Trataba de disuadirlos.