11/05/2016, 23:22
La Hyuga permaneció en silencio, atenta a las palabras que poco a poco iba deslizando la anciana. Lo que aquella mujer hablaba no era nuevo para Mitsuki, ella había escuhado mil veces las historias de los youkai, con otro nombre, pero al fin y al cabo la misma esencia.
Al joven de Taki no debió parecerle un principio lo suficientemente interesante, o quizás tan sólo no le veía la lógica pues se atrevió a cortar a la anciana narradora. Lo que le propicio una reprimenda por parte de la mujer, que le mando callar rápidamente.
El sonido de la tormenta acompañaba el desarrollo de la historia casi como si de una magistral bandasonora se tratase, poco a poco la Historia se iba ensombreciendo más y más, y la lluvia caía más y más fuerte, el viento hacia temblar cada tablón de aquella vieja casa y los truenos amenazaban con una furia inusitada.
Poco a poco, el relato fue llegando a su fin. Mitsuki había permanecido en silencio, en riguroso silencio, aunque su mirada se había vuelto un poco más dura. La joven trataba de controlar sus emociones, la historia del final de aquella pequeña la había hecho enfurecerse como nunca antes lo había hecho. Nunca antes había sentido repulsa hacia personas de aquella manera, pero lo que esa gente había hecho era imperdonable.
La anciana sacerdotisa les lanzó un interrogante final, buscando la ayuda que la joven había ofrecido. Sin embargo en aquel momento no deseaba ayudarles, su corazón le gritaba que lo que debía de hacer era levantarse de allí y largarse. De hecho estaba apunto de hacerlo, cuando la imagen de aquel pequeño ataúd paseo de nuevo por su pensamiento.
Dio un sorbo a su chocolate tratando de serenarse, no pudo evitar que la mano le temblase un poco por lo que acompañó la taza con las dos manos para asegurarlas. Lentamente fue despegando el borde de su recipiente de sus labios.
—...Mi maestra me enseñó que siempre se debe perdonar... no importa lo que haya pasado, si alguien se arrepiente... se le debe perdonar...— comenzó la Hyuga —Sin embargo... no creo que haya perdón para lo que hicieron— sentenció con cierta dureza, no podía evitar imaginarse una y otra vez a aquella pequeña ahogandose —Matar a una criatura inocente...— apretó con fuerza la taza, casi como si tratase de romperla —No estoy segura de si merecen siquiera que les ayuden...— aquellas palabras le dolieron en su propio corazón, nunca pensó que podría llegar a sentir eso —Sé que quizás no debería decir eso, pero es lo que siento en este momento— la joven agachó la mirada centrandola en taza de chocolate caliente —Necesito aclarar las ideas, lo siento— se disculpó con pesar
Al joven de Taki no debió parecerle un principio lo suficientemente interesante, o quizás tan sólo no le veía la lógica pues se atrevió a cortar a la anciana narradora. Lo que le propicio una reprimenda por parte de la mujer, que le mando callar rápidamente.
El sonido de la tormenta acompañaba el desarrollo de la historia casi como si de una magistral bandasonora se tratase, poco a poco la Historia se iba ensombreciendo más y más, y la lluvia caía más y más fuerte, el viento hacia temblar cada tablón de aquella vieja casa y los truenos amenazaban con una furia inusitada.
Poco a poco, el relato fue llegando a su fin. Mitsuki había permanecido en silencio, en riguroso silencio, aunque su mirada se había vuelto un poco más dura. La joven trataba de controlar sus emociones, la historia del final de aquella pequeña la había hecho enfurecerse como nunca antes lo había hecho. Nunca antes había sentido repulsa hacia personas de aquella manera, pero lo que esa gente había hecho era imperdonable.
La anciana sacerdotisa les lanzó un interrogante final, buscando la ayuda que la joven había ofrecido. Sin embargo en aquel momento no deseaba ayudarles, su corazón le gritaba que lo que debía de hacer era levantarse de allí y largarse. De hecho estaba apunto de hacerlo, cuando la imagen de aquel pequeño ataúd paseo de nuevo por su pensamiento.
Dio un sorbo a su chocolate tratando de serenarse, no pudo evitar que la mano le temblase un poco por lo que acompañó la taza con las dos manos para asegurarlas. Lentamente fue despegando el borde de su recipiente de sus labios.
—...Mi maestra me enseñó que siempre se debe perdonar... no importa lo que haya pasado, si alguien se arrepiente... se le debe perdonar...— comenzó la Hyuga —Sin embargo... no creo que haya perdón para lo que hicieron— sentenció con cierta dureza, no podía evitar imaginarse una y otra vez a aquella pequeña ahogandose —Matar a una criatura inocente...— apretó con fuerza la taza, casi como si tratase de romperla —No estoy segura de si merecen siquiera que les ayuden...— aquellas palabras le dolieron en su propio corazón, nunca pensó que podría llegar a sentir eso —Sé que quizás no debería decir eso, pero es lo que siento en este momento— la joven agachó la mirada centrandola en taza de chocolate caliente —Necesito aclarar las ideas, lo siento— se disculpó con pesar