14/05/2016, 19:22
Sentaro se encaminó hacia la cabaña con una expresión férrea pero con toda una tempestad de sentimientos bajo su piel. Podía apreciar la puerta abierta, pero en el interior la oscuridad gobernaba y le impedía ver más allá de la entrada. El calor era agobiante y el enorme peligro le rodeaba en forma de aquello hongos malignos.
«Hitomi…» —Fue lo único que acudió a su mente en cuanto llegó a la choza y entró en ella…
—Hitomi… —gimoteo, pues en cuanto vio aquel cadáver no le quedó duda alguna de que se trataba de su alumna—. Siempre dije que te cuidaría ti y al pueblo, pero al final… Al final has sido tú quien ha perdido la vida buscando la manera de protegernos.
Podía observar en aquellas cuencas vacías, no la muerte que había sufrido, sino la vida que había tenido. Recordaba aquellos brillantes e inocente ojos ambarinos el primer día que fueron hacia él, suplicando que le enseñara todo lo que sabía. Tan talentosa e inocente que logró conmoverle hasta lo más profundo de su ser.
—Recuerdo… —aseguro con la voz quebrada—. Recuerdo que siempre me hablabas con pasión sobre la manera en cómo el conocimiento podía ser usado para ayudar a los demás y para defenderse a uno mismo… —acercó su mano hacia ella, pero la capa de hongos que la cubría le hizo retroceder—. Hasta el final y sin importar nada te mantuviste luchando por nuestro bien, sola, pero determinada a cumplirnos.
—Al final… No podrás cumplir con lo que habías prometido —las lágrimas se volvieron raudales en su rostro—. ¿Qué sucedió con aquello de que esperarías a mi nieto? Me dijiste que esperarías a que volviera de su viaje y cuando le demostrarás todo lo que habías crecido… Que entonces… Qué entonces le confesaría lo que sentías por él —se acercó a ella, lo suficiente como para que las lágrimas cayeran sobre su regazo—, y que entonces él podría ser el guardián del bosque de hongos sin vivir en aquella profunda soledad que siempre maldijo a los de mi linaje…
»Aquello me había hecho sentir lleno de dicha… Pero ahora… ¿Cómo le recibiré? ¿Cómo le diré que tú ya no estarás para él? —Se permitió caer de rodillas y dejar salir todo lo que le dolía, al menos por una vez en su vida.
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Kazuma yacía escuchando las palabras de su compañero y la manera en que estas formaban una imagen de quién era aquel muchacho y que era lo que deseaba. Sus motivos parecían honorables y sinceros, pero a la vez se mostraban como algo muy difícil de entender. Entendía el valor de ayudar a los demás, pero consideraba terrible el encadenar su voluntad de vivir a alguien más que así mismo.
—¿Cuál es tu motivo para luchar? —Se veía interesado de pronto—. ¿Por qué te convertiste en shinobi?
—¿Porque? —se planteó a sí mismo—. Es algo difícil de responder, pues mis motivaciones no corresponden a nada asociado con la nobleza, la gloria o el honor —aseguro con una sonrisa pesarosa—. Se podría decir que solo soy un chico que busca su propia definición de justicia a través del conflicto, pero no lo malinterpretes… Solo lo hago por satisfacción personal, no porque el mundo o la gente lo necesite.
Así era como lo sentía; Era el tipo de persona que acabaría con un grupo de bandidos que azotan un pueblo indefenso. Pero jamás lo haría por el bien que representaba ayudarlos, si no por el desafío implicado en socorrerlos. Por la satisfacción de personal de acabar con quien hacía el mal. ¿Aquella forma de ser lo convertía en algo diferente a un verdugo? Puede que no, pero era el camino que había escogido y el que más disfrutaba.
«Hitomi…» —Fue lo único que acudió a su mente en cuanto llegó a la choza y entró en ella…
—Hitomi… —gimoteo, pues en cuanto vio aquel cadáver no le quedó duda alguna de que se trataba de su alumna—. Siempre dije que te cuidaría ti y al pueblo, pero al final… Al final has sido tú quien ha perdido la vida buscando la manera de protegernos.
Podía observar en aquellas cuencas vacías, no la muerte que había sufrido, sino la vida que había tenido. Recordaba aquellos brillantes e inocente ojos ambarinos el primer día que fueron hacia él, suplicando que le enseñara todo lo que sabía. Tan talentosa e inocente que logró conmoverle hasta lo más profundo de su ser.
—Recuerdo… —aseguro con la voz quebrada—. Recuerdo que siempre me hablabas con pasión sobre la manera en cómo el conocimiento podía ser usado para ayudar a los demás y para defenderse a uno mismo… —acercó su mano hacia ella, pero la capa de hongos que la cubría le hizo retroceder—. Hasta el final y sin importar nada te mantuviste luchando por nuestro bien, sola, pero determinada a cumplirnos.
—Al final… No podrás cumplir con lo que habías prometido —las lágrimas se volvieron raudales en su rostro—. ¿Qué sucedió con aquello de que esperarías a mi nieto? Me dijiste que esperarías a que volviera de su viaje y cuando le demostrarás todo lo que habías crecido… Que entonces… Qué entonces le confesaría lo que sentías por él —se acercó a ella, lo suficiente como para que las lágrimas cayeran sobre su regazo—, y que entonces él podría ser el guardián del bosque de hongos sin vivir en aquella profunda soledad que siempre maldijo a los de mi linaje…
»Aquello me había hecho sentir lleno de dicha… Pero ahora… ¿Cómo le recibiré? ¿Cómo le diré que tú ya no estarás para él? —Se permitió caer de rodillas y dejar salir todo lo que le dolía, al menos por una vez en su vida.
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Kazuma yacía escuchando las palabras de su compañero y la manera en que estas formaban una imagen de quién era aquel muchacho y que era lo que deseaba. Sus motivos parecían honorables y sinceros, pero a la vez se mostraban como algo muy difícil de entender. Entendía el valor de ayudar a los demás, pero consideraba terrible el encadenar su voluntad de vivir a alguien más que así mismo.
—¿Cuál es tu motivo para luchar? —Se veía interesado de pronto—. ¿Por qué te convertiste en shinobi?
—¿Porque? —se planteó a sí mismo—. Es algo difícil de responder, pues mis motivaciones no corresponden a nada asociado con la nobleza, la gloria o el honor —aseguro con una sonrisa pesarosa—. Se podría decir que solo soy un chico que busca su propia definición de justicia a través del conflicto, pero no lo malinterpretes… Solo lo hago por satisfacción personal, no porque el mundo o la gente lo necesite.
Así era como lo sentía; Era el tipo de persona que acabaría con un grupo de bandidos que azotan un pueblo indefenso. Pero jamás lo haría por el bien que representaba ayudarlos, si no por el desafío implicado en socorrerlos. Por la satisfacción de personal de acabar con quien hacía el mal. ¿Aquella forma de ser lo convertía en algo diferente a un verdugo? Puede que no, pero era el camino que había escogido y el que más disfrutaba.