15/05/2016, 00:14
—¿Qué es esa justicia que buscas? —Lucía intrigado—. ¿Qué te llevó a buscarla? —Añadió.
—Cazar a los fuertes que utilizan su poder contra los débiles, vencerlos en combate y ajusticiarlos con mi espada, esa es mi justicia —aseguró con determinación absoluta—. Ser leal solo a las definiciones que emanan de mi corazón y no dejar que las creencias ajenas contaminen mi espíritu, esa es mi motivación.
Aquella era la respuesta que siempre había dado el Ishimura; Su maestro le había hecho la misma pregunta en muchas ocasiones pero su resolución nunca cambio. El joven de cabello blancos no era como los demás que tenían dudas sobre qué hacer, pues él escuchaba directamente a su corazón, razón por la cual jamás arrastraba remordimiento por su acciones.
—Claro, eso es solo una forma poética de decir que soy un anarquista, según la sociedad —aseguro mientras levantaba la vista al cielo—. Lo cierto es que he hecho muchas cosas que podrían ser consideradas tanto piadosas como crueles, he segado vidas y también las he salvado, pero por sobre todo he seguido mis creencias y he recorrido un sendero que me otorga libertad y del cual no me arrepiento.
En cuanto dijo aquello el anciano comenzó a salir de la cabaña mientras cargaba un montón de documentos. Por alguna razón su rostro se veía mucho más demacrado que cuando entro, más cansado y viejo también. Para ambos jóvenes era obvio que aquel terrible reencuentro había sido demasiado para él.
—Iniciare el sellado —Aviso con voz neutra—. Será mejor que se mantengan al margen, pues todo lo que está en el claro será incinerado.
Kazuma estuvo a punto de preguntar por la muchacha, creía que al menos merecía ser enterrada, pero cuando su boca se abrió se quedó en silencio. Su idea era algo que por más que quisieran no podrían realizar. Aquel cuerpo estaba infestado de onikin, por lo que enterrarla en alguna otra parte sería una absoluta locura. Resultaba algo cruel, sobre todo para aquel anciano, pero él sabía que por lo menos sus cenizas serian asimiladas por la tierra que tanto quiso proteger.
—Estaré ausente y vulnerable durante la purificación —caminó hasta al borde exterior y se puso de rodillas mientras colocaba sus manos sobre el suelo—. No sé qué pueda pasar, pero… Protéjanme hasta entonces.
En cuanto dijo aquello cerró los ojos y permitió que su chakra comenzara a fluir. Agradecía a quien hubiese creado tan formidable barrera pues al activarla no tendría que realizar una nueva fórmula para el sellado sobre el terreno, sino que bastaría con modificar la ya existente. Sobre la tierra se podía percibir como extrañas líneas carmesí se comenzaban a expandir de un lado a otro de la circunferencia. Así pasaron unos minutos y aunque aún no se podía ver nada, la temperatura de la zona comenzó a subir.
—¿Qué es eso? —Algo extraño ocurría. Los hongos comenzaron a llenarse de pústulas que reventaron y expulsaron enorme cantidades de un gas amarillo con un olor similar a la brea.
—Ya me esperaba algo como esto del Oro de los demonios —bramó el anciano—. Al parecer esta sepa recuerda la técnica de sellado que fue usada en el pasado y a modo de defensa ha comenzado liberar grandes cantidades de esporas —su rostro denotaba gran preocupación—. Tendremos compañía, así que prepárense y no me dejen morir o todo estará perdido.
Sentaro volvió a sumirse en su trance, desarrollando el sello de la forma más rápida y efectiva posible. Por su parte los jóvenes debían de ponerse en guardia, pues en los alrededores se comenzaban a escuchar ruidos perturbadores. Se trataba de todos los animales que había consumido los hongos. Aquellas esporas eran una especie de neurotransmisor que les indicaba que protegieran su demoníaco alimento.
«Esto me da mala espina.»
Razón tenía de temer pues con el viento que hacía todos los animales en un kilómetro a la redonda estarían pronto ahí. Primero serian solo criaturas pequeñas, conejos o mapaches, pero luego comenzarían a llegar las grandes bestias. Lo peor de todo es que no sabían cuánto le tomaría al micólogo el terminar, pero si sabían que no podrían irse hasta entonces.
—Me parece bien —aseguro mientras desenvainó a Bohimei—. Recibiré a cualquier visitante indeseado con la espada en alto.
—Cazar a los fuertes que utilizan su poder contra los débiles, vencerlos en combate y ajusticiarlos con mi espada, esa es mi justicia —aseguró con determinación absoluta—. Ser leal solo a las definiciones que emanan de mi corazón y no dejar que las creencias ajenas contaminen mi espíritu, esa es mi motivación.
Aquella era la respuesta que siempre había dado el Ishimura; Su maestro le había hecho la misma pregunta en muchas ocasiones pero su resolución nunca cambio. El joven de cabello blancos no era como los demás que tenían dudas sobre qué hacer, pues él escuchaba directamente a su corazón, razón por la cual jamás arrastraba remordimiento por su acciones.
—Claro, eso es solo una forma poética de decir que soy un anarquista, según la sociedad —aseguro mientras levantaba la vista al cielo—. Lo cierto es que he hecho muchas cosas que podrían ser consideradas tanto piadosas como crueles, he segado vidas y también las he salvado, pero por sobre todo he seguido mis creencias y he recorrido un sendero que me otorga libertad y del cual no me arrepiento.
En cuanto dijo aquello el anciano comenzó a salir de la cabaña mientras cargaba un montón de documentos. Por alguna razón su rostro se veía mucho más demacrado que cuando entro, más cansado y viejo también. Para ambos jóvenes era obvio que aquel terrible reencuentro había sido demasiado para él.
—Iniciare el sellado —Aviso con voz neutra—. Será mejor que se mantengan al margen, pues todo lo que está en el claro será incinerado.
Kazuma estuvo a punto de preguntar por la muchacha, creía que al menos merecía ser enterrada, pero cuando su boca se abrió se quedó en silencio. Su idea era algo que por más que quisieran no podrían realizar. Aquel cuerpo estaba infestado de onikin, por lo que enterrarla en alguna otra parte sería una absoluta locura. Resultaba algo cruel, sobre todo para aquel anciano, pero él sabía que por lo menos sus cenizas serian asimiladas por la tierra que tanto quiso proteger.
—Estaré ausente y vulnerable durante la purificación —caminó hasta al borde exterior y se puso de rodillas mientras colocaba sus manos sobre el suelo—. No sé qué pueda pasar, pero… Protéjanme hasta entonces.
En cuanto dijo aquello cerró los ojos y permitió que su chakra comenzara a fluir. Agradecía a quien hubiese creado tan formidable barrera pues al activarla no tendría que realizar una nueva fórmula para el sellado sobre el terreno, sino que bastaría con modificar la ya existente. Sobre la tierra se podía percibir como extrañas líneas carmesí se comenzaban a expandir de un lado a otro de la circunferencia. Así pasaron unos minutos y aunque aún no se podía ver nada, la temperatura de la zona comenzó a subir.
—¿Qué es eso? —Algo extraño ocurría. Los hongos comenzaron a llenarse de pústulas que reventaron y expulsaron enorme cantidades de un gas amarillo con un olor similar a la brea.
—Ya me esperaba algo como esto del Oro de los demonios —bramó el anciano—. Al parecer esta sepa recuerda la técnica de sellado que fue usada en el pasado y a modo de defensa ha comenzado liberar grandes cantidades de esporas —su rostro denotaba gran preocupación—. Tendremos compañía, así que prepárense y no me dejen morir o todo estará perdido.
Sentaro volvió a sumirse en su trance, desarrollando el sello de la forma más rápida y efectiva posible. Por su parte los jóvenes debían de ponerse en guardia, pues en los alrededores se comenzaban a escuchar ruidos perturbadores. Se trataba de todos los animales que había consumido los hongos. Aquellas esporas eran una especie de neurotransmisor que les indicaba que protegieran su demoníaco alimento.
«Esto me da mala espina.»
Razón tenía de temer pues con el viento que hacía todos los animales en un kilómetro a la redonda estarían pronto ahí. Primero serian solo criaturas pequeñas, conejos o mapaches, pero luego comenzarían a llegar las grandes bestias. Lo peor de todo es que no sabían cuánto le tomaría al micólogo el terminar, pero si sabían que no podrían irse hasta entonces.
—Me parece bien —aseguro mientras desenvainó a Bohimei—. Recibiré a cualquier visitante indeseado con la espada en alto.