15/05/2016, 03:34
Tatsuya de inmediato se puso a seguir a Mitsuki, dejándo atrás a los dolientes cuyas antorchas poco a poco se iban desvaneciendo en el horizonte. El camino estaba encharcado y los pasos de los shinobis iban salpicando mientras corrían a través de ese sendero que ahora lucía mucho más tétrico que en la mañana. Ahora los árboles muertos parecían usar sus ramaa como brazos a punto de agarrar a los ninjas, mientras se escuchaba el aullar de algún coyote en le lejanía. Iban a toda velocidad aunque el Takanashi no tenía muy claro el que harían.
-Mitsuki-chan, ¿cómo encontraremos a la niña?- Dijo volteándola a ver.
De nada serviría llegar al lago sin tener la más mínima noción de cómo buscarla, si supuestamente se la había llevado un espíritu era díficil saber donde la escondería, la única certeza era que los niños aparecen muertos al amanecer, por lo que tenían menos de seis horas antes de que ocurriera el desastre. Mientras planeaban algo seguirian con la marcha. Cuando llegaron la primera vez el camino se le había hecho corto, pero ahora le daba la impresión de ser eterno.
La silueta de capa negra y guadaña se fue desvaneciendo mientras su pie pisaba y apagaba el fogaron que poco antes había servido para asar la cena. El hombre entonces se alejó entre los árboles saltando con una gracia y elegancia opacadas únicamente por su serio semblante, en un punto su paso desaceleró mientras pensaba con pesar si había hecho lo correcto. Era duro pero consideraba que era la única manera, se frenó y miró a lo lejos el lago mientras la llovizna caía en su rostro, le dió la espalda al sitio y siguió con su camino... Cuando de pronto sintió algo extraño, volteando de nuevo su cabeza hacia las aguas.
-¿Y eso?-
Campanillas, pequeñas campanillas que sonaban dulcemente sin que nadie dentro del bosque pudiera oirlas. No había estrellas en el firmamento, la luna nueva anunciaba del peligro latente. Silencio total, sólo las campanillas, pero nadie estaba ahí para escucharlas. Sólo una sombra, sujetando las campanillas. En medio del negro bosque nadie lo veía, no había verde ni rojo, sólo negro, un negro otoño.
-Aki, Aki... Alguien más a venido a acompañarte... me aCompañaran en las aguas... me acompañaran en el fondo...-
Poco a poco el lago iría tomando forma ante sus ojos, pero no sería el mismo que vieron con anterioridad, y si lo era, se había metamorfoseado en un paisaje lúgubre y terrible. Un poco de niebla cubría las aguas que apenas esa misma mañana eran bellas y apacibles, pero ahora eran de un tono negro sepulcral. El aire se tornó frío, pero no era un frío otoñal ni mucho menos invernal, sino uno espectral que calaría hasta los huesos a ambos shinobis.
-¿Mitsuki-chan te encuentras bien?-
Habían corrido desde el pueblo hasta el lago sin parar en ningún momento, el de Takigakure se había fatigado con la carrera y ahora para complicarles las cosas empezaba a llover de nuevo. Lo único que los separaba del bosque eran las aguas, tan cerca y tan lejos a la vez. Aunque el de Taki no estaba dispuesto a ceder tan fácil estando la vida de alguien en riesgo.
-¿Puedes seguir o prefieres que me adelante?-
-Mitsuki-chan, ¿cómo encontraremos a la niña?- Dijo volteándola a ver.
De nada serviría llegar al lago sin tener la más mínima noción de cómo buscarla, si supuestamente se la había llevado un espíritu era díficil saber donde la escondería, la única certeza era que los niños aparecen muertos al amanecer, por lo que tenían menos de seis horas antes de que ocurriera el desastre. Mientras planeaban algo seguirian con la marcha. Cuando llegaron la primera vez el camino se le había hecho corto, pero ahora le daba la impresión de ser eterno.
En algún lugar...
La silueta de capa negra y guadaña se fue desvaneciendo mientras su pie pisaba y apagaba el fogaron que poco antes había servido para asar la cena. El hombre entonces se alejó entre los árboles saltando con una gracia y elegancia opacadas únicamente por su serio semblante, en un punto su paso desaceleró mientras pensaba con pesar si había hecho lo correcto. Era duro pero consideraba que era la única manera, se frenó y miró a lo lejos el lago mientras la llovizna caía en su rostro, le dió la espalda al sitio y siguió con su camino... Cuando de pronto sintió algo extraño, volteando de nuevo su cabeza hacia las aguas.
-¿Y eso?-
Campanillas, pequeñas campanillas que sonaban dulcemente sin que nadie dentro del bosque pudiera oirlas. No había estrellas en el firmamento, la luna nueva anunciaba del peligro latente. Silencio total, sólo las campanillas, pero nadie estaba ahí para escucharlas. Sólo una sombra, sujetando las campanillas. En medio del negro bosque nadie lo veía, no había verde ni rojo, sólo negro, un negro otoño.
-Aki, Aki... Alguien más a venido a acompañarte... me aCompañaran en las aguas... me acompañaran en el fondo...-
En la orilla del lago...
Poco a poco el lago iría tomando forma ante sus ojos, pero no sería el mismo que vieron con anterioridad, y si lo era, se había metamorfoseado en un paisaje lúgubre y terrible. Un poco de niebla cubría las aguas que apenas esa misma mañana eran bellas y apacibles, pero ahora eran de un tono negro sepulcral. El aire se tornó frío, pero no era un frío otoñal ni mucho menos invernal, sino uno espectral que calaría hasta los huesos a ambos shinobis.
-¿Mitsuki-chan te encuentras bien?-
Habían corrido desde el pueblo hasta el lago sin parar en ningún momento, el de Takigakure se había fatigado con la carrera y ahora para complicarles las cosas empezaba a llover de nuevo. Lo único que los separaba del bosque eran las aguas, tan cerca y tan lejos a la vez. Aunque el de Taki no estaba dispuesto a ceder tan fácil estando la vida de alguien en riesgo.
-¿Puedes seguir o prefieres que me adelante?-