15/05/2016, 06:57
Al principio fue solo un rumor, suave y continuo, pero a medida que pasaban los segundos iba cobrando intensidad. El ruido se volvió en extremo perturbador, una sinfonía de gemidos y sonidos ahogados. Los árboles y las plantas cercanas al suelo se agitaban mientras lo que parecían ser cientos de criaturas se arrastraban entre ellas. Ambos jóvenes ya se imaginaban que podría ser lo que les acechaba, pero aun así fue en extremo angustioso el ver como desde las sombras circundantes emergia toda una legión de pequeñas criaturas con aspecto monstruoso.
—Por las cejas de Yubiwa-sama... —Exclamó con los ojos bien abiertos.
—Esto ha superado todas mis expectativas. —Aseguro con una mezcla de asombro y emoción.
Sus enemigos eran legión y sus aliados puñado, pero eso solo hacía que la situación le resultará más desafiante. El espadachín envaino su espada y se preparó para la acometida de aquella hueste infectada. Las criaturas no parecían conservar mucha inteligencia, se arrojaban sobre lo primero que tuvieran en frente. El joven pudo ver cómo un grupo de tres aves se había arrojado contra el guardián del bosque, pero fueron derribadas rápidamente con un certero lanzamiento de sus shurikens.
«Me imagino que primero vendrán los animales más pequeño, quienes tienen menos resistencia a los hongos.» —La situación comenzaba a parecerle de lo más emocionante.
El joven de cabellos blancos empuño sus kunais y comenzó una frenética danza combativa. Los mapaches y los monos saltaban hacia él, solo para terminar siendo cortados en el aire. Las comadrejas y los conejos le atacaban con velocidad, pero él lograba maniobrar y evitar las agresiones mientras seguía destajandolos. El suelo comenzó a cubrirse de viseras y pequeños cadáveres mientras que el calor a sus espaldas aumentaba y mientras aquella sangre negra y viscosa salpicaba por todas partes.
—Parece que hemos acabado con la primera oleada. —Le dijo a su compañero.
A aquellas alturas ambos jóvenes estaban rodeados con los cuerpos inertes y desmembrados de docenas de pequeñas criaturas. Pero su trabajo de protección apenas estaba comenzando, pues aquellas esporas ya habían empezado a surtir efecto en los animales de tamaño mediano.
Esta vez el ruido fue más fuerte cuando de entre los árboles comenzaron a surgir ciervos, linces y otras criaturas de tamaño similar. El Ishimura guardo los kunais y desenvaino su espada, pues sabía que para animales de mayor tamaño necesitaría ser aún más mortal en su proceder. Ambos chicos se mantenían en alerta, mientras que al anciano se mantenía inalterable en su labor.
—Tatsuya, coloquemonos a ambos lados del anciano y cubrámoslo. —Le pidió a su compañero mientras las bestias comenzaron a arrojarse contra ellos.
—Por las cejas de Yubiwa-sama... —Exclamó con los ojos bien abiertos.
—Esto ha superado todas mis expectativas. —Aseguro con una mezcla de asombro y emoción.
Sus enemigos eran legión y sus aliados puñado, pero eso solo hacía que la situación le resultará más desafiante. El espadachín envaino su espada y se preparó para la acometida de aquella hueste infectada. Las criaturas no parecían conservar mucha inteligencia, se arrojaban sobre lo primero que tuvieran en frente. El joven pudo ver cómo un grupo de tres aves se había arrojado contra el guardián del bosque, pero fueron derribadas rápidamente con un certero lanzamiento de sus shurikens.
«Me imagino que primero vendrán los animales más pequeño, quienes tienen menos resistencia a los hongos.» —La situación comenzaba a parecerle de lo más emocionante.
El joven de cabellos blancos empuño sus kunais y comenzó una frenética danza combativa. Los mapaches y los monos saltaban hacia él, solo para terminar siendo cortados en el aire. Las comadrejas y los conejos le atacaban con velocidad, pero él lograba maniobrar y evitar las agresiones mientras seguía destajandolos. El suelo comenzó a cubrirse de viseras y pequeños cadáveres mientras que el calor a sus espaldas aumentaba y mientras aquella sangre negra y viscosa salpicaba por todas partes.
—Parece que hemos acabado con la primera oleada. —Le dijo a su compañero.
A aquellas alturas ambos jóvenes estaban rodeados con los cuerpos inertes y desmembrados de docenas de pequeñas criaturas. Pero su trabajo de protección apenas estaba comenzando, pues aquellas esporas ya habían empezado a surtir efecto en los animales de tamaño mediano.
Esta vez el ruido fue más fuerte cuando de entre los árboles comenzaron a surgir ciervos, linces y otras criaturas de tamaño similar. El Ishimura guardo los kunais y desenvaino su espada, pues sabía que para animales de mayor tamaño necesitaría ser aún más mortal en su proceder. Ambos chicos se mantenían en alerta, mientras que al anciano se mantenía inalterable en su labor.
—Tatsuya, coloquemonos a ambos lados del anciano y cubrámoslo. —Le pidió a su compañero mientras las bestias comenzaron a arrojarse contra ellos.