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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
¡Sí! —Respondió mientras se las arreglaba para alejar a un gato montés muy insistente.

Kazuma sonrió y corrió a colocarse en el lado opuesto, preparado para la oleada de bestias que se le acercaban. Desenvaino su espada y la agito en el aire, mientras dispersaba la delgada capa de chakra que la cubría y que limitaba su capacidad cortante.

«Lo noto en extremo emocionado, amo —aseguro con voz cómplice—. ¿Es que disfruta de la carnicería tanto como yo?» —El Ishimura se limitó a colocarse en su postura de combate habitual, a manera de respuesta.

Las bestias se acercaban como guiadas por los destellos carmesí que se desprendían de Bohimei. El primero en atacarlo fue un ciervo que trato de cornearlo, pero fue esquivado con un salto y terminado con un tajo descendente que le decapito. Una a una, las criaturas del bosque se lanzaban hacia él, encontrando la muerte en forma de rápidos e impiadosos cortes. La danza mortal continuaba y su efectividad seguía siendo clara, pero a medida que los cadáveres y la extremidades cercenadas comenzaba a acumularse a su alrededor el de ojos grises sintió que la resistencia de aquellos animales iba en aumento al igual que su tamaño.

En cierto punto le atacó lo que seguramente era una especie de felino. La criatura le arrojaba zarpazos y luego se replegaba con velocidad, evitando que la espada alcanzará su cuello. El espadachín seguía eliminando a los otros que se acercaban, pero aquel enorme gato seguía hostigándolo. Un armadillo trató de morderle el tobillo y el joven trastabilló tratando de esquivarlo, en esto, aquel felino se arrojó contra su cuello descubierto.

«¡No te será tan fácil!» —Le grito mentalmente, mientras que con una pequeña acrobacia recuperaba el equilibrio.

Las fauces del animal terminaron encontrándose con una estocada que lo empalo por completo. El joven sacudió su cuerpo y lo desprendió de su arma para que fuese a golpear a otro ciervo que se le acercaba. Una especie de gran mono trato de atacarle desde un árbol cercano, saltando sobre él, solo para llegar al suelo cortado por la mitad gracias a un grácil pero potente movimiento.

La carnicería continúo por uno minutos más en los que todo se redujo a sangre y acero. Para cuando acabaron con aquella oleada el calor era bastante notable y el de Uzu ya respiraba con dificultad. La prueba de su esfuerzo era que el suelo a su alrededor estaba cubierto por una tapete de vísceras, sangre y miembros cercenados. El cuerpo del peliblanco se encontraba cubierto de aquel líquido viscoso, pero su espada aun estaba impecable e inmaculada.

¿Estás bien, Tatsuya? —Le pregunto mientras recuperaba el aire.

Si aquellos jóvenes pensaban en que podrían descansar, estaban equivocados. De pronto, el silencio establecido por su lucha se vio interrumpido. A su alrededor se comenzaron escuchar rugidos y bramidos que indicaban que las más grandes y fuertes de las criaturas se acercaban al claro.

¿Escuchas eso? —Se refería al gruñido de los osos, al rugir de las panteras y al ulular de los búhos—. Parece que los más grandes vienen a unirse a la fiesta.

Se despojó de su camisa, pues el calor era comparable al de un sauna y el sudor comenzaba a emanar a raudales de su piel. Solo quedaron las vendas que aún no debía quitarse, cubiertas de aquel líquido oscuro como si fuera su propia sangre. Al sello le faltaba poco, pero hasta entonces debían de resistir.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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RE: Un jabalí con guarnición de hongos y espadas - por Hanamura Kazuma - 15/05/2016, 23:02


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