21/05/2016, 02:17
(Última modificación: 21/05/2016, 02:26 por Uchiha Datsue.)
Toc, toc, toc.
—…
Toc, toc, toc.
—Hmm…
¡Toc, toc, toc!
—¡Hmm…!
TOC, TOC, TOC.
—¡Pero qué cojones...!
¿Quién demonios le molestaba a aquellas horas? Esperaba que fuese lo suficientemente importante como para haberle despertado. Aunque, por otra parte, prefería que fuese una tontería para poder seguir durmiendo. Hecho una furia, se incorporó de la cama y se levantó.
—Se va a ente… ¡AUCH!
Invadido por una furia indescriptible, cerró los puños y tensó los músculos de la mandíbula para reprimir un aullido. Se acababa de dar con los dedos de los pies contra el canto de la cama.
—Maldito hijo de puta... —dijo entre dientes, mientras cojeaba hasta la puerta—. Ahora sí que se va a enterar.
Todavía con el pijama y el gorro de dormir puesto, abrió de un bandazo la puerta y entrecerró los ojos, herido por la claridad del exterior.
—¡Buenos días! —exclamó un hombrecillo, apenas unos centímetros más alto que Datsue y con gafas redondas—. ¡Al fin se ha levantado!
—¿Buenos días? —preguntó Datsue, estupefacto—. ¡¿Buenos días?! —repitió, con voz estridente—. ¡¿A ti te parece normal andar despertando a la gente a estas horas!?
El hombre se llevó un dedo al puente de las gafas, que se le estaban cayendo, y se las subió unos centímetros.
—Discúlpeme, Datsue-kun, pero son las tres de la tarde.
—¡B-bueno! —Tenía que reconocerlo, ahí le había cazado—. Pero hay maneras y maneras, hombre. ¡Hay maneras y maneras! —gritó, mientras observaba mejor a aquel individuo. Portaba una túnica negra, sencilla, y tenía varios pergaminos bajo el brazo izquierdo. Oh, no…—. Si es para soltarme el rollo ese budista… No. No estoy interesado, gracias. Tampoco quiero el calendario, gracias. Ni la lotería. Gracias, pero no. Gracias. —Datsue había perdido la cuenta las veces que le había dicho que no al monje budista que se había pasado por el piso la última vez. Al final, había perdido la paciencia y le había cerrado la puerta en plenas narices.
—Oh, creo que se confunde usted, Datsue-kun. Soy el secretario de Yubiwa-sama.
El cuerpo de Datsue se tensó por un momento.
—Tome —agregó, ofreciéndole un pergamino—. Su misión.
—¿Mi qué? —preguntó extrañado. ¿Cuándo había pedido él una misión?
—Su misión —repitió el secretario, esbozando una sonrisa amable. A Datsue le entraron ganas de partírsela—. Recientemente, su compañero Tatsuya solicitó una, y he creído conveniente que le vendría bien un camarada para aventurarse en tan excitante expedición. Como he visto que últimamente no se ha pasado a solicitar ninguna… De hecho... —Se volvió a subir las gafas—. Según tengo constancia, todavía no ha realizado ni una sola misión desde su graduación —le indicó. No hacía falta que se lo recordarse, bien lo sabía ya—. En definitiva, que me he tomado la libertad de apuntarle.
No… Sus peores presagios acababan de hacerse realidad. Aunque todavía podía ser peor…
—Ha sido muy amable por su parte… —alcanzó a balbucear—. Una misión de rango C, imagino. —Pese a sus palabras, su tono de voz parecía carente de cualquier esperanza.
—Jojojo. ¡Ya habrá tiempo para esas, mi querido Datsue! No, una de rango D. Que tenga un buen día.
Y, con esas palabras, dejó a Datsue hundido en la más profunda de las miserias.
—Maldito Tatsuya —repitió por milésima vez, mientras caminaba por el empedrado suelo que conducía hasta un arco torii, de un rojo intenso—. ¡Maldito hijo de puta! —repitió, pateando una guijarro suelto—. ¿Qué voy a hacer hoy? Oh, ya sé —dijo con voz retorcida—. ¡Jodamos a Datsue!
Escupió una flema al borde del camino y sacó el pergamino del interior de su yukata, volviéndolo a abrir por enésima vez.
—¡Y encima no sé quién es! ¿Cómo voy a reconocerle? —se preguntó, mientras leía nuevamente las indicaciones de la misión.
—…
Toc, toc, toc.
—Hmm…
¡Toc, toc, toc!
—¡Hmm…!
TOC, TOC, TOC.
—¡Pero qué cojones...!
¿Quién demonios le molestaba a aquellas horas? Esperaba que fuese lo suficientemente importante como para haberle despertado. Aunque, por otra parte, prefería que fuese una tontería para poder seguir durmiendo. Hecho una furia, se incorporó de la cama y se levantó.
—Se va a ente… ¡AUCH!
Invadido por una furia indescriptible, cerró los puños y tensó los músculos de la mandíbula para reprimir un aullido. Se acababa de dar con los dedos de los pies contra el canto de la cama.
—Maldito hijo de puta... —dijo entre dientes, mientras cojeaba hasta la puerta—. Ahora sí que se va a enterar.
Todavía con el pijama y el gorro de dormir puesto, abrió de un bandazo la puerta y entrecerró los ojos, herido por la claridad del exterior.
—¡Buenos días! —exclamó un hombrecillo, apenas unos centímetros más alto que Datsue y con gafas redondas—. ¡Al fin se ha levantado!
—¿Buenos días? —preguntó Datsue, estupefacto—. ¡¿Buenos días?! —repitió, con voz estridente—. ¡¿A ti te parece normal andar despertando a la gente a estas horas!?
El hombre se llevó un dedo al puente de las gafas, que se le estaban cayendo, y se las subió unos centímetros.
—Discúlpeme, Datsue-kun, pero son las tres de la tarde.
—¡B-bueno! —Tenía que reconocerlo, ahí le había cazado—. Pero hay maneras y maneras, hombre. ¡Hay maneras y maneras! —gritó, mientras observaba mejor a aquel individuo. Portaba una túnica negra, sencilla, y tenía varios pergaminos bajo el brazo izquierdo. Oh, no…—. Si es para soltarme el rollo ese budista… No. No estoy interesado, gracias. Tampoco quiero el calendario, gracias. Ni la lotería. Gracias, pero no. Gracias. —Datsue había perdido la cuenta las veces que le había dicho que no al monje budista que se había pasado por el piso la última vez. Al final, había perdido la paciencia y le había cerrado la puerta en plenas narices.
—Oh, creo que se confunde usted, Datsue-kun. Soy el secretario de Yubiwa-sama.
El cuerpo de Datsue se tensó por un momento.
—Tome —agregó, ofreciéndole un pergamino—. Su misión.
—¿Mi qué? —preguntó extrañado. ¿Cuándo había pedido él una misión?
—Su misión —repitió el secretario, esbozando una sonrisa amable. A Datsue le entraron ganas de partírsela—. Recientemente, su compañero Tatsuya solicitó una, y he creído conveniente que le vendría bien un camarada para aventurarse en tan excitante expedición. Como he visto que últimamente no se ha pasado a solicitar ninguna… De hecho... —Se volvió a subir las gafas—. Según tengo constancia, todavía no ha realizado ni una sola misión desde su graduación —le indicó. No hacía falta que se lo recordarse, bien lo sabía ya—. En definitiva, que me he tomado la libertad de apuntarle.
No… Sus peores presagios acababan de hacerse realidad. Aunque todavía podía ser peor…
—Ha sido muy amable por su parte… —alcanzó a balbucear—. Una misión de rango C, imagino. —Pese a sus palabras, su tono de voz parecía carente de cualquier esperanza.
—Jojojo. ¡Ya habrá tiempo para esas, mi querido Datsue! No, una de rango D. Que tenga un buen día.
Y, con esas palabras, dejó a Datsue hundido en la más profunda de las miserias.
***
—Maldito Tatsuya —repitió por milésima vez, mientras caminaba por el empedrado suelo que conducía hasta un arco torii, de un rojo intenso—. ¡Maldito hijo de puta! —repitió, pateando una guijarro suelto—. ¿Qué voy a hacer hoy? Oh, ya sé —dijo con voz retorcida—. ¡Jodamos a Datsue!
Escupió una flema al borde del camino y sacó el pergamino del interior de su yukata, volviéndolo a abrir por enésima vez.
—¡Y encima no sé quién es! ¿Cómo voy a reconocerle? —se preguntó, mientras leía nuevamente las indicaciones de la misión.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado