26/05/2016, 23:55
—Sí, con mucho gusto le diría. Ya sabía que me iba a acarrear problemas encima— Lo dijo con toda la naturalidad del mundo. —A diferencia tuya yo si planeo hacerme responsable de mis actos.
Datsue torció el gesto. Oh, ¡cuánto honor, cuánta disciplina! ¡Como un jodido samurái! Hazte el harakiri, de paso.
—Vaya que te enojas por algo tan simple. Y con lo de la shuriken, fuiste tú el que usó primero ese jutsu anormal tuyo.
—No sé a qué te refieres —respondió. ¿Jutsu anormal? ¿A qué se refiere?
Tatsuya empezó a caminar, aparentemente también en busca de sus estrellas metálicas.
—No estoy llorando por el dolor de la herida… Estoy llorando de tristeza.
Jo-der. Qué melodramático. ¿Pero me lo está diciendo en serio o se está burlando de mí?
—Yo... yo, lo la... —Y, con aquellas últimas emblemáticas palabras, cayó al suelo.
Datsue se quedó mirándole, embobado. ¿Tanto daño le he hecho? Cambió el peso de una pierna a otra. Aquel chico le había arruinado el día, le había atacado por la espalda, se había metido con su edad y, no contento todavía, le había amenazado con chivarse a Yubiwa. El Uchiha lo pensó fríamente. ¿Qué consecuencias tendrían sus actos a ojos del Kawakage? Quizá no tan buenas como presuponía.
Vio como Tatsuya seguía intentando levantarse, sin éxito. No parecía que fuese a conseguirlo. Entonces, otra pregunta asomó en su mente: ¿qué ocurriría si Tatsuya no se chivase? Era la otra opción, la opción en la que el Uchiha no se enfrentaba a ningún problema. Para conseguirlo, Tatsuya, por ejemplo, podía morirse. Simple y llanamente. ¿Quién le echaría de menos? Tan sólo era otro shinobi más. Un nombre más que añadir a la lista de caídos. Oh, Yubiwa-sama, perdóneme. Fui demasiado confiado. Demasiado torpe. Nos atacaron por la espalda. Uno iba a matarme y… Y entonces Tatsuya… ¡Se interpuso en medio y me salvó la vida! ¡Un héroe! ¡Jamás podré olvidarlo! ¡Se lanzó de cabeza hacia aquel kunai asesino! Pero yo… Yo en cambio… ¡no pude hacer nada por ayudarle! Cuando llegamos al pueblo ya había perdido demasiada sangre y… Y yo… ¡Perdóneme, Yubiwa-sama! ¡Perdóneme porque yo jamás podré perdonarme!
El Uchiha sonrió, mientras activaba el mecanismo oculto de su antebrazo y el kunai surgía con delicadeza en su mano derecha. Las hojas crujieron bajo el peso de sus pies, que avanzaban en pasos cortos hacia el cuerpo de Tatsuya.
Tenía que hacerlo.
Datsue se agachó, pasó su brazo por el estómago de Tatsuya hasta encajar el hombro sobre su cadera y le rodeó la espalda con el brazo.
Tenía que guardar el kunai en el portaobjetos o le molestaría para sujetarle.
Entonces se irguió, echándose a Tatsuya sobre el hombro. Le hubiese gustado decir que le había levantado como a un saco de patatas, pero lo cierto era que creyó haberse roto la espalda con el esfuerzo. Apretó los dientes e inspiró una gran cantidad de aire por la nariz.
—Si después de haberme hecho venir hasta aquí, crees que voy a dejarte hacer el vago… —empezó a decir—. Vas apañado.
Y, dicho aquello, empezó a caminar.
Datsue torció el gesto. Oh, ¡cuánto honor, cuánta disciplina! ¡Como un jodido samurái! Hazte el harakiri, de paso.
—Vaya que te enojas por algo tan simple. Y con lo de la shuriken, fuiste tú el que usó primero ese jutsu anormal tuyo.
—No sé a qué te refieres —respondió. ¿Jutsu anormal? ¿A qué se refiere?
Tatsuya empezó a caminar, aparentemente también en busca de sus estrellas metálicas.
—No estoy llorando por el dolor de la herida… Estoy llorando de tristeza.
Jo-der. Qué melodramático. ¿Pero me lo está diciendo en serio o se está burlando de mí?
—Yo... yo, lo la... —Y, con aquellas últimas emblemáticas palabras, cayó al suelo.
Datsue se quedó mirándole, embobado. ¿Tanto daño le he hecho? Cambió el peso de una pierna a otra. Aquel chico le había arruinado el día, le había atacado por la espalda, se había metido con su edad y, no contento todavía, le había amenazado con chivarse a Yubiwa. El Uchiha lo pensó fríamente. ¿Qué consecuencias tendrían sus actos a ojos del Kawakage? Quizá no tan buenas como presuponía.
Vio como Tatsuya seguía intentando levantarse, sin éxito. No parecía que fuese a conseguirlo. Entonces, otra pregunta asomó en su mente: ¿qué ocurriría si Tatsuya no se chivase? Era la otra opción, la opción en la que el Uchiha no se enfrentaba a ningún problema. Para conseguirlo, Tatsuya, por ejemplo, podía morirse. Simple y llanamente. ¿Quién le echaría de menos? Tan sólo era otro shinobi más. Un nombre más que añadir a la lista de caídos. Oh, Yubiwa-sama, perdóneme. Fui demasiado confiado. Demasiado torpe. Nos atacaron por la espalda. Uno iba a matarme y… Y entonces Tatsuya… ¡Se interpuso en medio y me salvó la vida! ¡Un héroe! ¡Jamás podré olvidarlo! ¡Se lanzó de cabeza hacia aquel kunai asesino! Pero yo… Yo en cambio… ¡no pude hacer nada por ayudarle! Cuando llegamos al pueblo ya había perdido demasiada sangre y… Y yo… ¡Perdóneme, Yubiwa-sama! ¡Perdóneme porque yo jamás podré perdonarme!
El Uchiha sonrió, mientras activaba el mecanismo oculto de su antebrazo y el kunai surgía con delicadeza en su mano derecha. Las hojas crujieron bajo el peso de sus pies, que avanzaban en pasos cortos hacia el cuerpo de Tatsuya.
Tenía que hacerlo.
Datsue se agachó, pasó su brazo por el estómago de Tatsuya hasta encajar el hombro sobre su cadera y le rodeó la espalda con el brazo.
Tenía que guardar el kunai en el portaobjetos o le molestaría para sujetarle.
Entonces se irguió, echándose a Tatsuya sobre el hombro. Le hubiese gustado decir que le había levantado como a un saco de patatas, pero lo cierto era que creyó haberse roto la espalda con el esfuerzo. Apretó los dientes e inspiró una gran cantidad de aire por la nariz.
—Si después de haberme hecho venir hasta aquí, crees que voy a dejarte hacer el vago… —empezó a decir—. Vas apañado.
Y, dicho aquello, empezó a caminar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado