28/05/2016, 03:12
Mitsuki aguardó por una respuesta que nunca llegaría, aquello parecía ser lo que aparanteba... tan sólo una muñeca. El de Taki aprovechó para acercarse cuidadosamente hasta ella y, valiendose de su ninjato, la zarandeó un poco.
—No está mojada, a llovido pero la muñeca está seca—
Todo lo que les rodeaba parecía no tener ni siquiera un leve atisvo de sentido, desde el mismo instante que pusieron los pies en aquel pueblo habían caído en una espiral que rallaba la locura.
Sin embargo, el punto culminante a aquella impresión sobrevino cuando el chico procedió a retirar la máscara en un acto de valentía. Tras aquella careta infantil, Tatsuya, descubrió una calavera humano que les miraba desde aquellas cuencas vacías.
Mitsuki se quedó totalmente helada en el lugar, incapaz de reaccionar. Su compañero por su parte se retiró bastante turbado de las próximidades de la extraña muñeca
—Todo esto está terriblemente mal—
Tras ellos, el familiar crujir de las ramas que ocupaban el suelo del túnel que acababan de abandonar sonó de nuevo... pero esta vez no lo había provocado ninguno de ellos. A pesar de que la Hyuga volteó la cabeza rápidamente, no pudo ver nada en el umbral de la entrada. Sin embargo, le bastó una mirada a su compañero para darse cuenta de que algo no andaba nada bien.
El canto que volvió a escuchar, esta vez a sus espaldas, desde el árbol no hizo nada más que confirmale lo que más temía. Fuese lo que fuese lo que había visto el de Taki ahora lo tenían a sus espaldas, en apenas unos segundos.
Se armó de valor y giro sobre sí misma para volver a quedar cara a cara con el árbol, elevando su mirada hacia las alturas desde donde parecía proceder el sonido. Allí pudo observar como lo que parecía ser un kimono rojo se perdía entre las ramas.
—No lo sé...— respondío la joven tan impresionada como su compañero
Un sudor frío recorría toda su espalda, erizandole la piel. Con la mirada buscaba de nuevo a la figura, esperando volver a verla.
—Solo sé que debe de ser quién tiene a la niña...— Mitsuki siguió oteando con la mirada, pero no logró volver a verla figura, había desaparecido junto con su canción nuevamente.
La joven Hyuga respiró profundamente tratando de calmarse, habían recorrido todo aquel camino para salvar a la niña y ahora que estaban tan cerca ninguno de los dos era capaz de reaccionar como se esperaba de shinobis. Estaba allí clavados, amedrentados... apunto de echar a correr.
Agitó la cabeza con violencia tratando de alejar el miedo, no había llegado hasta allí para huir ahora. No podía abandonar a aquella niña allí, no ahora.
—¡Devuelvenos a la niña por favor!— suplicó la de Kusabi, que había necesitado reunir todo el coraje que le quedaba para tratar que su voz no temblase —¡Ella no tiene la culpa de nada! ¡Por favor!—
—No está mojada, a llovido pero la muñeca está seca—
Todo lo que les rodeaba parecía no tener ni siquiera un leve atisvo de sentido, desde el mismo instante que pusieron los pies en aquel pueblo habían caído en una espiral que rallaba la locura.
Sin embargo, el punto culminante a aquella impresión sobrevino cuando el chico procedió a retirar la máscara en un acto de valentía. Tras aquella careta infantil, Tatsuya, descubrió una calavera humano que les miraba desde aquellas cuencas vacías.
Mitsuki se quedó totalmente helada en el lugar, incapaz de reaccionar. Su compañero por su parte se retiró bastante turbado de las próximidades de la extraña muñeca
—Todo esto está terriblemente mal—
Tras ellos, el familiar crujir de las ramas que ocupaban el suelo del túnel que acababan de abandonar sonó de nuevo... pero esta vez no lo había provocado ninguno de ellos. A pesar de que la Hyuga volteó la cabeza rápidamente, no pudo ver nada en el umbral de la entrada. Sin embargo, le bastó una mirada a su compañero para darse cuenta de que algo no andaba nada bien.
El canto que volvió a escuchar, esta vez a sus espaldas, desde el árbol no hizo nada más que confirmale lo que más temía. Fuese lo que fuese lo que había visto el de Taki ahora lo tenían a sus espaldas, en apenas unos segundos.
Se armó de valor y giro sobre sí misma para volver a quedar cara a cara con el árbol, elevando su mirada hacia las alturas desde donde parecía proceder el sonido. Allí pudo observar como lo que parecía ser un kimono rojo se perdía entre las ramas.
—No lo sé...— respondío la joven tan impresionada como su compañero
Un sudor frío recorría toda su espalda, erizandole la piel. Con la mirada buscaba de nuevo a la figura, esperando volver a verla.
—Solo sé que debe de ser quién tiene a la niña...— Mitsuki siguió oteando con la mirada, pero no logró volver a verla figura, había desaparecido junto con su canción nuevamente.
La joven Hyuga respiró profundamente tratando de calmarse, habían recorrido todo aquel camino para salvar a la niña y ahora que estaban tan cerca ninguno de los dos era capaz de reaccionar como se esperaba de shinobis. Estaba allí clavados, amedrentados... apunto de echar a correr.
Agitó la cabeza con violencia tratando de alejar el miedo, no había llegado hasta allí para huir ahora. No podía abandonar a aquella niña allí, no ahora.
—¡Devuelvenos a la niña por favor!— suplicó la de Kusabi, que había necesitado reunir todo el coraje que le quedaba para tratar que su voz no temblase —¡Ella no tiene la culpa de nada! ¡Por favor!—