29/05/2016, 17:57
La kunoichi se le adelantó a Tatsuya y este esbozó una sonrisa al ver cómo la peliblanca mostraba determinación. El Takanashi se puso en marcha y saltó para ir junto a ella. Mientras avanzaban él la miraba de reojo en ocasiones, admirando su belleza y también pensando en lo admirable de su carácter, siempre tan calmada. Aunque se sentía algo intimidado al recordar cuando se había mostrado imponente.
"No es una chica frágil como puede aparentar, ella realmente es fuerte"
Y con aquella idea en mente el espadachín seguía saltando de rama en rama, guiado por el sonido entre las copas de los árboles. Durante todo este tiempo ese algo o alguien los había hecho ir por donde se le antojaba, y en esos momentos no era la excepción, sin embargo era lo único que podían hacer, dejarse llevar aunque posiblemente el supuesto youkai estaba tramando un ardid. Sí el hubiese estado sólo probablemente se estaría atormentando ante todo lo que le había rodeado, desde la niebla hasta los sonidos extraños, se habría vuelto loco quizás de no ser por la chica del remolino.
—Mitsuki-chan— Habló de repente —Antes de venir aquí yo creía saber que era justo y que no. Pero, aunque la niña no tenga la culpa de lo que está pasando, lo cierto es que me da rabia lo que hizo la gente del pueblo—
Él no estaba en condiciones de aplicar la ley, no estaba ni siquiera en jurisdicción del País del Río como para decir que tenía un motivo válido. Además el no sabía a ciencia cierta que se merecían realmente esas personas, era fácil acusar pero impartir un castigo era una decisión que a él no le correspondía. Mientras divagaba las campanas de viento iban mermando, alzó la vista y al frente sobre una rama se encontraba la niña de máscara de zorro, la cual negó con la cabeza mientras veía a los shinobis acercarse.
—¡Espera!— Le exigió.
Extendió su brazo en vano tratando de alcanzarla, pues la infante del kimono rojo se dió la vuelta con rapidez y empezó a huir de ellos con una gran agilidad dando enormes saltos entre las ramas de los árboles. Sus getas no emitían sonido alguno al pisar algo, simplemente parecía danzar entre las hojas mientras se alejaba.
"No es una chica frágil como puede aparentar, ella realmente es fuerte"
Y con aquella idea en mente el espadachín seguía saltando de rama en rama, guiado por el sonido entre las copas de los árboles. Durante todo este tiempo ese algo o alguien los había hecho ir por donde se le antojaba, y en esos momentos no era la excepción, sin embargo era lo único que podían hacer, dejarse llevar aunque posiblemente el supuesto youkai estaba tramando un ardid. Sí el hubiese estado sólo probablemente se estaría atormentando ante todo lo que le había rodeado, desde la niebla hasta los sonidos extraños, se habría vuelto loco quizás de no ser por la chica del remolino.
—Mitsuki-chan— Habló de repente —Antes de venir aquí yo creía saber que era justo y que no. Pero, aunque la niña no tenga la culpa de lo que está pasando, lo cierto es que me da rabia lo que hizo la gente del pueblo—
Él no estaba en condiciones de aplicar la ley, no estaba ni siquiera en jurisdicción del País del Río como para decir que tenía un motivo válido. Además el no sabía a ciencia cierta que se merecían realmente esas personas, era fácil acusar pero impartir un castigo era una decisión que a él no le correspondía. Mientras divagaba las campanas de viento iban mermando, alzó la vista y al frente sobre una rama se encontraba la niña de máscara de zorro, la cual negó con la cabeza mientras veía a los shinobis acercarse.
—¡Espera!— Le exigió.
Extendió su brazo en vano tratando de alcanzarla, pues la infante del kimono rojo se dió la vuelta con rapidez y empezó a huir de ellos con una gran agilidad dando enormes saltos entre las ramas de los árboles. Sus getas no emitían sonido alguno al pisar algo, simplemente parecía danzar entre las hojas mientras se alejaba.