30/05/2016, 19:19
Lea, con lágrimas en los ojos se le quedó viendo sorprendida a Nonoha quién, a pesar de las circunstancias no tenía planes de huir. La morena sonrió y se enjugó las lágrimas con el brazo, sonriendó mientras veía a la kunoichi, volteó la mira hacia abajo y se tronó los dedos de las manos, dispuesta a pelear, aunque no estaba muy segura del plan en sí.
—De que puedo lanzar cosas, puedo lanzar cosas, reéme— Dijo enseñando el brazo. —Pero, ¿y si falla? Es una idea loca— Una gota de sudor se vió en su frente.
Los hombres seguían apaleando al hermano con furia mientras el tal Goru se carcajeaba horriblemente, en determinado momento chasqueó los dedos y la paliza cesó, dejando ver algunas manchas de sangre en el suelo y a un malherido Leo que ni siquiera podía mover los brazos. El hombre del corbatín se agachó para acercarse al moreno mientras sonreía de manera sinestra.
—Dime donde están los documentos, canta ahora o ya nunca podrás hacerlo—
Leo entonces, le escupió en la cara.
—Ya veo— Dijo riendo. —¿Así que prefieres que sea tu hermana la que cante eh? Es más, creo que después de sacarle la información puede que se me antoje gozarme a las dos chicas.-
Los ojos de Leo se inyectaron en sangre y volteó como pudo la mirada hacia la ventana, abriendo los ojos al ver que su hermana y Nonoha aún no se iban. Goru se levantó y chasqueó cinco veces los dedos, tras lo cual dos sus guardaespaldas se empezaron a dirigir hacia la ventana rota. El jefaso sacó un pañuelo y con parsimonia se empezó a limpiar el sanguinolento escupitajo.
Entre tanto, caminando iba el Takanashi, buscando una puerta cuando a lo lejos vió algo caer desde lo alto, aunque no supo distinguir que era. Sin embargo le llamó la atención y decidió correr hacia el misterioso objeto, para su sorpresa vió parte de los cristales rotos en el suelo y alzó la mirada viendo a la chica de cabellos marrones y a la morena en la cornisa de la ventana.
—¡Nonoha-chan!— Le gritó mientras usaba sus dos manos para amplificar su voz. —¿¡Qué estás haciendo!? ¡Hay unos tipos peligrosos aquí! ¡Baja de ahí inmediatamente!— Dijo extendiendo su mano y señalando al piso.
Estaba bastante preocupado, además que se sentia incómodo al notar que estaba acompañada por uno de los dos bailarines que estaba persiguiendo el tipo del corbatín. Lo último que necesitaba era verse involucrado en un lío mayor, aunque quizás sería inevitable.
El hombre en el interior chasqueó una vez más los dedos, tras ello uno de sus secuacez tomó a Leo y lo colocó de frente al jefe, mientras sus otros dos guardaespaldas se colocaban a la par del hombre del corbatín.
—Perdiste tu oprtunidad para hablar— Dió un par de pasos mientras sacaba una navaja —¿Sabes?, no tengo intenciones de matarte, pero tampoco quiero que me delates, y conozco un buen método para estos casos— Casqueó cuatro veces los dedos y sus guardaespaldas abrieron bien sus bocas, dejando ver que les habían cortado la lengua. —¿No te parece una buena idea? ¡Funciona de maravilla!— El hombre esbozó una sonrisa diabóloca mientras se acercaba lentamente hacia Leo.
—De que puedo lanzar cosas, puedo lanzar cosas, reéme— Dijo enseñando el brazo. —Pero, ¿y si falla? Es una idea loca— Una gota de sudor se vió en su frente.
Los hombres seguían apaleando al hermano con furia mientras el tal Goru se carcajeaba horriblemente, en determinado momento chasqueó los dedos y la paliza cesó, dejando ver algunas manchas de sangre en el suelo y a un malherido Leo que ni siquiera podía mover los brazos. El hombre del corbatín se agachó para acercarse al moreno mientras sonreía de manera sinestra.
—Dime donde están los documentos, canta ahora o ya nunca podrás hacerlo—
Leo entonces, le escupió en la cara.
—Ya veo— Dijo riendo. —¿Así que prefieres que sea tu hermana la que cante eh? Es más, creo que después de sacarle la información puede que se me antoje gozarme a las dos chicas.-
Los ojos de Leo se inyectaron en sangre y volteó como pudo la mirada hacia la ventana, abriendo los ojos al ver que su hermana y Nonoha aún no se iban. Goru se levantó y chasqueó cinco veces los dedos, tras lo cual dos sus guardaespaldas se empezaron a dirigir hacia la ventana rota. El jefaso sacó un pañuelo y con parsimonia se empezó a limpiar el sanguinolento escupitajo.
Entre tanto, caminando iba el Takanashi, buscando una puerta cuando a lo lejos vió algo caer desde lo alto, aunque no supo distinguir que era. Sin embargo le llamó la atención y decidió correr hacia el misterioso objeto, para su sorpresa vió parte de los cristales rotos en el suelo y alzó la mirada viendo a la chica de cabellos marrones y a la morena en la cornisa de la ventana.
—¡Nonoha-chan!— Le gritó mientras usaba sus dos manos para amplificar su voz. —¿¡Qué estás haciendo!? ¡Hay unos tipos peligrosos aquí! ¡Baja de ahí inmediatamente!— Dijo extendiendo su mano y señalando al piso.
Estaba bastante preocupado, además que se sentia incómodo al notar que estaba acompañada por uno de los dos bailarines que estaba persiguiendo el tipo del corbatín. Lo último que necesitaba era verse involucrado en un lío mayor, aunque quizás sería inevitable.
El hombre en el interior chasqueó una vez más los dedos, tras ello uno de sus secuacez tomó a Leo y lo colocó de frente al jefe, mientras sus otros dos guardaespaldas se colocaban a la par del hombre del corbatín.
—Perdiste tu oprtunidad para hablar— Dió un par de pasos mientras sacaba una navaja —¿Sabes?, no tengo intenciones de matarte, pero tampoco quiero que me delates, y conozco un buen método para estos casos— Casqueó cuatro veces los dedos y sus guardaespaldas abrieron bien sus bocas, dejando ver que les habían cortado la lengua. —¿No te parece una buena idea? ¡Funciona de maravilla!— El hombre esbozó una sonrisa diabóloca mientras se acercaba lentamente hacia Leo.