2/06/2016, 16:48
Tras acomodar la mesa y reajustar la distribución de los bancos, el Uchiha tomó asiento, desganado. Había tanta carne entre el arroz que no podía arriesgarse a probar ni un bocado. Lo sabía por experiencia. Una vez, de pequeño, había sido más temerario al respecto. No guardaba buen recuerdo de aquel día.
—¡Señor!— Dijo alzando la mano. —Por favor, permítame pagarle aunque sea lo de la consulta— Tatsuya registró dentro de sus ropas y sacó una billetera, de la cual sacó dos billetes de cien Ryos cada uno, deslizándolos en la mesa. —Acepte esto como agradecimiento.
Datsue alzó una ceja, sorprendido, al ver la cantidad de dinero que estaba ofreciendo. Era casi la mitad de lo que recibirían si cumplían con la misión.
—Anda, ¿no es mucho?— ¿Mucho? ¡Es una exageración, por Amateratsu! Bien podría haberme dado a mí la mitad, que después de todo yo también le ayudé… —. Te curé una quemada, no es que te haya salvado la vida ni nada por el estilo— Se carcajeó el hombre. —Pero sí insistes no me quejo— Y más rápido que un relámpago tomó el dinero de la mesa y se fue.
—Adiós— se despidió también Datsue, acercando el té a los labios y tomando un pequeño sorbo. Tatsuya, mientras tanto, se entretenía con la carne. Tras masticar un trozo, le pidió que le narrase aquella anécdota. Datsue inclinó la cabeza hacia atrás y eructó. Luego, sonrió—. Pues, verás. Fue hace un par de años, en uno de mis muchos viajes a lo largo de Onindo. Exactamente, en un pueblo de la Espiral. Resulta que me crucé con un hombre al que se le acababa de caer una moneda de 1 ryo al pozo de estiércol… Bueno, no sé cómo llamar exactamente a ese pozo. Básicamente, toda la mierda y meado de las vacas iba a parar allí. ¡Y eran muchas vacas! O sea, imagínate… Era asomar la cabeza y te mareabas por la peste —Quizá no era el mejor momento para hablar de eso, estando en plena comida. Pero como Datsue no podía probar bocado… La culpa era de Tatsuya por preguntar—. Allí se lleva mucho eso de tener pozos como aquel. De hecho, ¿por qué crees que son tan famosos sus jardines de cerezos? Los alimentan con mierda. De lo contrario, no les crecería ni la mitad de árboles. Por eso el olor… De hecho, en su día escribí un poema sobre eso. El himno de Uzushiogakure, creo que le llamé… Pero bueno, ¡eso es otro tema! —exclamó, al darse cuenta que se estaba yendo por las ramas—. La cosa fue que el hombre del que te hablaba, estaba que echaba chispas. ¿¡Y ahora qué hago!?, gritaba. Es un ryo, pero meter la mano ahí… ¡Qué asco! —gritó con voz exageradamente aguda—. Entonces va y… Va y… —le estaba costando continuar con la risa que le estaba entrando—. Va y tira una moneda de 100 ryos al pozo. Y dice: ¡Ah, por un 1 ryo no! ¡Pero por 101 ya sí, eh! ¡POR 101 YA SÍ!
Estalló en estruendosas carcajadas nada más acabar de contarlo. Obviamente, el relato entero era fruto de su imaginación. Ni siquiera había pisado el País de la Espiral.
—¡Señor!— Dijo alzando la mano. —Por favor, permítame pagarle aunque sea lo de la consulta— Tatsuya registró dentro de sus ropas y sacó una billetera, de la cual sacó dos billetes de cien Ryos cada uno, deslizándolos en la mesa. —Acepte esto como agradecimiento.
Datsue alzó una ceja, sorprendido, al ver la cantidad de dinero que estaba ofreciendo. Era casi la mitad de lo que recibirían si cumplían con la misión.
—Anda, ¿no es mucho?— ¿Mucho? ¡Es una exageración, por Amateratsu! Bien podría haberme dado a mí la mitad, que después de todo yo también le ayudé… —. Te curé una quemada, no es que te haya salvado la vida ni nada por el estilo— Se carcajeó el hombre. —Pero sí insistes no me quejo— Y más rápido que un relámpago tomó el dinero de la mesa y se fue.
—Adiós— se despidió también Datsue, acercando el té a los labios y tomando un pequeño sorbo. Tatsuya, mientras tanto, se entretenía con la carne. Tras masticar un trozo, le pidió que le narrase aquella anécdota. Datsue inclinó la cabeza hacia atrás y eructó. Luego, sonrió—. Pues, verás. Fue hace un par de años, en uno de mis muchos viajes a lo largo de Onindo. Exactamente, en un pueblo de la Espiral. Resulta que me crucé con un hombre al que se le acababa de caer una moneda de 1 ryo al pozo de estiércol… Bueno, no sé cómo llamar exactamente a ese pozo. Básicamente, toda la mierda y meado de las vacas iba a parar allí. ¡Y eran muchas vacas! O sea, imagínate… Era asomar la cabeza y te mareabas por la peste —Quizá no era el mejor momento para hablar de eso, estando en plena comida. Pero como Datsue no podía probar bocado… La culpa era de Tatsuya por preguntar—. Allí se lleva mucho eso de tener pozos como aquel. De hecho, ¿por qué crees que son tan famosos sus jardines de cerezos? Los alimentan con mierda. De lo contrario, no les crecería ni la mitad de árboles. Por eso el olor… De hecho, en su día escribí un poema sobre eso. El himno de Uzushiogakure, creo que le llamé… Pero bueno, ¡eso es otro tema! —exclamó, al darse cuenta que se estaba yendo por las ramas—. La cosa fue que el hombre del que te hablaba, estaba que echaba chispas. ¿¡Y ahora qué hago!?, gritaba. Es un ryo, pero meter la mano ahí… ¡Qué asco! —gritó con voz exageradamente aguda—. Entonces va y… Va y… —le estaba costando continuar con la risa que le estaba entrando—. Va y tira una moneda de 100 ryos al pozo. Y dice: ¡Ah, por un 1 ryo no! ¡Pero por 101 ya sí, eh! ¡POR 101 YA SÍ!
Estalló en estruendosas carcajadas nada más acabar de contarlo. Obviamente, el relato entero era fruto de su imaginación. Ni siquiera había pisado el País de la Espiral.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado