—Oh, claro, no te preocupes— Tomó entonces el plato con churros. —Ya es la segunda vez que me como tu comida, espero que no pase demasiado seguido o voy a perder forma.— Podía sonar a broma, pero lo decía muy en serio. —Vaya sabe bien, nunca antes había probado tostadas dulces—
La verdad es que él también estaba algo lleno, pero media vez no le diera un empacho todo estaría bien.
—Hmmmmm... En primer lugar planeaba conseguir una uchigatana, así que ya no necesitaría el ninjato, sin embargo...— En ese momento se llevó la mano a la empuñadura de su arma, y volteó la cabeza hacia la espada mientras la desenvainaba unos cuantos centímetros, viendo el brillo del filo. —...Me costaría desprenderme de ella, fue el arma que me compró mi padre cuando me gradué a los diez años, le tengo un valor sentimental muy alto.—
Hablar de sus armas era hablar de su katana, y cuando se trataba de espadas automáticamente se iba por las ramas con el tema y se ponía a contar de cosas cómo si fuese un muñeco al que le acababan de dar cuerda y no pararía hasta que le acabase.
—Desde siempre me han fascinado las armas, especialmente las katanas. No me considero un gran espadachín ni nada, pero siempre he creído que una espada sirve para algo más que para matar. En todo caso esta ninjato la he cuidado con recelo, y me gustaría que si ya no estuviera en mis manos el que la tenga la cuide por mí. ¿Tú lo harías?— Lo miró fijamente a los ojos.
De repente se puso profundo con el tema, pero no podía evitarlo, le gustaban demasiado y siempre se pone solemne con esas cosas.
—Claro, eso será para cuando decida conseguirme otra katana, con las shurikens... — Dudaba si decirle o no la especialidad, pero siendo compañeros de aldea no era necesario guardar demasiados secretos. —Mis shurikens están fuera del trato, no son algo que puedas comprar en cualquier sitio, de hecho, no las venden en ningún lado—
La verdad es que él también estaba algo lleno, pero media vez no le diera un empacho todo estaría bien.
—Hmmmmm... En primer lugar planeaba conseguir una uchigatana, así que ya no necesitaría el ninjato, sin embargo...— En ese momento se llevó la mano a la empuñadura de su arma, y volteó la cabeza hacia la espada mientras la desenvainaba unos cuantos centímetros, viendo el brillo del filo. —...Me costaría desprenderme de ella, fue el arma que me compró mi padre cuando me gradué a los diez años, le tengo un valor sentimental muy alto.—
Hablar de sus armas era hablar de su katana, y cuando se trataba de espadas automáticamente se iba por las ramas con el tema y se ponía a contar de cosas cómo si fuese un muñeco al que le acababan de dar cuerda y no pararía hasta que le acabase.
—Desde siempre me han fascinado las armas, especialmente las katanas. No me considero un gran espadachín ni nada, pero siempre he creído que una espada sirve para algo más que para matar. En todo caso esta ninjato la he cuidado con recelo, y me gustaría que si ya no estuviera en mis manos el que la tenga la cuide por mí. ¿Tú lo harías?— Lo miró fijamente a los ojos.
De repente se puso profundo con el tema, pero no podía evitarlo, le gustaban demasiado y siempre se pone solemne con esas cosas.
—Claro, eso será para cuando decida conseguirme otra katana, con las shurikens... — Dudaba si decirle o no la especialidad, pero siendo compañeros de aldea no era necesario guardar demasiados secretos. —Mis shurikens están fuera del trato, no son algo que puedas comprar en cualquier sitio, de hecho, no las venden en ningún lado—