8/06/2016, 21:48
—Mitsuki... chan...— Pudo decir apenas.
La Hyuga estaba en igual o peor estado que el Takanashi, pero aún así ella se levantó mientras su compañero yacía tendido lleno de dolor físico y emocional. Tatsuya se apoyó con sus manos y trató de recostarse en el tronco mientras llevaba su mano hacia su la herida en su pecho. Hasta ahora el hombre sólo había jugado con ellos, pero eso se había acabado.
—¡NO ME COMPARES CON ESOS COBARDES!— Gritó furioso el hombre mientras apretaba con más fuerza la gran naginata.
—Ya basta, por favor...— Rogó el espadachín, pero sus palabras cayeron en oídos sordos.
—¡Todos ellos son unos ciegos! ¡Unos ciegos que no valen nada! Son unos seres insignificantes que viven en la miseria, ¡yo no soy como ellos!— Más lágrimas cayeron de sus ojos —¡Yo morí el mismo día que murió mi hermana, ella se llevó mi vida al fondo de ese lago! ¿¡No lo entiendes!? No, tú no puedes entenderlo— Dijo con una media sonrisa desfigurada —No gano nada, pero esos niños que maté ya no sufren, ya no crecerán para volverse igual de ciegos que sus padres, los únicos que sufren somos aquellos que aún estamos en este mundo—
—¡No hagas una locura!— Gritó a la kunoichi que acababa de ofrecer su vida.
—¿Crees acaso que tú vida vale lo mismo que la de Aki? ¡Ella era todo para mí!— Agitó violentamente su arma en el aire —¡NADA TRAERÁ DE VUELTA A AKI!— Alzó la gran naginata dispuesto a acuchillar a la Hyuga.
—¡NOOOOOO!— El Takanashi hizo lo posible para intentar ponerse en la trayectoria del arma pero le seria imposible.
Ese hombre ya no buscaba justicia, ni venganza, ni nada. Ya no era nadie, estaba desesperado y se había hundido en la más profundas de las locuras. Iba a seguir matando sin razón y los dos shinobis serían presas de su furia. El filo de arma estaba por acuchillar a ambos, cuando una voz se escuchó en medio de la nada.
El nukenin se turbó durante unos instantes mientras una sombra salida de la nada se interpuso entre el shinobi renegado y los dos genins, el filo titubeante de la alabarda se frenó en seco cuando una mano sujetó la muñeca derecha del hombre que la esgrimía. El sujeto barbudo reaccionó y se liberó apartando la mano que le apresaba para poder girar su ōnaginata y atravesar en el estómago al intruso, pero este último hechó mano a su espalda y en cuestión de segundos el filo de una guadaña se había chocado contra la cuchilla de la gran naginata.
—Nadie ha logrado nunca apuñalarme de frente— Dijo el invitado mientras la ōgama chisporroteaba —Y tú no vas a ser el primero que lo haga— Giró su hoz y el arma de su oponente fue cortada en dos.
El renegado de Uzushio por acto de reflejo intentó darle una patada al que portaba la guadaña pero este se agachó y giró sobre sí para intentar cortarle las piernas a su rival, pero este saltó varias veces hacia atrás para alejarse de su atacante y tratar de entender que era lo que estaba pasando. Miró su arma que ahora estaba partida en dos y luego se le quedó viendo al intruso, hombre de cabellos negros, con chaleco militar del cual surgía una capa negra desde las hombreras. Pero él no era el único de los presentes que estaba confundido.
"¿Otōsama?"
El de ojos dispares se había quedado boquiabierto sin saber que hacer ante lo que veían sus ojos, se encontraba de rodillas viéndole la espalda al jounin que les acababa de salvar el pellejo. Tenía mil y un cosas que preguntarle a su padre, pero estaba pasmado sin poder decir nada. Todo demasiado rápido y no entendía lo que acababa de ocurrir.
La Hyuga estaba en igual o peor estado que el Takanashi, pero aún así ella se levantó mientras su compañero yacía tendido lleno de dolor físico y emocional. Tatsuya se apoyó con sus manos y trató de recostarse en el tronco mientras llevaba su mano hacia su la herida en su pecho. Hasta ahora el hombre sólo había jugado con ellos, pero eso se había acabado.
—¡NO ME COMPARES CON ESOS COBARDES!— Gritó furioso el hombre mientras apretaba con más fuerza la gran naginata.
—Ya basta, por favor...— Rogó el espadachín, pero sus palabras cayeron en oídos sordos.
—¡Todos ellos son unos ciegos! ¡Unos ciegos que no valen nada! Son unos seres insignificantes que viven en la miseria, ¡yo no soy como ellos!— Más lágrimas cayeron de sus ojos —¡Yo morí el mismo día que murió mi hermana, ella se llevó mi vida al fondo de ese lago! ¿¡No lo entiendes!? No, tú no puedes entenderlo— Dijo con una media sonrisa desfigurada —No gano nada, pero esos niños que maté ya no sufren, ya no crecerán para volverse igual de ciegos que sus padres, los únicos que sufren somos aquellos que aún estamos en este mundo—
—¡No hagas una locura!— Gritó a la kunoichi que acababa de ofrecer su vida.
—¿Crees acaso que tú vida vale lo mismo que la de Aki? ¡Ella era todo para mí!— Agitó violentamente su arma en el aire —¡NADA TRAERÁ DE VUELTA A AKI!— Alzó la gran naginata dispuesto a acuchillar a la Hyuga.
—¡NOOOOOO!— El Takanashi hizo lo posible para intentar ponerse en la trayectoria del arma pero le seria imposible.
Ese hombre ya no buscaba justicia, ni venganza, ni nada. Ya no era nadie, estaba desesperado y se había hundido en la más profundas de las locuras. Iba a seguir matando sin razón y los dos shinobis serían presas de su furia. El filo de arma estaba por acuchillar a ambos, cuando una voz se escuchó en medio de la nada.
Un segundo de ira puede llevar a la ruina
El nukenin se turbó durante unos instantes mientras una sombra salida de la nada se interpuso entre el shinobi renegado y los dos genins, el filo titubeante de la alabarda se frenó en seco cuando una mano sujetó la muñeca derecha del hombre que la esgrimía. El sujeto barbudo reaccionó y se liberó apartando la mano que le apresaba para poder girar su ōnaginata y atravesar en el estómago al intruso, pero este último hechó mano a su espalda y en cuestión de segundos el filo de una guadaña se había chocado contra la cuchilla de la gran naginata.
—Nadie ha logrado nunca apuñalarme de frente— Dijo el invitado mientras la ōgama chisporroteaba —Y tú no vas a ser el primero que lo haga— Giró su hoz y el arma de su oponente fue cortada en dos.
El renegado de Uzushio por acto de reflejo intentó darle una patada al que portaba la guadaña pero este se agachó y giró sobre sí para intentar cortarle las piernas a su rival, pero este saltó varias veces hacia atrás para alejarse de su atacante y tratar de entender que era lo que estaba pasando. Miró su arma que ahora estaba partida en dos y luego se le quedó viendo al intruso, hombre de cabellos negros, con chaleco militar del cual surgía una capa negra desde las hombreras. Pero él no era el único de los presentes que estaba confundido.
"¿Otōsama?"
El de ojos dispares se había quedado boquiabierto sin saber que hacer ante lo que veían sus ojos, se encontraba de rodillas viéndole la espalda al jounin que les acababa de salvar el pellejo. Tenía mil y un cosas que preguntarle a su padre, pero estaba pasmado sin poder decir nada. Todo demasiado rápido y no entendía lo que acababa de ocurrir.