9/06/2016, 21:28
Datsue siguió a Tatsuya hasta el encuentro del cliente, desganado. Llevaba los brazos cruzados tras la espalda y arrastraba los pies por el camino. Bajaron por unas escaleras y se encontraron con lo que parecía un santuario, con dos estatuas de osos panda a cada lado y una colosal puerta cerrando la entrada.
El Takanashi no tardó en llamar, golpeando la puerta con los nudillos. Y menos tardó el cliente en aparecer.
—Hostia, por fin se dignaron a venir, ¿porqué coño se tardaron tanto? Ya es la segunda vez que se retrasan carajo.
Datsue tuvo que apartarse hacia un lado por los tremendos salivazos que soltaba aquel hombre cada vez que pronunciaba una palabra. Ya se lo había pasado una vez por alto, pero dos…
—¿Quiere dejar de escupirme cada vez que me habla? —dijo, indignado—. Parece que tenga un aspersor en la boca. No me extraña que hayan huido los osos, ¡son más limpios que usted!
Se había puesto rojo por la rabia, pese a tratar de mantener la compostura y ponerle freno a su lengua. Más cosas le hubiese dicho, de no ser el jodido cliente. De no ser, más bien, por los quinientos ryos que le entregarían si cumplía con su dichoso encargo. Pero le estaba resultando difícil. Nadie en su vida le había sacado tanto de quicio. Bueno, sin contar a Okura. Pero ese juega en otra liga.
Tras el breve intercambio de palabras y la pequeña disputa, Ikki les llevó al interior, pasando junto a un estanque y conduciéndoles hasta otra estatua, esta vez de oro puro brillando en la superficie. Datsue se quedó boquiabierto, era jodidamente impresionante.
Tiró de la manga del Tatsuya y se puso de puntillas para susurrarle al oído:
—Pregúntale si la estatua es de oro macizo o solo está bañada en oro.
El Takanashi no tardó en llamar, golpeando la puerta con los nudillos. Y menos tardó el cliente en aparecer.
—Hostia, por fin se dignaron a venir, ¿porqué coño se tardaron tanto? Ya es la segunda vez que se retrasan carajo.
Datsue tuvo que apartarse hacia un lado por los tremendos salivazos que soltaba aquel hombre cada vez que pronunciaba una palabra. Ya se lo había pasado una vez por alto, pero dos…
—¿Quiere dejar de escupirme cada vez que me habla? —dijo, indignado—. Parece que tenga un aspersor en la boca. No me extraña que hayan huido los osos, ¡son más limpios que usted!
Se había puesto rojo por la rabia, pese a tratar de mantener la compostura y ponerle freno a su lengua. Más cosas le hubiese dicho, de no ser el jodido cliente. De no ser, más bien, por los quinientos ryos que le entregarían si cumplía con su dichoso encargo. Pero le estaba resultando difícil. Nadie en su vida le había sacado tanto de quicio. Bueno, sin contar a Okura. Pero ese juega en otra liga.
Tras el breve intercambio de palabras y la pequeña disputa, Ikki les llevó al interior, pasando junto a un estanque y conduciéndoles hasta otra estatua, esta vez de oro puro brillando en la superficie. Datsue se quedó boquiabierto, era jodidamente impresionante.
Tiró de la manga del Tatsuya y se puso de puntillas para susurrarle al oído:
—Pregúntale si la estatua es de oro macizo o solo está bañada en oro.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado