2/07/2016, 20:54
—¡Ay! —Datsue aulló al sentir como el tobillo se le hundía en la nieve, en un hueco mortal. De haber tenido los huesos blandos, seguramente se hubiese hecho un esguince. Era una suerte que en eso fuese sobrado—. Pero, ¿qué demonios…?
Un pequeño osezno lloraba bajo el hueco. Aunque, más que un hueco, era una auténtica zanja. Una excavación de dos metros de profundidad, sino más, pero muy estrecha. Estaba claro que eso no podía haberse formado de manera natural. Pero, ¿quién lo habría hecho y por qué?
—Dame un segundo, gamberro. Ahora te saco de ahí. —Era más fácil decirlo que hacerlo, como todo en aquella vida. Se rascó la nuca y dio vueltas alrededor de la zanja, pensativo. Estaba claro que no era lo suficiente delgado como para bajar hasta ahí, y no tenía ninguna cuerda a mano como para tratar de pescarle—. Joder, no me vendría mal la ayuda de Tatsuya ahora —dijo, en voz baja, como temeroso de que el viento arrastrase sus palabras hasta los oídos del Takanashi. Su diestra empezó a rebuscar en el portaobjetos—. No... no... no… Esto tampoco… Esto ni de coña… Humm… Bueno, sino queda otra…
Puede que no tuviese una cuerda, pero tenía un hilo metálico igual de resistente, sino más. El problema era que no tenía ninguna caña de azúcar que sirviese de cebo, y no veía forma alguna de bajar hasta allí para atárselo a una pata. A no ser…
Formó un nudo con el hilo para hacer una pequeña circunferencia. Luego, realizó unos simples sellos y transformó el hilo en… otro hilo, pero con la parte circular con forma de caña de azúcar, cual anzuelo. Una caña de azúcar redondeada. Datsue esperaba que mordiese una parte y el redondel atrapase su mandíbula cual trampa, para luego tirar de él hacia arriba mientras el osezno hacía fuerza con la boca. Una idea un tanto rocambolesca, extraña y de dudosa efectividad, pero en aquel momento era lo único que se le ocurría.
—Vamos, pequeño. Pórtate bien y muerde el anzuelo. —Había dejado descender el hilo hasta las fauces del pequeño animal.
Un pequeño osezno lloraba bajo el hueco. Aunque, más que un hueco, era una auténtica zanja. Una excavación de dos metros de profundidad, sino más, pero muy estrecha. Estaba claro que eso no podía haberse formado de manera natural. Pero, ¿quién lo habría hecho y por qué?
—Dame un segundo, gamberro. Ahora te saco de ahí. —Era más fácil decirlo que hacerlo, como todo en aquella vida. Se rascó la nuca y dio vueltas alrededor de la zanja, pensativo. Estaba claro que no era lo suficiente delgado como para bajar hasta ahí, y no tenía ninguna cuerda a mano como para tratar de pescarle—. Joder, no me vendría mal la ayuda de Tatsuya ahora —dijo, en voz baja, como temeroso de que el viento arrastrase sus palabras hasta los oídos del Takanashi. Su diestra empezó a rebuscar en el portaobjetos—. No... no... no… Esto tampoco… Esto ni de coña… Humm… Bueno, sino queda otra…
Puede que no tuviese una cuerda, pero tenía un hilo metálico igual de resistente, sino más. El problema era que no tenía ninguna caña de azúcar que sirviese de cebo, y no veía forma alguna de bajar hasta allí para atárselo a una pata. A no ser…
Formó un nudo con el hilo para hacer una pequeña circunferencia. Luego, realizó unos simples sellos y transformó el hilo en… otro hilo, pero con la parte circular con forma de caña de azúcar, cual anzuelo. Una caña de azúcar redondeada. Datsue esperaba que mordiese una parte y el redondel atrapase su mandíbula cual trampa, para luego tirar de él hacia arriba mientras el osezno hacía fuerza con la boca. Una idea un tanto rocambolesca, extraña y de dudosa efectividad, pero en aquel momento era lo único que se le ocurría.
—Vamos, pequeño. Pórtate bien y muerde el anzuelo. —Había dejado descender el hilo hasta las fauces del pequeño animal.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado