4/07/2016, 00:39
Ante la estupefacción de Juro, la anciana poco a poco caminó hasta llegar al portal, donde Katsue se apresuró a saludarla con una pequeña reverencia.
- Buenos días, Katsue-san- la anciana mostró una sonrisa desdentada. Después, se inclinó un poco, aunque no hubiera hecho falta - Tu debes de ser el pequeño Juro.
- Tú... ¿Me vas a enseñar?
- ¡Juro!
Katsue le agarró la nuca con fuerza y bajó su cabeza, obligándole a simular una reverencia también a él. La anciana rio un poco ante esto.
- Estos jóvenes...
- Buenos días... señora – dijo Juro, dándose cuenta de que desconocía su nombre verdadero.
-Puedes llamarme Furui – repuso esta, amablemente.
- Encantado, Furui-san.
Katsue se apresuró a dejarla pasar, una vez respuesta del susto que al parecer Juro le había dado. Después, cerró la puerta y entró, no sin antes lanzarle una mirada asesina a su pobre hermano pequeño.
Juro las siguió a las dos hasta el salón. La anciana se había sentado en uno de los sofás, el verde, como si ya conociese bien la casa. Katsue estaba en la cocina, al parecer, preparando algo.
La anciana le hizo un gesto para que fuese con ella. Juro se acercó, con recelo.
- Bueno, Juro, Katsue me ha contado lo que has hecho – dijo, con amabilidad – Has dominado un tercer elemento a tu tierna edad. Eso está muy bien.
- Si, bueno, no es para tanto…
- Oh, pero lo es – insistió la mujer, tozudamente – Deberías sentirte orgulloso. Está claro que has heredado los genes de tu madre.
El oir hablar de su madre encendió todas sus alarmas internas. ¡Pues claro! ¡Esa mujer había entrenado a su madre, ahora tenía sentido! ¡Ella la habría conocido!
- ¿Entrenó a mi madre?
- Claro, llevo entrenando a tu familia varias generaciones. Primero a tu madre, luego a tu hermana, y ahora a ti – explicó, con una gran sonrisa. Después, hurgó en su bolso - ¿Quieres un caramelo de menta?
Juro murmuró un vago “Gracias” y se comió el caramelo sin preguntar, embobado con lo que le estaba contando. Su hermana le había hablado de su madre. Pero esa mujer podía darle muchos más detalles.
- ¿Cómo era en su entrenamiento?
- Bueno... – la mujer adivinó claramente a quien se refería. Parecía tener buena intuición – Lo cierto es que era muy habilidosa. Se hizo con los elementos a una velocidad que yo nunca había visto. Era una mujer con muy poca paciencia. Y bastante malhumorada. Se parece mucho a tu hermana.
Juro esperó escuchar un gruñido de contestación por parte de Katsue, como siempre solía hacer, pero esta vez se mantuvo callada. Pronto, apareció con una bandeja y tres tazas de té. Eso era aún más raro. Nunca la había visto preparar té.
- Vamos, bebed un poco.
La anciana lo tomó con sutileza y mojó sus labios en él. Juro lo probó también. Era agrio y no le gustó nada, pero tuvo que aguantarse. Su hermana le había enseñado desde muy pequeño a que, o que se comía lo que ella le daba, o se quedaba sin comida.
- Quiero saber más cosas de ella… - protestó, por la interrupción.
- Todo a su tiempo. – repuso la anciana, con parsimonia – Ahora tu eres el importante. Debemos comenzar tu entrenamiento cuanto antes.
- ¿Qué clase de entrenamiento?
- Voy a enseñarte muchas cosas, querido– dijo, con una amable sonrisa – No todo en el mundo ninja se centra en las peleas.
- Pero…
- Juro, no la molestes. Mañana empieza tu entrenamiento.
- ¿Qué? ¿Mañana? ¿Por qué no ya?
- Furui tiene que dejar sus cosas e instalarse. Se quedará aquí un tiempo mientras te entrena. No la molestes mientras.
- Tenemos mucho de que hablar, Juro – la anciana se levantó, con una sonrisa en los labios. Después, apoyó las manos en su hombro – Además, ya has recibido tu primera lección.
- ¿Cuál? ¿La paciencia es buena para el entrenamiento?
- Puedes interpretarlo así – después de eso, se marchó.
Su hermana sorbió la última taza de su té y se encogió de hombros ante sus preguntas.
- Furui fue una ninja muy reconocida en su época, pero terminó dejándolo – le terminó explicándolo – Era amiga de nuestra madre, tanto que se comprometió a ayudarla a ella y a mí, más tarde.
- Serían muy buenas amigas…
- Sí, eso creo – dijo, encogiéndose de hombros – Cuando me entrenó no tuve la necesidad de preguntarle. Quizá tú puedas averiguar más cosas…
Juro asintió. Pensó, con tristeza, en una Katsue que aun tendría a su madre viva antes de que Juro naciese. Claro que no preguntó por su relación, su madre aún seguía viva. No tendría esas preocupaciones. Él se encargaría de hacerlo.
- Es una buena maestra, no te preocupes – le tranquilizó Katsue, viendo su inquietud.
- Podrías decirme algo que me haga esto más fácil.
- Te pondrá en vereda – dijo, y tras eso, se marchó, dejando a Juro solo en el sofá.
Esa misma noche, Juro no durmió. Se la pasó encerrado en el baño, con terribles dolores de estómago, vomitando cada dos por tres, entre jadeos.
- El viejo truco de los caramelos envenenados… - adivinó Katsue, como si le viniera a la mente un sinfín de recuerdos.
- Se pasará unos días así, con dolor estomacal. El veneno no es muy fuerte, pero es molesto – dijo la anciana, sentada con ella en el sofá en su charla nocturna - Es demasiado confiado.
- Lo sé… - respondió Katsue, con culpabilidad - ¿Podrás encargarte de él?
- Tranquila, querida. Te recuerdo que tu caíste un par de veces en el mismo truco.
- No es justo, no iba a esperar algo así…
- Entonces tranquila. Juro no parece idiota. Aprenderá a ser más desconfiado.
- Eso espero…
- Ya tiene lo que quería. Su primera lección del día.
Aunque fuese cruel, ambas mujeres comenzaron a reir un poco. Tras eso, se marcharían a dormir. De fondo, aun se podría escuchar la cadena del baño. Una y otra vez…
- Buenos días, Katsue-san- la anciana mostró una sonrisa desdentada. Después, se inclinó un poco, aunque no hubiera hecho falta - Tu debes de ser el pequeño Juro.
- Tú... ¿Me vas a enseñar?
- ¡Juro!
Katsue le agarró la nuca con fuerza y bajó su cabeza, obligándole a simular una reverencia también a él. La anciana rio un poco ante esto.
- Estos jóvenes...
- Buenos días... señora – dijo Juro, dándose cuenta de que desconocía su nombre verdadero.
-Puedes llamarme Furui – repuso esta, amablemente.
- Encantado, Furui-san.
Katsue se apresuró a dejarla pasar, una vez respuesta del susto que al parecer Juro le había dado. Después, cerró la puerta y entró, no sin antes lanzarle una mirada asesina a su pobre hermano pequeño.
Juro las siguió a las dos hasta el salón. La anciana se había sentado en uno de los sofás, el verde, como si ya conociese bien la casa. Katsue estaba en la cocina, al parecer, preparando algo.
La anciana le hizo un gesto para que fuese con ella. Juro se acercó, con recelo.
- Bueno, Juro, Katsue me ha contado lo que has hecho – dijo, con amabilidad – Has dominado un tercer elemento a tu tierna edad. Eso está muy bien.
- Si, bueno, no es para tanto…
- Oh, pero lo es – insistió la mujer, tozudamente – Deberías sentirte orgulloso. Está claro que has heredado los genes de tu madre.
El oir hablar de su madre encendió todas sus alarmas internas. ¡Pues claro! ¡Esa mujer había entrenado a su madre, ahora tenía sentido! ¡Ella la habría conocido!
- ¿Entrenó a mi madre?
- Claro, llevo entrenando a tu familia varias generaciones. Primero a tu madre, luego a tu hermana, y ahora a ti – explicó, con una gran sonrisa. Después, hurgó en su bolso - ¿Quieres un caramelo de menta?
Juro murmuró un vago “Gracias” y se comió el caramelo sin preguntar, embobado con lo que le estaba contando. Su hermana le había hablado de su madre. Pero esa mujer podía darle muchos más detalles.
- ¿Cómo era en su entrenamiento?
- Bueno... – la mujer adivinó claramente a quien se refería. Parecía tener buena intuición – Lo cierto es que era muy habilidosa. Se hizo con los elementos a una velocidad que yo nunca había visto. Era una mujer con muy poca paciencia. Y bastante malhumorada. Se parece mucho a tu hermana.
Juro esperó escuchar un gruñido de contestación por parte de Katsue, como siempre solía hacer, pero esta vez se mantuvo callada. Pronto, apareció con una bandeja y tres tazas de té. Eso era aún más raro. Nunca la había visto preparar té.
- Vamos, bebed un poco.
La anciana lo tomó con sutileza y mojó sus labios en él. Juro lo probó también. Era agrio y no le gustó nada, pero tuvo que aguantarse. Su hermana le había enseñado desde muy pequeño a que, o que se comía lo que ella le daba, o se quedaba sin comida.
- Quiero saber más cosas de ella… - protestó, por la interrupción.
- Todo a su tiempo. – repuso la anciana, con parsimonia – Ahora tu eres el importante. Debemos comenzar tu entrenamiento cuanto antes.
- ¿Qué clase de entrenamiento?
- Voy a enseñarte muchas cosas, querido– dijo, con una amable sonrisa – No todo en el mundo ninja se centra en las peleas.
- Pero…
- Juro, no la molestes. Mañana empieza tu entrenamiento.
- ¿Qué? ¿Mañana? ¿Por qué no ya?
- Furui tiene que dejar sus cosas e instalarse. Se quedará aquí un tiempo mientras te entrena. No la molestes mientras.
- Tenemos mucho de que hablar, Juro – la anciana se levantó, con una sonrisa en los labios. Después, apoyó las manos en su hombro – Además, ya has recibido tu primera lección.
- ¿Cuál? ¿La paciencia es buena para el entrenamiento?
- Puedes interpretarlo así – después de eso, se marchó.
Su hermana sorbió la última taza de su té y se encogió de hombros ante sus preguntas.
- Furui fue una ninja muy reconocida en su época, pero terminó dejándolo – le terminó explicándolo – Era amiga de nuestra madre, tanto que se comprometió a ayudarla a ella y a mí, más tarde.
- Serían muy buenas amigas…
- Sí, eso creo – dijo, encogiéndose de hombros – Cuando me entrenó no tuve la necesidad de preguntarle. Quizá tú puedas averiguar más cosas…
Juro asintió. Pensó, con tristeza, en una Katsue que aun tendría a su madre viva antes de que Juro naciese. Claro que no preguntó por su relación, su madre aún seguía viva. No tendría esas preocupaciones. Él se encargaría de hacerlo.
- Es una buena maestra, no te preocupes – le tranquilizó Katsue, viendo su inquietud.
- Podrías decirme algo que me haga esto más fácil.
- Te pondrá en vereda – dijo, y tras eso, se marchó, dejando a Juro solo en el sofá.
Esa misma noche, Juro no durmió. Se la pasó encerrado en el baño, con terribles dolores de estómago, vomitando cada dos por tres, entre jadeos.
- El viejo truco de los caramelos envenenados… - adivinó Katsue, como si le viniera a la mente un sinfín de recuerdos.
- Se pasará unos días así, con dolor estomacal. El veneno no es muy fuerte, pero es molesto – dijo la anciana, sentada con ella en el sofá en su charla nocturna - Es demasiado confiado.
- Lo sé… - respondió Katsue, con culpabilidad - ¿Podrás encargarte de él?
- Tranquila, querida. Te recuerdo que tu caíste un par de veces en el mismo truco.
- No es justo, no iba a esperar algo así…
- Entonces tranquila. Juro no parece idiota. Aprenderá a ser más desconfiado.
- Eso espero…
- Ya tiene lo que quería. Su primera lección del día.
Aunque fuese cruel, ambas mujeres comenzaron a reir un poco. Tras eso, se marcharían a dormir. De fondo, aun se podría escuchar la cadena del baño. Una y otra vez…
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60