5/07/2016, 07:24
Desde tempranas horas el Joven Hyuga comenzaba su día como era de costumbre, se despertaba con el sol y desayunaba con sus congéneres tranquilamente, ese día no hubo necesidad de levantarse a los golpes, aquel día era especial para haze dado que era el día de cumpleaños de su fallecida madre, a pesar de que nunca pudo conocerla siempre se interesó por todos los detalles con respecto a su vida.
Tras desayunar se vistió con un atuendo simple sin el portaobjetos o la bandana y se dirigió al jardín de los cerezos, paso como era de costumbre por la tienda de dulces de camino al jardín, esto de ir a por dulces era uno de los pocos caprichos que haze se daba a pesar de que no era alguien con problemas económicos.
Escucho de su tío, que el dulce de cerezo era el favorito de su madre en vida, y desde ese entonces siempre compraba algo para sí y un poco para dejarlo en el jardín, aprovecho que al lado de la tienda de dulces una prominente floristería hacía gala de sus existencias y compro un ramo de flores, pensó que sería un buen presente.
De camino iba bastante pensativo, sin prestarles mucha atención a las personas que iban caminando por las calles, hasta llegar al jardín.
—Bueno, aquí estamos — Pensó al pasar la entrada, y caminar unos minutos por el jardín, le gustaba ver los árboles y el ambiente que allí se respiraba, todo era calma y no una presión constante como solía ser en casa.
Se encamino al árbol más antiguo del jardín, uno que se extendía metros y metros hacia el cielo, entre sus raíces, los aldeanos solían colocar tablillas de madera con los nombres de sus fallecidos, con la creencia de que el árbol les transmitiría sus buenos deseos.
La de su abuelo y la de su madre se hallaban allí, algo alejadas de las raíces más gruesas, alrededor de las raíces de aquel árbol, se había colocado una especie de cerca de papel, que delimitaba de alguna manera el área de las raíces e indicaba donde poner las tablillas.
Entre las raíces se encontraba todo tipo de objetos, de lo más variopintos todos y cada uno, ligados a una tablilla en especial, Haze no era alguien muy religioso y lo hacía por el mero gesto que ello suponía, tras ubicar la tablilla de su madre,le coloco el ramo, lo normal era buscar asiento en el lugar, pero simplemente se quedó ahí parado observando la tablilla.
—Felicidades, otro año más— Se le escapó de los labios, lo dijo en voz alta sin importarle que otras personas pudiesen oírle, pero lo cierto era que se encontraba solo.
Tras desayunar se vistió con un atuendo simple sin el portaobjetos o la bandana y se dirigió al jardín de los cerezos, paso como era de costumbre por la tienda de dulces de camino al jardín, esto de ir a por dulces era uno de los pocos caprichos que haze se daba a pesar de que no era alguien con problemas económicos.
Escucho de su tío, que el dulce de cerezo era el favorito de su madre en vida, y desde ese entonces siempre compraba algo para sí y un poco para dejarlo en el jardín, aprovecho que al lado de la tienda de dulces una prominente floristería hacía gala de sus existencias y compro un ramo de flores, pensó que sería un buen presente.
De camino iba bastante pensativo, sin prestarles mucha atención a las personas que iban caminando por las calles, hasta llegar al jardín.
—Bueno, aquí estamos — Pensó al pasar la entrada, y caminar unos minutos por el jardín, le gustaba ver los árboles y el ambiente que allí se respiraba, todo era calma y no una presión constante como solía ser en casa.
Se encamino al árbol más antiguo del jardín, uno que se extendía metros y metros hacia el cielo, entre sus raíces, los aldeanos solían colocar tablillas de madera con los nombres de sus fallecidos, con la creencia de que el árbol les transmitiría sus buenos deseos.
La de su abuelo y la de su madre se hallaban allí, algo alejadas de las raíces más gruesas, alrededor de las raíces de aquel árbol, se había colocado una especie de cerca de papel, que delimitaba de alguna manera el área de las raíces e indicaba donde poner las tablillas.
Entre las raíces se encontraba todo tipo de objetos, de lo más variopintos todos y cada uno, ligados a una tablilla en especial, Haze no era alguien muy religioso y lo hacía por el mero gesto que ello suponía, tras ubicar la tablilla de su madre,le coloco el ramo, lo normal era buscar asiento en el lugar, pero simplemente se quedó ahí parado observando la tablilla.
—Felicidades, otro año más— Se le escapó de los labios, lo dijo en voz alta sin importarle que otras personas pudiesen oírle, pero lo cierto era que se encontraba solo.