5/07/2016, 18:15
El esperaba que la pelirroja diera alguna ingeniosa y rebuscada explicación que fuera capaz de sacarla de aquel embrollo. Aunque parecía algo poco probable, pues aquel sujeto de grandes dimensiones se mostraba como alguien de carácter fuerte y difícil de convencer.
—Claro. —Respondió con tonada alegre ante la pregunta del grandote, mientras que más guardias iban llegando para atravesarse en las distintas salidas del local.
La jovencita se plantó frente al hombretón, como si fuera exhibir una defensa digna del más sagaz de los abogados. El joven de ojos grises se permitió una leve sonrisa, esperando que la muchacha y su ágil lengua solucionaran todo… Craso error.
Se le hizo un poco difícil entender todo lo que estaba diciendo, pues la joven hablaba con una velocidad que hacía parecer que no conocía la existencia de la coma o el punto. Lo único que se alcanzó a distinguir entre aquel gorjeo eran las palabras “Mierdas, inútiles y desastre”. Eran pocas palabras, pero entre líneas y pos sus expresiones corporales, se podía entender que no tenía intención alguna de tomar ni un ápice de responsabilidad por lo sucedido.
—¡Estos odiosos extranjeros y su incapacidad para hablar como gente normal! —exclamó luego de “escuchar” lo dicho por Ritsuko—. ¡Todos alerta y que ningún sospechoso salga del local mientras logro averiguar qué sucedió, realmente!
Los guardias en las entradas y en el interior se pusieron en alerta y fijaron su vista sobre todos los que tuvieran algún rasgo que les hiciera parecer sospechosos. Aquello, por supuesto, hizo que la mayoría de la atención se centrara sobre la pelirroja y por extraño que pareciese, también en el peliblanco. Y por más extraño que pudiese parecer, casi nadie fijaba su vista en el ladrón.
—¡Zokushimasu, Fuzoku! —Les gritó a los guardias que mantenían sujeto al ladrón—. ¿Qué fue lo que robo ese sujeto que ameritaba semejante problema?
—Esto, Jefe. —Zokushimasu tomó el saco que llevaba el bandido y se lo acercó al jefe, que se lo arrebató de las manos para comenzar a revisar su contenido.
—Un florero, una placa para una puerta, unas botas, unos panes y ropa húmeda… ¿¡Por semejante estupidez causaron este destrozo!? —Rugió mientras otra vena se marcaba en su frente.
—Señor, ya le dijimos que fue la mocosa pelirroja la que causo esto —se defendió Fuzoku—. Seguramente era cómplice del ladrón y estaba buscando una manera de ayudarle a evadirnos.
—¡Cállense!, no quiero escuchar una palabra más de ninguno de los dos —pidió llevándose la mano al entrecejo—. Hey tu, si tu el albino —señalo a un extrañado Kazuma—, te ves sospechoso, dime; ¿Qué hacías aquí?
—Solo estaba leyendo y de pronto todo se derrumbo.
—Bien, parece que sabes hablar, con normalidad —se mostraba un poco menos molesto—. ¿Has visto quien causo todo esto?
—Espere, todo esto fue un accidente. —Aseguro, haciendo un esfuerzo enorme para no señalar a la chica de cabellos rojos.
—¡Eso no fue lo que te pregunte! —exclamó mientras se acercaba al joven, pero en el camino pisó algo que le detuvo. Se trataba de la etiqueta que tenía el estante del pasillo donde estaba el peliblanco. La alzo y la leyó—. “Demonología, pornografía, satanismo, voodoo, necromancia y brujería”
»Nada me repugna más que estos extranjeros y su bizarra e irrespetuosa conducta… —Aseguro con un desprecio bastante marcado, luego de leer aquello con una voz bastante alta, lo suficiente para que todos los presentes lo oyesen.
«Joder, no me fije en que sección estaba!» Pensó mientras los colores se le subían al rostro, haciendo que su típico tono moreno se viera mucho más rojizo «Además… ¡¿Por qué diablos, una biblioteca tiene un estante con libros como esos?!»
—Esto… —No sabía ni que decir, ni dónde ocultar su cara de vergüenza.
—He visto suficiente —dijo levantándose—. Nos llevaremos a los dos extranjeros y al ladrón a la estación. Allá los mantendré bajo custodia hasta que aclaremos un poco las cosas y veamos quien es el culpable de todo esto.
«Vamos, mantente calmado. El sujeto sólo está cumpliendo con su trabajo...» Aunque en el fondo sabía que aquel viejo tenía ideas preconcebidas y un fuerte lado xenófobo, también sabía que era un agente de la ley cumpliendo con su trabajo.
—Acompáñenos, por favor. —Le dijo a Ritsuko un joven oficial que se paró frente a ella con una cuerda en las manos.
Solo esperaba ver si todo fluiría con calma o si, de nuevo, la pelirroja lograría que todo se descontrolase.
—Claro. —Respondió con tonada alegre ante la pregunta del grandote, mientras que más guardias iban llegando para atravesarse en las distintas salidas del local.
La jovencita se plantó frente al hombretón, como si fuera exhibir una defensa digna del más sagaz de los abogados. El joven de ojos grises se permitió una leve sonrisa, esperando que la muchacha y su ágil lengua solucionaran todo… Craso error.
Se le hizo un poco difícil entender todo lo que estaba diciendo, pues la joven hablaba con una velocidad que hacía parecer que no conocía la existencia de la coma o el punto. Lo único que se alcanzó a distinguir entre aquel gorjeo eran las palabras “Mierdas, inútiles y desastre”. Eran pocas palabras, pero entre líneas y pos sus expresiones corporales, se podía entender que no tenía intención alguna de tomar ni un ápice de responsabilidad por lo sucedido.
—¡Estos odiosos extranjeros y su incapacidad para hablar como gente normal! —exclamó luego de “escuchar” lo dicho por Ritsuko—. ¡Todos alerta y que ningún sospechoso salga del local mientras logro averiguar qué sucedió, realmente!
Los guardias en las entradas y en el interior se pusieron en alerta y fijaron su vista sobre todos los que tuvieran algún rasgo que les hiciera parecer sospechosos. Aquello, por supuesto, hizo que la mayoría de la atención se centrara sobre la pelirroja y por extraño que pareciese, también en el peliblanco. Y por más extraño que pudiese parecer, casi nadie fijaba su vista en el ladrón.
—¡Zokushimasu, Fuzoku! —Les gritó a los guardias que mantenían sujeto al ladrón—. ¿Qué fue lo que robo ese sujeto que ameritaba semejante problema?
—Esto, Jefe. —Zokushimasu tomó el saco que llevaba el bandido y se lo acercó al jefe, que se lo arrebató de las manos para comenzar a revisar su contenido.
—Un florero, una placa para una puerta, unas botas, unos panes y ropa húmeda… ¿¡Por semejante estupidez causaron este destrozo!? —Rugió mientras otra vena se marcaba en su frente.
—Señor, ya le dijimos que fue la mocosa pelirroja la que causo esto —se defendió Fuzoku—. Seguramente era cómplice del ladrón y estaba buscando una manera de ayudarle a evadirnos.
—¡Cállense!, no quiero escuchar una palabra más de ninguno de los dos —pidió llevándose la mano al entrecejo—. Hey tu, si tu el albino —señalo a un extrañado Kazuma—, te ves sospechoso, dime; ¿Qué hacías aquí?
—Solo estaba leyendo y de pronto todo se derrumbo.
—Bien, parece que sabes hablar, con normalidad —se mostraba un poco menos molesto—. ¿Has visto quien causo todo esto?
—Espere, todo esto fue un accidente. —Aseguro, haciendo un esfuerzo enorme para no señalar a la chica de cabellos rojos.
—¡Eso no fue lo que te pregunte! —exclamó mientras se acercaba al joven, pero en el camino pisó algo que le detuvo. Se trataba de la etiqueta que tenía el estante del pasillo donde estaba el peliblanco. La alzo y la leyó—. “Demonología, pornografía, satanismo, voodoo, necromancia y brujería”
»Nada me repugna más que estos extranjeros y su bizarra e irrespetuosa conducta… —Aseguro con un desprecio bastante marcado, luego de leer aquello con una voz bastante alta, lo suficiente para que todos los presentes lo oyesen.
«Joder, no me fije en que sección estaba!» Pensó mientras los colores se le subían al rostro, haciendo que su típico tono moreno se viera mucho más rojizo «Además… ¡¿Por qué diablos, una biblioteca tiene un estante con libros como esos?!»
—Esto… —No sabía ni que decir, ni dónde ocultar su cara de vergüenza.
—He visto suficiente —dijo levantándose—. Nos llevaremos a los dos extranjeros y al ladrón a la estación. Allá los mantendré bajo custodia hasta que aclaremos un poco las cosas y veamos quien es el culpable de todo esto.
«Vamos, mantente calmado. El sujeto sólo está cumpliendo con su trabajo...» Aunque en el fondo sabía que aquel viejo tenía ideas preconcebidas y un fuerte lado xenófobo, también sabía que era un agente de la ley cumpliendo con su trabajo.
—Acompáñenos, por favor. —Le dijo a Ritsuko un joven oficial que se paró frente a ella con una cuerda en las manos.
Solo esperaba ver si todo fluiría con calma o si, de nuevo, la pelirroja lograría que todo se descontrolase.