6/07/2016, 00:48
Tras casi seis meses de duro entrenamiento, Mitsuki, por fin había regresado a Uzugakure desde una de las islas del País del Agua. Tan sólo había parado un instante en su apartamento para dejar un par de cosas y rápidamente se había echado a la calle, a caminar sin un rumbo determinado haciendo tiempo. Estar sola, encerrada hacía que pensase demasiado.
A pesar del duro entrenamiento, la de Kusabi había sido incapaz de alejar las pesadillas y, estás, volvían en forma de turbios pensamientos durante el día. La única manera que había encontrado para evitar aquello era estar ocupada, aunque solo fuese caminando de un sitio a otro. Y eso es lo que haría hasta que encontrase otra cosa mejor que hacer.
"No recordaba lo sola que me sentía en este lugar" a pesar de haber estado casi dos años viviendo allí se seguía sintiendo una extranjera, apenas conocía a nadie de la Aldea, quitando a sus vecinos y poco más "Tampoco es que me haya esforzado demasiado, apenas si he parado con tanto viaje..." se recordó así misma "Bueno, sea por lo que sea, debo de integrarme un poco más. Me guste o no voy a pasar aquí varios años más y creo que el Sr Hayashi tiene razón en ese aspecto"
Paseaba tranquilamente por una de las avenidas principales que vertebraban la aldea, todo parecía igual de tranquilo que antes del Torneo, aún recordaba los primeros días de nerviosismo tras el regreso a la villa. Al parecer la gente olvidaba rápido o al menos dejaba de preocuparse, en cierto sentido era lógico. Vivir con aquel miedo sería insoportable, quizás la clave para ser feliz debía de ser tener una mala memoria... al menos para ese tipo de cosas.
Sin embargo, Mitsuki no tenía esa suerte. Ella aún volvía a aquel día, una y otra vez, cada noche. Incluso ahora que paseaba tranquilamente no podía parar de pensar en aquello, ver a todos aquellos habitantes realizar su pacífica vida le traía a la mente como debía de haber sido la vida de todos los que murieron.
Un tanto agobiada, la peliblanca decidió que lo mejor sería alejarse un poco por lo que optó por adentrarse en el Jardín de los Cerezos. Al ser tan temprano apenas había gente y se podía distraer observando a los árboles preparándose para la primavera.
"Mucho mejor..." caminaba entre los grandes árboles, sobre una alfombra de luz y sombra que hacía la travesía bastante agradable.
Al final del pequeño sendero que recorría la peliblanca, podía ver un árbol que parecía estar adornado de manera ritualista o al menos eso es lo que parecía pro las cintas blancas que lo rodeaban. La verdad es que la extraño bastante, pues creía que todos esos ritos se llevaban a cabo en el cementerio. Frente a este árbol había una persona de pie, que parecía estar contemplándolo. Desde la distancia era difícil verlo con definición, pues el contraluz no ayudaba demasiado.
La peliblanca seguiría caminado tranquilamente, tratando de mantenerse distraída al menos por un tiempo más.
A pesar del duro entrenamiento, la de Kusabi había sido incapaz de alejar las pesadillas y, estás, volvían en forma de turbios pensamientos durante el día. La única manera que había encontrado para evitar aquello era estar ocupada, aunque solo fuese caminando de un sitio a otro. Y eso es lo que haría hasta que encontrase otra cosa mejor que hacer.
"No recordaba lo sola que me sentía en este lugar" a pesar de haber estado casi dos años viviendo allí se seguía sintiendo una extranjera, apenas conocía a nadie de la Aldea, quitando a sus vecinos y poco más "Tampoco es que me haya esforzado demasiado, apenas si he parado con tanto viaje..." se recordó así misma "Bueno, sea por lo que sea, debo de integrarme un poco más. Me guste o no voy a pasar aquí varios años más y creo que el Sr Hayashi tiene razón en ese aspecto"
Paseaba tranquilamente por una de las avenidas principales que vertebraban la aldea, todo parecía igual de tranquilo que antes del Torneo, aún recordaba los primeros días de nerviosismo tras el regreso a la villa. Al parecer la gente olvidaba rápido o al menos dejaba de preocuparse, en cierto sentido era lógico. Vivir con aquel miedo sería insoportable, quizás la clave para ser feliz debía de ser tener una mala memoria... al menos para ese tipo de cosas.
Sin embargo, Mitsuki no tenía esa suerte. Ella aún volvía a aquel día, una y otra vez, cada noche. Incluso ahora que paseaba tranquilamente no podía parar de pensar en aquello, ver a todos aquellos habitantes realizar su pacífica vida le traía a la mente como debía de haber sido la vida de todos los que murieron.
Un tanto agobiada, la peliblanca decidió que lo mejor sería alejarse un poco por lo que optó por adentrarse en el Jardín de los Cerezos. Al ser tan temprano apenas había gente y se podía distraer observando a los árboles preparándose para la primavera.
"Mucho mejor..." caminaba entre los grandes árboles, sobre una alfombra de luz y sombra que hacía la travesía bastante agradable.
Al final del pequeño sendero que recorría la peliblanca, podía ver un árbol que parecía estar adornado de manera ritualista o al menos eso es lo que parecía pro las cintas blancas que lo rodeaban. La verdad es que la extraño bastante, pues creía que todos esos ritos se llevaban a cabo en el cementerio. Frente a este árbol había una persona de pie, que parecía estar contemplándolo. Desde la distancia era difícil verlo con definición, pues el contraluz no ayudaba demasiado.
La peliblanca seguiría caminado tranquilamente, tratando de mantenerse distraída al menos por un tiempo más.